Los estadounidenses deciden hoy si regresa Trump o si Harris será la primera presidenta en la historia del país
Hay algo muy cierto en las elecciones presidenciales de este martes en Estados Unidos: nadie tiene una idea verdaderamente clara de lo que puede suceder.
“Todo puede pasar”, sintetizaba en la tarde del lunes la cadena ABC mientras destacaba que 78 millones de estadounidenses ya emitieron su voto por correo antes del día de la elección, una cifra nunca antes alcanzada. Solo hay dos opciones a la Casa Blanca, Kamala Harris y Donald Trump.
¿Es cierto que crece, soterradamente y en silencio, un voto anti-Trump entre las mujeres, sobre todo las madres? ¿Es cierto que el respaldo al expresidente (2017-2021) es mayor del que registran las encuestas, incapaces de detectar el voto vergonzante? ¿Es cierto que la posición antiaborto de Trump le pasará factura en aquellos Estados en los que rige ya esa línea dura? ¿Es cierto que pese a los innegables logros económicos del gobierno de Joe Biden, el alto costo de los alimentos pesará como una losa sobre las chances de Harris? ¿Se trata, una vez más, de “es la economía, estúpido”?
Hay más preguntas. ¿Es cierto que Trump es capaz de convencer al decisivo voto musulmán en Míchigan, un estado clave, de que su política en Medio Oriente será mejor que la de Biden? Los carteles que proliferan en el estado con la foto de Trump y el lema “El candidato de la paz”, en árabe, permiten la pregunta.
¿Es cierto que el “voto latino”, aunque muy lejos de ser homogéneo, se aleja cada vez más de los demócratas y se acerca crecientemente a los republicanos? ¿El voto afroamericano podría dar una sorpresa amarga a los demócratas? ¿O la clave pasa por la diáspora puertorriqueña desequilibrando la contienda con votos imprescindibles en Estados casi empatados tras haber sido definidos como “basura” en un acto de Trump?
Lo cierto es que la “brecha de género” se perfila inmediatamente fuerte en Estados Unidos: las mujeres, en especial las más jóvenes, respaldan a Harris. Los hombres, en especial los más jóvenes, a Trump.
Y la pregunta del millón: ¿se asistirá a un recuento agónico, a una batalla legal y política como en 2000 y 2020 que impida por días o semanas saber quién ganó la elección?
Un recorrido proselitista con cambio de candidato e intento de homicidio
Preguntas y más preguntas tras la más inusual de las campañas: el candidato original de los demócratas, Biden, renunció a su postulación ante la evidencia de que su mente ya no funciona como antes, en tanto que el republicano, Trump, recibió un balazo en la oreja en un intento de asesinato.
En un país de 330 millones de habitantes y 50 estados, todo dependerá del voto en siete estados, quizás ocho. Allí se decidirá quién gobierna la primera potencia mundial, el país más influyente y poderoso del mundo, pese al declive que viene mostrando hace ya tiempo.
La lista es conocida: Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Carolina del Norte, Pennsylvania y Wisconsin. Pero una encuesta de último momento habla de que en Iowa, un Estado consistentemente republicano, Harris está logrando una mayoría. ¿Hay que considerar entonces un octavo estado en condiciones de caer de uno u otro lado?
Una pregunta vital, porque en Estados Unidos no gobierna necesariamente aquel que logra la mayor cantidad de votos, sino el que suma la mayor cantidad de electores. Hay un Colegio Electoral con 538 integrantes, representantes de cada uno de los estados en función de su población. En 48 de los 50 Estados alcanza con tener un voto más que el rival para quedarse con todos los electores correspondientes a ese estado. Solo en dos, Maine y Nebraska, se aplica una proporcionalidad del voto para decidir cuántos electores corresponden a cada partido.
A ese sistema peculiar, que la Argentina, con diferencias, también tenía antes de que Raúl Alfonsín y Carlos Menem acordaran la reforma de la Constitución en 1994, se le suma otro detalle clave, difícil de entender en la mayoría de los países: no hay una autoridad electoral nacional, no hay un sistema uniforme. Cada Estado, incluso cada condado, tiene sus propias reglas. En algunos se puede votar sencillamente presentando una carta en la que el nombre figure como destinatario.
El Partido Demócrata logró la mayoría del voto popular en las elecciones de 2000 (Al Gore) y 2016 (Hillary Clinton), pero en el Colegio Electoral hubo mayoría para George Bush (hijo) y Trump. Y esta vez, los demócratas podrían encaminarse a una nueva mayoría popular, pero con el peligro muy cierto de no lograr la mitad más uno de los 538 electores.
Los más imaginativos plantean una situación que no se ha dado en 200 años, un empate a 269 en el Colegio Electoral. Si eso sucede, el presidente sería designado por la Cámara de Representantes con votos de “delegaciones estatales”: cada estado, un voto, sería definido a partir de quien ganó la elección en ese Estado.
Un escenario casi distópico. Hasta horas antes de la votación, un frenético raid de Trump y Harris por los estados que pueden ser decisivos, centrados en Pennsylvania y Michigan.
“Jim, sal del maldito sofá, debemos hacer América grande nuevamente”, arengó Trump este lunes en Reading, Pennsylvania, durante un acto con mujeres republicanas. “Debemos decidir si vamos a iniciar los cuatro años más maravillosos de nuestra historia, la era dorada de América. ¿No quieren vivir en una era dorada? ¡Kamala, estás despedida, vete de aquí!”.
Harris —que de resultar electa se convertiría en la primera mujer en llegar a la presidencia de ese país, donde ya se destaca por ser la primera mujer en desempeñarse como vicepresidenta— apuesta a otro registro, el de la unión: “Desde el primer momento, nuestra campaña no fue acerca de estar en contra de algo, sino estar a favor de algo”. Todo un riesgo, porque la candidata demócrata plantea una opción no excesivamente exitosa en la política mundial de los últimos años: la pasión por el centro, que ella sintetiza en sentar a una misma mesa a aquellos que piensan diferente.
Las conversaciones, especulaciones e intercambios de información bullen en Washington DC, la ciudad de estilo neoclásico que oficia de capital de los 50 estados de la unión americana. A diferencia de hace cuatro años, elecciones en plena pandemia del Covid-19, esta vez el olor a madera recién cortada no impregna el centro de la capital, aunque se han instalado paneles en varios comercios y oficinas para protegerlos de eventuales disturbios.
“Hay temor en miembros de la burocracia estatal, se habla de una lista que tiene preparada Trump para despedir a los no leales”, dice a elDiarioAR un miembro de un reputado think-tank que sigue con más preguntas que respuestas el proceso electoral.
Y en las horas finales hacia la elección, la advertencia del diario The New York Times de que el voto oculto puede ser esta vez más fuerte que en aquel amargo 2016 de los demócratas y Clinton. Todo es incertidumbre en el país que ama presentarse ante el resto del planeta como “la más grandiosa idea que la humanidad jamás se haya planteado”, pero que es hoy una nación en vilo.
SF/JJD
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