Junto a un río con orillas
No siempre lo inusual es bueno. Lo contrario, en cambio, se verifica en la mayoría de las ocasiones. Por lo menos en el campo de lo que puede identificarse como arte –un campo poblado de incertezas, desde ya– el valor siempre tiene algo que ver con eso que los formalistas llamaban extrañamiento: hacer que algo sea visto –escuchado– como por primera vez. La música sucede en el tiempo. Y sucede sobre la base de previsiones. De expectativas. La música las crea, navega por las convenciones, genera deseos y después, como con todo deseo, el secreto es mantenerlos. No puede satisfacerlos del todo (desaparecerían) pero tampoco puede desentenderse de ellos (se abandonarían). Podría pensarse que la música, como la vida, funciona con satisfacciones transitorias que, claro, generan nuevas tensiones y necesidades. Todo esto para hablar de un disco que es inusual y que es bueno. Condenadamente bueno, diría una traducción española de un escritor estadounidense. De hecho, uno de los mejores escuchados en mucho tiempo.
Benarés podría ser entendido, en una primera instancia, como un disco de jazz. Pero sería injusto. Porque se trata de un disco de música, pensado e interpretado y jugado (en inglés, ventaja considerable, se trata de una sola palabra), y recorrido placenteramente por cinco de los mejores músicos de jazz argentinos del momento. Es más, su vocabulario es el del jazz: los acordes, los modelos de desarrollo basados en la improvisación, el concepto de independencia de las voces, el papel preponderante de instrumentos y funciones que en otras músicas están claramente subordinados –el contrabajo, la batería–. Pero aquello que se dice trasciende en mucho los límites del género (y del ghetto). Y parte del lo inusual –del prodigio, del extrañamiento– tiene que ver con el sentido melódico de quienes le dan vida, el guitarrista Carlos Casazza –compositor de todo el material–, el pianista Ernesto Jodos, Inti Sabev en clarinete, Mauricio Dawid en contrabajo y Carto Brandán en batería.
Todos ellos piensan y estructuran líneas amplias, que van mucho más allá de las notas que caben en cada acorde, llenas tanto de lógica como de sorpresas. Pies rítmicos asimétricos, un equilibrio notable entre la composición y lo improvisado –y una máxima fluidez en las transiciones entre una y lo otro– logran un conjunto, además, con un sonido absolutamente propio –y argentino– en que no hay, sin embargo, ni una postal. Asi como, sin ser jazz, Benarés no podría ser pensado por músicos que no fueran de jazz, la música, sin guiños toscos ni obviedades –sin camellos, habría afirmado Borges– sólo podría deberse a músicos argentinos.
Casazza, discípulo de Ralph Towner –el notable fundador del grupo Oregon y de toda una manera de concebir la guitarra de concierto en el ámbito de las músicas populares, y que influyó entre otros a Egberto Gismonti– fue parte de un grupo magnífico, el Trío de Guitarras de Rosario, y en esa ciudad, además de impulsar innumerables proyectos propios tocó junto a creadores como Jorge Fandermole, Adrián Abonizzio, Ethel Koffman o Liliana Herrero. Durante años fue una especie de apóstol de la guitarra clásica. Incluso en sus dos discos anteriores, los excelentes La sombra del sauce transparente, donde salvo por la ausencia del clarinete, se trataba del mismo grupo actual, y Carlos Casazza Quinteto (sin piano pero con clarinete y flugelhorn), la guitarra era esa que los argentinos nos acostumbramos a llamar “criolla”.
Carlos Casazza, que suele citar al director de cine John Cassavetes y su frase acerca de que hacía cine “para gente a la que le gustan los detalles”, ha optado, ahora, por la guitarra eléctrica. Y la elección podría atribuirse a una búsqueda de un sonido más potente, de mayor impulso. No obstante, nada de eso sucede –o no de manera aparente–. Por el contrario, Benarés tiene un espíritu absolutamente camarístico. Eventualmente, hay otras dos categorías que pueden marchar juntas pero acostumbran tener recorridos diferentes: lo importante y lo bello. Este disco las une de manera virtuosa. Y, para quienes viven en Rosario –o planean viajar allí–, además de pensar en comer boga asada en la Bajada España es bueno que vayan agendando que la presentación de Benarés, que fue publicado por el sello BlueArt –otro de los milagros rosarinos– será en esa ciudad. La cita es el próximo sábado 28 en la Biblioteca Argentina.
DF
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