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SERIES

Los gigantes del streaming y su nueva fascinación: los clásicos literarios del realismo mágico latinoamericano

Claudio Cataño en Cien años de soledad, adaptación del clásico canónico del colombiano Gabriel García Márquez.
3 de noviembre de 2024 00:13 h

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El negocio del streaming se mueve por oleadas, por modas, y la nueva tiene como eje a famosas novelas latinoamericanas ligadas al realismo mágico. El fenómeno arrancará este domingo 3 de noviembre con el estreno en las señales de HBO y en la plataforma Max del primer episodio (sobre un total de seis) de Como agua para chocolate, nueva transposición del libro de Laura Esquivel.

Continuará el miércoles 6 con la llegada a Netflix de Pedro Páramo, debut en el largometraje del brillante director de fotografía Rodrigo Prieto (habitual colaborador de Martin Scorsese) basado en el libro de Juan Rulfo que es considerado precursor del denominado “boom latinoamericano” de las décadas de 1960 y 1970; y tendrá su (primer) pico con el lanzamiento el 11 de diciembre, también en Netflix, de la primera parte (ocho capítulos sobre un total de 16) de Cien años de soledad, adaptación del clásico canónico del colombiano Gabriel García Márquez.

Por su parte, otro gigante del rubro como Amazon Prime Video no ha querido quedarse fuera de la tendencia y este año produjo La casa de los espíritus,  serie de ocho partes basada en la primera novela de la chilena Isabel Allende que tiene a Dolores Fonzi entre sus protagonistas.

No se tratan de descubrimientos ni hallazgos, ya que tanto Como agua para chocolate como Pedro Páramo y La casa de los espíritus han tenido varias versiones previas. Alfonso Arau rodó la primera en 1992 (apenas tres años después de la publicación de la novela de Esquivel), Pedro Páramo ha tenido múltiples adaptaciones para cine y teatro, mientras que sobre La casa de los espíritus se hizo en 1993 un film dirigido por el danés Bille August con un elenco pletórico de estrellas: Jeremy Irons, Meryl Streep, Glenn Close, Winona Ryder, Antonio Banderas y Vanessa Redgrave.

Más allá de las evidentes diferencias de períodos históricos, locaciones y personajes, hay varias conexiones: todas se rodaron en sus respectivos países (México, Colombia, Chile) con mayoría de técnicos e intérpretes locales, en español y con un gran despliegue de recursos para las complejas reconstrucciones de época.

Luego de ver los dos primeros episodios de Como agua para chocolate, los dos iniciales de Cien años de soledad (se presentaron en dos eventos organizados en la Biblioteca Nacional siendo la Argentina el primer país donde se proyectaron) y el film Pedro Páramo, se aprecian ciertas constantes ligadas a amores tortuosos, explosivas situaciones políticas, diferencias de clase, grietas generacionales, opresiones en el seno de familias conservadoras y -a nivel formal- la presencia de la naturaleza salvaje (en sus variantes más áridas o exuberantes), un uso recurrente de la voz en off que remite al origen literario, de tomas panorámicas y de sofisticados planos secuencia como forma de distanciarse de una puesta más televisiva y de impronta telenovelesca.

Aunque todavía no se puede adelantar opiniones (estudios como Netflix obligan a respetar rígidos embargos), el proyecto más esperado de esta marea es, por supuesto, Cien años de soledad, ya que durante décadas Gabriel García Márquez se resistió a que su novela de 1967 (que luego de ser rechazada por Seix Barral en España se publicó por primera vez en la Argentina a partir de una decisión de la editorial Sudamericana) fuese llevada al cine, la televisión o al teatro para mantener así la magia y la imaginación de los lectores respecto de los personajes de la familia Buendía y del pueblo de Macondo.

Finalmente, los hijos del ganador el premio Nobel, Rodrigo García y Gonzalo García Barcha, les vendieron los derechos a Netflix en 2019 por una cifra varias veces millonaria y pusieron como condición principal que fuera rodada íntegramente en Colombia. Codirigida por el argentino Alex García López (un veterano de series como “Utopia”, “Fear the Walking Dead”, “Daredevil”, “Cowboy Bebop” y “Star Wars: The Acolyte”) y la talentosa cineasta colombiana Laura Mora (directora de las multipremiadas “Matar a Jesús” y “Los reyes del mundo”), Cien años de soledad llegará a la plataforma de la N roja con un elenco en el que cada uno de los personajes centrales aparece interpretado por distintos actores en sus versiones infantiles, juveniles, adultas y ancianas para así abarcar las siete generaciones que se describen en los 20 capítulos de la novela original.

Si la serie de Cien años de soledad propone una experiencia incomparable (porque no hay antecedentes en pantalla grande ni chica), el caso de Como agua para chocolate es el opuesto, ya que a pesar de que han pasado más de tres décadas todavía está bastante fresco el recuerdo del film del mexicano Arau protagonizado por Lumi Cavazos, Marco Leonardi y Regina Torné.

Con Jerry Rodriguez Burckle como showrunner, producción de Salma Hayek y dirección de Julián de Tavira y Analorena Perezríos, esta Como agua para chocolate modelo 2024 repite el menú (nunca más apropiado el término) que combina, claro, recetas culinarias, madres castradoras, pasiones y odios, amores contrariados, tradiciones y lucha de clases en medio de las tensiones políticas en tiempos de la Revolución Mexicana (1910-1920) y la rebelión contra la dictadura de Porfirio Díaz.

Ambientada en Piedras Negras (Coahuila), la miniserie de seis horas en total tiene como torturada heroína a Tita de la Garza (Azul Guaita), una joven a quien su tiránica, despótica, despiadada Mamá Elena (Irene Azuela) le prohíbe abandonar la casa familiar y casarse con el gran amor de su vida, Pedro Múzquiz (Andrés Baida). Para colmo de males, él acepta contraer matrimonio con Rosaura (Ana Valeria Becerril), una de las dos hermanas de Tita, con la idea de estar cerca de ella, pero la protagonista se siente traicionada e ingresa en un descenso a los infiernos dominados por los celos, el despecho, el resentimiento y el odio. La cocina (mole, torrejas, quesadillas, atole) y la relación con su mentora, la querida nana Nacha (Ángeles Cruz), serán una suerte de refugio y bálsamo para la atribulada muchacha.

Y este recorrido cierra (por ahora, porque la tendencia aún está muy lejos de agotarse) con Pedro Páramo, ópera prima como director del también mexicano Rodrigo Prieto, quien ya acumula cuatro nominaciones al Oscar por la fotografía de “Secreto en la montaña”, “Silencio”, “El Irlandés” y “Los asesinos de la luna”. En su versión del influyente y fantasmagórico libro de Juan Rulfo publicado en 1955, Prieto también se encargó de todo lo referente a la luz (hay prodigiosas escenas diurnas y nocturnas, en interiores y exteriores), pero esta vez tuvo que ocuparse de todos los aspectos de una transposición (el guion es del español Mateo Gil) de más de dos horas que tuvo su estreno mundial en el reciente Festival de Toronto.

“Pedro Páramo me impactó profundamente desde la primera vez que la leí y llevar la novela de Juan Rulfo a la pantalla es una hazaña en todos los aspectos. Estamos siempre en búsqueda de nuestras raíces, de quiénes somos, y esto es algo que me atrae mucho de la novela. Me identifico especialmente con Juan Preciado, quien se está buscando a sí mismo y a su país en la investigación sobre el paradero de su padre. Él representa de alguna manera al pueblo mexicano, en el sentido de que somos un pueblo mestizo, una mezcla de raíces y de razas”, indicó el propio Prieto, quien contó con música original compuesta por el argentino Gustavo Santaolalla.

Tenoch Huerta como el mencionado Juan Preciado y Manuel García-Rulfo (quien tiene un parentesco no tan lejano con el autor de la novela) como Pedro Páramo son los protagonistas de un film en el que Prieto se enfrenta a los desafíos de un relato no lineal, lleno de visiones, imaginaciones y situaciones que bordean lo fantástico tan propias del realismo mágico. Y el resultado, en ese y otros sentidos, es bastante convincente.

DB/DTC

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