Washington suelta la mano pero cierra los puños

“Por más nueva traducción que se publique”, se apena nuestra ensayista general Tamara Tenenbaum, “difícilmente” veamos pronto que un día se “pone de moda” “la filosofía moderna: Kant, o Leibniz, o Hume”. Acaso por causas solidarias, tampoco vemos fácil un boom de lecturas de la historiografía moderna o de ese género ensayístico, o estilo intelectual, que se llamaba, con pompa indigna del inquebrantable buen humor y la minuciosa laboriosidad de Gibbon o Arendt o Sorokin, ‘filosofía de la Historia’, y de las ficciones novelísticas o sistemáticas o (auto)biográficas de la imaginación geopolítica, desde Kipling a David-Neel a Peyreffite a Toynbee. Serían un antídoto contra el asombro banal, a la vez que agudizarían el asombro por el asombro de la decadencia y caída del Imperio Americano en Afganistán, anticipada con insistencia en esta Newsletter El 🌍es azul como una 🍊, con la falsa perspicacia, el alarde y el desdén de quien se hubiera provisto de una fija de buena fuente también para esta quinta entrega.

20 de agosto de 2021 12:50 h

Los zombies y las sombras. Las caras en las muchedumbres solitarias desplazándose acosadas en las pistas del aeropuerto de Kabul parecían figurantes en una de zombies. Aunque este film de un género que sin Brad Pitt recaía en su clase B de origen, lucía menos siniestro que el otro lado de la pantalla, una narrativa sin luz ni sonido sobre los acontecimientos y cotidianidades en que se traduce la victoria de los talibanes. Nos formamos nociones, o imágenes sin tiempo ni movimiento por obra de informaciones más de inteligencia que periodísticas. La búsqueda casa por casa, en la capital, de quienes colaboraron con las potencias extranjeras occidentales (EEUU y Gran Bretaña a la cabeza) y alianzas militares internacionales (en primer lugar la OTAN que extendió las orillas del Atlántico hasta este país sin salida al mar).
La tumba de los imperios. Afganistán es el cementerio de los imperios. En semejante tierra se estrelló Alejandro El Grande, latinizado como El Magno –así lo escribe, con todas estas palabras ese otro clásico que, él sí, como ese Cid llamado Campeador, cada tanto gana las batallas y vuelve a las modas, nunca todo será pena y olvido: Jorge Asís. Y sigue así como sigue. Ni los mongoles, los persas o los británicos pudieron conquistar del todo a los afganos. Fue a estrellarse también el temerario Leonid Breznev, para que finalmente se rindiera el olvidado Chernenko. Antesala de Gorbachov, liquidación del imperio. La conquista fue intentada también por George Bush Junior. Para que, 18 años después, Donald Trump ofreciera, con relativa elegancia, la bandera blanca.
El Abuelito Dulce, Joe Biden. Así apoda nuestro citado Asís al presidente n°46 de EEUU. Si el demócrata resulta cada vez menos edificante, no es por ello menos aleccionador. La catástrofe humanitaria que se sigue de un retiro de tropas mal calibrado y de previsiones desajustadas y desacertadas, y la frialdad o resignación mostrada frente a ellas desilusiona a la izquierda progresista y a los medios que habían forjado un ídolo cuyas virtudes morales se correspondieran una a una a los defectos y pecados de su predecesor el republicano Donald Trump. Sin embargo, es de la firmeza de las decisiones de Biden que puede derivarse la lección mayor, en América Latina, y en el mundo, y así lo hace la prensa a la que no enturbia la vista sino que abre más los ojos este presidente para quien, a diferencia de su gesticulante rival populista, America First! es un principio al que concede una inflexible eficacia, y obediencia.
El Hijo Pródigo. ¿Por qué alguien pagó medio millón de dólares por una pintura de Hunter Biden?, se pregunta Arwa Madhawi. Hunter Biden, el hijo de Joe Biden, ha estado incursionando durante años en las artes plásticas. Ahora el amateur se declara profesional, dio el paso de Facebook a Linkedin. Sus coloridas creaciones, colgadas en una galería del neoyorquino SoHo, tienen precios de catálogo entre entre U$S 75.000 y U$S 500.000. La nueva carrera de Hunter plantea problemas éticos obvios para su padre. En un intento de evitarse acusaciones de tráfico de influencias, la Casa Blanca le ha solicitado al marchand confidencialidad sobre los compradores y los precios del trabajo de Hunter. No sólo aceptó el pedido la galería, sino que añadió su compromiso generoso, insospechable por su desinterés, de rechazar adquirentes con demandas que parezcan sospechosamente generosas. Es dudoso que las resueltas políticas de Biden se vean afectadas por las buenas ventas de las pinturas de su hijo. De hecho, hay otros medios de obtener cargos pagando para ejercerlos, de uso consuetudinario en la política de EEUU, como en el caso de posiciones diplomáticas codiciadas y acaso decorativas: los medios se felicitaban, por ejemplo, de que el nuevo embajador en París, un infatigable aportante de campaña, supiera bastante francés.
Las artes liberales y las musas clasistas. En la opinión pública y en los medios de EEUU, el conflicto de intereses que significa la carrera artística de Hunter Biden no provoca escándalo, ni siquiera muchos chismes, ni tampoco sátira. (Es todavía más ociosa que fácil, la pregunta contrafáctica ¿qué ocurriría con las pinturas de la prole de Trump, Bolsonaro, Maduro, o Correa, a paridad relativa de ‘control de calidad’?). Ni siquiera le tocó a Biden Jr un trato convencional o decoroso; The New York Times fue más lejos y describió sus lienzos -y la suya fue una generosidad de esas declaradas sospechosas- como “con una onda surrealista”. Lo cual, según la columnista de The Guardian Madhawi, es una forma educada de decir: “Se parecen un poco a Mr Blobby, enfermo de Covid-19, y vomitado así nomás en medio del cuadro”. El otro presidente que recibiría parejo buen trato de la prensa, en caso análogo, sería Vladimir Putin, con el que Biden promete ser muy duro, tanto como para librar contra Rusia una guerra convencional (¿o nuclear?) si persisten los cyberataques financiados por el Kremlin. Hay otra reflexión a la que invita la carrera de Biden Jr, sobre el arte y su mercado en el siglo XXI. En Gran Bretaña, un estudio cuantificó que sólo el 16% de quienes son pagados por su creatividad artística (en sentido lato) provienen de clase trabajadora: ¿la carrera artística sería la menos meritocrática de todas, y la más desenvuelta con los réditos y rentas de las conexiones de clase, familia, tótem y clan?
Maldita vecindad. Entre las potencias que ganaron lucidez diplomática inmediata de las consecuencias de la decisión de Biden del abandono de Afganistán se cuentan en primer lugar sus aliados, Gran Bretaña, Francia, y más ampliamente, Occidente y la ONU. Sus líderes tienen, ante sus electorados, la disculpa de no ser responsables de muertes y sufrimientos en Afganistán. Pero ni esto, ni el papel en el que la decisión de Biden los reconfirma, parecen interesar a su público. ¿Dónde está la indignación británica por la huida de Kabul?, se pregunta James Kirkup. En ningún lado, en Twitter, se responde: hay indignación por la autocracia tory que ordena usar barbijo a pesar de que haber recibido terceras dosis de vacuna, eso sí. Emmanuel Macron, en un discurso solemne, que termina en un ritual, y no por ello menos sentido, ¡Viva la República!, asegura a la UE que sabrá contener el flujo de migrantes irregulares a la vez que dará el mejor trato a los refugiados genuinos, y hace un gesto de esperanza en tiempos de traiciones y de Brexit a la tradición de la entente cordiale de las democracias de Londres y París, el Parlamentarismo y el Presidencialismo en sus estados más puros y representativos.
Vietnam o Suez. Si para EEUU la comparación humillante es 1975 y Vietnam, para Londres y París es 1956 y Suez, cuando empezó el proceso que ahora culmina: por más que en Jordania se hable inglés y en Siria y Líbano francés, ya dejaron de ser potencias tutelares de Cercano y Medio Oriente. Y aun EEUU abandona ese país que limita con Pakistán, con China y con Irán (tres potencias atómicas), pero no con el Atlántico, un Afganistán que no tiene petróleo (aunque sí amapolas), y en el que no ve ni un peligro para su seguridad ni un botín o mercado para sus arcas.
Patios traseros I, Perú. En América Latina, la lección de Kabul es, por una vez, la misma que en el Norte. La era de la invasión sucedida por la edad de la evasión: de la intervención obsesiva a la indiferencia sádica –salvo en nuevas cuestiones, que establecerán nuevos sistemas de sensibilidad y rigor, y demandarán agilidad de las formas de la atención solicitada, prestada, debida o distraída. Mucho de la política interior de las naciones hemisféricas, antes merecedor de intromisión instantánea, ahora la Secretaría de Estado lo considera, si es que lo somete a análisis, dentro del área expandida de un relativo benign neglect. El caso de la caída del canciller peruano Héctor Béjar es significativo, o pedagógico. La dimisión, la primera en el gabinete del presidente Pedro Castillo, se produjo luego de que volviera circular una aparición televisiva de este octogenario sociólogo, ex guerrillero e intelectual de izquierda, donde sugirió que el terrorismo en el Perú, en tiempos del grupo rebelde maoísta Sendero Luminoso, había tenido su origen en fuerzas especiales de la Marina, con entrenamiento y apoyo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Hasta ese momento, la amistad fraternal prometida a la Venezuela de Nicolás Maduro no lo había hecho caer. Fue la difusión pública de esta impugnación a una fuerza como la Marina peruana, de estratégica importancia para la seguridad continental, a los ojos del Pentágono que ve barcos chinos en todo el Océano Pacífico, lo que resultó intolerable, y redundó en un fin sin ceremonia ni demora. Fue inútil que la Cancillería, en la misma nota en la que informaba de la renuncia, recordara que esas declaraciones, desde luego fuera de contexto, eran anteriores al ministerio que ahora quedaba sin Béjar.
Patios traseros II, Bolivia. Cuando George Bush libraba su Guerra contra el Terror contra Al-Qaeda, una famosa declaración de la Embajada de EEUU en La Paz había igualado a Evo Morales, entonces candidato en campaña, con los talibanes y con Osama Bin Laden. “Es mi jefe de prensa”, se felicitó el líder del MAS, que ganó en primera vuelta la presidencial de 2005. Ahora la Casa Blanca parece desenfocada de la política doméstica del altiplano boliviano como de la del afgano, los Andes le valen los Himalayas. Un informe de 471 páginas, el más completo que ha examinado hasta ahora la disputada votación presidencial de 2019, concluyó, prácticamente, que el gobierno interino encabezado por Jeanine Áñez fue golpista, sin plantearlo en estos términos. Presentado el martes en un acto al que asistió el nuevo presidente masista, Luis Arce, este informe había sido encargado por la Organización de Estados Americanos (OEA). Y confirma “masacres” de civiles bajo la presidencia de la ex sensadora derechista del departamento amazónico del Beni.
El mundo es un ring. En Filipinas, esa ex colonia española y norteamericana, los ojos de Washington no se desvían. Ni flaquea la indulgencia con su gobierno de ley y orden que ahora planifica su su continuación. Manny Pacquiao, la leyenda nacional del boxeo, ahora quiere ser presidente de Filipinas. Después de una década ocupando cargos públicos, ha escalado posiciones y desde 2016 es senador por el partido del presidente Rodrigo Duterte. Con las elecciones presidenciales a menos de un año, su retirada definitiva del boxeo llega en el momento preciso para preparar su próximo gran reto: convertirse en el líder de Filipinas. Esta mano blanda fuera con quienes la tienen dura, se corresponde con una mano dura interna, también en nombre de la ley y el orden. La administración Biden endurece su política contra los manifestantes de Black Lives Matter. Los fiscales federales elevan cargos y pedidos de condenas y escalas penales a quienes están bajo proceso judicial. Buscan desalentar el movimiento global que arrasó la nación y más allá el verano pasado después de que la policía de Minneapolis mató a George Floyd. Los líderes y expertos del movimiento dijeron que el enjuiciamiento de los manifestantes durante el año pasado continuó una práctica de un siglo por parte del gobierno federal, arraigada en el racismo estructural, para reprimir los movimientos sociales negros mediante el uso de tácticas de vigilancia y otros mecanismos. El informe fue publicado por el Movement for Black Lives, una coalición de más de 50 grupos de activismo y defensa de los derechos civiles y asociaciones profesionales que representan a las comunidades negras.

AGB

Sobre este blog

Un resumen semanal de política internacional a cargo de nuestro responsable del área de Mundo, Alfredo Grieco y Bavio. Serán diez puntos geográficos para pensar nuestro presente cada vez. Vías de acceso a una realidad que excede por mucho las fronteras de la Argentina.

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Alfredo Grieco y Bavio

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