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El lobby

Caputo se sube a la bicicleta con rueditas y las multis huyen despavoridas

Luis Caputo decidió encomendarse al mismo talismán que lo protegió hasta su catastrófico choque de 2018: el carry-trade.

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El Acta de Mayo que firmarán este 9 de Julio los gobernadores que acepten someterse a su exótico decálogo no es el único acto de fe que le propone al país por estos días la gestión de Javier Milei. Arrinconado por la disparada del 30% de los dólares paralelos y sobre todo por el derrumbe de los bonos que llevó al riesgo país arriba de los 1500 puntos, Luis Caputo decidió encomendarse al mismo talismán que lo protegió hasta su catastrófico choque de 2018: el carry-trade. Un dios cruel pero de retirada implacable, cuya generosidad solo dura mientras perviven los flujos financieros de corto plazo.

A diferencia de aquel primer tiempo que jugó con Mauricio Macri, el ministro de Economía se ayuda esta vez en la bicicleta financiera con las rueditas del cepo cambiario. Pero aunque la élite corporativa quisiera volver a creer en él y simpatiza políticamente con el programa de la ultraderecha, la incertidumbre y la depresión del mercado interno se imponen. Por eso las multinacionales que encuentran comprador se deshacen de sus filiales en Argentina. 

¿Por qué la aprobación de la Ley Bases no alcanzó para contener la ansiedad de CEOs y traders? ¿Qué hizo que súbitamente dejaran de verla y se fugaran masivamente de los bonos de la deuda? ¿Cuánto pueden dañar el respingo del dólar y el empinamiento de la brecha entre el oficial y los paralelos la esperanza de un futuro mejor a la que se aferran las víctimas de un presente asfixiante? Son preguntas que todavía no encuentran respuesta en la intimidad de una Casa Rosada atribulada por las dudas y las deudas, como se advirtió en la jura de Federico Sturzenegger el viernes. 

Los dogmas no admiten planes B. Contra las advertencias del staff del FMI, de Domingo Cavallo, de Carlos Melconian, de Miguel Angel Broda, de Nicolás Dujovne, de Roberto Cachanosky, de Luciano Laspina, de Diego Giacomini y de tantos otros economistas insospechables del más mínimo colectivismo en sangre, Caputo se aferra al crawling peg del 2% mensual y al ancla cambiaria para frenar la inflación. Aunque haya que ahogar a la economía para lograrlo. 

La apuesta de Toto no es a una pronta reactivación sino a que los dólares paralelos se mantengan en torno a los $1.400 durante los próximos tres meses gracias al ingreso de hot money como el que llegó esta semana de bancos grandes como Goldman Sachs, que compró letras en pesos que vencen en los próximos 60 o 90 días. El anuncio de “emisión cero” y la ratificación del blend que permite liquidar 20% de la cosecha en el mercado paralelo apuntó a convencer a esos capitales golondrina de que la brecha no crecerá más. Así funciona la bicicleta: aunque el 3,57% efectivo mensual que pagan letras como la S12L4 no compensa la inflación mensual, es un apetitoso rendimiento del 3,57% en dólares si el inversor entra y sale al mismo precio. Apetitoso, claro, hasta que la manada se asusta. 

Si no hay susto y se sostiene la emisión cero ―especulan los traders de Economía― el riesgo país va a volver a bajar y se va a poder renegociar la deuda “a mercado”, sin default. Con las rueditas del cepo, agregan, una eventual corrida no se llevaría consigo el dólar oficial y los precios, como sí ocurrió en 2018. Pero ahora hay un riesgo adicional que advirtió Martín Rapetti, director de la consultora Equilibra: “El problema del ‘exceso de pesos’ no ha desaparecido sino que cambió de bolsillo. (…) La deuda sigue siendo de muy corto plazo y ahora tiene mercado secundario. Una porción importante (35%) está en manos del sistema financiero, por lo que un riesgo de default puede derivar en riesgo de crisis cambiaria”. Menos eufemístico, Orlando Ferreres habló de “una especie de Bonex para los bancos”. 

              

Divorcios contenciosos

El Coloso Federico Sturzenegger se cuenta entre los críticos más agudos del frágil esquema que intenta sostener Caputo. Sus colaboradores más estrechos dicen que ya abandonó el rencor que sintió por él durante varios años tras aquella fatídica conferencia de prensa del 28 de diciembre de 2017, cuando Marcos Peña decidió no solo doblarle la mano sino también televisarlo, en vivo desde la Casa Rosada y con Caputo y Dujovne a su lado. Pero tampoco lo respeta intelectualmente ni cree que vaya a superar nunca la ‘fase dos’ del plan, con continuidad del cepo. 

Aunque jura que no va a opinar sobre macroeconomía, Sturzenegger sigue creyendo en las metas de inflación, en el mercado libre de cambios y en la independencia del Banco Central. Por ende, sostiene que hay que devaluar y unificar. “Dólares no faltan. Faltan a este precio”, le escucharon repetir hace poco, en medio de una discusión. Lo mismo que decía en 2016.

En la tribu de economistas y financistas que se mueve en torno a Milei no le auguran el mejor destino a la relación entre Toto y el Coloso. “Un ministerio de desregulación siempre promete conflicto porque no es dueño de ningún proceso, pero tiene opinión”, reconoció uno de ellos el viernes ante elDIarioAR. De todos modos, incluso los veteranos del segundo tiempo de Sturzenegger ―no olvidar su debut en la YPF recién privatizada de los tempranos 90, su continuidad con Repsol y su posterior salto al equipo de Cavallo con De la Rúa― reconocen en el liderazgo actual más agallas que en el de entonces. “Si el payaso de Macri hubiera hecho el 10% de lo que hizo Peluca, hoy seríamos Suiza”, exageró el consultado. 

Esa disputa de egos entre Macri y Milei detonó la fractura expuesta del PRO. El expresidente enarbola una cláusula secreta del Pacto de Acassuso que parece recordar solo él: que la Ciudad es suya y que La Libertad Avanza no intentará copársela. Los actos de Karina Milei y Martín Menem a ambos lados de la General Paz no parecen reconocerlo. El entrismo de Cristian Ritondo y Diego Santilli en las filas libertarias bonaerenses también empezó a verse frustrado al chocar contra una pared: Milei ya le prometió la cabeza de esa lista en 2025 a José Luis Espert. 

Macri quiere garantías de que su espacio no será fagocitado. De eso habló días antes de la asamblea partidaria del hotel Abasto con Álvaro González, enviado por Horacio Rodríguez Larreta a parlamentar. De eso y del pliego de Ariel Lijo que debatirá el Senado para la Corte Suprema. Preferiría que Guadalupe Tagliaferri no lo apoyara. Otro tema que separa a Milei de Macri.

Los cuatro jueces supremos están pendientes de esa votación. Aunque fueron invitados, no van a sumarse al acto de Milei en Tucumán. Difícil para un constitucionalista digerir el Acta, un cambalache con veleidades refundacionales que junta “la inviolabilidad de la propiedad privada” (ya contenida en el artículo 17 de la Carta Magna) con compromisos como “la reducción del gasto público a niveles históricos, en torno al 25% del PBI”. 

Lluvia de desinversiones

La compra de la filial de Procter&Gamble por parte de Newsan, la fabricante de electrónicos y pesquera patagónica liderada por Rubén Cherñajovsky, es un síntoma de la decepción del capital trasnacional con los logros de la política económica. Estaba en venta desde hacía mucho, sí, pero se concretó cuando la casa matriz se cansó de esperar que aflojen el cepo. Newsan pasará a controlar la planta de San Luis y un portafolio de marcas líderes que incluye a Gillette, Pampers, Always y Pantene. P&G ya había vendido otras dos de sus marcas emblemáticas: el jabón para la ropa Ariel y el detergente Magistral. Las compró la local Dreamco (dueña de Plusbelle y Zorro) junto con la planta de Pilar donde se producen. 

Otra que se “nacionalizó” es InterNexa, una prestadora de servicios de telecomunicaciones que también opera en Colombia, Perú, Chile y Estados Unidos. La compró Silica Networks. Y el dueño de Swiss Medical, Claudio Belocopitt, a caballo del cashflow de las cuotas de prepagas liberadas en diciembre por el decreto desregulador de Sturzenegger, negocia comprarle Diagnóstico Maipú a sus dueños brasileños. 

En esas operaciones, por lo menos, las compañías se comprometieron a mantener su personal. No es el caso de la gigante india Infosys, proveedora de software y servicios informáticos con sede en Bangalore y más de 350.000 empleados en todo el mundo. Tras 10 años en el país, la inflación en dólares y la continuidad del cepo decidieron a su jefatura regional que no vale la pena quedarse. De los 70 programadores que tenía a fin de año, apenas queda un equipo residual de media docena que brinda soporte a Syngenta y a Mercedes Benz. Ya los mudaron del piso que ocupaban en Alem Plaza a la oficinita de coworking donde trabajarán hasta que venzan esos contratos. O hasta que se vayan como el country manager, que pactó su salida esta semana.

AB/DTC

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