Maya Elfaks, sobreviviente de la masacre en el festival israelí: “Me escondí en un agujero y estaba segura de que iba a morir allí”
Maya Elfaks asistió el sábado a la madrugada, junto a dos amigos, al festival Supernova donde, según la última información, 260 jóvenes fueron acribillados por terroristas de Hamas y al menos varias decenas fueron secuestrados. La noche del viernes viajó desde Tel Aviv en su auto y llegó a eso de las 3 am “a la fiesta en el Sur”, como describe al festival llevado a cabo en el desierto del Negev esta joven de 33 años en diálogo con elDiarioAR. Tenía planeado quedarse hasta bien entrada la mañana del sábado, como todos los más de 2.000 asistentes al festival.
A eso de las 6.30 de la mañana, cuando la fiesta de trance music estaba en su apogeo y el sol ya había comenzado a asomarse por el este y Maya se encontraba descansando en una carpa del evento, comenzaron a escucharse explosivos. “Fuegos artificiales”, pensó Maya. Nada más lejano. Instantes después, con los gritos de “váyanse ya” en hebreo de los guardias de seguridad del festival, entendieron que algo estaba pasando.
Se subieron al auto, como todos los otros jóvenes que estaban en el festival para ese momento. Esa marea de vehículos hizo que el avance sea lento: tan solo unos segundos, que parecieron horas después, los guardias del evento comenzaron a vociferar que abandonen los autos. “Nos dijeron que corramos”, cuenta Maya.
Maya comenzó a correr, junto con sus dos amigos y “cientos, tal vez miles” de jóvenes más por el campo. “Corrimos a través de un desierto, un lugar deshabitado y gigante, en el cual te podían disparar desde cualquier dirección”, dice Maya. La joven israelí cuenta que habrá corrido como 30 o 40 minutos sin parar, con dirección hacia el bosque. “Corríamos con los ruidos de explosiones sobre nuestras cabezas, sostiene Maya, y cuenta que a la par de los sonidos del cielo la atormentaban los llantos y gritos de los jóvenes a su alrededor.
Cuando comenzaron los disparos, que no se sabían muy bien todavía desde donde provenían, Maya, junto a sus dos amigos y una chica más, pensaron en cambiar de estrategia: ya en el bosque, localizaron un árbol con raíces muy grandes semi despegadas del suelo, “una especie de agujero en la tierra”, describe. “Los dos chicos se acostaron y yo, junto a la otra chica, nos pusimos como medio encima de ellos”, continua Maya con su relato. En esta especie de agujero, los cuatro jóvenes se encontraban rodeados de “plantas pinchudas”, como las describe Maya, que al más mínimo movimiento se clavaban en su piel.
“Las primeras dos horas, las explosiones y los disparos no pararon de sonar ni un segundo”, sostiene la joven israelí. “Sentíamos y sabíamos que, si en ese mismo momento hubiéramos estado parados, habríamos muerto acribillados –enfatiza. –Estaba segura de que iba a morir allí”. Pasaron dos horas y el ejército no aparecía, los disparos y los gritos en arabe continuaban. Maya y los demás jóvenes, con la señal entrecortada y entre los gritos infames de los terroristas, intentando hablar lo más bajo posible, llamaban a sus familiares y amigos para avisarles donde se encontraban, pidiéndoles auxilio y ayuda.
Corrían las horas y la “salvación”, el Ejército, seguía sin aparecer; los cuatro jóvenes, hacinados y sucios por la tierra y por su propio pis, estaban cada vez más impacientes. “Veíamos a través de Google Maps hacia donde podíamos caminar, pero sabíamos que cualquier paso sobre la tierra era un riesgo”.
Luego de un tiempo, los disparos y los gritos en árabe habían menguado; sin embargo, tanto Maya como los demás jóvenes tenían un miedo desmedido a salir de su “refugio”. Escucharon a un hombre hablando en hebreo, instándolos a salir, y luego de tomar coraje, se encontraron con un civil, un ex integrante del Ejército, que era de la zona y había ido a ayudar. Los calmó y les ofreció un lugar donde ducharse y comer.
“Realmente, no sé cómo salimos sanos y salvos. Llegado un momento, en medio de los disparos, no pude imaginarme a mi misma llegando a mi casa”, relata de manera desgarradora Maya. “Esto se sintió como un Holocausto: yo sentía que era Ana Frank y que estaba rodeada de alemanes que venían a llevarme a las cámaras de gas”.
Maya asegura que tenía muchos conocidos en esa fiesta. Uno de ellos, murió en el festival acribillado por los terroristas. “Mi amigo estaba desaparecido. ¿Cuántas chances había de que no hubiera muerto? Ayer martes me avisaron que encontraron su cuerpo”, sostiene Maya con la voz entrecortada. “Todos en Israel tenemos a alguien que perdió un familiar o un amigo, o tiene una persona cercana que fue llamada al Ejército para combatir en estos últimos días”, asegura Maya.
“Nosotros fuimos a una fiesta para divertirnos y terminamos luchando por nuestras vidas”, dice Maya. “Esa seguridad, la sensación de seguridad que perdimos no creo que la podamos volver a recuperar”, finaliza Maya.
AS/DTC
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