El Niño/La Niña
Qué son El Niño y La Niña, los fenómenos naturales que cambiaron al mundo
El Niño/Oscilación del Sur (ENOS) es un fenómeno natural caracterizado por la fluctuación de las temperaturas del océano en la parte central y oriental del Pacífico ecuatorial, asociada a cambios en la atmósfera. Este fenómeno tiene una gran influencia en las condiciones climáticas de diversas partes del mundo.
El ENOS es uno de los patrones más importantes de la llamada variabilidad climática interanual, que incluye modificaciones de la circulación de la atmósfera que pueden durar desde varios meses a pocos años. El Niño y La Niña son los componentes oceánicos, mientras que la Oscilación del Sur es el componente atmosférico, y ambos dan origen al término El Niño/Oscilación del Sur. Este fenómeno comprende tres fases: El Niño, La Niña y una fase neutra.
Los efectos de esta oscilación sobre nuestro país son diversos y varían dependiendo de la fase, la región y la época del año. En particular durante la primavera y verano el noreste argentino tiende a registrar precipitaciones superiores a las normales durante una fase El Niño. Durante la fase La Niña misma zona tiende a registrar precipitaciones por debajo de lo normal.
El fenómeno tiene una periodicidad irregular, usualmente ocurre cada dos a siete años, y se declara una fase El Niño/La Niña cuando las temperaturas del mar en el Pacífico oriental tropical aumentan/disminuyen 0,5°C por encima/por debajo del promedio durante varios meses consecutivos (5 trimestres).
Se cree que el nombre de este fenómeno se originó hace siglos atrás por “El Niño Jesús”, cuando en fechas cercanas a la Navidad, los pescadores peruanos se refirieron al fenómeno meteorológico en honor al recién nacido Niño Jesús.
Durante algunos de los “Niños” más famosos del pasado, la ferocidad de los diluvios provocó que pueblos enteros se hayan deslizado por las laderas de las montañas.
En el episodio de 1972 a 1973, las temperaturas del océano se dispararon frente a la costa del Perú, tanto, que casi acabaron con la industria pesquera de la anchoveta, esencial para el país.
Durante el fenómeno de El Niño de 1997 a 1998, se sufrieron daños por un valor de más de 3000 millones de dólares en edificios, tierras agrícolas y otras infraestructuras.
En 2016, los corales se blanquearon en todo el Pacífico, las inundaciones asolaron América del Sur y los incendios provocados por la sequía arrasaron Australia. Ese calentamiento se vio reforzado por un fenómeno de El Niño especialmente fuerte, que contribuyó a introducir el planeta en el tramo de 12 meses más cálido jamás registrado hasta entonces.
Sin ir muy lejos en el tiempo, la Argentina vivió una de sus peores sequías en el verano de este 2023, con cosechas enteras malogradas y un impacto social y económico que magnificó la crisis instalada en varios estamentos del país.
Los episodios de La Niña tienden a establecerse durante más tiempo que El Niño, persistiendo entre nueve meses y dos años. Por ejemplo, en mayo de 2022, según la Organización Meteorológica Mundial: “El episodio de La Niña instaurado en el segundo semestre de 2021 sigue activo en el Pacífico tropical, aunque se observan indicios de debilitamiento en los parámetros tanto oceánicos como atmosféricos. Los pronósticos más recientes de los Centros Mundiales de Producción de Predicciones a Largo Plazo de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) indican una probabilidad moderada (alrededor del 65 %) de mantenimiento de las actuales condiciones típicas de La Niña durante el período de marzo a mayo de 2022, y cifran en alrededor del 35 % la probabilidad de que estas sigan debilitándose hasta ser compatibles con un episodio neutro del fenómeno El Niño/Oscilación del Sur (ENOS).
Los fenómenos de El Niño y La Niña suelen producirse cada dos o siete años. Mientras tanto, las temperaturas oceánicas y los patrones de precipitación se vuelven más regulares. Sin embargo, los patrones no están perfectamente claros: un El Niño fuerte no significa necesariamente que la siguiente La Niña será particularmente intensa, y viceversa.
Tanto El Niño como La Niña afectan al clima más allá de la cuenca del Pacífico. Durante los años de El Niño, por ejemplo, hay menos huracanes que cruzan el Atlántico de lo habitual, y los que lo hacen suelen ser bastante débiles. Y los patrones de lluvia cambian en todo el mundo: por ejemplo, California y el Cuerno de África se reducen, mientras que aflojan las lluvias que suelen empapar la India durante la temporada de monzones y el subcontinente indio se seca ligeramente.
Por qué se produce El Niño
Al comienzo de El Niño, los vientos alisios que tienden a soplar con fuerza en la superficie del Pacífico tropical se relajan. Normalmente, esos vientos empujan las aguas cálidas de la superficie del océano hacia el este, en dirección a Asia y Australia, donde en esencia son acorraladas en una gigantesca piscina cálida por Australia al sur, el archipiélago indonesio cerca del ecuador y el sureste de Asia.
En un año normal, a medida que los vientos alisios arrastran las aguas de la superficie caliente por el sol hacia el este, alejándose del borde de América del Sur y Central, remolcan el agua fría de las profundidades, de manera que “afloran” los mares fríos y ricos en nutrientes. Los vientos alisios también suelen provocar el afloramiento de aguas profundas y frías cerca del ecuador.
Durante un año normal es fresco y no demasiado lluvioso en la costa occidental de América, y cálido y húmedo en la parte occidental del Pacífico.
Pero cuando los vientos alisios se aplacan, ocurren dos cosas: el afloramiento forzado por el viento que atrae el agua fría a la superficie se ralentiza, y el agua caliente que se ha acumulado en la parte occidental de la cuenca del Pacífico comienza a revolverse hacia el este. Y a medida que el calor se extiende hacia el este, los vientos alisios -que están controlados en parte por las diferencias de temperatura y presión atmosférica entre los dos lados del Pacífico- se debilitan aún más. Así que surge un doble contratiempo: las aguas frías que normalmente ayudan a enfriar la costa sudamericana quedan atrapadas bajo la superficie, y los vientos que ayudarían a enfriar las cosas se estancan.
Los científicos aún no saben exactamente qué es lo que desencadena el ciclo, pero pueden detectar con antelación las señales de El Niño que se está gestando y se hacen una idea aproximada de cómo se desarrollan los acontecimientos una vez que entran en acción. Así, una vez que aparecen las señales, los científicos pueden empezar a advertir al público en general de que es probable que se produzca un El Niño entre seis y nueve meses después.
¿Se está fortaleciendo El Niño?
Algunos modelos climáticos predicen que el ciclo del FEL se intensificará a medida que el planeta se calienta, lo que conllevará que El Niño sea más cálido y húmedo y La Niña más seca, y ejercerá impactos más devastadores en las comunidades de todo el mundo. Otros muestran una menor intensificación, o ninguna. Los científicos se apresuran a comprender mejor el fenómeno.
Tampoco está claro si el ciclo se ha intensificado desde que los humanos empezaron a calentar el planeta bombeando la atmósfera con gases de efecto invernadero.
Lo que los científicos pueden decir es que El Niño ha existido durante miles de años y es probable que persista en el futuro. Y tanto si el ciclo actual cambia como si no, es probable que sintamos sus efectos con más pujanza en el futuro.
Con información del Servicio Meteorológico Nacional y Alejandra Borunda, para National Geographic.
IG
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