A ajustarse los cinturones: comienza la mala cosecha y amenaza con hundir la economía, mientras los precios se duplican
Quedan dos semanas para que arranque abril y la cosecha gruesa, la de maíz y soja, en la provincia de Buenos Aires. La seca hacer prever lo peor. Los vecinos de Pablo Roller, productor de Baradero, ya están tratando de levantar maíz de primera (el que se siembra más temprano): “La mayoría se abandonó. Para la soja todavía falta. Igual, la de segunda está toda perdida y la mitad de los lotes de primera, también”. Calcula que perderá 80% del rendimiento normal anual. No muy lejos, en Zárate, su colega Esteban Barbi ya empezó a recolectar: “Cosecha casi cero”, sentencia.
“Cosecha gruesa de tierra. Mucha seca”, lamenta Federico Schäfer, productor de Navarro. “En esta zona la cosecha debería empezar en febrero, pero poco y nada, las pérdidas son brutales”, agrega. Otro productor en Suipacha, Eduardo Lawler, aún no comenzó a recolectar: “Habrá que ir decidiendo si vale la pena, si cubre el gasto de la cosechadora”. En Cañuelas, Alfonso Bustillo, comparte la duda: “No empezó la cosecha y no creo que haya”.
“Se va a cosechar poco y nada. Los maíces tempranos están hechos mierda”, suelta Matías Lestani, ex secretario de Agricultura, ingeniero agrónomo que produce y atiende clientes en los alrededores del área metropolitana de Buenos Aires (AMBA) y en el interior. “Algunos lotes en el Norte se empezaron a levantar, pero son los más golpeados por la sequía. Igual, salvo en zonas afectadas muy grandes, van a levantar la cosecha porque la máquina ya la tienen y el único gasto es el gasoil”, añade. En los alrededores de Rosario, Tomás Layus comenzó a cosechar los primeros lotes y nota muy bajos rendimientos y calidades. Considera que aún es prematura el vaticinio, pero prevé recoger la mitad.
En un país que depende de una cosecha como la Argentina, las noticias que llegan desde el campo plantean un tremendo escenario para toda la economía. Malas noticias para el peronismo, si es que sueña con conservar el poder en las urnas en octubre. En abril arranca un trimestre horrible en términos de cosecha, ingreso de dólares por exportaciones y recaudación tributaria. Por eso, la mayoría de los economistas está corrigiendo a la baja sus pronósticos de evolución del PBI, que lejos de cumplir el anhelo gubernamental de crecer por tercer año consecutivo por primera vez desde 2006/8, podría contraerse hasta 3,5%. Con una actividad económica en declive, lo que amenaza la continuidad de empleos y empresas, sumado a una inflación que galopa por ahora al 102% anual, las perspectivas para la población son malas. Ya nadie se atreve a dar por caído al peronismo, después de 78 años de historia, pero se ilusionan tanto Juntos por el Cambio, que perdió en 2019 entre recesión, creciente desocupación, cierre de empresas, inflación y derrumbe del salario, como La Libertad Avanza de Javier Milei, admirador de Carlos Menem, reelegido en 1995 y caído en desgracia electoral en 2003.
Proyecciones
Para consultar pronósticos de evolución del PBI, elDiarioAR consultó a los analistas que más aciertan en los relevamientos del Banco Central y la consultora española Focus Economics. En la Fundación Capital, que fundó el ahora funcionario larretista Martín Redrado, la economista Andrea Osorio predice un bajón del 2,3%. Mauricio Macri terminó en 2019 con un -2%, tras caer 2,6% el año anterior, y con una inflación del 54%, que entonces era récord desde 1992. Ahora se superó la de 1991. “Si miramos en particular a la demanda agregada, es decir, al PBI descontando el efecto de las importaciones, la contracción se ubicaría en torno al 4%”, alerta Osorio. “En particular, prevemos que el aporte del agro por la fuerte sequía será negativo por aproximadamente 1,5 puntos. Asimismo, con un sexto año consecutivo de pérdida de poder adquisitivo, el consumo también se verá resentido, con una baja en torno a 1,4%”, añade la analista. En realidad, en 2021 el salario le ganó, aunque por poco, a la inflación, pero en el medio de tanto adelgazamiento del bolsillo casi ni se percibe.
Matías Surt, director de Invecq Consulting, prevé “al menos” una caída del 3% este año, “la más fuerte desde 2009”. Aquel año, Néstor Kirchner perdió las elecciones legislativas contra Francisco de Narváez, hoy retirado de la política y dueño de los supermercados ChangoMás. Surt atribuye la perspectiva de contracción al “impacto de la sequía, que hará caer el PBI sectorial en un 25%; la imposibilidad del equipo económico en estabilizar la inflación, que cerrará el año cerca del 120% y eso hará imposible la recuperación de los salarios; y el endurecimiento del cepo, que genera parálisis en cadenas productivas”. Al disminuir la exportación agrícola, el Banco Central tendrá menos dólares y deberá restringirlos más para los importadores, la mayoría de los cuales son actores del campo, la industria, la energía, la minería o los servicios que necesitan insumos o máquinas para producir.
María Castiglioni, de C&T Asesores Económicos, recuerda que ya 2023 arrancaba mal por el arrastre negativo de una economía que empezó a contraerse desde septiembre pasado. Admite que en enero rebotaron la industria, la construcción y el turismo, pero también pegó la caída de más del 40% en la cosecha de trigo. “En el segundo trimestre tenés malas noticias empezando por el sector agropecuario, con pronósticos que empeoran día a día pero que afectaría 2 puntos del PBI. Hay pocos factores expansivos por la falta de dólares, la suba de tasas de interés y las limitaciones de la demanda -léase consumo-, que van a impactar en servicios que habían recuperado, como turismo”. C&T preveía en un principio crecimiento cero, estancamiento, en 2023, pero ahora está revisando esa perspectiva a la baja. “A pesar de que en años electorales siempre hay un impulso del Gobierno, esta vez está muy limitada esa capacidad de acción no sólo por el acuerdo con el Fondo (Monetario Internacional, FMI) sino porque no tiene margen para su financiamiento”, observa Castiglioni.
Por un lado, el FMI anunció este lunes que, pese a la menor recaudación por la sequía, el ministro de Economía, Sergio Massa, deberá mantener la meta de ajuste fiscal, con nuevos recortes en subsidios energéticos, obra pública y ayuda social. Y eso que el encarecimiento de los alimentos amenaza con más pobreza. Por otra parte, desde tiempos del anterior ministro Martín Guzmán se complicó el financiamiento con deuda doméstica en pesos y las alternativas entonces son ajuste o emisión monetaria, con el consiguiente impacto inflacionario. A su vez, los recortes de subvenciones elevan las tarifas de luz y gas y también repercuten en el índice de precios al consumidor (IPC).
Miguel Kiguel, director de la consultora Econviews y ex subsecretario de Financiamiento de Menem, vaticina un descenso de la economía del 3%, mitad por la sequía y mitad por una combinación de ajuste fiscal y monetario y disminución del poder de compra de los sueldos. En las antípodas ideológicas, Federico Zirulnik, economista del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (CESO), cuenta que ese think tank que dirige Andrés Asiain predice una contracción cercana al 2%, entre la sequía, la meta fiscal con el FMI y el impacto del cierre de importaciones en la actividad económica. “Si los salarios caen, las exportaciones caen, el gasto cae, la inversión no puede compensar el resto de los motores de crecimiento”, observa Zirulnik. No es el mejor panorama para una victoria del peronismo: “Todas las cartas juegan en contra: pérdida salarial, sequía, contexto internacional -esta semana tambaleó el mundo por varias crisis de bancos- y apego al plan del FMI. En general en un año electoral hay más gasto social, más salario, pero si se cumple la meta del Fondo, va a ser difícil mejorar el poder de compra de la mayoría, lo que es negativo de cara a las elecciones. Cada mes que pasa son noticias negativas y más problemas internos del Frente de Todos. Igual hay que ver qué hace la oposición. El escenario está abierto”. No por nada la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner pidió hace una semana renegociar el acuerdo con el FMI, aunque dos días después Massa pactó mantener el objetivo de ajuste fiscal.
El consultor Hernán Hirsch anticipaba hasta hace una semana un bajón del 2%. Por los peores datos de la sequía, que hablan de pérdidas de US$ 21.000 millones, ahora Hirsch predice 3,5%. “Está complicado el Gobierno, el Frente de Todos... la economia no lo va a ayudar. Pero hay cierto hartazgo de la sociedad que afecta también a Juntos por el Cambio. El único beneficiado es Milei. Quizá la dispersión de votos de la oposición puede ayudar al peronismo si logra algo razonable, que es difícil por la gestión económica”, evalúa Hirsch.
Otro que empeoró estos días su previsión fue Nicolás Zeolla, de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE). De un crecimiento del 0,8% a una merma del 1,5%. Lo explica porque la seca traerá rindes de la cosecha tan malos como no se veían desde 2009. Hasta hace poco se ilusionaba con el repunte de la construcción y la industria y con las inversiones en energía y minería, y pese a que el consumo venía más lento por la falta de un sesgo redistributivo en la política económica. Mirando las urnas, Zeolla advierte: “Los problemas están a ambos lados, la economía no ofrece grandes luces pero tampoco veo que la oposición pueda capitalizar las dificultades”.
Pese a todo, en la Universidad del Salvador continúan pronosticando un crecimiento del 1%, menos que el modesto 2% que figuraba en el presupuesto de Massa. El economista de la universidad Juan Miguel Massot lo atribuye a la recuperación de la construcción, los servicios y la industria. Pero admite que “la gente sentirá estancamiento”. Por eso, su análisis electoral: “Hay posibilidades bajas para el peronismo, aunque no las descarto si logra un frente competitivo. Hay que ver si la oposición tiene un candidato competitivo. Aún tenemos el año por delante. La oposición se cree muy ganadora haciendo cualquier cosa, pero no hay que subestimar al peronismo, como subestimaron a Cristina en 2019. La oposición no puede armar cualquier cosa, con cualquier equipo no puede ganar”.
En cuatro bancos internacionales presentes en la Argentina prefieren guardar el anonimato. Muchos negocios con el Gobierno. Pero en uno presagian una merma del PBI del 3%. La vinculan con la seca y con “la intención de evitar una 'deva' -como le llaman a la devaluación en la jerga de los economistas-, que va a llevar al Gobierno a endurecer los controles a las importaciones”. Claro, una depreciación brusca del peso oficial, podría alentar exportaciones y desalentar compras externas, pero a costa de elevar más lo precios en un inicio, con su consiguiente impacto en una pobreza que ya sufre el 37% de los argentinos.
En un banco de Wall Street también calculan un derrape de entre el 3% y el 4% por la restricción de importaciones de insumos y maquinarias, el agotamiento de la capacidad ociosa que había permitido crecer en 2021 y 2022 -por primera vez desde 2010/11-, las tasas altas y “un pésimo entorno político en términos de confianza e inversión”. En otra de las entidades foráneas consultadas rebajaron la semana pasada su pronóstico de caída del 1,5%, dado los controles a la importación, a una del 3%, al sumarse la seca. Con una proyección de inflación del 100% a diciembre, técnicamente se llama estanflación. “Va a ser una recesión importante, un desafío enorme para que el peronismo gane las elecciones”, analizan en el banco.
En otra entidad internacional calculan un retroceso del PBI del 2%, aunque admiten que puede empeorar por los últimos cálculos de cosecha de este jueves. “Alberto Fernández quería crecer por tercer año consecutivo, pero puede que no sea así. El escenario no es favorable para ganar una elección. Macri venía mejor en agosto de 2019 y perdió”, opinan en el campo sobre el escenario de las primarias presidenciales en las que el ex presidente buscó infructuosamente la reelección.
AR
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