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Al final, no era tan así
Opinión

La política exterior no da votos, pero puede pesar más que el conurbano

Los presidentes de Rusia, Vladimir Putin, y de China, Xi Jinping, reunidos en Beijing.

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El estratega político Iván Redondo, famoso por haber sido uno de los artífices de algunos de los éxitos más destacados del presidente español, Pedro Sánchez, afirma de forma categórica que la política exterior no da votos. En términos electorales, el mandatario socialista conseguía más votos si participaba de un mitín en una ciudad perdida de Andalucía que si acompañaba al canciller alemán, el presidente francés y el primer ministro italiano en un viaje en tren a Ucrania para que los diarios europeos dejaran inmortalizado el apoyo “histórico” de la Unión Europea a Kiev en su guerra con Rusia.

En Argentina debe suceder lo mismo. Por eso ningún candidato le dedicó tiempo en las últimas semanas al conflicto militar en Europa, y a lo sumo un párrafo al israelí-palestino, que amenaza con escalar hasta convertir Medio Oriente en un polvorín con nuevas implicancias para la economía global. Ahora bien, el lunes se habrá votado y el país tendrá un presidente o dos candidatos disputándose la presidencia en un nuevo cruce electoral el 19 de noviembre.

Como sea, la política exterior no podrá dejarse de lado. Los cambios que se producen en el mundo tendrán un impacto fuerte en Argentina, aunque la dirigencia local esté poco interesada en chusmear la sección internacional de los medios de comunicación o hacerse unos minutos de zapping por las cadenas de TV internacionales. 

Esta semana quedó demostrado de forma muy clara que el mundo está y estará por algunos años (sino décadas) partido en dos, como sucedió durante la guerra fría en la segunda mitad del siglo XX. Mientras el canciller alemán Olaf Scholz y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, viajaban de urgencia a Israel para darle su apoyo a Benjamin Netanyahu, y evitar que el conflicto escalara (sin éxito), los presidentes de China, Xi Jinping, y de Rusia, Vladímir Putin, celebraban con sonrisa publicitaria el récord de 200.000 millones de dólares de intercambio bilateral, y se tiraban flores uno al otro sobre los éxitos de su “profunda amistad” en el marco del décimo aniversario de la Iniciativa de la Franja y la Ruta.

Aunque Occidente se esfuerce en lograr que Pekín le suelte la mano a Moscú, cada día se suma un nuevo indicio que indica lo contrario. China no está dispuesta a romper su vínculo con Putin, y menos en post de un orden global que ya nadie respeta ni persigue. Si quedaba alguna duda de que Naciones Unidas y el orden internacional surgido después de la Segunda Guerra Mundial constituían solo un lindo apunte para usar en los discursos de la Asamblea General, la respuesta de Israel al ataque terrorista de Hamas el pasado 7 de octubre, terminó de confirmarlo. 

Lo que viene es un mundo dividido entre las democracias occidentales, por un lado, y China y Rusia, por el otro, con el concierto de potencias medias y países en desarrollo lanzados a la difícil tarea de divisar un camino propio que sirva a sus intereses o, de mínima, no los deje enemistados con unos y otros. El mundo está en guerra, militar pero también comercial. Basta con ver el berenjenal que se está armando en torno a la estratégica industria verde automotriz, con China lanzándose a conquistar mercados con precios de remate, y la Unión Europea denunciando subsidios encubiertos para bloquearle el mercado europeo a los chinos. 

En este contexto, el panorama geopolítico que se abre para la Argentina es tan incierto como el escenario electoral de este domingo. Pensemos por un momento en el corto plazo y el rol que ocuparía Argentina de cara a un agravamiento del conflicto israelí-palestino.

La política exterior de los tres candidatos reúne más preguntas que certezas. Javier Milei, para empezar, dijo que su primer viaje al exterior como presidente sería a Israel. Para un candidato más acostumbrado a gritar la falta envido que a irse al mazo aún sabiendo que suma menos de veinte puntos, no sorprendería que en el medio de una guerra regional continuará adelante con la idea de visitar Tel Aviv.

El hecho no es similar a una visita de Biden o de Scholz. ¿Está preparada Argentina y sus servicios secretos para neutralizar los efectos de un alineamiento total con Israel en un país con una de las comunidades judías más numerosas del mundo? ¿Se le ocurrirá enviar militares argentinos a Medio Oriente si el conflicto escala y Netayanhu se lo pide tal como sucedió con el gobierno de Menem durante la Guerra del Golfo?

El caso de Sergio Massa se asemeja más al del intrincado y riesgoso camino que bordea siempre el abismo entre el éxito y el fracaso. Bien conectado con Washington pero también con los funcionarios del Partido Comunista de China, el candidato de Unión por la Patria también circula por un andarivel diminuto respecto al conflicto israelí-palestino. Días atrás, el ministro de Economía afirmó que, en caso de ser presidente, incluiría al grupo palestino Hamas en la lista de organizaciones terroristas de nuestro país. Mientras que el convite calza perfecto con los intereses de Tel Aviv y la Casa Blanca, es probable que moleste en el Emirato de Qatar.

Además de haber sido uno de los prestamistas de última instancia que ayudó al ministro a sortear las exigencias del FMI, el gobierno qatarí es uno de los principales sostenes morales y financieros de Palestina, pero también de Hamas. Hay que preguntarse sino por qué los líderes y voceros políticos más importantes del grupo terrorista realizan todas sus apariciones desde territorio qatarí. Con un conflicto exacerbado cualquier paso, aún uno simbólico como el que propone Massa para Hamas, puede afectar sensibilidades con consecuencias nada desdeñable para nuestra economía. ¿Qué camino seguirá el candidato de Unión por la Patria, la Tercera Posición de Juan Domingo Perón o un posicionamiento picante para marcar las inconsistencias y contradicciones del Orden Internacional? En el primero de los casos, las sutilezas y la inteligencia diplomática pondrán en aprietos al más capaz de los cancilleres. 

Por último, habría que ver qué sucede con la brújula de Patricia Bullrich. Abrevará en la política de pragmatismo futbolero que ejerció con claroscuros el expresidente Mauricio Macri o buscará parecerse más a los radicales de Frondizi e Illia que, con sus diferencias, persiguieron posturas de corte autonomista aunque procurando no descuidar el vínculo con Estados Unidos.

Por momentos, la candidata de Juntos por el Cambio emula a Massa, pero en otros se parece más a Milei. Con Washington el alineamiento es casi inmediato. Sin embargo, cabe preguntarse qué relación construirá con China, cuando no se guarda ninguna crítica al aliado ruso, Vladímir Putin; reniega del ingreso de Argentina a los BRICS, y/o está siempre lista para denunciar las “dictaduras” que asolan al mundo olvidándose que en China, un comprador clave de los productos argentinos, el régimen político establecido no es precisamente la democracia.

En este contexto, ¿se alineará profundamente con Israel en su guerra en Medio Oriente? ¿Emprenderá una escalada retórica y diplomática contra Irán (que para Juntos por el Cambio debe ser el “kirchnerismo” de Medio Oriente)? ¿Se mantendrá al margen y participará sólo a través de los canales e iniciativas que surgen en Naciones Unidas?

En los días siguientes, con los resultados en mano, y después de las necesarias recorridas por los canales de televisión y/o por los barrios del conurbano y el resto de nuestro país, el presidente o los candidatos deberían ir viendo cómo dar respuesta a algunas de estas, además de otras preguntas, sobre el lugar que intentará ocupar Argentina en el escenario internacional. 

AF/JJD

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