Las declaraciones realizadas en los últimos días por el ministro de Consumo de España, Alberto Garzón, han avivado en ese país la discusión sobre el sistema de producción de las macrogranjas y los procesos de agricultura y ganadería intensivas. El mismo debate lleva tiempo produciéndose en otro país europeo: Francia y ha comenzado después de la publicación de un cómic que se ha convertido en un fenómeno editorial en ese país. La obra, planteada como un thriller documental, ha puesto en cuestión los procesos de producción de las industrias agroalimentarias y los riesgos que entrañan para la salud humana y la del medioambiente.
'Algues Vertes, l'histoire interdite' (Algas verdes, la historia prohibida, Editorial La Revue Dessinée/ Delcourt), de la periodista de investigación Inès Léraud y el dibujante Pierre Van Hove, ha rebasado los 120.000 ejemplares vendidos desde que vio la luz, a finales de 2019, y ha alcanzado una trascendencia social sin precedentes en un álbum de cómic. En la actualidad está en marcha el proceso de producción de un largometraje sobre la historia que cuenta Léraud.
“Sinceramente, no me esperaba el impacto que ha tenido el libro y a veces me supera un poco”, afirma desde Bretaña la autora, a la que el cómic ha convertido, para bien y para mal, en una estrella mediática. Recibe periódicamente tal cantidad de propuestas, que su correo electrónico sugiere automáticamente clasificar cada una de las consultas: entrevistas, trabajos de investigación medioambiental, coloquios sobre el libro o conferencias en universidades y centros escolares.
Algues Vertes es un docu–cómic, basado en las investigaciones reales documentadas por Léraud durante casi seis años, que acaba siendo un retrato demoledor, casi un thriller, sobre la forma de proceder de las muchas multinacionales del ramo agroalimentario que invaden Bretaña.
El misterioso fallecimiento de tres personas y de decenas de animales en las playas bretonas en un período de varios años, lleva a la autora a rastrear la sospechosa pista de una invasión de algas verdes tóxicas que periódicamente cubren las playas de la región. Con la colaboración de ecologistas, activistas y agricultores y ganaderos contrarios a las prácticas invasivas de las multinacionales, Léraud encontró una causa posible para explicar los que estaba sucediendo: “Esta toxicidad de las algas que provocó las muertes procedía del hidrógeno sulfurado (H2S), generado por las filtraciones permanentes de residuos procedentes de este tipo de explotaciones”, explica la autora de la investigación en conversación telefónica con elDiario.es.
Bretaña es una de las grandes despensas de Francia. Una región que cuenta con una población de poco más de tres millones de personas, y donde se calcula que se crían en sus macrogranjas doce millones de cerdos, lo que supone una cifra por encima del 50% de toda la producción nacional francesa. “La población porcina cuadruplica al número de personas, debe de ser un caso único en el mundo”, ironiza Inès Léraud.
Una de las características más sorprendentes de su libro es que no es una ficción, sino un cómic de investigación donde todas las personas –sobre todo políticos, empresarios y lobbistas– tienen sus nombres y apellidos reales, y sus diálogos han sido tomados directamente de declaraciones que han hecho en ruedas de prensa, debates parlamentarios o tertulias de radio y televisión.
En 2013, Inès Léraud llegó a Bretaña como periodista freelance, enviada por el Journal Breton (Diario bretón). Le habían encargado una serie de programas periódicos para la emisora France Culture, con la excusa de abordar el sector agroalimentario como tema central. En ese momento comienza a investigar los entresijos de las grandes industrias agroalimentarias y a toparse con una cruda realidad: “Impera una especie de omertá, de ley del silencio, donde ganaderos y agricultores tienen mucho miedo a hablar, porque el que habla queda excluido del círculo de protección”, explica Léraud.
“Ellos lo controlan todo. Venden los pesticidas, los animales y las máquinas mientras los ganaderos y agricultores quedan desposeídos de su capacidad de decisión sobre sus tierras. Es un sistema próximo al esclavismo”, denuncia la periodista francesa. De hecho, en su libro y en su investigación han colaborado agricultores que defienden modelos sostenibles. Todos han preferido aparecer bajo seudónimo, porque le han confesado estar bajo una gran presión. “Francia es un país con una enorme tasa de suicidios de agricultores. Se suicidan unos 650 cada año, lo que supone una media de más de dos suicidios cada día, es tremendo”, enumera Léraud, para constatar la presión a la que son sometidos, con horarios interminables, precariedad laboral y una exigente cuota de productividad.
Algues Vertes solo tiene versión francesa y no ha sido traducido a ningún otro idioma. Por sus páginas desfilan por una parte ecologistas, activistas y osados periodistas, y por otra parte todo lo que la autora considera el “lobby agroalimentario”, configurado por políticos influyentes con intereses empresariales, sospechosos sindicalistas y, sobre todo, grandes consultoras, expertas en el arte del greenwashing –lavado amable para fomentar la cara verde de las empresas– y en crear corrientes de opinión favorables hacia las multinacionales.
“Las consultoras hacen el trabajo sucio a las empresas en Bretaña. Amenazan a los periódicos locales con retirar su publicidad y estos se pliegan cambiando sin pudor su línea editorial”, relata Léraud, que sufre amenazas y boicots periódicamente, como cancelaciones de muchas presentaciones del libro en ferias o desaparición de las noticias del éxito del libro en los periódicos locales. “Nunca he recibido agresiones físicas, pero sí amenazas de que me atuviese a las consecuencias si seguía investigando en la misma línea”, rememora Léraud, que elogia también el trabajo de su colega Morgan Large. Esta periodista ejerce su trabajo en Radio Kreiz Breizh, una emisora local de Bretaña, y, a raíz de sus críticas sobre los procedimientos de la ganadería y agricultura intensivas, su perro ha aparecido muerto y las ruedas de su coche han sido rajadas.
Inès Léraud ha sido denunciada en dos ocasiones por otras tantas empresas que retiraron sus demandas a los pocos días de la fecha de los juicios. La acusaban de delitos de difamación :“Lo peor, es que he tenido que estar varios meses preparando el juicio con abogados, buscando testigos, sin poder dedicarme a mi trabajo y por lo tanto sin ingresos, pero creo que se han dado cuenta de que había una enorme presión social”.
Además de premios, reconocimientos y gran éxito editorial, el trabajo de Algues Vertes ha logrado también ciertas transformaciones, que son pequeñas victorias morales para la autora. El pasado mes de julio, los magistrados de la Cour de Comptes, el Tribunal de Cuentas, máximo organismo que fiscaliza y audita las cuentas públicas en Francia, emitió un duro informe reprendiendo al Estado y al parlamento bretón, por lo que consideran “falta de inversión y de ambición en las políticas públicas contra la proliferación de algas verdes, así como el escaso compromiso de las empresas que reciben dinero público”.
Estas pequeñas victorias alientan a Inès Léraud, a la que no amedrentan tampoco las amenazas y boicots. Ahora mismo tiene en mente continuar su investigación para publicar un segundo cómic, “sobre todo porque se demostró que el cómic es un soporte serio, que admite el periodismo de investigación y por el momento libre de presiones editoriales”.
Ahora trabaja sobre el “lobby porcino” e investiga sobre el origen de las macrogranjas y las grandes industrias agropecuarias. Su irrupción ha provocado una modificación del paisaje y del territorio sobre todo a partir del gran proceso de concentración parcelaria que se lanzó en toda Europa en los años 70 del pasado siglo. La tala indiscriminada de árboles y bosques, la desviación del cauce de los ríos o las construcciones de dudosa legalidad se convirtieron en acciones habituales, en nombre del empleo y del progreso.
“En Francia se concentraron pequeñas parcelas para crear mayores fincas y grandes extensiones, sin importar la modificación del territorio. Eso en el caso de Bretaña tenía una finalidad: preparar el terreno necesario para grandes industrias agroalimentarias intensivas y macrogranjas necesitadas de grandes terrenos, considero que ahí comienza la historia de las algas verdes”, sentencia Inès Léraud.
Desde entonces, la voracidad de las algas verdes parece no tener fin. La de las macrogranjas y las multinacionales tampoco.
AP
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