María Castillo, directora de Economía Popular: “Veo compañeros nuevos cartoneando y me hacen acordar a mí en el 2000”
María Castillo fue cartonera durante 20 años, desde que salió por primera vez a acompañar a su marido, en el año 2000, hasta que fue nombrada directora nacional de Economía Popular en el Ministerio de Desarrollo Social, con la llegada del Frente de Todos al Gobierno. Conocedora de la actividad, puede reconocer cuando se cruza en la calle a una persona que recién ingresa en el mundo del cartoneo: esa mirada de desconcierto frente a la bolsa de basura. Es una escena que ve con frecuencia y que atribuye, en parte, a la crisis generada por la pandemia.
Castillo tiene 45 años, es madre de tres hijos y abuela de dos nietos. Fue parte de la cooperativa Amanecer de los Cartoneros –la más grande de Latinoamérica–, miembro fundador de la cooperativa Jóvenes en Progreso y, como militante del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), la primera secretaria general de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) en Lomas de Zamora. Desde ese barrio, donde vive, habla con elDiarioAR.
Asegura que, si bien desde el punto de vista de la organización la situación de los cartoneros cambió rotundamente en las últimas dos décadas, existen dos grandes deudas con el sector: la mejora de sus condiciones materiales de trabajo y el reconocimiento de su aporte a la sociedad.
Al recorrer la calle da la impresión de que hay más gente revisando los contenedores de basura, que tal vez encontró en el último tiempo un medio de vida ahí. ¿Compartís el diagnóstico?
Sí, y creo que fue a partir de la pandemia. Yo salgo a comprar acá en Lomas de Zamora y de golpe veo caras nuevas; me doy cuenta cuando hay un compañero nuevo cartoneando. De todos modos hay diferentes modalidades. Porque se entiende que un compañero que está adentro de un contenedor está cartoneando y no es siempre así. Hay compañeros que buscan cosas para vender (juguetes, frasquitos de perfume, ropa), después hay otros que buscan otras cosas, pero cartoneros sí se ven un poco más que antes de la pandemia.
Vi hace poco una familia que no tenía uniforme y que incluso por la forma de moverse parecía no tener experiencia en la actividad, recién llegados.
Sí, a eso me refiero. Yo por ahí camino y veo a alguien y me doy cuenta que es nuevo porque veo lo que me pasó a mí cuando empecé a cartonear. La mirada como diciendo qué hago. Me hace recordarme, a veces me veo reflejada en ellos.
Hay 150.000 cartoneros que recuperan 45.000 toneladas de residuos por día
¿Cuándo empezaste a cartonear?
Fue a fines del 2000. Por problemas económicos, como muchos otros. Es más, los cartoneros decimos que surgimos del 2001. Había que acompañar a la familia en sostener el día a día, con hijos chiquititos. Al principio cartoneaba solamente mi compañero, que se había quedado sin trabajo, y después decidí acompañarlo yo porque no alcanzaba. En ese momento valía centavos el cartón, el papel blanco. Así empecé a cartonear y hoy todo esto es mi vida: ver cómo se lucha por la organización del sector, cómo se buscan los recursos, cómo se gestiona. Están esos compañeros que vos ves, que no tienen uniformes y son los nuevos que buscan a través del reciclado el sostén económico, y también están los compañeros que ya están organizados buscan la manera de integrar a ese nuevo.
¿Incorporarse a la actividad implica disponer de ciertas herramientas, integrarse a una estructura, encontrar un circuito de calles que recorrer?
Uno cuando empieza a cartonear camina. También tenés que tener una movilidad, un carro, un bolsón, necesitás diferentes elementos. Después empezás a caminar y vas llenando el bolsón y vas preguntando, de a poquito vas entendiendo cómo es el trabajo. Al principio uno tiene vergüenza de preguntar si tiene cartón o si tiene botellas. Es un proceso, como todo trabajo, aunque no sé si es como todo trabajo porque nunca tuve un trabajo formal hasta que ingresé en el Estado. A mí me transmitieron otros compañeros cómo se cartoneaba: tenés que ir, abrir la bolsa de basura porque no hay separación, meter la mano. Y te ensuciás, sacás el material que te sirve, atás la bolsa y seguís por la misma calle. Vas caminando, caminando y tenés que acordarte dónde volver. No es sencillo, es ponerle muchas ganas desde el propio lugar de uno y si tenés la suerte que haya compañeros que te quieran integrar se hace mucho más liviano.
A veces pareciera que el que te da cartones te está haciendo un favor, pero no es un favor. Si los compañeros no hicieran ese trabajo, el CEAMSE estaría colapsado
Me decía que algunas escenas que ves hoy te remiten a esos inicios tuyos. ¿Ves un paralelismo entre hoy y la crisis del 2001?
Yo creo que hay una diferencia tremenda, que es que cuando yo arranqué había discriminación, exclusión de derechos, persecución. Hasta que los compañeros se organizaron y se creó el primer movimiento cartonero, en la Ciudad de Buenos Aires, en nuestro país cartonear era un delito. Esa organización fue creciendo y fue una referencia para muchos que nos organizamos en nuestros municipios, creamos cooperativas, empezamos a coordinar con oficinas del Estado.
En ese entonces podía pasar que la policía te retuviera el material que habías juntado durante toda la jornada.
Sí, era algo normal, continuo. Había una ley que prohibía nuestro trabajo y si estabas caminando con un carro venían, te sacaban el carro y si discutías ibas preso. Los viernes había una masividad de secuestros de vehículos. A mí me retuvieron mi camioneta un mes y yo iba todos los días a decirles “necesito trabajar, necesito trabajar”. Hasta que un día le dije al juez que me quedaban $2 en el bolsillo, con los que tenía que ver cómo cartonear y llevar el pan a mi casa porque si no mis hijos no comían. Ahí me entregó la camioneta, que era de mi pareja, pero sabía que era algo que iba a volver a pasar; uno salía con miedo a trabajar.
Por fuera de la situación legal, ¿las condiciones materiales en las que trabajan ahora los cartoneros son mejores que entonces?
No, no se trabaja mejor. Sí hay más conocimiento del cartoneo, de reciclado, pero de ahí a que se modifique la situación y que veamos que los más de 150.000 cartoneros tengan herramientas de trabajo, un galpón, para mí va a llevar un tiempo más. Los compañeros siguen estando en basurales. El otro día estuve con una familia que lleva cinco generaciones trabajando de la misma forma en un basural. Cinco generaciones. Yo como funcionaria pienso mucho en eso ¿cómo logramos más inversión para que ese trabajo tenga las condiciones que corresponde? Creo que el avance de la organización del reciclado va lenta, porque además cuando vas a las cooperativas no podés creer el trabajo que hacen; son toneladas de residuos que no se entierran, que vuelven al mercado, son miles de puestos de trabajo. Porque es trabajo lo que hacen nuestros compañeros: de concientización, de erradicación de trabajo infantil, de cuidado, de asistencia social, de contención de violencia de género, de integración de personas con adicciones.
Cuando vas a las cooperativas no podés creer el trabajo que hacen; son toneladas de residuos que no se entierran, que vuelven al mercado, miles de puestos de trabajo
Los cartoneros y las cartoneras forman parte del paisaje urbano, sabemos que existen, pero ¿crees que la sociedad en su conjunto conoce realmente su trabajo y el aporte que hacen a la economía?
Realmente no sé si se sabe la dimensión que tiene el trabajo del sector. Hoy calculamos que hay más de 150.000 cartoneros, que recuperan 45.000 toneladas de residuos por día. Y si no se entiende de lo que estamos hablando hay que googlear o acercarse a la gente y decirle “contame cómo se hace esto, de qué manera”. Hoy muchos compañeros venden directamente a la industria, sin intermediarios, están registrados, tienen su cuenta bancaria, cobran a través de una tarjeta. Eso estoy segura que muy pocos lo saben. Mi objetivo en parte es contar de este mundo que es tan hermoso, que todos los días hace tanto y que tiene tan poco reconocimiento. A veces pareciera que el que te da cartones te está haciendo un favor, pero no es un favor. Si nosotros no separamos seguimos llevando esos residuos a entierros, esos residuos no se recuperan, no se insertan al mercado y se usa recursos naturales no renovables para volver a producir ese material que volvemos a descartar. Si los compañeros no hicieran ese trabajo, el CEAMSE estaría colapsado.
¿Hoy alcanza lo que genera una familia o una persona cuando sale a cartonear para sostener un hogar?
No, no alcanza. Esa fue la lucha de todas las organizaciones sociales de conseguir el salario social complementario, que hoy es el Potenciar Trabajo, que es el complemento a la productividad que uno desarrolla. Miralo del otro lado: si a veces las empresas, que están más organizadas y tienen una estructura completamente distinta a la de la cooperativa, necesitan ayuda del Estado, nosotros más. Llegar a esa etapa en la que no se dependa del Potenciar lleva tiempo, mucho más cuando ves las condiciones en las que todavía se trabaja, sin herramientas para poder industrializar el material.
DT
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