La vida de Antonela Roccuzzo
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Perfil
Antonela Roccuzzo, toda una vida con Messi: la crianza y el silencio de “una compañera espectacular”
Antonela Roccuzzo se subió al Audi un poco nerviosa. Había seguido por televisión la multitud que rodeaba al micro descapotable en el que iba su marido, el futbolista Lionel Messi, junto al resto de los jugadores de la Selección. El plan cambiaba todo el tiempo. La última instrucción que recibió fue que debía acercase al lago del Kentucky, el barrio cerrado en el que se instala junto a su familia cuando está en Rosario, y esperarlo con el auto en marcha. Afuera, frente al puesto de seguridad habían colocado una pantalla gigante en la entrada del country y banderines a lo largo de la calle. Pero la gente también se amontonaba adentro del country para recibir al Campeón. Supo, entonces, que el regreso a casa sería más difícil de lo que imaginaba.
Con el fragor de las hélices, Antonela encendió el auto y condujo hasta el lago. A su derecha, una valla contenía a más personas que se habían acercado a saludar al marido, que había llegado en avión al aeropuerto de Rosario y cayó adentro del country en helicóptero. Antonela, La Negra desde siempre y para los suyos, mascaba chicle inquieta frente al volante. Atinó a dar marcha atrás, quizás para que Messi camine menos. En el trayecto entre el helicóptero y el auto, la pareja cruzó miradas. Ella sacó la cabeza por la ventanilla y él estiró el cuello para besarla. Bastaba pegar la vuelta y meterse en el auto, pero Messi amagó: se acercó a la valla y saludó a la gente. Así que Antonela apoyó el codo en la puerta del auto y dejó reposar la cabeza en la mano. Una vez más, había que tener paciencia.
La vuelta a la casa fue con una custodia policial que abría un pasillo humano a los tumbos, un operativo armado en conjunto con Defensa Civil. Antonela condujo con pericia hasta el portón. Y eso es todo lo que pudimos ver del regreso del Capitán. ¿Qué haría Messi allí, después de todo? Lo respondió él después de alzar la Copa: “Tirarme a tomar sol en mi casa con mi mujer al lado…”. La casa está ubicada en una esquina del barrio, frente al lago y ocupa cuatro lotes. Fue diseñada con especial atención en algo que define a Antonela. Vista desde afuera del country es un paredón extenso de hormigón, sin ventanas ni balcones que den al exterior, más parecido a un búnker que a una mansión. Toda la vida hogareña sucede hacia dentro del barrio, como si fuera un anillo dentro de otro. ¿Una vista aérea? Imposible salvo con autorización porque instalaron inhibidores de drones en el predio. Algo más. Los Messi le ofrecieron al único vecino que puede verlos comprarle la casa por el doble de su valor. Lo que estaban pagando, en realidad, era privacidad. El vecino se negó. La casa es una fortaleza. Antonela es una fortaleza.
La hija de los dueños del súper
Antes de que Messi fuera este Messi, su padre Jorge era supervisor en una siderurgia y su madre Celia había dejado su puesto en una fábrica de bobinas para dedicarse a la crianza de sus cuatro hijos. Vivían en una casa en Las Heras, al lado del Paraná, que todavía conservan. Y antes de que Antonela fuera esta Antonela, vivía con sus padres, José y Patricia. Los Roccuzzo son conocidos en Rosario por ser dueños de una cadena de supermercados llamada Único, que arrancó cuarenta años atrás como un almacén manejado por Lele, la abuela paterna. Vivían en Urquiza, un barrio al oeste de la ciudad. Patricia, la madre, fue cajera de uno de los súper. Antonela tiene dos hermanas: Paula, la mayor, es abogada; Carla, la menor, es médica.
Los Roccuzzo compartían una casa con sus primos, los Scaglia. La planta baja la ocupaban los Scaglia y el primer piso, los Roccuzzo. Lucas Scaglia, primo segundo de Antonela, era el mejor amigo de Messi en la infancia. Lucas y Lio eran compañeros en las inferiores de Newell´s y se visitaban en su casas. Así de fácil Messi conoció a Antonela: a los siete años, jugando. El flechazo -contará Messi en una entrevista- fue inmediato. Pero faltaba mucho, tanta historia, para formalizar. Para empezar, Lionel tomaría un avión por primera vez en su vida para cruzar el Atlántico e internarse en La Masía. Era el 2000 y tenía, entonces, 13 años. En el Barcelona FC crecería 37 centímetros en diez años gracias a un tratamiento hormonal. Antonela, en cambio, se quedó en Rosario para cursar el secundario en el Centro Educativo Latinoamericano. El regalo de su familia por su cumpleaños de 15 fue una cirugía estética para agrandarse los pechos. Cuatro días por semana los dedicaba a entrenar gimnasia artística en el Club Gimnasia y Esgrima de Rosario. Y en ese tiempo sucedió algo que la marcaría para siempre. Algo que, además, sellaría la relación con Lionel para siempre.
La noche del 22 de mayo de 2005, Matías Capozucca, 19 años, conducía ebrio y a alta velocidad por la calle Rivadavia, en Parque Norte, Rosario. Lo acompañaban tres personas. En una maniobra, salió del asfalto y surcó el césped del parque. Pegó contra varios árboles hasta que el auto se detuvo. En el incidente murió Úrsula Notz, de 16 años, la mejor amiga de Antonela. Carla Alfaro, la otra acompañante, quedó postrada, sobreviviendo con mínimos niveles de conciencia. También falleció en el impacto Nayib Abraham, de 19 años. Para Antonela, la muerte de Uri fue una tragedia. Enterado, Messi se puso en contacto con su amiga. Tenían historia, ahora había consuelo y un amor en ciernes. Por la muerte de su amiga, Antonela se sumó a Compromiso Vial, una asociación civil que lucha por una ley nacional de alcohol cero al volante. Es una de las pocas apariciones públicas que no implican un compromiso comercial para ella.
Tres años después de aquel incidente, en 2008, Antonela anunció a su familia que estaba de novia con Messi. Lionel lo contó en un programa de televisión: “Tengo novia y está viviendo en Argentina”. Al año siguiente, un paparazzi les robó una foto mientras paseaban por Sitges. Con ojos de hoy y sin tener en cuenta que ellos son quienes son, son una parejita del montón. Ella 21, él 22. Los años previos, Antonela había pasado la Universidad Nacional de Rosario. Se anotó en la carrera de Comunicación Social, se cambió a Nutrición y terminó en Odontología. No se recibió: para el año 2010 acompañó a su novio al Mundial de Sudáfrica. Y ya no regresó al país más que para visitar a su familia.
En las sombras pero no tanto, desde entonces Antonela asumió el trabajo de acompañar y criar. En 2012 nació Thiago. En 2015, Mateo. En 2017 se casaron. En 2018 llegó Ciro, el menor. Entre tanto, se asoció con Sofía Balbi, la esposa del futbolista Luis Suárez, y juntas abrieron un local de calzados Sarkany en Barcelona que cerraron unos meses después. Ahora, Antonela lleva en sociedad con una de sus hermanas la marca de ropa para chicos Enfans. Antonela armó una vida en Barcelona hasta que Messi cambió de club, de país y de idioma, y se mudaron a París. Lo han dicho otras compañeras y ex esposas de futbolistas: que ellas son las que bancan, las que cargan, las que aguantan, las que contienen, las que suman millas por ellos, las que se quedan mucho tiempo solas con sus hijos, las que están obligadas a reconvertirse. Antonela, en cambio, nunca se expidió sobre la intimidad de su familia.
“El protagonista es Lionel, no nosotros”
Antonela jamás ofreció una entrevista. La revista Gente logró obtener alguna declaración -una frase que la editorial convirtió en tapa- durante el entretiempo de Argentina contra Irán en el Mundial de Brasil, en 2014. Antonela estaba en la tribuna con su hijo Thiago, el primero de tres, que tenía en ese momento un año. El cronista le regaló una ejemplar de una edición que habían preparado en la previa de esa Copa, un recorrido en fotos por la vida de su marido. Le preguntó si podía tomarle una foto con la revista. “No me pidas que posemos. El protagonista es Lionel, no nosotros. Perdón. Sé que me entendés”, respondió ella.
El año pasado, en la gala de entrega del Balón de Oro en la que Messi se llevaría el séptimo de su carrera, Antonela llevaba un vestido dorado de Dior. Sus hijos y su marido vestían trajes de igual corte y diseño, confeccionados en un género negro que brillaba. Imposible no reparar en el quinteto. Al momento de las fotos protocolares posaron todos. En un momento, alguien de la organización pidió que Antonela se corriera a un costado para retratar al padre con los hijos. Ella obedeció, pero el marido la atajó en un reflejo: “No, quedate acá”. Y sobrevino otro disparo de flashes. El gesto del esposo se viralizó. Hay otra versión sobre el mismo episodio, que indica que fue una malentendido. Pero la anécdota es tan dulce que para qué romperla. Una curiosidad: de aquella velada, Antonela posteo la foto en la que emprendía la retirada. Sin el contexto, parece una Mamá Pato: atrás quedan los pollitos, mirándola.
–Hablas mucho de tus hijos, pero no hablas menos de Antonela. Cuando tú tienes un mal momento y llegas a casa… -pregunta un periodista de la señal Sport. Messi primero se toma la barbilla, tuerce la boca y responde al borde del quiebre:
–Ella es todo para mí. El hecho de tenerla al lado me simplifica muchas cosas. Es una persona que me conoce a la perfección, que sabe cómo entrarme en cada momento, y sobre todo en los malos. Es una persona que prácticamente no tiene días malos. Es una compañera espectacular.
La moraleja de la fábula
Hubo un escándalo, sí. En 2018, en la previa del Mundial que se disputaría en Rusia, alguien filtró un video y unos audios en el que su amigo y compadre, Sergio “Kun” Agüero, hablaba con El Tirri, primo de Marcelo Tinelli. En ese ida y vuelta se sugería la posibilidad de un encuentro con “cositas lindas”. Messi pidió que no lo dejaran afuera. El video y los audios habían sido grabados durante una concentración, dos años antes, en 2016. La operación fue un cimbronazo en la intimidad de la pareja. Antonela no asistió al partido debut. Dijo que así estaba “pautado”, que prefería “quedarse en Rosario para ver a su familia”. Antonela había parido tres meses atrás. Dicen que Celia, la madre de Messi, le pidió al teléfono que por favor -y que por su hijo- fuera a Rusia. Antonela apareció para octavos.
Nunca detrás, siempre al lado. Como cuando Messi mostró a Antonela levantando peso frente a un espejo en la casa que comparten. Se entrenaban juntos, bajo la guía de una personal trainner colombiana que les daba clases online. ¿Point of view? El de Lionel: filmó los glúteos de su esposa enfundados en un short blanco y los subió a Instagram. ¿Qué se viralizó? ¿El impulso del marido o el lomazo de Antonela? No importa: cuando se trata de ellos no nos atrevemos a hablar de “cosificación”. Los únicos que rompen su burbuja protectora son ellos. Lo hacen como si fuera un regalo. Dicen: miren, somos un poco como ustedes.
Cuando el título de campeón mundial era de Argentina, Messi mandó a llamar a su familia. Entre las fotos del encuentro hay una: ella lo mira a él, que está sentado, descalzo sobre la tarima. Él sonríe, ella también pero mordiéndose el labio. Hay reconocimiento mutuo en esa foto, hay amor. También están las que deciden, queridas hermanas, ser jefa de hogar. Porque cualquiera sea la fábula, la moraleja de la historia entre Messi y Antonela es que con amor no alcanza, pero sin amor no se puede.
VDM/MS
Nota aclaratoria: este artículo fue actualizado a las 14.10 dado que un lector que reside en Rosario advirtió a la autora que el aterrizaje del helicóptero fue dentro del barrio cerrado y no en el aeropuerto de Rosario, como se informó originalmente.
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