Tribuna abierta
La crisis del compromiso comunitario que lo degrada todo
Querido Fernando:
Gracias por tu respetuosa y fraternal carta. Te recuerdo de San Martín de los Andes. Tengo presente la justa lucha por la restitución de los restos de la familia del Lonko Inacayal, botín de guerra de los colonizadores que la ciencia iluminista mantuvo tantos años en el Museo de La Plata. Me alegra haber puesto, como decís, un grano de maíz en ella. Todo lo que rodeaba al compañero Roberto Arias eran luchas justas. Recuerdo también otras restituciones que compartí con él, en este caso de tierras ancestrales que los milmillonarios globales pretendían usurpar, a las que junto a mis compañeros de la regional cordillerana de la UTEP y el pueblo mapuche en lucha tuve el honor de participar, como aquella vez en Aucapán donde la comunidad Linares se disputaba Cochico, un hermoso campo de veranada de 5000 hectáreas con el magnate neonazi austríaco Prinzhorn.
Recuerdo a Roberto, a mis compañeros laburantes, a mis compañeros peñis y lamien, pasando la fría noche, mientras las motos de las patotas zumbaban alrededor, recuerdo la cabalgada de la mañana y el momento sublime de la reafirmación territorial. Recuerdo la victoria en tribunales gracias a una cartografía obtenida por un osado que se animó a filtrarla de la carpeta incompleta del relevamiento territorial de la comunidad Linares, prueba necesaria que nos permitió entonces dar la disputa en los tribunales de Junín de los Andes.
Hace unos meses estuve allí nuevamente. Recuerdo que la ñaña Teresa Tripailaf, el lonko Javier Gómez y la Inal Lonko. Se lamentaban de los errores en la carpeta técnica del relevamiento indígena “porque los técnicos del Estado no habían querido recorrer `allá arriba`”. Recuerdo que les dije que había que transmitir la queja, pero que era un gran avance haber conseguido con la lucha de todos: las carpetas aprobadas, más de 60 carpetas neuquinas finalizadas que durante el macrismo reposaban en las alacenas del INAI sin firmarse. Varios de tus vecinos como Juan Farías o Germán Ruffolo de la Comarca pueden corroborarlo porque ellos me acompañaron a esa asamblea. Fue hace unos meses.
No lo señalo la justa queja de los peñi sobre los errores de la cartografía como una chicana. Es algo que sucedió y sobre lo que voy a reflexionar más delante de esta extensa nota de respuesta a tu carta. En efecto, entiendo tu crítica. Para los que no siguen la discusión, tu crítica es fundamentalmente por una frase desafortunada que dije en Córdoba y pareciera desvalorizar el trabajo de los profesionales, técnicos y trabajadores del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas. Me costó al principio digerir las críticas no tan fraternales y algunos ataques arteros de personas, incluso compañeros, vinculados a las estructuras del Instituto. Pensaba ¿por qué tanto revuelo por una frase dicha al voleo? ¡Con los problemas que sufren las comunidades originarias, con los niños wichi que murieron este año en Salta, con la emergencia total que afecta a los pueblos, con el párate que hay en los relevamientos! ¿Tanto molesta que me queje de la lentitud de los relevamientos que es lo que, en definitiva, escucho en las bases de cada comunidad que voy? Un dirigente popular siempre tiene que reclamarle al Estado que haga más, incluso cuando está haciendo.
Luego tuve algunas charlas y finalmente entendí que, más allá de algunos oportunistas con mala intención, tenían razón en enojarse, no toda la razón, pero una parte considerable de la razón. Que mis palabras, aún sacadas de contexto, herían. Porque la frase, en virtud de señalar tan agresivamente todo el trabajo que falta realizar y todas las demoras que tiene el relevamiento territorial, de alguna manera descalificaba todo el trabajo que sí se hizo. Además, fue una frase liviana, superficial, porque no estaba dando una charla técnica sobre relevamiento ni legislación indígena de incidencia colectiva. Tengo totalmente claro que un relevamiento no es marcar puntos de GPS, que se trata de una tarea compleja, participativa y multidisciplinaria. Huelga reconocer que a menudo me traiciona el porteño y tengo que practicar más la humildad que mencionás en tu carta.
Los trabajadores, dirigentes y comunidades originarias que lo han venido sosteniendo durante todos estos años merecen muchísimo respeto y valoración. Conocía a muchos, muchos militaron con nosotros. Sin ir más lejos, el Hermano Qom Juan Chico, a quien mencionás y recordamos con amor, fue militante del Frente Patria Grande. También es cierto que tenemos que acelerar el relevamiento porque los enemigos de los pueblos y sus ambiciones territoriales acechan. La colaboración interinstitucional al interior del Estado nacional, la colaboración entre los pueblos originarios y el pueblo pobre como decía Roberto, no puede ser asumida a priori como una amenaza, aunque yo lo haya planteado pésimamente en esos descontextualizados segundos de charla que con cierta malicia distintos actores fueron viralizando los fragmentos que les convenian para descalificarnos sin abordar su integralidad que a mi entender queda mejor reflejada en este breve artículo de los Jóvenes por el Clima.
Conociste a Roberto. Sabías de su nobleza y supongo que también sabrías de sus rabietas. Yo tengo un poco de eso. Me encabrono y por ahí digo alguna palabra demás, frases irreflexivas, expresiones exageradas. Por eso, con Roberto nos llevábamos tan bien y al mismo tiempo nos peleábamos tanto. Por eso tal vez Roberto generaba amores y odios, pero hasta sus mayores detractores reconocían en él un hombre íntegro, que jugaba de frente. Espero ser un poco como él en ese sentido. Rezo por él para que me acompañe en ese camino.
En esos días de Córdoba andaba muy manija pensando en los pocos resultados que venimos obteniendo en los últimos años en las políticas públicas populares y pensando cómo podemos acelerarlas. Creo que hay una responsabilidad principalísima en la conducción política y una limitante objetiva en los factores de poder que debemos superar. Eso es así, pero también que existen lógicas en ciertos dirigentes y grupos intermedios, dentro y fuera del Estado, que parecen más interesados en sostener espacios o mantener su posición en los “sistemas de decisión” que en resolver problemas de la gente. Se siente amenazada por cualquier idea nueva como si negara su historia o atentara contra su identidad, posición y en algunos casos privilegios. Sienten más importante sentirse protagonistas de la nada misma, ser partes de mesas donde nada trascendente se define, que obtener conquistas reales y tangibles para transformar la vida de nuestro pueblo, para nuestros pueblos.
Este no es un tema privativo de la situación de la que venimos hablando en torno a los pueblos originarios. Esto pasa en la política, en los movimientos sociales, en el movimiento feminista, en el movimiento sindical, en el movimiento ambiental. No estoy acusando a nadie y me hago cargo de la parte que nos toca; tendremos más o menos carga viral, pero todos tenemos un poco de ese virus que nos termina colocando en una posición statuquoista y conservadora. A veces, castiza.
En relación al compañero estatal que no quiso ir “allá arriba” en la comunidad Linares, te decía que no es una chicana, porque no quiero atacar a nadie, pero tampoco considero sano evadir la reflexión crítica sobre la realidad. Te repito, conozco muchos laburantes del INAI que son ejemplares. Conozco muchos docentes, enfermeras, médicas, empleados públicos que son ejemplares. Junto a ellos, particularmente la gente de ATE Capital, construimos las primaras políticas públicas de cartoneros y recicladores del país. Estuve junto a ellos, docentes, médicos, estatales, en sus luchas durante todo el macrismo cuando se les perseguía y tildaba de ñoquis y grasa militante.
Pero hay algo que sucede y tampoco puedo hacerme el distraído con esto. Lo he dicho muchas veces en privado, algunas en público. Lo he hablado con Víctor De Genaro, Cachorro Godoy y Robi Baradel. Es algo que no es “políticamente correcto” en nuestro campo, pero me parece debemos discutir: hay una crisis de compromiso comunitario que afecta la gestión de lo común y degrada. Pasa en la sociedad, pasa en el Estado. Creo que los trabajadores, doblemente aquellos que trabajan para los sectores más vulnerados, tienen que exigir derechos, pero cumplir escrupulosamente sus obligaciones con el pueblo. Muchos, lo hacen. Otros no. Lo grave no es eso porque pasa en las mejores familias. Lo grave es que se ha construido una narrativa de que somos todos buenos, todos compas, “nuestros derechos primero” y ese espíritu corporativo desvirtuó al espíritu verdaderamente sindical hacia uno meramente gremial. El que señala los elementos degradatorios es considerado automáticamente un ortiva. Craso error. La degradación del compromiso con las políticas públicas populares del estado democrático es un crimen por partida doble: crimen contra los que más necesitan al Estado que son los excluidos y caldo de cultivo para la ultraderecha “libertaria”.
¿Suena macrista? Mire querido compañero, la operatoria macrista es sencilla. Ellos hacen “focus groups”. Recogen las inquietudes del pueblo y las convierten en una pedagogía de la crueldad, pero las inquietudes del pueblo son reales. Recogen, por ejemplo, el sentimiento de muchas familias de que la Escuela ya no educa, familias pobres, muy pobres, que ven a sus hijos en el analfabetismo y la miseria, mientras el director de la Escuela gana sueldos de cinco cifras, maneja una cuatro por cuatro y en este caso tal vez no se preocupa lo suficiente por su trabajo. ¿La culpa es de la director? No. ¿Todos los directores son así de insensibles? No. Pero lo que ven las madres y padres del barrio es esa injusticia, esos privilegios.
Nos ha tocado pelear con algún director así y ahí sí que el “Roberto Arias” explosivo que todos llevamos dentro esta vez no se pasó de rosca porque ese tipo, trabajador o no, estaba abusando de sus privilegios dejando en banda a los pibes pobres. En esta sociedad fragmentada no hay un solo nivel de subalternidad.
¿Qué es lo que hace la derecha? Busca a través de falsas generalizaciones atribuir esta imagen de desigualdad a la militancia resignificándola como sinónimo de ñoquis o vividores. Es lo mismo que sucede con los “planeros” cuando encuentran alguno que efectivamente no labura o una organización que se queda con lo que no corresponde. Ambas cosas suceden. Ambas hay que combatirlas. Desde adentro. Sino la herida gangrena. La reacción popular frente a esto no puede ser negar los problemas, las desviaciones adentro de las organizaciones y las desigualdades al interior de la clase trabajadora. Existe un problema serio en el Estado nacional, provincial y local donde un aparato ideado y financiado para servir al pueblo no está cumpliendo cabalmente su función. Si nosotros no resolvemos eso, lo van a resolver los neoliberales destruyéndolo. Existe una crisis de insolidaridad al interior de la clase trabajadora y si nosotros no resolvemos eso, reunificándola, lo van a hacer los neoliberales aplastándola. Existen desviaciones múltiples dentro de las estructuras organizativas sociales, sindicales, indígenas, etc y si nosotros no resolvemos eso, reorientándolas, lo van a hacer los neoliberales suprimiéndolas. No lo vamos a lograr negando la realidad. Lo vamos a lograr priorizando a los más débiles y poniendo en primer lugar los objetivos concretos de nuestra base social que tanto sufre.
La crisis del compromiso comunitario no se da únicamente entre quienes tienen un discurso reaccionario o entre los “políticamente indiferentes”, no se da entre los tradicionalmente llamados “burócratas” o entre gente ya cansada por la vida. Se da también entre los que teniendo discursos progresistas o nacional-populares e incluso autonomistas, en su acción cotidiana como servidores públicos, no cumplen con la obra de amor y sacrificio que se les encomienda y por la que además cobran muy bien, sino que dedican su energía a la rosca y la disputa. Conozco varios casos. Me da mucha bronca e impotencia, porque es una verdadera estafa contra los pobres. El caso extremo de esta disociación entre la palabra y la conducta es la corrupción, pero cotidianamente nos encontramos con pequeñas estafas que van generando decepción social sobre el ideario que compartimos. Ese es el sentimiento que veo en las comunidades. Decepción. Insisto. La responsabilidad principalísima está en la conducción política, pero estos problemas se van insertando en la propia cultura “militante” y debemos desterrarlos de ella porque la costumbre, cuando se hace carne, es muy difícil de cambiar.
Querido Fernando. Se me hizo larga la respuesta. Nuevamente te agradezco tu carta. Espero haberme explicado y no enredado más las cosas. Si es así lo lamento, pero es lo que pienso, no soy careta ni taimado. Sí te pido perdón a vos y a todos los que ofendí con mis palabras livianas de aquella vez porque, efectiva aunque inintencionadamente, implicaban un desprecio al trabajo de aquellos que efectivamente trabajan con amor, compromiso y profesionalismo por los pueblos originarios que se son muchos aunque a diferencia tuya no creo que sean todos. Espero, como vos decís, que podamos aportar algo en la aceleración de los relevamientos y que pronto la ley de propiedad comunitaria sea una realidad en todo el país. Estamos juntos en esa batalla.
JG
0