Antiperonismo, una historia desde el fondo del tiempo
Aclaración necesaria: ni esta reseña ni yo somos neutrales. El libro Breve historia del antipopulismo me parece excelente, y Ernesto Semán es mi amigo. Entre 2016 y 2017 tuve la fortuna de ser profesora visitante en la Universidad de Richmond, donde Ernesto enseñaba historia. Dictamos juntos un seminario interdisciplinario sobre populismo latinoamericano, en el transcurso del cual pasamos muchas horas debatiendo las largas continuidades de la historia política regional: la fascinación con líderes fuertes que en el siglo XIX llamaban caudillismo y hoy populismo, la tozudez de la demanda popular, el desencanto de las élites económicas y culturales con la democracia cada vez que ésta entrega resultados que no les gustan, la tremenda violencia política sufrida por los que menos tienen. Algunas de estas discusiones se dieron frente al curso, otras en asados, picnics y salidas compartidas por su familia y la mía, mientras Clarita, la hija de Ernesto y Soledad, jugaba con Amancay (nuestra hija menor).
Haber sido testigo de una parte de la génesis de este libro me permite asegurar que es mejor que esas conversaciones previas. El todo, en este caso, es más que la suma de las partes. Logra algo, además, admirable y difícil: ofrece una conversación que es relevante para el momento político de la coyuntura, pero también articula ideas con profundidad teórica y una plétora de evidencia empírica.
Breve historia del antipopulismo podría ayudar a romper una especie de cerrazón asfixiante que se había aposentado sobre el pensamiento social y político argentino de los últimos años. Este se ha visto casi fagocitado por el interés sobre el populismo vernáculo en su variante peronista. El peronismo (su resiliencia, su imaginería, sus problemas, sus liderazgos, sus movimientos populares) cautiva la imaginación, sobre todo, de los antiperonistas. Una mirada a las mesas de cualquier librería muestra decenas de libros sobre Perón, Evita, Cristina, escritos por gente que los detesta y que sin embargo no escribe sobre otra cosa. Ernesto Semán rompe con esta encerrona dando vuelta el espejo y diciendo: el antiperonismo es un sujeto de pensamiento tan antiguo y tan fundamental como el populismo para comprender nuestro presente, reflexionemos por una vez sobre él.
El tema del antipopulismo está tomando centralidad en los foros internacionales de ciencia política. Semán ofrece una respuesta histórica y situada en el tiempo y en el espacio a la que pregunta sobre el antipopulismo: un recorrido histórico por las sucesivas encarnaciones del antipopulismo argentino. Quiero subrayar su rigurosidad metodológica: la abundancia, originalidad y minuciosidad de sus fuentes históricas. Prensa escrita, diarios internos de partidos, publicaciones de provincia, materiales de archivo del servicio exterior norteamericano: cada argumento teórico está sostenido en fuentes primarias y secundarias sólidas. Esta minuciosidad se lee como una decisión que va mas allá de lo disciplinar. ¿Cuántos libros que llevan la palabra “populismo” en su título y están completamente desprovistos de cualquier trabajo sobre evidencia empírica se han publicado en la última década? En sostener la necesidad de fundamentos empíricos hay también un gesto político.
En sostener la necesidad de fundamentos empíricos hay también un gesto político.
Aunque podrían hacerse otros recorridos, me concentraré en tres de las tesis principales contenidas del libro. La primera es la idea de que el antipopulismo ha sido una potencia productora a lo largo de la historia argentina, y que ha generado liderazgos, políticas, instituciones que fueron tan importantes como el populismo. La segunda es que el antipopulismo existe desde antes del peronismo y lo excede, ya que el antipopulismo nace de una incomodidad esencial con lo popular. La tercera es que en los últimos cincuenta años se ha producido un achatamiento y un empobrecimiento de la imaginación política antipopulista, de tal manera que una forma específica de antipopulismo, de carga liberal y conservadora, se impuso sobre las restantes.
La primera tesis del libro se sostiene en una decisión simple: tratar a los gobiernos, liderazgos, intelectuales del antipopulismo argentino como sujetos dueños de la misma iniciativa, autonomía, libertad, y espesor sociológico que los populistas. Esto permite superar un problema del pensamiento social argentino, que es imaginar que las decisiones de las sucesivas encarnaciones del antipopulismo han sido siempre reactivas: narrar una historia en donde el populismo hace y el antipopulismo sólo reacciona. Semán demuestra que el estado actual de la Argentina es incomprensible si no se recuperan los diagnósticos y las soluciones propuestas por figuras como Sarmiento, Alberdi, Saavedra Lamas, Ghioldi, Amadeo, y si no se desmenuzan las políticas implementadas por una sucesión de gobiernos anti populistas tanto democráticos como dictatoriales. Muchos, si no la mayoría, de los grandes nombres de las ciencias sociales nacionales (Germani, Di Tella, Prebisch, O’Donnell, Romero padre, Aricó, Portantiero) estuvieron de una manera u otra involucrados en diferentes versiones de estos intentos, con más o menos profundidad. El antipopulismo ha dedicado una ingente cantidad de tiempo a pensar e intentar construir una Argentina no populista, y vivimos en un país dado en parte por estos intentos.
La segunda tesis afirma la longue durée del antipopulismo. Frente al sentido común que sostiene que el antipopulismo surgió de súbito y ya formado, como Atenas del cerebro de Zeus, por el martillazo súbito de la aparición de Perón en el balcón el 17 de octubre de 1945, el libro demuestra que el antipopulismo argentino precede al populismo y a la nación misma. El problema que da origen y sostiene al antipopulismo no es qué hacer con el kirchnerismo, o el peronismo, o el yrigoyenismo, o el rosismo, sino qué hacer con el pueblo. No es casual que el mito nacional escolar más originario contenga esa pregunta. La frase “El pueblo quiere saber de qué se trata” denota la exigencia popular de participar, y confiesa que, si el sujeto popular exigió participar, es porque alguien se lo buscaba impedir. El problema es que a la élite argentina le es tan imposible pensar la política sin pueblo como aceptar plenamente su inclusión en la vida política. El antipopulismo es mas que un programa político de coyuntura: incluye siempre una sociología y una historiografía, en las que se puede reconstruir una secuencia de representaciones sobre los sectores populares que enhebran gaucho-compadrito-cabecita negra-choriplanero. Semán encuentra el “embrión de una mirada del pueblo como amenaza y posibilidad” presente ya en las celebraciones de la Revolución de Mayo organizadas en Buenos Aires en 1811: ambas facetas marcarán la historia. Las sucesivas miradas enfatizaron una u otra faceta, se ilusionaron con las posibilidades, se obnubilaron con las amenazas, intentaron integrarlo bajo sus reglas, lo reprimieron.
Semán demuestra que el estado actual de la Argentina es incomprensible si no se desmenuzan las políticas implementadas por una sucesión de gobiernos anti populistas tanto democráticos como dictatoriales
Probablemente el mayor aporte a la discusión política lo realice la tercera tesis del libro, que resultó para mí la más original. Dice Semán que “no hay antipopulismo, hay antipopulismos”. Esa diversidad incluyó, por así decir, encarnaciones de diferentes calidades. Como Semán se toma en serio al antipopulismo puede mostrar cómo éste desplegó una amplia variedad de formas de pensar la nación y la política. No siempre ni necesariamente el antipopulismo fue antidemocrático, antipopular, o violento. Su historia incluyó experiencias socialistas, demócratas liberales, socialdemócratas, nacionalistas. Grandes nombres de las ciencias sociales, del derecho, de las letras y de la política participaron de ellas. Sin embargo, dice Semán, esa imaginación política se acható cada vez más y el antipopulismo quedó consumido en un proyecto liberal-conservador, hoy más parecido a la ultraderecha de Estados Unidos o Brasil que a proyectos pasados. El libro es la reconstrucción de este achatamiento, y por eso mismo parece haber sido escrito justamente para que lo lean los antipopulistas: como un llamado a avivar la imaginación política para caer en una visión impotente de su propio proyecto.
Lo cual me lleva al último punto, que es la cuestión de la íntima relación entre antipopulismo y violencia en la historia argentina. Ernesto Semán no tiene una visión edulcorada del populismo ni del peronismo; no duda en describir al primer peronismo como un caso de “democratización autoritaria”. Sin embargo, el libro establece claramente que a lo largo del siglo XX el antipopulismo ha recurrido a la violencia política en un grado incomparable con su adversario. Desde 1955 hasta 1976, las experiencias antipopulistas que sucedieron al primer peronismo fueron desarrollando un “núcleo tiránico” cada vez más violento, que justificaba su propia violencia como el “último recurso” necesario para la eliminación de la enfermedad nacional. En tanto y en cuanto esa eliminación se mostró imposible, el grado de violencia supuestamente necesario fue cada vez mas alto y el discurso “autopurificador” de los violentos se volvió cada vez mas mesiánico.
De hecho, el libro parece insinuar (esta es mi lectura, de la cual me declaro única responsable) que la violencia antipopulista ha tenido en la historia nacional una estructura de ciclos: un momento original “inclusivo” o incluso “democrático”, en el cual se imaginó un nuevo mapa para la inclusión del pueblo en un proyecto sin elementos plebeyos y transgresores; un momento “de gobierno” en el cual se intentó mostrar que el nuevo modo de gubernamentalidad purgado totalmente de populismo y dirigido “desde arriba” era posible; un momento de fracaso del modelo; y, finalmente, un momento final de desencanto, que tendía a culminar en la aceptación de la tesis de que “este país es imposible” y, por lo tanto, sólo gobernable mediante la fuerza y la violencia aplicada con mas o menos entusiasmo. A medida que se sucedieron los intentos y los fracasos, aumentó el desencanto y la violencia.
El libro es la reconstrucción de este achatamiento, y por eso mismo parece haber sido escrito justamente para que lo lean los antipopulistas: como un llamado a avivar la imaginación política para caer en una visión impotente de su propio proyecto.
La transición de 1983 representó un momento de quiebre en la historia del populismo y del antipopulismo nacional: el compromiso de aceptar la legitimidad política del adversario, al cual a partir de entonces se intenta derrotar mas no eliminar; el triunfo de Cambiemos en 2015 pareció sellar el nuevo pacto. Este compromiso parece estar debilitado, por un lado, por la frustración del fracaso del gobierno de Mauricio Macri, y por la diseminación global de discursos que llaman a eliminar el populismo y no sólo a derrotarlo.
Pero imaginar una república completamente purgada de populismo sólo sería posible si pudiera imaginarse un país sin pueblo. Una de las cosas que muestra Breve historia del antipopulismo es que eso, en Argentina, es sencillamente imposible. El libro de Ernesto Semán muestra que no puede gobernarse un país que no se comprende; la obra advierte, sin embargo, que ese comprender requiere no sólo rumiar obsesivamente sobre el adversario sino, sobre todo, sobre uno mismo. Por eso mismo, no sólo habla del pasado y del presente sino que apunta a un futuro en el que seguramente seguirá siendo leído.
MEC
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