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Elecciones españolas 2023: Qué dejó el debate - Análisis
Volvió el bipartidismo: España elegirá entre una coalición socialista y otra popular

Santiago Abascal, Yolanda Díaz y Pedro Sánchez durante el debate.
20 de julio de 2023 17:59 h

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El dato más visible a lo largo de los 90' minutos de debate que empezaron a las 22.00 fue la invisibilidad del candidato preferido en las encuestas y el que menos duda de su victoria, el popular Alberto Núñez Feijóo. Nunca invisibles ni inaudibles, aunque por momentos menos visibles y presentes en la percepción pública, disputaron el socialista Pedro Sánchez y la izquierdista Yolanda Díaz, contra el derechista Santiago Abascal. Al final del Debate a Cuatro devenido Debate a Tres, sólo era impar el número de minutos de oro escuchados, tres, uno para cada polemista. La alineación era binaria. El domingo una coalición de izquierda, oficialista, y una de derecha, componen el menú de la opción electoral. Encabezada cada una por cada uno de los dos partidos que se alternaron en el poder desde la muerte de Francisco Franco en 1975 y los inicios de la transición democrática en España.

Fueron particularmente dualistas Sánchez y Díaz en sus 'minutos de oro' finales. Conviene hacer de inmediato a un lado, después del instante de iluminación al que pudiera inducir, una comparación local en una Argentina distorsionada hasta lo irreconocible. Donde al fin de un debate, reconfiguradas en dos las cuatro candidaturas rivales iniciales, entreviéramos los binomios presidenciales Wado y Bregman, y Horacio y Milei. Discreto, Horacio sería el ausente con aviso, que se evitó la foto buddy-buddy 'Larreta gana, Milei acompaña'; de triunfar, ningún problema, no lo hay con ninguna iconografía de triunfadores. Una comparación regional menos extrema sería entrever una futura elección en Chile con un candidato presidencial de la Concertación secundado por un vice de la alianza de Boric enfrentado a uno de Chile Vamos con vice de Kast.

Cuatro es igual a dos más dos

El presidente del gobierno, el socialista Pedro Sánchez; la vicepresidenta segunda del gobierno y líder del partido aliado al oficialismo Sumar, Yolanda Díaz, pidieron el voto, uno y otra, en separado y en conjunto, para la fórmula liderada por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Desde una posición inocultablemente bien ordenada, ante una perspectiva para la cual le era imposible siquiera la retórica de la reserva o el reparo, Abascal pidió el voto para una fórmula con presidente del Partido Popular (PP) y con vice de Vox. Desde luego, en una democracia parlamentaria, esas construcciones son por ahora dibujos en el aire. No figuran en las boletas, porque no se vota presidente. Sólo bancas. Con ganar el domingo 175 + 1 escaños aliados, es la victoria. Esa coalición puede presentar al Rey la fórmula de su gobierno, y esperar la aprobación. Las expresiones de deseo de los candidatos son más que eso. Informan. Porque anticipan cómo se comportarán, cuáles alianzas se pondrán de manifiesto, qué forma tendrá el futuro Ejecutivo español, cuánto pesará cada partido dentro de cada coalición electoral según la cantidad de votos que prevén.

La candidata de Sumar fue muy directa en su transparente expresión simple: sí, el domingo se enfrentaban dos formaciones, cada una ya articulada en su jerarquía administrativa intena.

El cid de la Vox de los que no tenían voz, el campeador de la brutal autenticidad ibérica fue muy indirecto en su disimulada oratoria, al desviarse hacia el Credo en la fortaleza de un Vox tercera fuerza ahora en las Cortes del Reino, y mañana nunca menos. Todo ilusionismo de altiva independencia fallaba, no la arruinaba a 'Santi' Abascal el gusto de su ilusión simple, la de ver a Vox, partido de gobierno, gobernando en España, en el mismo lugar donde estuvo el hoy pulverizado partido renovador de izquierda. En su horizonte celeste, la (ultra) derecha independiente en ascenso sustituía a una (ultra) izquierda independiente perimida. El reemplazo de un extremo por el otro no se habria operado en virtud de un superior atractivo ideológico actual de Vox. La superioridad presunta es otra índole: se afinca en su mayor idoneidad y eficacia para combatir o al menos denostar a un enemigo que definen igual (pero clasifican distinto): la casta.

¿A quién querés más, a tu papá o a tu mamá?

Cuatro candidatos habían sido invitados por la Televisión pública española (RTVE) a una última pugna cara a cara y voz a voz que precediera a las elecciones del domingo. Los únicos cuatro de partidos y formaciones políticas reputados idóneos para gobernar. Los únicos con cuantificables apoyos suficientes. Los únicos con un inventario que contabiliza cargos electivos previamente obtenidos, en intenciones de voto reiteradamente registradas en los sondeos de empresas que escudriñan la no siempre locuaz, no siempre reticente opinión del electorado. Se llamaba Debate a Cuatro, porque esperaba que discutieran las cuatro figuras presidenciables.

Fueron tres. Sánchez sostuvo que él acude a las urnas con la esperanza de poder gobernar con el apoyo de Sumar y dio por hecho que el PP intentará lo mismo en alianza con Vox, aunque el jefe del PP, Núñez Feijóo, “no haya acudido al debate porque le da vergüenza aparecer junto a Abascal”. Si esto es así, y el candidato popular se ausentó para evitar la foto con el líder extremista, esto sustenta la conjetura de que el PP en efecto planea apoyarse en el voto de Vox de manera de reunir las bancas que le faltan para formar gobierno. Las relaciones promiscuas entre derechas y ultraderechas lucen ya como hecho consumado, regular, en la política europea e iberoamericana. La razón que invocó Núñez Feijoo para desertar el tercer debate no sonó convincente: declaró que no concurría a la televisión estatal, porque dudaba de que en tiempos de Sánchez un medio de comunicación público supiera o quisiera guardar la debida imparcialidad y el debido respeto con un candidato opositor con chances de ganarle las elecciones al oficialismo.

Díaz convalidó las afirmaciones del jefe del gobierno y agregó que su partido aspira a ser el respaldo del PSOE para reeditar el gobierno de coalición y evitar de ese modo que las políticas de los conservadores “dañen a los españoles”.

El presidente, el socialista Pedro Sánchez, lo eligió como rival al popular ausente. Si en el tercer debate asistimos a ojos vista a una reconfiguración de las fuerzas en guerra preparándose para la batalla final, en el primero de los debates que enfrentó al Sánchez socialista y oficialista con el Núñez popular y opositor, habíamos presenciando una transfiguración. El habitualmente tedioso, aburrido, morigerada, centrista, adulto mayor gallego, desde el primer momento desplegó una inmoderada, inescrupulosa, aluvional predisposición para la injuria, la mentira, y una locuacidad cruel con la coherencia que descolocó al presidente joven, madrileño, sex-symbol. Todos los análisis coinciden en que Pedro Sánchez había sido derrotado en aquella ocasión desconcertante.

En el tercer y último debate, la izquierdista Yolanda Díaz, eligió como rival al derechista Santiago Abascal. Las guerras culturales se libraron entre las candidaturas vicepresidenciales. Hubo un momento clave que condensó el reordenamiento del bloque de izquierdas. Cuando Díaz avizoraba un horizonte rosa iluminado por el ininterrumpido reconocimiento de más y más nuevos derechos, Sánchez interrumpió con el inciso: “Sí, pero con los pies en la tierra”. El voto centro izquierdista migrante del PSOE al PP, como en la Andalucía natal del presidente, será recibido como hijo pródigo.

AGB

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