Las negras de Colombia y los indios de Ecuador
Veintidós años atrás, este panoramista era editor de un diario porteño y Jamil Mahuad era presidente de Ecuador. El periodista iba a seguir editando un buen rato en la avenida Belgrano, pero al líder de Democracia Popular le quedaban pocos días en el Palacio de Carondelet. La marcha de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie) había llegado a Quito. Las FFAA vacilaban. ¿Qué hacer? ¿Desobedecer al presidente que había dolarizado el país? ¿Obedecer a la CONAIE que había ocupado la capital ecuatoriana? La situación lucía lo suficientemente grave (y vistosa) como para que la televisión argentina le dedicara minutos de aire.
No había pasado ni un mes desde la asunción de Fernando de la Rúa cuando la mayor organización indígena de Ecuador había tomado la Plaza de Mayo quiteña. En aquella época, sin Twitter, sin redes sociales, los jefes de los medios todavía no podían saberlo todo de antemano. Venían y preguntaban. Y como tampoco había wsp, el Director del diario atravesó la redacción hasta la isla de Internacionales. Y preguntó por el futuro de Mahuad, “yo lo conozco, es mi amigo, no es de derecha”. Escuchó lo que le contábamos, pero no oía lo que buscaba averiguar. Interrumpió, “a ver, Alfredo, estos indios, ¿son de izquierda o son de derecha?”. La pregunta era mucho más buena entonces de lo que nos parece ahora. El editor a cargo se quedaba callado. Por suerte, estaba una redactora, Florencia Grieco (ningún parentesco con el editor), que dio la buena respuesta. Era una redactora A -en aquella época no se escondían detrás de eufemismos las jerarquías, y la respuesta era tan buena entonces como ahora. “Son indios, Ernesto”.
En Quito, las FFAA y de Seguridad se abstuvieron de reprimir a la protesta social. El 21 de enero de 2000, el centroizquierdista que había decretado la dolarización e impuesto el corralito ya no era más el presidente de Ecuador. Mahuad no llegó a completar ni un año y medio de gobierno. Este sobrio ex alcalde de Quito había ganado las elecciones de agosto de 1998 con una campaña de desprestigio, acusando de corrupto a Abdalá Bucaram, farandulero ex presidente con estilo de funcionario menemista pizza-con-champán. El 10 de diciembre de 1999, Carlos Menem transmitió el mando a De la Rúa. El 20 de diciembre de 2001, el aburrido ex jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aries, el líder de la Alianza centroizquierdista que había sostenido la convertibilidad un peso un dólar hasta el último día y decretado el corralito ya no era más el presidente de la Argentina. El 2000 ecuatoriano prefiguraba el 2001 argentino.
En 2002, el centroderechista Eduardo Duhalde asumió la presidencia. Así definían al peronista bonaerense las agencias de noticias. Con invertido automatismo, hoy Todos es centroizquierdista y Juntos centroderechista.
Pero, ¿y la gente que llenó la Plaza de Mayo? Ya no eran aluvión zoológico, ni cabecitas negras. No valía una designación, ni autoidentificación, étnica. No eran indios cabreros. En una simplificación brutal, los votos que estaban en las calles del 2001 nutrieron la década ganada del kirchnerismo.
¿Y los indios de Quito? La CONAIE sigue ahí, ahora mismo, en Quito, este penúltimo fin de semana de junio. Movilizada, la Confederación de Nacionalidades Indígenas llegó a la capital ecuatoriana después de una larga marcha. Vino a presentar sus reclamos al presidente conservador Guillermo Lasso, que acaba de cumplir su primer año de gobierno. La articulación de un haz de reclamos sociales y económicos nítidamente expresados y consistentemente priorizados está en el corazón más profundo de la CONAIE, hasta el punto de ser inseparable y constitutivos de su programa y aun de su existencia.
A las nacionalidades indígenas pertenece en Ecuador más de un millón de personas en un país de más de 17 millones de habitantes. El reconocimiento étnico recíproco establece quiénes integran a las organizaciones indígenas. Como movimiento social, sin embargo, las reivindicaciones étnicas o de derechos de pueblos originarios conforman uno de los núcleos de su ideario. No es aquel que los movilizó en 2000, ni ahora en 2022. En buena medida, porque entre Mahuad y Lasso se extiende la década ganada del socialista del siglo XXI Rafael Correa. Que reformó la Constitución. Hoy el Ecuador y Bolivia dejaron de ser Repúblicas para convertirse en los dos primeros Estados Plurinacionales de América. Como lo será Chile, si la ciudadanía aprueba en un plebiscito el texto de la nueva Ley Fundamental que redactó la Convención Convencional.
Vámonos con el malón
Muchas de las mayores aspiraciones de la CONAIE son territoriales, campesinas. Muchos principios no se distinguen de aquellos que encendían y guiaban luchas políticas o guerrilleras de la izquierda. Como en el caso del sindicalista cocalero aymara y boliviano Evo Morales, que después llegó a la presidencia como candidato de un partido llamado Movimiento al Socialismo, son la eficacia y lucidez militantes, no el identitarismo indígena, lo que los vuelve líderes sociales de movimientos que bajo consignas compartidas ordenan una base varias veces superior en su número a la colectividad de los pueblos originarios entera. Así ocurrió en octubre de 2019, cuando las protestas ecuatorianas por el aumento de los combustibles, al frente de las cuales se había colocado Leonidas Iza, el titular de la CONAIE, hicieron dar marcha atrás al gobierno de Lenín Moreno, y recapitular la política económica. Como fueron estudiantes, en Chile, quienes en octubre del mismo año encendieron el estallido social que lleva a la presidencia de Gabriel Boric al resistirse a pagar un aumento del precio del pasaje en el metro de Santiago.
En Ecuador, es la CONAIE quien alinea a los sindicatos y a los estudiantes y ocupa la vanguardia de la lucha. Aquel protagonismo que resultaba menos fácil de prever por Mahuad en 2000, ya no lo era en absoluto para Moreno en 2019, y mucho menos hoy por Lasso.
En esa capacidad para encolumnar a sectores muy amplios de la población y la opinión, desempeña un papel decisivo una virtud en absoluto romántica, en nada miserabilista, ni una pizca woke. Es la excelencia disciplinada, extrema, insomne de muchas comunidades indígenas andinas para la administración de sus negocios y economías. Nunca una marcha pide una transferencia directa de recursos del Tesoro, sino la garantía de la preservación de un entorno estable, y favorable a sus actividades. La disciplina, habilidad, firmeza, constancia, que ha llegado en algunas áreas de Bolivia y Ecuador a dotarse de servicios financieros propios, contrasta con la torpeza grosera de las medidas que las élites, que hacen de su saber la justificación de su privilegio y poder, diseñan e imponen a la sociedad entera, pero que son más pesadas a medida se desciende en la pirámide del empleo, y que su base se amplía.
El indio verde
En los Andes Centrales, tres países que concentran en América del Sur la más elevada proporción de personas que se identifican como indígenas ante el Censo nacional. Bolivia tuvo a Evo como presidente por tres mandatos sucesivos. Perú tiene hoy en Pedro Castillo a un presidente provinciano, serrano y campesino. En las elecciones presidenciales de Ecuador de febrero de 2021, el tercer lugar fue de Yaku Pérez. Muy pocos votos faltaron a este indígena candidato de un partido de inspiración indígena para convertirse en el rival del correísta Andrés Arauz en el balotaje, pero monótonos escrutinios exhaustivos dirimieron el empate técnico primigenio de Pachacutik a favor del Movimiento Creando Oportunidades del actual presidente Lasso.
Son también campeones los movimientos indígenas y de minorías étnicas y regionales en el activismo mediombiental y en la intransigencia antiextractivista. Abrigadas por el ropaje de creencias nativas, expresadas en el lenguaje y con las metáforas de la cultura indígena, las ideas de Yaku son ecologistas, como las de Evo desarrollistas.
En Ecuador, Pachacutik pudo haberse convertido en un partido de gobierno, como el Partido Verde lo es hoy en Alemania. Que se detenga un plan de explotación petrolera en santuarios naturales indígenas es otro de los reclamos para los que la CONAIE está esperando en Quito una respuesta del vencedor de Yaku.
La negra buena y la negra mala
En Colombia, en el binomio de la candidatura del Pacto Histórico de la izquierda en el balotaje del domingo, acompaña a Gustavo Petro una Premio Nobel del Medio Ambiente, Francia Márquez, oriunda del litoral pacífico, y autodefinida como afrocolombiana. Pero sea quien sea que gane la segunda vuelta, la próxima vicepresidenta será la primera mujer afrocolombiana en acceder al cargo, y quedar primera en la línea de sucesión presidencial. Porque también Rodolfo Hernández, un outsider de la política, e insider de la antipolítica, que hizo campaña por las redes sociales con una plataforma anti casta y anti corrupción, lleva como compañera a una mujer afroamericana, la bióloga y académica Marelen Castillo.
Más acá de los méritos de una y otra, en la decisión de campaña de elegir a dos mujeres afroamericanas para completar el binomio hay un legítimo cálculo de rédito electoral. En esta selección de sus más jóvenes compañeras coincidieron el sexagenario ex alcalde de Bogotá y el septuagenario ex alcalde de Bucaramanga.
Los anima la certeza de que su decisión bien vista. Y no la destinan a la aprobación del electorado afrocolombiano, que es rural y geográficamente marginal, sino al mucho más amplio electorado joven y urbano. Un universo de votos que quieren seducir, y arrancarlo del letargo abstencionista. Sin embargo, en otros estratos, los estereotipos del colonialismo interno subsisten. La negra aspirante a vice, dicen, debe lucir herida, sufrida, cicatrizada, pero nunca resentida; bien educada, respetuosa, ni gritona ni guaranga. Debe ser como la negra doctora, la que va con el empresario multimillonario Hernández, no como la negra militante, la que va con el ex guerrillero: “Prefiero de vicepresidenta a una católica negra como Marlén Castillo, que a una negra santera como Francia Márquez”, tuiteó Miguel Polo Polo, un ex candidato a la Cámara de Representantes.
En el siglo XX, la historia militar de las guerras y la historia de las luchas políticas eran contadas desde el punto de vista del combatiente; en el siglo XXI, el protagonista es la víctima. Para la candidatura presidencial de un varón blanco y poderoso, lo que más paga como vice es una mujer de una minoría discriminada. Aunque nunca podremos medir cuánto pesó la fórmula en el triunfo electoral, en los dos extremos del continente americano dos candidatos les hicieron caso a sus asesores, y tuvieron éxito. En 2020 el presidente Joe Biden con Kamala Harris y en 2016 Mauricio Macri con Gabriela Michetti.
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