Coralie Fargeat: “Hay un boom de directoras que hacen cine de terror y fantástico con una impronta feminista”
En 2021 Julia Ducournau ganó la Palma de Oro de Cannes con “Titane”, película con Vincent Lindon y Agathe Rousselle que impactó con una mirada de género sobre los cuerpos, la sexualidad, la violencia y las relaciones familiares, siempre extrema, osada y provocadora. Tres años después, en el mismo festival, otra directora francesa como Coralie Fargeat generó un shock y una polémica cinéfila (y no solo cinéfila) todavía mayor con “La sustancia”, film rodado en Los Ángeles y en inglés con Demi Moore, Margaret Qualley y Dennis Quaid que desde el próximo jueves 19 se podrá ver en los cines argentinos y estará disponible desde fines de octubre en la plataforma de streaming MUBI.
De hecho, “Titane” y “La sustancia”, que fue distinguida con el premio a Mejor Guion por el jurado presidido por Greta Gerwig, son solo la punta del iceberg de una creciente tendencia en el cine francés enfocado en el terror y el fantástico a cargo de mujeres (en la última edición de Cannes se estrenó también la muy extrema y revulsiva “Les femmes au balcon”, de y con Noémie Merlant).
“Sí, somos una generación de directoras que ahora tenemos la oportunidad de hacer nuestras películas porque existe un fondo específico del CNC (N. de la. R.: equivalente francés del INCAA) para mujeres que presenten proyectos dentro del cine de género. Hay un boom de películas con una impronta radical y feminista hasta hace poco muy infrecuente en estos géneros que históricamente estuvieron dominados por los hombres. Dentro de la habitual diversidad, somos realizadoras que proponemos historias arriesgadas, autorales, sobre problemáticas como la objetivación de los cuerpos, el culto a la belleza, las imposiciones, presiones y explotaciones por parte de los hombres que ostentan el poder, sobre los cánones, los mandatos culturales, el machismo, la misoginia... Son películas muy personales, viscerales, que nos salen de las entrañas y me encanta que surjan conexiones entre nuestros trabajos”, dijo Fargeat en una entrevista concedida a elDiarioAR en la terraza del hotel JW Marriott de Cannes, un día después del estreno mundial de su segundo largometraje.
La realizadora de la no menos audaz “Revenge” (2017) impactó en mayo último en todos los sentidos posibles en la Croisette con una orgía de sangre, vísceras y desnudos que se convirtió en inmediato objeto de culto entre los adoradores del body horror y el gore, pero también generó resquemores y hasta algunos rechazos entre la crítica más clásica.
¿De qué va “La sustancia”? Elisabeth Sparkle (Demi Moore) ha ganado un Oscar, tiene su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood y se mantiene con cierta popularidad gracias a un show televisivo de fitness a-lo-Jane Fonda. Sin embargo, pasados los 50 años (Demi tiene 61), ya es considerada vieja por Harvey (un desatado Quaid), el ejecutivo de la cadena que lo produce y que se plantea encontrar una reemplazante más joven para conquistar nuevas audiencias.
Después de un brutal choque automovilístico del que sale ilesa de manera milagrosa y ya con una mezcla de angustia y desesperación, Elisabeth recibe una enigmática propuesta llamada, como la película, The Substance, que permite obtener una mejor versión de uno mismo. ¿Cómo? Inyectándose una fórmula, alimentándose con otra y “conviviendo” o, mejor dicho, dividiéndose la existencia una semana cada una. Cuando se aplica la primera dosis y luego de una transformación (las mutaciones y metamorfosis serán una constante) en la que ya se adivina el festival de fluidos que vendrá, su versión mejorada tomará la fisonomía de... ¡Margaret Qualley! Sí, durante siete días veremos a la veterana Elisabeth y durante los siete siguientes a la juvenil Sue, dueña de un cuerpo perfecto y que rápidamente se convertirá en la estrella del canal gracias al show “Pump It Up”.
No conviene adelantar nada más de la trama, pero las más de dos horas de “La sustancia” son como un tren de alta velocidad que no se detendrá jamás y que la inventiva narrativa y visual, el talento, el virtuosismo, la estilización casi publicitaria y la apuesta lúdica con mucho humor negro de Fargeat logran que no descarrile. La directora propone un acercamiento femenino (y feminista) al body horror, a mitos clásicos como los de Dorian Grey, Frankenstein, Jekyll & Hyde y Fausto, y a cineastas como el Brian De Palma de “Doble de cuerpo” y “Carrie”; al Stanley Kubrick de “El resplandor”; y al David Cronenberg de “Pacto de amor” (“Dead Ringers”).
–¿Que películas como “Titane” o “La sustancia” sean seleccionadas y premiadas en el principal festival del mundo como es Cannes marca un cambio de tendencia y paradigma?
–Creo que hay algo así como un cambio de época. En general, estas películas de terror y fantástico con muchos excesos estaban restringidas a festivales específicos de cine de género o bien limitadas a funciones de medianoche. Pero hoy los programadores encuentran que en estos films hay un riesgo temático e innovaciones en el lenguaje cinematográfico que quizás no se estén percibiendo en el cine autoral más tradicional.
–En “La sustancia” hay muchos desnudos, situaciones extremas y escenas incómodas ¿Cómo hiciste para convencer a dos estrellas como Demi Moore y Margaret Qualley siendo además una directora francesa con un solo largometraje previo?
–Con el guion. Les presenté un guion muy detallado, minucioso. No soy de escribir demasiados diálogos, pero sí incluí muchas descripciones, incluso detalles sobre los planos, sobre el trabajo con las distintas capas de sonido. Para mi en una película es tan importante el lenguaje visual como el sonoro. Así, cuando leyeron el guion tuvieron una idea muy cercana, pudieron “sentir” de qué se trataba la película. También les había gustado “Revenge”, así que entendieron mi universo. Cuando nos encontramos, la conexión entre mujeres fue inmediata. Yo había leído la autobiografía de Demi Moore, que es muy impresionante y se la recomiendo a todo el mundo, y allí descubrí a una mujer que había tenido una vida muy dura, pero fue muy inteligente e innovadora para su época. Esa lectura y luego el hecho de conocerla me hicieron verla desde una lente nueva. Fue como una revelación: pude ver lo perfecta que sería para “La sustancia”, que de golpe parecía haber sido escrita para ella. Una actriz para nada normal para una película para nada normal (risas). Ella siempre estuvo dispuesta a correr todo tipos de riesgos, a exponerse mucho, y es por eso que todos hablan de su actuación. Para que la película funcionara como creo que funciona la clave fue una confianza mutua entre ella y yo. Una alianza fundamental.
–Lo interesante de “La sustancia”, “Titane” y otras películas de este nuevo terror feminista es que funcionan en un doble sentido: como ensayos más intelectuales, pero también como eficaces ejercicios de género con venganza, transformaciones corporales, sangre... ¿Cómo lo analiza?
–Hay una combinación entre lo intelectual y lo instintivo. Cuando escribo, me dejo guiar por las imágenes que me vienen a la imaginación y que sé que tengo que conservar más allá de que durante todo el proceso habrá gente que intentará que haga esto o aquello de manera diferente. Confío mucho en esa primera instancia instintiva. Luego sí hay otros tipos de elaboraciones más conscientes o intelectuales respecto de qué decir, cómo decirlo, subvertir los prejuicios, provocar, expresar lo que una siente respecto del mundo contemporáneo. Lo intelectual ayuda a organizar la estructura y las cuestiones más íntimas.
–No es habitual que haya tantos desnudos frontales ni transformaciones en el cuerpo de la mujer como en “La sustancia” ¿Por qué tomaste esa decisión?
–La desnudez surgió como un aspecto primario y esencial para esta historia porque es algo básico y constitutivo de nuestra condición de mujer, la forma en que lo miramos, en que somos miradas y cómo luego la mirada social nos hace sentir sobre nosotras mismas, cómo nos determina la autoestima. Nunca me cuestioné el tema de los desnudos en primer plano, nunca me dejé llevar por el pudor: sabía que tenía que construir una experiencia visceral e inmersiva también desde lo corporal. La degradación, la vejez, la muerte: la película tiene que ver con temas básicos y esenciales que nos definen. Además, la forma en que se cosifica a las mujeres es un acto muy violento (basta ver las cosas horribles que se escriben sobre nuestro aspecto en las redes sociales y el personaje de Dennis Quaid es una encarnación de la violencia real que, lamentablemente, existe por todas partes) y la película en ese sentido tiene algo de catártico, de crudeza, de rabia, de revancha respecto de todo lo que experimenté como mujer o de lo que veo a mi alrededor. Soy una enamorada del cine de género y, en ese sentido, creo que el body horror fue la mejor manera que encontré para expresarme y al mismo tiempo para entretener a los espectadores. Estoy muy feliz porque fue un proceso largo y complejo, pero siempre confié en mi mirada, fui sincera y honesta conmigo y con los demás. Eso resultó gratificante y, sí, también liberador.
DB/DTC
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