El Grupo Stellantis se la juega por Brasil, con una gigantesca inversión para desarrollar la movilidad “verde” en la Región
En palabras de su CEO, Carlos Tavares, Stellantis anunció un programa de inversiones 2025-2030 que alcanza la impactante suma u$s 6.000 millones, y se convierte en la mayor inversión en la historia regional de la industria automotriz. El objetivo del consorcio europeo-estadounidense, que reúne nueve marcas, es el de lanzar en la región 40 modelos -nuevos y actualizaciones en el marco global de cuatro plataformas globales asociadas a la tecnología bio híbrida-, ocho nuevos propulsores y distintas aplicaciones en electrificación que le permitan acercarse al desafío autoimpuesto de “carbono cero”. Atento a las definiciones del comunicado –“desarrollo y producción de tecnologías de descarbonización y nuevas oportunidades de negocio” – son de esperarse novedades en ámbitos que excedan el de la producción de vehículos.
La magnitud de la cifra es contundente en cuanto a la importancia que le da a la Región para posicionarse entre los jugadores principales que salgan a disputar el partido de las nuevas tecnologías “verdes” o amigables. El denominado plan estratégico “Dare Forward 2030”, implica una inversión total de más de 50.000 millones de euros a nivel global, en pos de la electrificación durante la próxima década. La meta es convertirse –en todos su ámbitos– en una compañía con emisiones netas de carbono cero para 2038. El dato: Stellantis tiene en cuenta, además, una compensación global de un dígito por las emisiones remanentes. En ese escenario la inversión en América del Sur pareciera ser decisiva para moderar y equilibrar los números mundiales.
Tres puntos que merecen atención: Stellantis es líder de ventas en Brasil y América del Sur (31,4% y 23,5% del mercado, respectivamente) por lo que esta decisión lo convierte en un tractor natural para forzar el paso de la competencia –que de hecho también viene haciendo anuncios similares, pero de mucho menor dimensión–; este plan de inversiones se acopla a uno que finaliza en 2025 y que alcanzó los U$S 3.000 millones; la variedad de tecnologías motrices que se utilizan en Brasil (nafta, diésel, etanol) permiten aventurar un interesante menú de combinaciones y distintos grados de hibridación y bio hibridación –biocombustibles como etanol–, bio híbridos enchufables, hasta llegar a la electrificación 100% (BEV).
La política y las inversiones
Queda claro que en la Región, el futuro de la industria se mueve al ritmo de la bossa nova. Brasil –especialmente su burguesía industrial radicada en San Pablo– desde hace muchos años entendió el juego, y sabe que para ganar hay que invertir; y que cuando se gana se reinvierte para ganar más. Desde su sede en Brasilia, y más allá del color ideológico, la política siempre sintonizó un vector claramente industrialista, al cual se apoya con decisión. Y hay punto no menor: es claro que la magnitud de ese mercado brasilero permite encarar inversiones sabiendo que hay un mercado en el cual respaldarse.
Pero ese mercado interno de más de 200 millones de habitantes tiene que estar relativamente fuerte, con bajos índices de desempleo, pobreza y salarios que permitan al ciudadano de a pie soñar con tener un auto. Y en ese punto, con tres ejemplos concretos, pueden verse agitar las manos de la política balizando el camino para atraer las inversiones: es por acá. 1) La administración de Lula redujo a la mitad las personas que pasan hambre. 2) En 2023, más del 70% del millón y medio de nuevos empleos formales tuvieron como beneficiarios personas que eran consideradas pobres. 3) El año pasado, anunció y puso en marcha –no se quedó arando en el anuncio– el programa industrial de movilidad sustentable “MoVer”, donde otorga beneficios económicos a las automotrices que incorporen producción local de nuevas tecnologías solas o combinadas (incluidos los modelo flex a etanol de gran desarrollo en ese mercado), para que empiece a cambiar la matriz del parque automotor con productos que consuman y contaminen menos. Notal al pie: aquellas marcas que persistan en fabricar modelos con soluciones más contaminantes, en vez de beneficios tendrán multas.
Ahí pueden encontrarse buena parte de las razones que propiciaron la poderosa inversión de Stellantis que, dato no menor, se inscribe en una larga lista de inversiones que en los últimos meses incluyó a la mayoría de las marcas radicadas en el país vecino, incluidas las chinas. En total suman casi 20.000 millones de dólares.
¿Y Argentina?
Visto el panorama de los últimos meses, la industria automotriz, con su capacidad de generación empleo y sus –inversiones mediante– posibilidades exportadoras, no parecen estar en el radar de las decisiones prioritarias de la actual administración, al menos desde lo discursivo, algo a lo que este Gobierno le da mucho valor. Desde la economía hay pocas certezas en cuanto a una política energética, ni se vislumbra una mirada industrialista que incentive al sector. Si hablamos de la plaza local, cuesta definir el volumen de mercado tendremos en 2024 –un indicador que siempre influye en las inversiones por venir– y desde la política no hay hasta ahora precisiones. Tampoco será un tema menor el posicionamiento global que se adopte (Mercosur, Mercado Común Europeo, China, etc.) y sus consecuencias para los socios económicos.
Si se observa esta avanzada de inversiones en el sector del otro lado de la frontera todo indica que, una vez más, seremos un reflejo tardío, un espasmo de estos anuncios, que en el mejor de los casos llegarán como “beneficios colaterales”, y que sólo una porción pequeña tendrá destino de renovados procesos industriales. En el caso de Stellantis, los trascendidos hablan de una inversión inicial de 400 millones de dólares para Argentina, que no queda claro si son un complemento, o un “derrame” del monto destinado a Brasil. Habrá que esperar los anuncios oficiales. Mientras tanto, el juego está cambiando y las decisiones que no se toman a tiempo vienen con consecuencias.
cc
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