Kamala Harris habla de una “libertad” muy diferente del fetiche de Javier Milei
“¡Libertad!”, dice Kamala Harris en Washington DC. “¡Libertad!”, grita Javier Milei en Buenos Aires. Usan la misma palabra, pero no dicen lo mismo.
En la noche del martes, sobre la pradera que se extiende entre el Monumento a Washington, ese obelisco que casi triplica en altura al porteño, y la propia Casa Blanca, 75.000 personas celebraron a la candidata demócrata. En carteles luminosos con fondo azul se recortaba la palabra freedom, libertad.
Lo que en Milei es un fetiche que sirve para el ataque y la conquista de poder político y posiciones —la famosa “batalla cultural”—, en el caso de la candidata demócrata a la presidencia es sobre todo un recurso defensivo, la reacción, entre otras cosas, al anuncio de Trump de que será “un dictador desde el día 1” en la Casa Blanca.
Los más “kamalistas” se emocionaron con el multitudinario acto de Washington, pero es clave tener en cuenta que en 2020, el 93% de los votantes en el Distrito de Columbia, la ciudad de Washington, se inclinó por la fórmula Joe Biden-Kamala Harris. En la suave noche otoñal del martes, Harris estaba, en términos políticos, cazando en un zoológico.
¿De qué habla Harris cuando habla de “libertad”? Habla, antes que nada, de una palabra ligada a la constitución misma de los Estados Unidos como nación, la libertad de las 13 colonias. Y lo dice sin modestia: “La de los Estados Unidos de América es la más grandiosa idea que la humanidad jamás se haya planteado”.
Pero a la hora de hablar de “libertad”, Harris apunta sobre todo a la libertad de derechos reproductivos, a la libertad de elegir, al control sobre el propio cuerpo. Y lo opone a una frase de la noche del miércoles de Donald Trump, la de que él “protegerá” a las mujeres “les guste o no”.
Este jueves, Harris reaccionó al “les guste o no”: “Es muy ofensivo para las mujeres en términos de no reconocer su autoridad, su derecho y su capacidad para tomar decisiones sobre sus propias vidas, incluyendo sus propios cuerpos. La atención sanitaria para todos los estadounidenses también está en juego en estas elecciones”, dijo y agregó: “¡Confiamos en las mujeres para que tomen decisiones acerca de su propio cuerpo, y no en el gobierno diciéndoles qué deben hacer!”.
De esa libertad habla Harris, una libertad que poco tiene que ver con la que pregona Milei, esencialmente centrada en lo económico. Si Harris quiere excluir al Estado (gobierno, dice) a la hora de que las mujeres decidan qué hacer con su cuerpo, Milei quiere que el Estado sí intervenga ahí, frenando los “asesinatos”.
Si se trata de las decisiones de la mujer sobre su propio cuerpo, el presidente argentino está enrolado en el bando del “les guste o no” de Trump.
Hay otra “libertad” que reclama la candidata demócrata y que vuelve a acercar a Trump y Milei. Cuando Harris se refiere en forma insistente al “tirano de pacotilla” que a su entender aspira a ser Trump, se refiere a aquella declarada voluntad de ser “un dictador” en la Casa Blanca.
Juan Cruz, que sirvió en la CIA (Agencia Central de Inteligencia, en inglés Central Intelligence Agency), el Departamento de Estado y la Casa Blanca como consejero de Trump para América Latina, dijo a elDiarioAR que no se debe interpretar al republicano de esa manera. “Trump siempre ha admirado a las personas determinadas y que toman decisiones difíciles. Obviamente no está hablando de instaurar una dictadura, el sistema no permite eso”.
Pero Harris insiste: “Pueden estar seguros de que autócratas como Putin y Kim Jong un quieren que gane Trump. Nosotros seguiremos siendo un faro de libertad en el mundo”.
La libertad, otra vez. En “Dos conceptos de libertad”, el politólogo y filósofo británico Isaiah Berlin distinguió entre la “libertad negativa”, que es la ausencia de coerción por parte de otros, y la “libertad positiva”, que es la autonomía total del individuo. Harris no entiende la libertad sin tomar en cuenta la “negativa”, en tanto que Milei privilegia la “positiva”. Otra vez: una misma palabra entendida de modos muy diferentes.
En El despertar de las democracias, reciente libro de la estadounidense Heather Cox Richardson, aparece una idea clave: “Las democracias mueren más frecuentemente en las urnas que en el punto de mira de los fusiles”.
En ese contexto, el discurso de Harris llama la atención por otro aspecto, además del de la libertad: su insistencia en tender la mano al adversario. “Me comprometo a escuchar a los expertos. A quienes se verán afectados por las decisiones que yo tomaré. Y a la gente que no está de acuerdo conmigo. A diferencia de Donald Trump, no creo que las personas que no están de acuerdo conmigo sean el enemigo. Él quiere meterlos a la cárcel. Yo les daré un lugar en mi mesa”.
¿Suena familiar, no? Es, en esencia, la propuesta que planteó en 2023 Horacio Rodríguez Larreta y que tan poco éxito tuvo.
Está claro que Kamala no se llama Javier, la pregunta es si el martes en la noche —o en el momento en que se defina el escrutinio—, la sociedad estadounidense le dice que no tiene ganas de sentarse a la mesa con el adversario, porque en realidad lo considera un enemigo. La pregunta es si una vez contados los votos, Harris descubre que además de Kamala se llama Horacio.
SF/JJD
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