Borges cuenta que Francisco Laprida, ilustre abogado sanjuanino y prócer de nuestra independencia, se pensaba como un hombre “de sentencias, de libros, de dictámenes” hasta que se encontró con su destino sudamericano--un tropel de caballos corriendo sobre su cabeza. ¿Es la vida pública argentina realmente incompatible con el derecho, como sugiere Borges? ¿Es la Argentina realmente “un país al margen de la ley”? En esta serie de notas, exploraremos los encuentros y desencuentros de nuestro país con el derecho. Tras este recorrido, tal vez descubramos que Argentina y derecho no tienen por qué ser antónimos.
La mano del Derecho en tiempos de VAR
Pasan los minutos, el gol no llega y hace rato que River está sin ideas. Todo parece perdido cuando Barco se va por la derecha, engancha, tira el centro y Suárez mete el cabezazo salvador. La serie está uno a uno y el Monumental se viene abajo. Pero la euforia entra en un impasse: el árbitro frena el saque del medio y va a ver el VAR; son casi diez minutos de zozobra, nadie sabe qué mira el juez. No pareció offside y no hubo ninguna falta previa. Sin embargo, Tobar anula el gol. La agonía del partido está atravesada por un sentimiento de injusticia. En la salida de la cancha la gente mira fotos y videos. Las imágenes son increíblemente confusas: desde un ángulo parece mano, desde otro no. La discusión sigue en los medios y es el tema de los próximos días. Algunos no vemos la mano, otros sí.
Es casi una obviedad que cada uno interpreta los hechos del mundo de acuerdo con su conveniencia o, más precisamente, su identidad. En un fenómeno que los psicólogos llaman “razonamiento motivado”, nos inclinaremos a aquella interpretación de los hechos que mejor se ajuste a nuestras creencias y sentimientos previos. Pero hace falta irse a la psicología experimental moderna: nuestra propia sabiduría criolla nos da varios ejemplos de esta tendencia, como cuando nos recuerda que “el ojo del amo engorda el ganado”.
Uno de los experimentos más conocidos sobre este fenómeno involucra, precisamente, un evento deportivo. En 1951, se enfrentaron, como tantas veces, los equipos de fútbol americano de las universidades rivales Princeton y Dartmouth. Era un partido particularmente importante: era el último de la temporada, y Princeton deseaba mantener su invicto y la reputación de su mejor jugador, que acababa de aparecer en la tapa de la revista Time. El encuentro estuvo tan cargado de emoción como de faltas: uno de los jugadores de Princeton (el que había salido en la revista Time) tuvo que retirarse con la nariz rota, uno de los de Dartmouth, con una pierna rota. Princeton fue sancionado 25 veces, Dartmouth, 70. Finalmente, Princeton ganó.
Un equipo de psicólogos, sin embargo, observó algo curioso: las versiones de los diarios de ambas universidades diferían. Para el periódico estudiantil de Princeton, Dartmouth comenzó a jugar sucio, desesperado por estar perdiendo. Para el de Dartmouth, los jugadores de Princeton comenzaron a jugar sucio en venganza por lo que le pasó a su jugador estrella. Estos psicólogos, entonces, aprovecharon la oportunidad para hacer un experimento. Reclutaron a estudiantes de ambas universidades y les mostraron los mismos fragmentos del partido, preguntándoles luego qué faltas veían (no sólo qué opinaban, o qué querían: les pedían que contaran las faltas que veían). El resultado, a esta altura, es previsible: los de Princeton veían las faltas de Dartmouth, los de Dartmouth veían las de Princeton. Sencillamente, vivían en mundos diferentes.
Hace unos años, otro equipo de investigadores replicó este estudio en un contexto más cercano al nuestro. Tomaron el video de una protesta y se la mostraron a grupos conservadores y progresistas en los Estados Unidos. A algunos, les decían que se trataba de una protesta de grupos pro-vida contra una clínica que practicaba abortos; a otros, les decían que se trataba de una protesta de grupos progresistas contra un centro de reclutamiento del ejército por su política contra los grupos LGBT.
Nuevamente, ocurrió lo que uno esperaría. Los progresistas percibían que la protesta progresista había sido pacífica y legítima, que nadie había sido amenazado ni violentado, que no había habido disturbios ni daños a la propiedad. Por supuesto, cuando veían la protesta conservadora, inmediatamente la percibían como violenta, amenazadora y destructiva. Exactamente lo inverso ocurría con los espectadores conservadores. Y no se trata solo de opiniones. Por ejemplo, una de las preguntas era si uno de los participantes de la protesta había escupido a un transeúnte, lo que no se veía muy claro en el video. Obviamente, el enemigo escupía, el enemigo solo estaba gritando. De nuevo: todos estaban viendo exactamente el mismo video.
Los hinchas de Dartmouth nunca se pondrán de acuerdo con los de Princeton, los conservadores seguirán viendo algo distinto que los progresistas y nunca consensuaremos si fue o no mano. Los hinchas de River recordaremos que nos anularon un gol válido; los velezanos sostendrán que la tecnología los salvó de árbitros que siempre favorecen a los equipos grandes. Pero el sentimiento de injusticia que atraviesa Núñez tiene un motivo adicional. En el último minuto del partido, un defensor de Vélez pareció pegarle un codazo a un delantero de River. El banco millonario y la cancha entera le pidieron a Tobar que también ahí fuese al VAR, pero no fue. Nadie entendía por qué el árbitro revisó la primera jugada, ni por qué no revisó la segunda. A la percepción de que se tomó una decisión objetivamente equivocada se sumó la sensación de que el proceso de decisión fue arbitrario.
En la medida que nuestras identidades condicionen nuestras perspectivas seguiremos habitando nuestros propios mundos. Sin embargo, las decisiones deben tomarse y deben ser las mismas para todos: la mano se cobra o no se cobra, el acusado cometió o no cometió el homicidio. El derecho deberá darnos una respuesta: no podrá hacer que todos veamos lo mismo, pero sí puede ayudar a que percibamos que la decisión a la que se llegue se tomó de la forma lo más neutral y justa posible. Esto excede el fútbol. Sin ir más lejos, en un presente en el que algunos ven procesos judiciales donde otros ven persecuciones políticas y en el que algunos ven mártires en quienes otros ven delincuentes, que las respuestas jurídicas tengan lugar en procesos transparentes puede ser un primer paso para que nuestros razonamientos motivados encuentren hechos en los que anclarse para, al menos por un ratito, al menos estar hablando de lo mismo. Aunque veamos todo distinto, podemos estar de acuerdo en una cosa: no querer que nuestro futuro lo decida Tobar.
MA/SG
Sobre este blog
Borges cuenta que Francisco Laprida, ilustre abogado sanjuanino y prócer de nuestra independencia, se pensaba como un hombre “de sentencias, de libros, de dictámenes” hasta que se encontró con su destino sudamericano--un tropel de caballos corriendo sobre su cabeza. ¿Es la vida pública argentina realmente incompatible con el derecho, como sugiere Borges? ¿Es la Argentina realmente “un país al margen de la ley”? En esta serie de notas, exploraremos los encuentros y desencuentros de nuestro país con el derecho. Tras este recorrido, tal vez descubramos que Argentina y derecho no tienen por qué ser antónimos.
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