Bergoglio, o el sumo pontífice indirecto del nacionalismo argentino global
Aunque empiecen a verse más lejanas, más erosionadas en sus contornos, de lo que creemos y declaramos cuando no las buscamos de frente con nuestra mirada, las figuras incompatibles de Juan Domingo Perón y de Jorge Luis Borges dominan, más que cualquier competidor, las vidas literaria y política de la Argentina en el largo siglo XX.
Por el contrario, en el breve siglo XXI, vemos todavía sin distancias a la figura de Jorge Mario, cardenal Bergoglio.
Como si el papa Francisco fuese un arzobispo de Buenos Aires al que en 2013 una Suma del Poder Público le hubiera sido conferida por el Cónclave Cardenalicio en vez de por la Legislatura Porteña.
Que el líder peronista y el papa peronista eligieran para su estima y respeto o aun para su máxima predilección secreta la teoría militar y política de un estratega del Imperio Británico, sir Basil Henry Liddell Hart, y que el escritor anglófilo, masónico y unitario también pusiera en su balotaje a un candidato votado por las tropas federales y clericales sorprende. Aunque el asombro no provenga del desconcierto, sino de la desconfianza ante nuestra súbita intuición del armónico concierto de estas afinidades electivas.
El perfecto jesuita
En El papa peronista (2019), Ignacio Zuleta apunta directamente que el ascenso de un nacionalista argentino al trono vaticano de San Pedro es el acontecimiento global más importante de la historia de la República bicentenaria. En El papa peronista vemos desplegados y detallados, en una narrativa sin inconsecuencias -certera en su distinción permanente de lo principal y de lo accesorio-, para qué diferentes usos y fines sirvieron a Francisco, en el curso de su biografía intelectual y su acción política, en niveles cuyas conexiones íntimas pero invisibles al ojo desnudo Zuleta supo hallar –antes que construir- , instrumentos críticos de los que el jesuita se dotó en la frecuentación de la estrategia de la aproximación indirecta. Aun sin conocer nada de esta guía para la acción de Liddell Hart, ya su nombre sugiere una recomendación de discreción e indirección, y que por tanto, de seguírsela con buen éxito, sus resultados serán tan rotundos como discretos.
Al buen éxito de las carreras nacionales e internacionales del general presidente, del escritor influyente y del jesuita pontífice no habría sido indiferente la fe que compartieron en el valor de los escritos (y la doctrina) de un ex capitán británico. En todo caso, el mayor entusiasmo por Liddell Hart, y la mayor persistencia en el tiempo de la expresión de ese entusiasmo, corresponden al Papa. Y de estas tres carreras argentinas, la del hoy Líder Espiritual de 1400 millones de católicos es aquella que sin duda culminó en un acontecimiento de primera selección y clasificación para una historiografía guiada por el principio que enuncia el título de aquel gran emprendimiento, dirigido por el alemán Guillermo Oncken, cuyos muchos tomos un Profesor de Historia del Colegio Militar –Juan Domingo Perón- leyera con tanta fruición y provecho (en las lujosas encuadernaciones, en las páginas satinadas ilustradas con grabados al acero de la edición barcelonesa de Montaner y Simón): Historia Universal.
Luces directas sobre la aproximación indirecta
En 1929, Liddell Hart publicó el libro The Decisive Wars of History, que después, revisado, sería la primera parte de otro más extenso, publicado en 1941, The Strategy of Indirect Approach y reimpreso al año siguiente, el de la batalla de Stalingrado, bajo un título más asertivo, The Way to Win Wars. Una nueva edición, corregida y aumentada, fue publicada en 1954 como Strategy: The Indirect Approach.
Es el libro de un militar, y su objetivo es bilardista: ganar. Ganar batallas para, de golpe, casi sin caer en la cuenta –como dicen que se fueron acumulando los territorios del Imperio Británico, absentmindedly-, como en un reconocimiento de belleza terrible, como en una tragedia, advertir que hemos ganado una guerra. Por tanto, jamás acercarse de frente como la mole de una torre, siempre de costado, en diagonal como un alfil (obispo, en el ajedrez), sin ofender al beligerante contrario con una ofensiva al centro de gravedad de su nervio y sus fuerzas y, así, sin forzarlo nunca a defenderse en plena forma. Aunque por detrás de tanta oblicuidad y circunloquio estratégicos haya un objetivo lúcido, único, homogeneizador: cortar al jefe de los otros, romper la cadena de mandos, y decapitado, el cuerpo militar enemigo entrará en convulsión, y las partes se separarán del todo. La victoria no será ni total ni inmediata: es una muerte con agonía y coma inducidos. Y para el triunfo, además, la muerte no es necesaria, ni acaso preferible. Basta con la parálisis del enemigo.
“La aproximación indirecta fue muy leído en la Argentina –dice Zuleta. La versión en castellano de la Biblioteca del Oficial del Círculo Militar es una de las pocas ediciones hoy disponibles. Fue libro de cabecera de muchos nacionalistas argentinos y es uno de los libros de cabecera de Bergoglio, cuya lectura suele recomendar también hoy a quienes lo visitan en el Vaticano: ‘Búsquenlo, no lo van a encontrar en las librerías, pero está en Internet, y a veces aparece en Mercado Libre’”.
“El ejemplar personal de Bergoglio –continúa El papa peronista- le llegó cuando él se acercó a algún tipo de militancia, y de manos del conductor de la Guardia de Hierro, Alejandro Álvarez. Ha salido en préstamo de su biblioteca personal para amigos seleccionados, y cada vez ha sido celosamente recuperado. Es la primera recomendación para quienes le piden inspiración y consejos. Como Daniel Scioli: primero lo leyó en la pantalla de su celular en la versión que sus secretarios le descargaron de Internet y después consiguió el libro en papel.
Quien lea la teoría de Liddell Hart va a entender paso a paso los gestos aparentemente contradictorios del Papa. La doctrina estratégica del ex capitán británico se complementa con fórmulas estrechamente ligadas al método jesuítico, como la meditación, el discernimiento, la metáfora geométrica aplicada a las situaciones. Su emblema es el poliedro“.
Los sumos pontífices secretos del reino de este mundo
Escrito u oral, Borges repetía que A History of the World War de Liddell Hart era uno de sus tres libros de cabecera. Que citara así el título de este libro que después se revisó como uno de Historia de la Primera Guerra Mundial muestra que su dilección fue temprana y anterior al volumen sobre la estrategia indirecta. El escritor siguió recomendando a este capitán con celo proselitista no desemejante al que hoy sigue animando a Su Santidad.
En 1938 Borges reseñó para El hogar, con todo su fervor de Buenos Aires junto, Europe in Arms, del mismo Liddell Hart. Uno de los cuentos mejor conocidos de Borges, “El jardín de senderos que se bifurcan” (1941), empieza así: “En la página 252 de la Historia de la Guerra Europea de Liddell Hart, se lee que una ofensiva de trece divisiones británicas (apoyadas por mil cuatrocientas piezas de artillería) contra la línea Serre-Montauban había sido planeada para el 24 de julio de 1916 y debió postergarse hasta la mañana del día 29”.
Ya por entonces, Liddell Hart estaba presente en la obra de Perón, quien lo cita, glosa y comenta sin cortedad pero con sobriedad castrense. Por ejemplo, en su libro de 1939 sobre la guerra franco-prusiana. Todo invita a creer que el conocimiento de esta presencia parece insospechable en Borges. Y el Papa parece también descartar haberse anoticiado por Perón de este detalle específico, porque ha expresado no pocas veces su desconocimiento general de la obra escrita del General tres veces Presidente.
Zuleta menciona la atracción que Liddell Hart había ejercido sobre el pensamiento nacionalista y la historiografía revisionista argentinos, aquellos lectores que estuvieron antes que el líder de la Guardia de Hierro, quien por ellos lo conoció. Acaso el que más públicos hizo su reconocimiento y su divulgación del estratega y analista militar inglés fue Julio Irazusta, quien conocía muy bien los libros de sir Basil Henry Liddell Hart, y no solamente los más salientes. Ex alumno oxoniense, el gran político nacionalista entrerriano e historiador revisionista argentino, estudioso de la correspondencia (completa) del Restaurador de las Leyes bonaerense y del paduano Tito Livio, revalidó década tras década su gusto anglófilo en el país francófilo.
El Capitán, el Escritor, el Papa y Perón
En 1944, Liddell Hart fue 'caminado' por los servicios de inteligencia británicos, por el MI5. Sus llamadas telefónicas y su correspondencia epistolar fueron interceptadas, porque el estratega había hecho circular un folleto, Some Reflections on the Problems of Invading the Continent, donde hacía reflexiones exactas y válidas inferencias sobre el inminente desembarco aliado en Normandía, que la inteligencia británica creyó que sólo podían ser fruto de una filtración.
La investigación demostró que esto no era así, que se trataba del acierto de la inteligencia especulativa de Liddell Hart, que no fue molestado. Y que él tampoco había sido la supuesta fuente de una filtración -que nunca había existido- del general Alfred Pile, a cargo de las defensas antiaéreas de Gran Bretaña.
La biografía Liddell Hart: A Study of his Military Thought, publicada en 1977 por su amigo el historiador militar Brian Bond, señala la influencia de Liddell Hart en la victoria de Israel en la Guerra de los Seis Días de 1967. Una influencia desestimada después por fuentes militares y académicas israelíes.
Liddell Hart sólo vivió, alternativamente, períodos de mucho reconocimiento que alternaron con otros de extremo desconocimiento. Él se había ocupado de obtenerlo, a través del estímulo, o fabricación, de la comprobación a posteriori de sus dotes analíticas, o proféticas.
Los libros de las décadas de la Segunda Posguerra, donde informó al mundo de su propia influencia en las campañas más exitosas de la Wehrmacht, fueron reseñados con entusiasmo. Confirmaban o revelaban una tesis patriótica, a priori halagüeña para los Vencedores. La Alemania nazi, a la que retrospectivamente podían ahora reprochar su esterilidad intelectual, sólo habría obtenido sus victorias fulminantes gracias a recetas copiadas de un estratega inglés y conservador. Que no era otro que el autor de la Aproximación indirecta.
Sólo después de la muerte de Liddell Hart en 1970 declinó la lectura beata y acrítica de su obra histórica. Pero si las mistificaciones favorecidas por el pensador militar sobre determinados hechos del pasado no son precisamente una ayuda para convalidar la vigencia de su teoría estratégica, hay que decir que tampoco vulneran su valía. Así lo entendía Borges. Y Perón, que murió en su lecho, siendo presidente de la República Argentina. Y así lo entiende Bergoglio, que esta semana cumple en el Vaticano diez años de activa vida pastoral como sumo pontífice de la Iglesia Católica Romana.
Cuando joven, Ratzinger, el antecesor alemán del Papa argentino, había sido soldado de ese Ejército del Tercer Reich que primero ganó batallas y después perdió la guerra gracias a la doctrina de la aproximación indirecta del Capitán inglés. Benedicto XVI abdicó al trono de San Pedro. Como Perón, Francisco I nunca va a renunciar.
AGB
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