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Entrevista

Eduardo Levy Yeyati: “Con la inteligencia artificial o vamos a ser todos más pobres o vamos a la utopía del ocio”

El economista Eduardo Levy Yeyati.

Alejandro Rebossio

5 de mayo de 2024 00:21 h

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El economista Eduardo Levy Yeyati estaba muy ocupado el año pasado asesorando al radicalismo hasta las elecciones presidenciales. Ahora quiere tomar distancia de la coyuntura económica y se ha concentrado en el lanzamiento de su último libro sobre un asunto que lo apasiona, el trabajo. Se llama 'Automatizados. Vida y trabajo en tiempos de inteligencia artificial' (Planeta) y lo escribió junto a su colega Darío Judzik, decano ejecutivo de la Escuela de Gobierno de la Universidad Di Tella. Allí da clases Levy Yeyati, al igual que en Harvard y la London School of Economics. Execonomista jefe del Banco Central en la crisis de 2002, es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). En 2018 había escrito el libro 'Después del trabajo', que ha debido actualizarse ahora con la nueva obra por el boom de la inteligencia artificial generativa en los últimos dos años. Además ha escrito novelas, algunas finalistas de premios, como 'Culebrón' y 'El juego de la mancha'.

Alguna vez le pregunté a Mariano Llinás por el mensaje de 'Argentina 1985', de la que fue guionista, y me respondió que había mensajes durante toda la duración de la película de dos horas y media. En su libro de 252 páginas me imagino que también, ¿pero cuáles son los principales?

–No son mensajes, pero el libro desarrolla cinco hipótesis para la pregunta de qué va a pasar a futuro. Hay una discusión sobre si va a haber menos o más trabajos. Nosotros sostenemos que va a haber menos trabajos, inevitablemente, no importa lo que hagas. Básicamente, porque este cambio, esta nueva inteligencia artificial, es distinta a lo anterior, porque reemplaza la inteligencia. Las diferentes revoluciones tecnológicas fueron desplazando al hombre de tareas cerebrales y esto es básicamente un cerebro artificial. Originalmente, los trabajadores se movieron del campo a la ciudad para trabajar en trabajos fabriles manuales. Se producían bienes. Sobre todo cuando se fue automatizando la línea de producción fueron pasando al sector servicios. De hecho, hoy el trabajo industrial representa 10 o 12% en la mayoría de los países, no solo en Argentina, de la fuerza laboral. Y ahora esta inteligencia artificial lo que está haciendo lentamente es sustituir, competir con el trabajador en el sector servicios, en esos trabajos que eran básicamente mentales. La inteligencia artificial, sobre todo esta última, la generativa, la que vemos en el ChatGPT y en algunas otras aplicaciones, reemplaza al trabajador en su inteligencia.

Reemplaza hasta a los programadores...

–Por supuesto. Por eso en en el libro hacemos la distinción entre el programador, que está en la línea de extinción, y el desarrollador de software, que puede complementar a la inteligencia artificial en la medida en que le agregue creatividad, diseño u otro tipo de inteligencia que todavía no ha sido creada artificialmente. Pero los futurólogos serios piensan que en 20 años esta inteligencia artificial generativa se va a convertir en inteligencia artificial general, que para explicártelo es simplemente un nivel de inteligencia artificial que no solo no necesita entrenamiento, sino que aparte reemplaza las tareas que hace un hombre, al menos al nivel de calidad humana. Entonces cuando vos llegues ahí, casi todas las cosas que nosotros podemos pensar como trabajo, actividades comercializables van a ser potencialmente sustituidas. Después podés reglamentarlo, podés tratar de demorarlo a los golpes, regularlo, pero la tecnología va a estar ahí.

¿La segunda hipótesis cuál es?

–Es más política. Es imposible hoy precisar a qué escenario vamos. Si nos van a reemplazar y entonces vamos a ser todos más pobres, vamos a vivir del cheque, vamos a estar deprimidos, vamos a tener revueltas sociales. Es un poco la distopía más ficcional, si se quiere. Incluso yo tengo una novela sobre ese escenario, 'El juego de la mancha'. Y después hay otros que piensan más al estilo de Keynes en su obra de 1930 sobre cómo imaginaba él que iban a ser la vida de sus nietos. Imaginaba que la productividad iba a ser tal que no íbamos a necesitar trabajar más de 15 horas a la semana y el resto lo íbamos a dedicar al ocio creativo. Y acordate que Keynes era un esteta del grupo de Bloomsbury. Entonces él pensaba que iban a estar tomando té y escuchando cuartetos en el jardín o algo por el estilo. Pero Harari dice que vamos a estar jugando a los jueguitos o siendo todos más religiosos, haciendo rituales. La idea es que la inteligencia artificial, el robot, la máquina, el programa va a trabajar por nosotros y nosotros vamos a ser como los filósofos griegos de la escuela de Atenas, que nunca trabajaron un solo día en su vida. Eso es como la utopía del ocio. En el medio hay muchas cosas que pueden salir bien o mal. Mi impresión es que depende mucho de cómo vos resuelvas algunos problemas, en particular cómo redistribuir los frutos de la tecnología, por un lado, y, por el otro, cómo hacer que esa tecnología sea más productiva. Porque la tecnología reemplaza trabajo y reduce costos, pero no necesariamente es más productiva.

¿De qué viviría esa gente que está ociosa?

–Si la tecnología es más productiva y vos producís más con menos, entonces vas a tener boom de riqueza. La pregunta es cómo hacés para redistribuir esa riqueza. Tenés el trabajador y el capitalista, que es el dueño del programa del robot. Si ese robot reemplaza al trabajador, todo el producto o la mayor parte del valor agregado creado por la empresa quedaría en manos del dueño del capital. Esa concentración es no solo regresiva, sino muy mala para la economía, porque este tipo consume menos que el resto, es rico, está saturado de consumo. Entonces, generás una depresión económica, esa es una distopía del ocio. A su vez eso atenta contra la tecnología, porque vos no vas a generar innovaciones si no tenés a quién vendérselas. ¿Entonces cómo resolvés eso? Con un sistema tributario progresivo que haga que ese incremento del ingreso del capitalista de alguna forma sea recuperado por el Estado y retransferido a través de subsidios, ingreso universal, hay una serie de propuestas alrededor de esto, incluyendo propuestas que han sido sugeridas por grandes capitalistas, que prevén que si la concentración es tal no venderán sus productos, vamos a ir todos a la quiebra.

Pero va a haber discusión sobre redistribuir entre gente que no hace nada...

–Pero hoy se hace eso, por ejemplo, en el sistema previsional. Hoy el sistema previsional en muchos países tiene una pata universal que es financiada por el resto. El sistema previsional se creó no por un gobierno progresista sino en la Alemania de Bismarck. Si vos crees ingenuamente en el laissez faire y en los mercados, vas a generar una depresión económica que no le conviene a nadie, empezando por el empresario innovador que no tiene a quién venderle los productos. Por eso en Palo Alto en una época proponían algún esquema de ingreso universal. ¿Cómo evito a una depresión económica y eventualmente una guerra civil o problemas de insatisfacción social? Entonces ese escenario requiere de una intervención política.

¿Tercera hipótesis?

–La nueva tecnología tiene un efecto Robin Hood en este sentido: la tecnología sustituye el conocimiento. Entonces el tipo con más conocimiento, el más preparado, pierde en términos relativos. Nosotros citamos a los choferes de taxis de Tokio. Hay tipos que son más hábiles para conseguir clientes y tipos menos hábiles. Pero hay una aplicación que introdujeron hace dos o tres años que te ayuda a ubicarte en un lugar donde podés conseguir clientes. El diferencial de productividad entre el tipo que era más educado y el tipo que era menos educado cae en un 15% por la aplicación. Lo que genera es que primero educar no paga tanto porque podés compensarlo con la tecnología. Genera un achatamiento de la prima por educación, precisamente porque se equiparan los salarios generalmente a la baja. Genera también posiblemente una reducción del ingreso promedio, es decir, una reducción de la participación de la masa salarial. Reduce la inequidad, pero tiene varios efectos nocivos, entre ellos, primero, desincentiva la formación. Por el otro lado, amplía la brecha entre el capital y el trabajo. O sea que te abre problemas, que tenés que resolver. Se pensaba hace cinco años que la tecnología favorecía al ingeniero. Esta nueva inteligencia artificial opera en sentido inverso...

¿La inteligencia artificial le quemó los papeles de su anterior libro sobre el trabajo?

–La respuesta es sí y no. A mí no me había quedado nunca clara la hipótesis, que era más masiva hace diez o cinco años, de que las tecnologías castigaban sobre todo a los trabajadores de calificación media y generaban una un aumento de la dispersión salarial. Decían: “Yo sustituyo al trabajador manual, rutinario, un tipo de clase media, ese tipo se queda sin laburo y va a buscar laburo no arriba, donde no llega, por su capacidad, su entrenamiento, sino abajo. Va a competir con el taxista el ingeniero que se queda sin trabajo, se pone un Uber y compite con los menos calificados. Entonces en teoría se deprimían los salarios de los poco calificados y se abría la brecha. En 'Después del trabajo' un poco lo ponía en duda, pero era la visión que uno veía en los trabajos empíricos. Lamentablemente los trabajos empíricos miran datos que ya sucedieron, entonces es muy difícil atribuir lo que sucedió a algo que está sucediendo ahora. Por eso no hice una segunda edición. Si pensábamos que íbamos a ampliar la brecha salarial, esta nueva inteligencia artificial apunta a lo contrario y genera otro tipo de problemas. Sí cambié mi visión porque la naturaleza de esta nueva innovación es distinta. Hay mucha gente que estaba muy vendida en la teoría anterior que está hoy modificando su visión. Estamos aprendiendo sobre las implicaciones de estas nuevas tecnologías. Básicamente se favorece a los que no tienen entrenamiento. Esta visión tiene implicaciones complicadísimas en términos de distribución, pero también en términos educativos. Por ejemplo, ¿para qué educas? ¿Para qué formás laboralmente, si la tecnología está sustituyendo justamente esa formación o cómo cambiarías la formación laboral? Todo lo que sea competir directamente con la tecnología a la larga va a fracasar. La pregunta es cómo hacemos para formarnos de manera de no ir contra la pared de la tecnología que tarde o temprano va a terminar superándonos.

¿Y la cuarta hipótesis?

–Hay algunas aptitudes, capacidades humanas que creo van a ser inmunes a la automatización. Y ahí ya entro en un terreno más especulativo. ¿Vos que estudiaste?

Primero, comunicación y después, periodismo.

–Seguramente leíste alguna vez o diez el artículo este de Benjamin, 'El arte en la era de la reproducción mecánica'. La cuarta hipótesis es una hipótesis benjaminiana sobre los souvenirs de los museos. Él decía por qué La Gioconda tiene un valor inmenso y su póster vale un euro. Él lo llamaba el aura, que distingue el original, el lugar donde fue hecho, cuestiones con valor subjetivo que no tiene la copia. La automatización es la copia. Entonces hay algunas actividades con creatividad, entendida como lo artesanal, el by humans (por humanos). Hago mucho hincapié en que en el futuro vas a tener un campo de producción de bienes y servicios que sean hechos por humanos, eso va a ser un logo. De alguna forma se va a generar un perímetro en donde el humano puede competir con la máquina, no de igual a igual, no haciendo lo mismo, sino haciendo la visión humana. Entonces vos vas a tener carne sintética y algún día te vas a querer comer un bife de vaca y vas a tener arte digital y algún día vas a querer tener un artista que te haya pintado un cuadro y vas a tener música hecha por inteligencia artificial, pero vas a querer un concierto de un tipo hace un solo de guitarra en vivo. Esto que parece muy marginal son un montón de actividades y creo van a ser la frontera del trabajo humano futuro. Incluye también la enseñanza primaria, el cuidado de personas. Hay una nueva frontera que difiere mucho de lo que nosotros hace 20 años les decíamos a los chicos que tenían que estudiar. De hecho es lo opuesto. A mí me encanta ese texto del aura porque es como un talón de Aquiles económico. La economía no puede explicar eso. La teoría del valor subjetivo no puede explicar esas diferencias de precios. Sí, pero me ayuda a entender por qué yo voy a preferir comprar una artesanía imperfecta antes que una producción industrial perfecta.

Cuando empecé a leer el libro, le dije a mi hija mayor, de 15 años, que le iba a poder decir qué puede estudiar. ¿Qué oficios, actividades o profesiones pueden tener futuro?

–La profesión es difícil. Nosotros estamos todavía pensando en cómo pensaba mi viejo. Si este estudia ingeniería para ser ingeniero, estudia medicina para ser médico toda la vida. Yo creo que eso no va más. Hace mucho no va más. De hecho, hace 20 años en Europa tuvieron el Consenso de Bolonia, que achicaba las carreras a tres años más dos de posgrado. La historia de que vos estudiás y después trabajás 30 años y te jubilas no va más. Hay muchas idas y vueltas, hay mucho reentrenamiento y volver a actualizarte. Entonces la idea de yo hoy elijo qué voy a hacer el resto de mi vida la descartaría. Yendo a tu pregunta, todo lo que tenga un componente de creatividad humana que sea no reductible a un programa es el lugar a donde tenés que ir. Vos podés estudiar lo que quieras, estudiar periodismo también, pero después tenés encontrar un trabajo que no sea competir con la máquina en elaborar y reformatear cables.

¿Qué oficios o profesiones no se van a eliminar?

–Por ejemplo, todo lo que tenga que ver con educación, incluso algunas ayudas para estudiantes rezagados. Puede ser que se automaticen, pero la relación, la dinámica del aula, no sé si universitaria, pero seguramente a nivel primera infancia, primaria, incluso secundario se va a preservar. El problema con esa actividad como muchas otras de este estilo es que se pagan mal, pero seguro van a existir. Lo mismo que los cuidados, sobre todo de adultos. A medida que envejezca la población, va a haber una demanda del viejo. Si tienen Alzheimer, le podés poner un robot, pero en la mayoría de los casos no tienen Alzheimer, necesitan comunicación, socializar. Ahí el factor humano es importante. Después todo lo que tenga que ver con el arte. Si nosotros vamos a una utopía del ocio, vamos a gastar más en eso, porque vamos a tener mucho tiempo para consumir productos artísticos, de esparcimiento, de entretenimiento. Hay toda un área que hoy está vista como más marginal, aunque no tanto. El entretenimiento hace mucha guita. Si los consumidores tienen ingresos para demandarlo, vas a tener muchísimas actividades, Si vos pensás en el padre del presente, te dice estudiá ingeniería, datos, ahí está el futuro, pero ahí está el presente. ¿Dónde está el futuro? Estudiá gastronomía. Incluso dentro de datos estudiá visualización de datos para proponerle el factor humano.

¿Y habrá trabajos donde se gane dinero?

–En la utopía del ocio deberías poder desvincular el trabajo del dinero. Si vos lo que querés es un trabajo mercantilizable, no creo que ganes tanto dinero. La tecnología hará gran parte del esfuerzo de crear valor y riqueza a la larga. Deberíamos trabajar menos por el sueldo y eventualmente deberíamos pensar. Y esa es la quinta hipótesis: el mundo sin trabajos. En ese escenario tenemos nuestros medios de subsistencia, no estamos cirujeando los restos de los ricos. En un escenario donde hay una distribución del ingreso y de frutos de la tecnología, vamos a pensar el trabajo en términos de actividad pública, vida social, relaciones personales, incluso contemplación, o sea, actividades del ocio, lo que Aristóteles describía como la vida activa de los griegos. Nunca trabajaron en su vida esos griegos como Sócrates, Platón y Aristóteles. Ellos trabajaban de hablar, pero no les pagaban por eso.

AR/DTC

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