El desencanto con la lucha climática de la “generación Thunberg”: “Con mi gesto no basta, hace falta un cambio sistémico”
Una desazón que acaba por paralizarlos. Una eterna nube negra sobre sus cabezas con la que han convivido, y seguirán haciéndolo, el resto de sus vidas. Y ya no saben qué hacer, “por dónde tirar”, aseguran. Nueve de cada diez jóvenes españoles están muy preocupados por la crisis climática, pero solo el 35% tiene hábitos de baja implicación como reciclar, y el 75% reconoce que ni siquiera habla de ello con su entorno. A Mario Aguilar no le sorprenden estos datos. Este estudiante de 22 años describe la sensación de “callejón sin salida” de una generación que parecía volcada a defender otro tipo de mundo detrás de las pancartas de “No hay un planeta B” o los discursos de Greta Thunberg.
“Desde instituciones como la universidad se nos bombardea con medidas de acción individual que son importantes, pero que no hacen la diferencia. Veo a mucha gente confundida porque no entienden que se les pidan medidas tan pequeñas cuando se trata de algo tan grande”, opina Aguilar.
Pero más allá de la impotencia que señalan los jóvenes y la aparente desafección que describen las cifras del estudio Posturas juveniles ante el cuidado de su salud y la sostenibilidad medioambiental del Centro Reina Sofía de Fad Juventud y la Fundación Pfizer, los y las jóvenes sí adoptan algunos hábitos sostenibles. “Separar la mayoría de los residuos para reciclar” es el más popular (35%) entre los encuestados, seguido de “comer frutas y verduras de temporada”, al que se apunta el 33%, y “caminar, ir en bicicleta o usar el transporte público en lugar de conducir o circular en coche particular”, mencionado por el 31%.
El matiz es que estas tres rutinas son las únicas que implican a un porcentaje mayor al 30%. “Junto con 'reducir el consumo de agua y energía en casa', son hábitos muy institucionalizados y posiblemente la mayor parte de la juventud ya ha convivido desde la infancia con algunos de ellos en su entorno familiar y están más sensibilizados”, señalan los autores.
Los hábitos relacionados con la participación sociopolítica son los menos incorporados por la juventud y ante los que se muestran menos dispuestos.
Los hábitos relacionados con la participación sociopolítica son los menos incorporados por la juventud y ante los que se muestran menos dispuestos. Sólo el 13,3% ha sentido el impulso de unirse a asociaciones, entidades u ONG contra el cambio climático. Anna Sanmartín, directora del Centro Reina Sofía de Fad Juventud, ha incidido en la presentación del informe en que “pese a los resultados, no hay que atribuir a la ligera estas cuestiones únicamente a la juventud. La mayoría son comunes a la población general”.
“Respecto a la lucha climática, diría que más que en un punto medio estoy en un punto muerto. Estoy concienciado, doy mis pequeños pasos, pero tampoco me implico en mi día a día en la lucha aunque tenga ganas. Estoy en un punto muerto porque yo, y siento que mucha más gente, no sabemos por dónde tirar para llevar a cabo todo esto de una forma más intensa. Soy consciente de que mi gesto no basta, lo que hace falta es un cambio sistémico, del tipo de sociedad en la que vivimos y del tipo de modelo de consumo. Pero eso se ve gigante, se ve imposible”, explica Aguilar.
La gran responsabilidad la tienen otros
Los y las jóvenes expresan durante el estudio un fuerte acuerdo en cuanto a la responsabilidad de las grandes industrias en la crisis climática: a esta afirmación le dan 4 puntos sobre 5. “Una persona da un paso hacia adelante y la sociedad da 50 para atrás. ¿Te has comprado un cepillo de dientes de bambú? Seguramente no valga para nada, porque están quemando toneladas de ropa en alguna zona del mundo. Por cada paso que damos, en las sombras, se están haciendo mil retrocesos”, afirma Alicia García (22 años).
Se ha perdido fe en la política y en que se pueden conseguir cambios estructurales
Casi el 100% de los encuestados está de acuerdo con esta afirmación: existen importantes barreras para adoptar un estilo de vida sostenible. El alto costo de productos sostenibles y la falta de incentivos económicos o políticas gubernamentales que apoyen la sostenibilidad son los principales obstáculos señalados.
Laura Reboul (27 años), técnica de transición ecológica de UGT y activista de Greenpeace, señala que “se ha perdido fe en la política y en que se pueden conseguir cambios estructurales. Cuando ocurrió el 15M había mucha esperanza de que las cosas cambiaran pero, debido a cómo funciona el sistema, no ha servido para cambiar todo aquello que se necesita. La juventud no acaba de confiar en las instituciones y/o en el poder de la sociedad, en lo que las personas somos capaces de hacer cuando nos movilizamos”. Una de las conclusiones de la investigación es que los jóvenes aluden a la corresponsabilidad en la búsqueda de soluciones, que van desde la actuación de las grandes industrias, pasando por las acciones individuales, hasta la actuación de los gobiernos, que no consideran estén haciendo lo suficiente.
La juventud, analiza Reboul, se encuentra en un punto “delicado” respecto a la lucha climática ya que “está claro que la primavera climática del 2019 ha pasado. La pandemia pasó factura a la mayoría de movimientos sociales. Desde entonces ha costado mucho sacar a la gente a la calle. El volumen de gente que entra en Greenpeace sigue siendo constante pero lo difícil es mantener el compromiso”.
“En este momento las petroleras están usando la estrategia de expandir el retardismo y el negacionismo entre la sociedad, y los partidos de extrema derecha lo están haciendo con la desinformación. Ambas cosas están funcionando”, afirma. “Buena parte de la juventud se ha dirigido hacia la acción directa no violenta por el puro hartazgo de sentir que no se nos hace caso, como los de Extinction Rebelion, pero las represalias legales que se están tomando, las detenciones o las penas de cárcel están sirviendo como forma de reprimir a la sociedad. Tengo la sensación de que no va a tardar mucho en llegar un punto de inflexión, que es lo que se necesita. Un buen paralelismo me parece el tema de la vivienda. Tiene que haber algo que nos haga decir: 'hasta aquí'”, declara la joven, que asegura que hay todo un “trabajo de fondo” que sigue haciéndose desde los grupos de activismo.
El 86,8% están “muy” o “bastante” preocupados
“Una vez con 15 años leí que si para 2050 no hacíamos que las temperaturas no subieran más de dos grados, no habría vuelta atrás. Me genera mucha ansiedad climática y es muy paralizante. Ese dato me hizo sentir un pesimismo brutal hacia la vida”, explica García. El 86,8% de los jóvenes aseguran estar “muy” o “bastante” preocupados por el medio ambiente y tan solo el 13,2% de los jóvenes están poco o nada preocupados. El 25,2% indica un aumento del nivel de estrés y ansiedad en consecuencia. Este resultado subraya el impacto psicológico del cambio climático en un cuarto de jóvenes, que ven el futuro con incertidumbre y preocupación. “Sociológicamente, esto puede reflejar la presión de vivir en una era de crisis ambiental constante y la carga emocional de ser conscientes de los posibles escenarios adversos”, apuntan los autores.
El perfil de persona joven que más preocupada está por el medioambiente es una mujer con estudios universitarios o que está estudiando. En contraste, ellos reflejan un cierto escepticismo y optimismo tecnológico: tienen más confianza en que la ciencia será capaz de prevenir crisis graves en el futuro
El perfil de persona joven que más preocupada está por el medioambiente es una mujer con estudios universitarios o que está estudiando. Ellas están 8,2 puntos más preocupadas que ellos. En contraste, los hombres jóvenes tienden a mostrar posturas que reflejan, en comparación, un cierto escepticismo y optimismo tecnológico respecto al cambio climático. Son más propensos a estar de acuerdo con la idea de que la gravedad de la crisis climática se exagera, y tienen más confianza en que la ciencia será capaz de prevenir crisis graves en el futuro.
Aunque los hombres también reconocen la necesidad de cambios en las políticas y en los hábitos de consumo personal, su grado de acuerdo es menor en comparación con las mujeres, lo que sugiere una menor sensación de urgencia o responsabilidad personal en la respuesta al cambio climático.
El informe también incide en que la juventud suele entender la relación que tiene el medioambiente con la salud. Tres de cada diez dice conocer el concepto “One Health” (una sola salud). Así, el 64,8% de las personas jóvenes que se preocupan mucho por el medioambiente también están muy preocupadas por su salud. En el lado opuesto, las personas jóvenes poco preocupadas por el medioambiente están poco/nada preocupadas por su salud en un 22,9%, y las personas jóvenes nada preocupadas por el medioambiente están poco/nada preocupadas por su salud en un 53%.
Los fenómenos meteorológicos extremos que más han experimentado
El 67% declara haber sufrido las consecuencias de las olas de calor, lo que denota un gran impacto de las temperaturas extremas en la vida diaria de las personas jóvenes. Le siguen los incendios (31,8%), y las plagas de insectos y animales (24,8%), especialmente en áreas rurales. Por el contrario, la contaminación del aire afecta más a los y las jóvenes en grandes ciudades. Solo el 8% de los jóvenes no ha experimentado las consecuencias personales de estos eventos, lo que subraya la prevalencia de las consecuencias medioambientales extremas en la vida de los y las jóvenes. De igual manera, en torno a un cuarto de la población joven cree que el cambio climático afectará a su salud física (27,7%), que puede aumentar las posibilidades de tener más enfermedades infecciosas (23,1%) y enfermedades respiratorias (22%), que bajará la calidad de su alimentación (21%) y que puede afectar a su salud mental (20%).
El 53% de la juventud presenta un grado de impacto medio. Es decir: ha sufrido a lo largo de su vida entre dos y tres fenómenos medioambientales extremos. El 12% de los y las jóvenes han sufrido un impacto alto, es decir, más de cuatro fenómenos extremos a lo largo de su vida.
Pena, miedo e impotencia
“La juventud ha demostrado una conciencia clara sobre los retos que plantea el cambio climático. Su preocupación no es solo un reflejo de las adversidades que ya enfrentan, sino también una llamada a la acción para toda la sociedad. Es crucial que se implementen políticas efectivas que eliminen las barreras que les impiden adoptar un estilo de vida más sostenible. No podemos permitir que la falta de apoyo institucional frene su voluntad de cambio”, analiza Beatriz Martín Padura, directora general de Fad Juventud.
La pena (26%), el miedo (24%) y la impotencia (24%) son las emociones más extendidas entre los y las jóvenes cuando piensan en la emergencia climática. “Estos sentimientos indican una profunda tristeza y preocupación por el estado del planeta y su futuro. El miedo puede estar relacionado con la incertidumbre y los posibles desastres climáticos, mientras que la impotencia refleja la percepción de que las acciones individuales son insuficientes frente a la magnitud del problema. Psicosocialmente, esto puede llevar a un estado de parálisis emocional, donde la magnitud del problema abruma o coarta la capacidad de respuesta”, se especula en el informe. La tristeza (23%) y la frustración (22%) también son sentimientos relevantes. En menor medida, por debajo del 15%, aparecen sentimientos como la rabia, la culpabilidad, el estrés, la ansiedad, el pesimismo o la confusión. Tan solo el 9% asegura tener esperanza.
Desde la organización insisten en que la juventud lleva tiempo reclamando que se les escuche y que se les implique en la toma de las decisiones políticas.
“Siento un gran desencanto a nivel global: hacia el sistema, hacia el capitalismo. Cuando la sociedad parece que se está concienciando sobre algo y tirando de un lado de la cuerda, por ejemplo con el tema de la ganadería intensiva, por el otro lado de la cuerda están empresas como Shein y Temu. Es muy frustrante”, lamenta Alicia García. Desde Fad insisten en que la juventud lleva tiempo reclamando que se les escuche y que se les implique en la toma de las decisiones políticas.
¿Y en qué creen estos jóvenes? En una escala del 1 al 5, la afirmación con la que más se identifican reza: “Es necesaria la acción individual y que cambiemos nuestros hábitos de consumo para frenar el cambio climático”, con 3,82 puntos. Le sigue muy de cerca otra, con 3,74 de media, y que pone la pelota en el campo de las insitutuciones: “Se requieren cambios drásticos y urgentes en nuestras políticas actuales para evitar los peores efectos del cambio climático”.
Después aparecen en el ranking el desánimo y el retardismo: “El colapso ecológico es inevitable y estamos perdiendo la batalla por el medioambiente” obtiene un 3,21 de aceptación y “aún disponemos de tiempo suficiente para abordar eficazmente los problemas medioambientales” alcanza el 3,14. Las posturas que obtienen un menor consenso son las que subestiman el problema: “La gravedad de la crisis climática se está exagerando” (2,56), “No me preocupa el cambio climático porque la ciencia evitará que se produzca una crisis grave” (2,18) y “no veo el cambio climático como un problema real que debamos abordar” (2,10).
Las conclusiones de este estudio están basadas en los resultados obtenidos de una encuesta realizada a una muestra representativa de 1.219 jóvenes de entre 15 y 29 años en toda España, que tuvo lugar entre el 19 de abril y el 6 de mayo de 2024.
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