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Brasil elige otra vez entre Lula y Bolsonaro: la misma feijoada, pero más picante

El presidente Luiz Inácio Lula da Silva pronuncia un discurso el 12 de septiembre en el Museo Nacional de Río de Janeiro en la celebración por el retorno a la República Federativa de Brasil del Manto Tupinambá, una pieza artística textil indígena retenida durante 300 años por el Reino de Dinamarca.
28 de septiembre de 2024 00:01 h

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El 16 de agosto arrancó en Brasil la campaña electoral de la elección de mayor relevancia mundial de las celebradas en el mes de octubre en un año 2024 que ha sumado más elecciones internacionales en las democracias del planeta desde 1945. Cuando terminaba la Segunda Guerra Mundial, en la cual Brasil combatió como nación beligerante en suelo europeo contra el Eje de la ultraderecha fascista. Sin embargo, desde 2013 y el repudio callejero al Partido de los Trabajadores (PT) que llevó en 2016 al impeachment y destitución de la presidenta Dilma Rousseff, a la condena por corrupción y encarcelamiento del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva en un proceso judicial corrupto, y al triunfo de Jair Messias Bolsonaro en las presidenciales de 2018, la derecha se ha convertido en la más poderosa, y combatiente, de las fuerzas políticas brasileñas.

Los rendimientos marginales decrecientes de la moderación en tiempos de violencias crecientes

La polarización entre una centro-izquierda socialdemocrática calificada por sus adversarios como marxismo comunista revolucionario y una derecha en verdad cada vez más extrema “en Brasil llegó para quedarse”, dijo esta semana José Dirceu, ex jefe de gabinete y factótum de los dos primeros periodos de Lula (2003-2011). Y ha sido más violenta en las campañas para estas elecciones municipales del primer domingo de octubre de 2024 de lo que había sido en las campañas para las presidenciales del primero domingo de octubre de 2022.

La violencia desplegada por contrincantes y campañas que se disputan la jefatura de gobierno de la ciudad de San Pablo, la ciudad más rica, más moderna y más poblada del país, y una de las más prósperas, pujantes y populosas del mundo, es a la vez el símbolo conceptual y la crasa manifestación del nuevo horizonte. Al punto de que las batallas políticas más mediáticas, que no excluyen la violencia física y desde luego verbal entre candidatos que compiten por retener o ganar un mismo cargo en los gobiernos locales, se den en una guerra entre la derecha y la extrema derecha. Y la esperanza del PT, no sólo en San Pablo, sino también en Rio de Janeiro, en Belo Horizonte, en todo el Brasil, es el drenaje al oficialismo de los votos de quienes, si no apoyan al presidente ni adhieren a la centro-izquierda, al menos repudian la figura de Bolsonaro y la de sus seguidores y sus imitadores que lo emulan con un buen éxito que ha llegado a intranquilizar y acaso descorazonar el ex presidente.  

Si el Brasil es uno de los ejemplos favoritos de quienes señalan un corrimiento global hacia la derecha de todos los sistemas ideológicos y partidistas globales, lo es también de un universo político en el cual el crecimiento y diversificación del espacio político de las derechas es un fenómeno más amplio y pertinente que el desplazamiento de signo derechista y ex socialista de las izquierdas tradicionales en su conjunto.

La vibrante diversificación de la oferta electoral de derecha y ultraderecha

Si el Brasil es uno de los ejemplos favoritos de quienes señalan un corrimiento global hacia la derecha de todos los sistemas ideológicos y partidistas globales, lo es también de un universo político en el cual el crecimiento y diversificación del espacio político de las derechas es un fenómeno más amplio y pertinente que el desplazamiento de signo derechista y ex socialista de las izquierdas tradicionales en su conjunto. Una derecha menos nueva en sus doctrinas y discursos que en la apertura transparente y desacomplejada expresión abierta de formas, manifestaciones, maneras y orientaciones de gobierno predilectas.

La victoria del ex capitán del Ejército y ex diputado federal carioca Bolsonaro en las presidenciales de octubre de 2018 consumó las bodas del neoconservadurismo social, el neoliberalismo económico. El proselitismo religioso de un ex oficial y ex paracaidista que reivindica el golpismo de las FFAA de 1964 guiado por la misión de hacer de la laica república, fundada por los militares golpistas pero positivistas y masónicos de 1889, un Estado cristiano.

El resultado es que nuevos rostros de la política están ganando poder gracias a una estrategia agresiva, marcada por polémicas dentro y fuera de las redes socialesEs el caso de Pablo Marçal, un coach e influenciador, que contaba con más de cinco millones de seguidores en Instagram. Su perfil fue suspendido por la Justicia después de que acusara sin pruebas a Boulos de ser consumidor de cocaína durante un debate electoral.

Marçal, que ganó notoriedad en 2022 cuando fue candidato a la presidencia, se declara anti-sistema y podría arrebatar este título a Bolsonaro, que en el pasado le apoyó. Su intención de voto crece como la espuma en las encuestas y ya representa una amenaza para los dos principales candidatos con un 21% de favoritismo, según la reciente encuesta del Instituto Datafolha.

Millones de votantes, medio millón de candidaturas, miles de ciudades, una sola opción: Lula o Bolsonaro

El 6 de octubre, 153 millones votantes dirimirán en las urnas de la República Federativa de Brasil quién gobernará y quien legislará en 5.569 ciudades de este país de dimensiones continentales. En total hay 453.302 candidaturas enfrentadas, según el Tribunal Superior Electoral (TSE), un 21% menos que hace cuatro años. Medios y analistas explican esta baja a la disminución de la confianza ciudadana en la política tradicional, el costo elevado de las campañas electorales y las limitaciones impuestas por las coaliciones a los partidos que las integran.

Para algunos politólogos, esta fecha tiene el mismo peso que las elecciones de medio mandato en los Estados Unidos y sirve para evaluar la popularidad del presidente en el cargo. También es un termómetro para medir el grado de polarización, que comenzó en la época de Dilma Rousseff y se agudizó con Bolsonaro. Una muestra de ello es que cerca de 300 candidatos han optado por adoptar el nombre de Lula o Bolsonaro en su campaña. 'Lula de la Cachaça [pinga]', 'Lula del Bien', 'Querida Bolsonaro' y 'Negona de Bolsonaro' son algunos ejemplos.

Desde hace meses, las dos principales figuras políticas estudian minuciosamente el mapa de Brasil para escoger a sus candidatos o tejer alianzas en las principales ciudades. Un caso es São Paulo, la urbe más rica y populosa del país, donde el actual alcalde Ricardo Nunes, apoyado por Bolsonaro’ enfrentará al diputado federal Guilherme Boulos, considerado el delfín de Lula.

Sin embargo, la misma polarización, que en 2018 consolidó a Bolsonaro en el poder, puede contribuir ahora al rechazo de los candidatos apoyados por Lula y su rival. Una encuesta realizada a finales de julio por Datafolha analizó la influencia de estos padrinos políticos en las elecciones de São Paulo. Más de la mitad de los votantes (56%) reconoció que estaría dispuesta a cambiar su voto, si el candidato cuenta con el apoyo de un político al que rechaza. Otro estudio realizado por varias universidades federales revela que el 40% de los entrevistados rehusaría votar por un aliado de Lula. En el caso de Bolsonaro, el rechazo asciende al 49 por ciento.

La segunda vuelta está fijada para el 27 de octubre. Pero sólo en aquellos municipios con un padrón electoral que supere las 200 mil personas inscritas, y donde ninguna candidatura a la Jefatura de gobierno alcance la mayoría absoluta.

El ring de box es cosa de machos

En un intento de estimular la incorporación de las mujeres a la política, la Justicia Electoral determinó que a partir de 2022 los partidos políticos también están obligados a destinar al menos el 30% de los recursos públicos a campañas de mujeres. La cuota se aplica al Fondo del Partido y al Fondo Electoral. Los partidos, además, están obligados a destinar el 30% de su tiempo de publicidad gratuita en radio y televisión a las mujeres.

En las elecciones municipales de 2020 fueron elegidas 658 mujeres como alcaldesas, entre primera y segunda vuelta. Esto significa que hoy, al cumplimiento de sus mandatos de cuatro años, sólo el 11,8 % de las ciudades brasileñas tienen una mujer en la jefatura de su gobierno.

En las elecciones municipales de 2020 fueron elegidas 658 mujeres como alcaldesas, entre primera y segunda vuelta. Esto significa que hoy, al cumplimiento de sus mandatos de cuatro años, sólo el 11,8 % de las ciudades brasileñas tienen una mujer en la jefatura de su gobierno.

En las elecciones del 6 de octubre el número de mujeres también es el más alto de los últimos 24 años. Hay 156.519 candidatas mujeres, es decir, el 34,7% del total registrado ante el TSE. Conviene morigerar el entusiasmo que puede provocar esta noticia. Ya hay en Brasil una expresión para la modalidad de elusión del cupo femenino adoptada por los partidos: las llamadas “candidaturas naranjas”. Es decir, candidaturas falsas usadas sólo para cumplir, en apariencia, con la cuota. 

AGB/JJD

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