Maratón de domingo: clasificó Boca, River perdió con Banfield y en el clásico de la fecha Rosario Central goleó a Newell’s
Si a alguien todavía no se le había pegado como un chicle en el cerebro el inicio del trap oficial de la Copa de la Liga (ejecutado por Trueno y Acru, producido por Bizarrap), el maratón de tinte simpsionano que generó el hecho de que el día del trabajador cayera sábado -9 partidos seguidos, algunos en el mismo horario, de las 10 de la mañana a las 11 de la noche- debe haber terminado con la resistencia estética de los rockeros más conservadores. “Por mí, por donde crecí/la esquina, la cuadra, mi barrio, mi team” es un fraseo que tal vez nos perseguirá hasta la muerte. El viernes ya habían jugado los dos primeros clasificados contra los dos últimos de cada grupo: Colón superó a Arsenal, por el A, y Vélez hizo lo propio con Patronato, en el B.
En el anochecer del domingo 10 de abril pasado, después de perder 1 a 0 con Unión, nadie se hubiese animado a pronosticar que 22 días más tarde Boca estaría clasificado para los Cuartos de final de la Copa de la Liga, con dos victorias seguidas en la fase de grupos de la Libertadores, Miguel Ángel Russo fortalecido ante los cuestionamientos y un equipo que incluso, por lapsos, juega muy bien. Sin embargo, eso es lo que está pasando.
El tridente Medina/Varela/Almendra no será (por ahora) Modrić/Casemiro/Kroos pero le inyectó al equipo una dinámica y una circulación de pelota que hasta hace poco era impensada. La solidez de la defensa, las últimas pinceladas en el stock de crack de Carlos Tévez y el desequilibrio imprevisible (a veces cercano al absurdo) de Sebastián Villa, son las piezas de un equipo cuya progresiva solidez cumplió el milagro de que los hinchas dejaran de pedir a Edwin Cardona (que sufre una miocarditis, consecuencia del Covid). En La Bombonera, en el insólito horario de las 10 de la mañana, Lanús pudo empatarlo e incluso ganarlo en el primer tiempo, pero en el complemento fue casi todo de Boca, que llegó al gol con un cabezazo de Carlos Izquierdoz, tras centro del resucitado Cristián Pavón.
No será el de hoy un mediodía recordable en la historia de Independiente. Si había alguna razón que justificara su permanencia entre los 4 de arriba, esta vez brilló por su ausencia. En el Libertadores de América fue derrotado 1 a 0 por Atlético Tucumán. El gol lo marcó Leonardo Heredia cuando terminaba el primer tiempo, pero podría haber llegado antes. Sin Julio César Falcioni, por problemas familiares, ni su ayudante, Omar Piccoli, también con Covid, fue dirigido por Pedro Monzón. No habría que subestimar este tipo de vaivenes para comprender el declive en el funcionamiento del equipo ni naturalizar que en medio de la segunda ola de una pandemia, el fútbol, con tantos planteles brotados, siga como si nada ocurriera. El árbitro otorgó 6 inexplicables minutos de descuento, pero los tucumanos (que llegaron sin varios jugadores por distintas molestias) estuvieron más cerca del segundo, que Independiente del empate. Como frutilla del postre, a la misma hora, Unión de Santa Fe le ganó 1 a 0 a Defensa y Justicia y lo dejó afuera de los puestos de clasificación.
El de San Lorenzo podría ser un caso antagónico al de Independiente. Por lo menos en la Copa local, empezó con oscilaciones, lo que ubicó a Diego Dabove entre la espada y la pared. Ahora todo indicaría que termina bien (de todos modos en el fútbol argentino no se puede asegurar casi nada). Los hermanos Romero, que semanas atrás parecían mantener disputas con la mayoría de los habitantes de la Tierra, son jugadores determinantes, y Sebastián Torrico es un arquero que gana partidos. Aunque en el segundo tiempo se quedó sin batería, le ganó 1 a 0 a Godoy Cruz y se mantiene en zona de clasificación, al igual que Talleres que, por el grupo B, y a la misma hora, empató 1 a 1 con Huracán.
Por lo menos en el primer tiempo, como Gustavo Cerati en uno de sus últimos hits, River podría decir que sintió un déjà vu: tuvo el dominio de la pelota y merodeó el área de Banfield -que se concentró especialmente en no dejar que Fabricio Angileri y Gonzalo Montiel escalaran por los costados-, pero no pudo hacer un gol. Que los rivales reconozcan la teórica superioridad de River y apuesten a no dejarlo jugar, aunque suene paradójico, se está convirtiendo en el talón de Aquiles del equipo.
A los 18’ del complemento -mientras River evidenciaba el desgaste físico del partido ante Junior de Barranquilla-, Iván Arboleda, el arquero de Banfield, sacó un pelotazo que peinó Luciano Pons y le cayó en los pies a Juan Álvarez, que eludió a Franco Armani y puso el 1 a 0 final. Fue un baldazo de agua fría del que River no se pudo recuperar. Marcelo Gallardo hizo entrar a Agustín Palavecino, Jorge Carrascal, Federico Girotti y José Paradela (también Leo Ponzio por un agotado Enzo Pérez), pero ninguno tuvo la lucidez necesaria, la famosa “frescura”, que le permitiera desestructurar la disciplina de los muchachos de Javier Sanguinetti. Nobleza obliga, Banfield también jugó el miércoles por Copa Argentina, y en las contras, con la defensa de River un tanto desorientada, hasta pudo alargar el marcador.
Cierta indiferencia ante la Liga en comparación con la mítica Libertadores, de pronto se reveló falsa ante la posibilidad de que uno de los mejores equipos del continente no pase la primera rueda. Sin embargo, un Racing totalmente inexpresivo dejó pasar el tren y perdió 1 a 0 con Central Córdoba. El gol de Carlo Latanzzio valió por 3: lo gritaron los hinchas de River, San Lorenzo y Estudiantes (que juega mañana). Argentinos Juniors, por su parte, le ganó 3 a 1 a Aldosivi, el rival, dirigido nada menos que por Fernando Gago, al que deberá superar River para depender de sí mismo.
Puede que el clásico rosarino estuviera un tanto devaluado -a la ausencia de público, se le sumaba que Newell’s llegaba sin chances de clasificar-, pero siempre ofrecerá algún detalle único. En este caso fue un drone con una bandera de Central que sobrevoló el Gigante de Arroyito y tuvo al partido suspendido por un par de minutos. Cuando bajó a la cancha, Pablo Pérez, haciendo honor a su irritabilidad, se encargó de aplastarlo. Pese a la muestra de carácter, de principio a fin, fue todo de Rosario Central. El eterno Marco Ruben marcó el 1 a 0. Después Nicolás Ferreyra (de taco) y Luca Martínez Dupuy sellaron un 3 a 0 indiscutible, que además de la felicidad propia de ganar el clásico, deja a Central con vida en el peleadísimo Grupo B. Probablemente haya sido el mejor partido del ciclo del Kily González. El Newell’s de Germán Burgos todavía no arranca.
MF
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