Las señoras ya no se esconden: la menopausia gozosa también sale del clóset
Carmen Cuní está a punto de cumplir 51. Hace solo unos días, cuando hacía yoga en el gimnasio, se dio cuenta de que la profesora, una mujer joven, llamaba 'chicas' a las alumnas. “Éramos seis o siete mujeres de entre 50 y 60 años y yo dije 'Oye, ¿no es raro que nos llame chicas?'. Algunas me dijeron que no, que les gustaba. Pero yo defendí que tenemos que renombrarnos: somos señoras, ya está bien de esta cosa de la eterna juventud, yo soy una señora y quiero serlo”. A Carmen le falta un mes más sin menstruación para considerarse menopáusica, pero ella ya vive un climaterio (la etapa que comienza cuando una mujer experimenta cambios en su regla y que sigue con la llegada de la menopausia) que califica de gozoso. No es la única: si en los últimos años el ciclo y la salud menstrual salieron del clóset, ahora parece el turno de la menopausia. Cada vez más libros, colectivos e iniciativas con enfoque feminista buscan reapropiarse de una etapa de la vida de las mujeres tremendamente denostada.
Uno de esos libros se llama precisamente Señoras. Una guía integral de la salud en la menopausia (Arpa), que firman cuatro profesionales de la salud que abordan en el texto síntomas y hábitos, pero también creencias limitantes. “No hay que dulcificar la menopausia, pero las mujeres vienen a las consultas desde el miedo, la carencia, el derrumbe. Compramos la idea de menopausia de la medicina patriarcal y de la mirada externa, y nos falta una mirada propia. Necesitamos una narrativa feminista de la menopausia”, señala una de las autoras, Tania R. Manglano, fisioterapeuta y osteópata.
Otra de las autoras, la ginecóloga Alberta Fabris, asiente: “Es una etapa muy denostada y nosotras peleamos por la 'señoría'”. ¿Qué es ser una señora? “Poner límites, estar en una, permitirte libertades que quizá antes no, conectar con esa sabiduría que te permite transitar duelos y controlar tu etapa. Tonterías, las justas”, enumera Fabris. La ginecóloga opina que la menopausia conlleva ganancias que apenas son visibles. “Dejar de ser cíclicas, estar más estables, conectar con necesidades propias, tomar decisiones de autocuidado, muchas mejoran sus anemias crónicas”, menciona. Por contra, los síntomas, desde los sofocos hasta la sequedad vaginal, parecen casi una amenaza inevitable que empeorará mucho la vida de todas las mujeres.
“Habrá quien tenga malestares y no hay que naturalizarlos, sino tratarlos y acompañarlos”, asegura Alberta Fabris, que insiste en que los síntomas pueden variar enormemente entre una mujer y otra. Las autoras de Señoras reclaman unidades integrales de menopausia en hospitales o centros de salud para dar una atención completa durante una etapa que ocupa, de media, un tercio de la vida. Sobre la pérdida de libido, uno de los síntomas que parecen cernirse sin remedio sobre las mujeres menopáusicas, asegura que está llena de mitos. “Algunas tendrán dificultades que influyan en su deseo y otras tienen sexo como cuando tenían 18. Pero, además, tenemos cómo tratarlo”, dice la ginecóloga que, junto con su compañera fisioterapeuta, menciona la todavía escasa investigación médica sobre procesos fisiológicos de las mujeres.
La propia Carmen Cuní se dedica a acompañar a mujeres durante su climaterio y menopausia. Fue el inicio de su propio proceso el que la llevó, primero, a buscar información y lecturas que le permitieran transitarla más allá de ideas preconcebidas y tabúes, y, después, a crear grupos de mujeres que se acompañan durante la menopausia. En las mujeres que llegan a esos grupos percibe aún mucha falta de información y muchos complejos relacionados con el cuerpo y el deseo.
“Hay mucha vergüenza de hablar de esta etapa, hay muchas creencias relacionadas con la cultura de la eterna juventud que hacen mucho daño. Las mujeres se sienten invisibles y muchas, defectuosas. A veces, cuando hacemos la práctica de mirarnos las vulvas, dicen 'pero si somos normales'. Esa idea de que la sexualidad ya no funciona es mentira, la energía sexual está durante toda la vida y la podemos cuidar, no es solo genitalidad ni penetración, y empieza con el autoconocimiento. Aprender a estar con nuestros cuerpos y hacer tribu en estos momentos nos transforma, es una oportunidad”, reflexiona Cuní, para la que recuperar la palabra 'señora' implica una reapropiación necesaria de un término injustamente peyorativo.
Recuperar el eros
Verónica es la protagonista del libro Y a lo mejor contarlo (Paidós). Tiene 50 años y, con una depresión latente, se propone “recuperar su eros perdido”. Para ello, inicia una búsqueda que la lleva a descargarse apps de citas, a ir a un bar de swingers, a viajar sola, a masturbarse como nunca, a iniciarse en la anarquía relacional y hasta a contratar trabajo sexual. Su autora, la productora cultural María Acaso, bien podría ser Verónica. “La intención es crear un imaginario distinto de la menopausia para que las mujeres que estamos en ella la vivamos distinto pero también para que las generaciones venideras la puedan pensar desde un lugar de gozo y no de castigo y sufrimiento”, explica. En esta etapa, dice, el estigma sobre el sexo y el deseo de las mujeres recrudece.
Para Acaso, el cuento de Blancanieves ejemplifica lo que sucede en la menopausia: “Es un cuento sobre el ciclo menstrual femenino”. La propia Blancanieves representa la llegada de la regla, la menarquía, mientras que la madrastra es la menopausia. “Una vez más, hay una lucha entre mujeres porque ambas desean al príncipe pero la madrastra no accede a él por su condición de menopáusica”, señala. La madrastra aparece tapada por completo, ni siquiera aparece su cabello, “porque su cuerpo ya no puede ser objeto de deseo”. Su arquetipo representa la sospecha o la ridiculización hacia las mujeres que, a partir de cierta edad, siguen vistiendo como les da la gana, enseñando escote o piernas, llevando prendas ajustadas o labios rojos.
La médica y sexóloga Ana Rosa Jurado, de la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia, constata que las mujeres siguen temiéndola: “En el imaginario colectivo, es como si fuera el pistoletazo para la vejez y es algo que se penaliza mucho más en las mujeres que en los hombres. El valor de una mujer fértil a nivel social sigue siendo más importante que una mujer infértil, y la sexualidad se nos permite desde el punto de vista de la reproducción, así que parece que es una pérdida de valor”. Menopáusica, apunta, sigue siendo así un insulto.
Jurado critica que la menopausia no aparezca en muchos programas de estudios de medicina o enfermería. “Cada vez vamos formando a más gente y en la asociación, tenemos distintos grupos de trabajo. Hay profesionales que dicen a las mujeres 'aguanta, que ya se pasará' y eso es un error. Está la idea de que los síntomas serán horribles pero hay una gran variabilidad y, sobre todo, hay tratamientos”, señala. La médica también reivindica unidades integrales que puedan atender a las mujeres desde diferentes disciplinas, desde la fisioterapia hasta la sexología.
La vicepresidenta de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), María Jesús Cancelo, constata que la percepción que aún hay de la menopausia tiene mucho que ver con “mitos y tabúes relacionados con la falta de conocimiento”. No obstante, Cancelo celebra que ahora las nuevas generaciones “tienen la posibilidad de comunicarse”: “Antes no se hablaba de ello, la menopausia era algo que había que pasar. Ahora se le está dando visibilidad y eso fomenta el conocimiento, pero es un cambio lento”.
Un despertar
María Acaso defiende los 50 como “un momento muy adecuado para despertar”: “Lo haces con más sabiduría, con más conciencia y reposo. Si además metes el vector feminista, te alejas también de esa experiencia del sexo normativo, prolongas el eros más allá del coito y la penetración. Es un resurgir o un completar que es imposible que hagas en la adolescencia o en la juventud más reciente”. Carmen Cuní sostiene algo parecido. Frente a la “premuerte” con la que aún se asocia muchas veces la menopausia, ella habla de “madurescencia”. Para ambas, la mirada feminista fue fundamental para encontrarse en el climaterio más allá de ideas preconcebidas y mandatos.
“Los feminismos, la anarquía relacional y la trascendencia sexual son las tres herramientas que más me sirvieron. Los feminismos te hablan desde el cuerpo, de vivir una vida feminista, te abren a la agencia y a la libertad política. La anarquía relacional porque te abre a otros modelos que no son la monogamia: la menopausia tiene que ver con etiquetas ancladas en el pensamiento tradicional, en el que una mujer respetable de 50 años tiene que estar casada, hacer tuppers para sus hijos y tener un trabajito decente. Que te puedas entender como parte de una constelación afectiva y no parte de una pareja te cambia la vida y la menopausia. Sabes que con vos misma sos capaz de generar bienestar y eso es importante contarlo”. asegura.
La vicepresidenta de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia admite que la atención a las mujeres durante esta etapa no siempre es como debería. “A veces, llega una mujer con síntomas que, si un profesional no conoce bien, puede trivializar o da información que no es adecuada y, en ese sentido, todos tenemos mucho que hacer”, dice. Cuní recuerda las palabras de una médica cuando, hace poco, acompañaba a su madre a una consulta. Ella leía un libro sobre menopausia y aprovechó para preguntarle a la doctora su opinión sobre esta etapa. “Es una cruz”, le respondió la profesional. Carmen se rebela: “¿Cómo puede decir esto una médica?”.
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