Martín Bauer, gestor cultural: “Milei tiene un estilo soviético en relación a la comunidad artística”
El músico, compositor y gestor cultural Martín Bauer, director de la Maestría en Ópera Experimental de la UNTREF y del ciclo Colón Contemporáneo, analiza la reacción de la comunidad cultural a las medidas y los modos del gobierno de Javier Milei.
Bauer, que estuvo al frente de distintos ciclos y programas en el Teatro Colón, en el San Martín y además fue director general y artístico del Teatro Argentino de La Plata entre 2015 y 2019, considera que el estilo del presidente libertario se asemeja al de Stalin y que tiene mucho de performance y de actuación.
Cree que la comunidad cultural ya sobrellevó muchos otros momentos complicados y sobrevivirá a este también y destaca que en la Argentina no hay un mercado cultural, pero sí hay público. “Es un país culto, muy respetado en el mundo”.
-¿Cómo interpretas esta ofensiva, podemos decir, del Gobierno de Milei contra los artistas, contra la cultura, contra algunos artistas?
-Por lo pronto, lo que te puedo decir es que hay malestar en la cultura para parafrasear a Freud, y tiene lógica ese malestar. El mundo cultural padece desde siempre. Es casi una condición del mundo cultural. No es nuevo. Pero en este caso hay algo que a mí me llama mucho la atención y es el estilo soviético de Milei. Él se presenta como un anticomunista radical. Sin embargo, funciona como funcionaba Stalin, como funcionaba Lunacharski, el secretario de Cultura de Stalin. Un día fueron al Teatro Bolshoi a escuchar una ópera de Shostakovich que hacía dos años que tenía un éxito tremendo. Por alguna razón no les gustó, sacaron un artículo en Pravda y la ópera se acabó. Y Shostakovich, que era genial, dejó de escribir ópera, retiró la Sinfonía No. 4 de su repertorio e hizo la No. 5 , que es buenísima, pero que es como una chupada de medias al poder.
-¿Decís que Milei es una versión de extrema derecha de Stalin?
-Es que no veo la diferencia, honestamente. Cuando vos decís: 'la mujer de tal votó en contra de la... ¡afuera!, uno likeó un tweet, ¡afuera!, el otro tarareó una melodía que no correspondía, lo escracho en las redes'. Ese modo soviético, tiene mucho de performance, hay mucha actuación en eso. Y tiene una historia por detrás, que uno no puede desatender. Porque aparte los modos se expanden en el debate público. Entonces eso es lo que yo observo como algo novedoso, que a mí me sorprende y me irrita particularmente, porque a mí esos modos estalinistas me perturban. Y en el caso de Milei, uno se pregunta, ¿sos anti comunista y por qué obrás así? Y es claramente que obra así. Alrededor de él hay mucha gente que no se anima a hacer o decir lo que fuere. Eso es totalmente delirante. No existe eso en la dimensión humana. Entonces, la cultura ya era como una carreta atascada que había que arrastrar y te puedo dar miles de detalles. Yo dirigí el Teatro Argentino, no voy a desconocer nada de esos años y tampoco puedo desconocer lo que es la situación. Nunca la plata que haya para la comunidad cultural alcanza. Y aparte hay algo que es importante, más allá de Milei: vos no podés poner a las ideas en el lugar del dinero. Hay un momento donde necesitás plata y no hay plata. Pero en cualquier caso, ¿cuál es el sentido de decir que 'voy a cerrar el Gaumont'? ¿Por qué no cerrás el Colón? ¿Y por qué no cerrás el Planetario? ¿A quién le importan las estrellas? Cerrá el Planetario. Esa actitud de 'hago lo que se me da la gana y si quiero te cierro el Gaumont y si quiero desfinancio el Festival de Mar del Plata o lo que fuere', es por un lado violenta y por otro lado demuestra una indiferencia absoluta. Te doy una anécdota: me acuerdo haber ido a principio de año al Malba a ver una película que se llamaba Arturo a los 30. Estaba el director, se hizo como un debate entre el público y él, y me di cuenta que el único público era yo. El resto eran estudiantes de cine. ¿Qué vas a hacer con esos chicos? ¿Los vas a mandar a Siberia?
-¿Por qué él decide confrontar con ese sector?
-Porque es una actuación, porque hay algo histérico, porque hay una provocación para mí vana. Porque no creo que cierre el Gaumont. Tiene sentido que en las áreas trabaje la cantidad de gente que hace falta. Eso no se discute. ¿Pero ir a confrontar con una cantante, que es como confrontar con Victoria Ocampo, porque no está tabicada la historia, entendés? O sea, en la Argentina hay unas décadas que hay una cultura sofisticada, una cultura muy creativa. La comunidad argentina tiene eso como tiene el litio, como tiene Vaca Muerta. ¿Vas a desconocer algo que es real? Lucrecia Martel existe. No es que yo la inventé. Lo mismo César Aira. Y te podría dar miles de ejemplos dentro de un campo diferente. E inclusive las hiper minorías que se dedican a la música experimental o a lo que fuere. ¿Qué vas a hacer ahí?
-Ahí hay algo que vos planteás que es algo que en realidad pareciera que Milei no ve, pero tampoco otros gobiernos lo vieron, que es la idea de la cultura como un capital o como algo que también se puede exportar. Un activo muy importante.
-No, no se lo pensaba así antes tampoco. El tema con el activo es que no tiene que generar dinero necesariamente. Un activo para un país, eso que le da una singularidad, por ahí se traduce en dinero, pero por ahí no. La Argentina es un país culto. Es un país que tiene una sensibilidad para la cultura.
-Y tiene artistas reconocidos a nivel mundial.
-Ni hablar. Y gente que no es conocida por el gran público y que aún así son muy, muy respetados en el mundo. Te podría hablar de los compositores de música contemporánea, que nadie los conoce y se valoran tanto. Lo que te quiero decir es que la cultura tiene su propia dinámica, su propia trama y aporta muchísimo a la Argentina. Es lo mismo que, no sé, cuando hablaban de los libros, las librerías. Imaginate si de golpe, por la razón que fuera, cierran las librerías chicas de la Ciudad de Buenos Aires. ¿Qué es eso? Es muy identitario para la ciudad tener esas librerías donde uno va y por ahí es amigo del librero. Eso no es una pavada. No podés subestimarlo, porque, bueno, por lo que fuera, por los tremendos problemas que hay, porque la inflación, porque el déficit fiscal, eso se entiende y tiene lógica, como tiene lógica, nos guste o no, que Milei haya ganado las elecciones. Ok, pero eso de decir: 'te cierro el Gaumont'. ¿Y por qué?
-¿Qué pensás de esa propuesta que el politólogo Julio Burdman escribió en Twitter diciendo: sería bueno que Mirtha Legrand compre el Gaumont? No es alguien identificado con Milei. Sin embargo, Milei lo retuiteó y se generó todo un debate. ¿Qué pensás de ese tipo de mecenazgo o ese tipo de involucramiento de artistas que en algunos casos son dueños de fortunas?
-Por lo pronto, me llama la atención que Milei retuitee una pavada semejante. Eso de movida. Da igual. ¿Qué importa eso? Existe el mecenazgo, por lo menos en la Ciudad de Buenos Aires, y se puede ir a un sistema que vos quieras. Pero eso no excluye la responsabilidad del Estado, porque no hay banco, no hay empresa que vaya a bancar la Filarmónica de la Ciudad de Buenos Aires. ¿Por qué lo haría? ¿Por qué una empresa bancaría, no sé, el Ballet Estable del Teatro Colón o del Teatro Argentino de La Plata? No hay razón. Es lo que te decía antes. ¿Qué hacés con la cantidad de chicos o no tan chicos que estudian en el Conservatorio de Música, que hacen la carrera de música antigua en la Ciudad de Buenos Aires? ¿Qué hace gente estudiando música antigua en la Ciudad de Buenos Aires? Bueno, significan algo. ¿Qué vas a hacer con eso que significan?
-Desfinanciarlo. Es la política. Congelarle las transferencias.
-Está bien. Fenómeno. Habrá que ver qué hace esa gente. Primero, no se puede detener el movimiento. Yo no digo que vaya a haber un enfrentamiento. Más bien va a haber otra cosa. La comunidad cultural va a seguir haciendo lo que hace y hay que ver cómo se resuelve esa disyuntiva y, sobre todo, cómo se resuelve ese modo. Por lo menos para mí, son tan graves los modos como las decisiones que uno toma. O sea, yo puedo pensar lo que se me dé la gana. El problema es si te lo digo. Mientras no te lo diga, ¿qué importa?
-Pero, claro, ahí está el show. La actuación de Milei consiste en decir cosas que supuestamente no se podían decir y capitalizar eso como una fuerza propia.
-Me parece que hay cosas que no se pueden decir. Es así de corta. Así funciona la humanidad. Cuando vos decís cosas que no se pueden decir, te metés en un quilombo sin ninguna duda e inclusive te metés en un problema personal, porque andá a sostener esa barbaridad o esa estupidez que dijiste. ¿Cómo la sostenés?
-¿Ves que estamos ante un cambio de época? ¿Y si es así, en qué debería distinguirse hoy la estrategia de supervivencia, de resistencia, de los artistas para transitar este cambio de época?
-Sí hay un cambio de época, sin ninguna duda. Es muy difícil evaluarlo cuando uno lo tiene encima. No es un tema de aguantar, de resistir. Es un tema de seguir haciendo lo de siempre. Y en ese punto -me puedo poner gramsciano si querés- la correlación de fuerzas favorece a la sofisticación. En general, históricamente el poder enloquece ante el producto sofisticado. Por eso yo brego tanto por eso. Después, habrá que ver las discusiones. Yo no podría decirte que soy optimista porque sería un loco. Sin embargo, hay algo en la comunidad cultural que se mantiene y se mantiene de toda la vida. Y es una comunidad que sobrellevó la dictadura, que sobrellevó momentos muy complicados. También sobrellevó todo ese momento del kirchnerismo de manipular tanto algunas cosas. Y, sin embargo, sobrevive. Y sobrevive porque es esencial. Como sobreviven los que plantan soja, como sobreviven los mineros, el litio y las grandes empresas. ¿Por qué toda esta gente sigue haciendo lo que hace? Andá a las escuelas. No creo que se haya borrado nadie de la ENERC porque le dijeron que iban a cerrar el Gaumont. Lo dudo mucho. Ahora viene el BAFICI. Es un súper festival de la Ciudad de Buenos Aires. Vas a ver la cantidad de gente. ¿Qué va a pasar? Que si aparece un logo oficial la gente chifla. Bueno, eso es parte de la performance, eso es lo de menos. El tema es que las cosas sigan ocurriendo.
-Decías en algún texto tuyo que los artistas, los gestores culturales, las personas que forman parte de la actividad cultural, tienen una performance justamente que se destaca mucho más que si uno la compara con la performance de los políticos, de los empresarios, los sindicalistas. ¿Por qué?
-No puedo explicarlo, pero sí lo puedo describir. La comunidad cultural en la Argentina es exitosa a nivel mundial. La comunidad de gremialistas no lo es. La comunidad jurídica menos que menos. La comunidad política es un desastre. Los empresarios, bueno, no sé, habrá alguno que no. ¿Qué otro grupo es exitoso? Las Leonas de hockey, los intelectuales, los científicos. Existió Masotta, Sí, claro, pero ¿el Chiqui Tapia? O sea, Lucrecia Martel, es un millón de veces en el mundo mejor y más conocida que el Chiqui Tapia, por nombrarte alguien. Entonces hay que decir las cosas como son. Te estoy diciendo Lucrecia Martel o César Aira o lo que fuere, son nombres que me vienen a la cabeza, pero yo no sé donde hay un juez que sea como Saer. Nómbrame uno. O un dirigente gremial. Antes los había. Me acuerdo mucho de una época donde había dirigentes muy honestos. Ahora, qué sé yo, son todos gordos y millonarios. No es lo que pasa con los directores de cine, con los directores de teatro, con los actores. No pasa eso. Entonces hay que considerar también ese tipo de cosas, porque ya que vamos a hablar de productividad, bueno, comparemos una cosa con otra.
-¿Por qué decís que la Argentina tiene una cultura plebeya? ¿Y eso es un problema para el poder? ¿Va al margen de la relación con el poder?
-No sé si tiene una cultura plebeya, por ahí lo escribí. Lo que tiene bueno la Argentina, más allá de la coyuntura actual en general, es que es un país plebeyo. Vuelvo un poquito para atrás. Lo que uno tiene que tratar de entender es qué es lo que tiene entre las manos. Cuando yo digo plebeyo, lo ilustré con una circunstancia personal, creo que lo escribí por eso. En el año 2022, hicimos una obra de Stockhausen, que es un compositor alemán de vanguardia, que se murió, que se llamaba Welt-Parlament, Parlamento Mundial. Entonces a través de un contacto llegué a quien era el presidente de la Comisión de Cultura, Roy Cortina. Tuve una entrevista con Roy. Le conté lo que yo quería hacer e hicimos el concierto de Welt-Parlament en la Legislatura, donde los legisladores sesionan, exactamente el mismo lugar. En Francia -no te estoy hablando de Rusia, te hablo de Francia- para hacer algo así tenés que ser por lo menos hermano de Macron. Si no, no llegás ni de pedo a la Legislatura. En ese sentido la Argentina es un país plebeyo y en ese sentido yo reivindico esa característica. Me parece absurdo cuando se inventan aristocracias que no existen, cuando se inventa una nobleza que no existe, porque el corazón de la Argentina es eso.
-Muchas veces se acusa a distintas expresiones de la cultura, de ser elitistas. Vos hablás de ampliar públicos. Y mencionabas también un ejemplo con una obra de Xenakis ante estudiantes, interpretada por la Orquesta Infanto Juvenil de la Ciudad de Buenos Aires. ¿Cómo describirías lo que pasó ahí y en qué medida para vos señala un poco una alternativa posible?
-Eso fue una experiencia que hicimos un poco con quien todavía es intendente de Tres de febrero. Y de la mano de Quique Avogadro, que era ministro de Cultura de la ciudad y su equipo. Decidimos irrumpir en un lugar. En este caso fue un un gimnasio de futsal con una obra de Xenakis, que un compositor de vanguardia. La obra tenía la propuesta de que el público y los músicos compartieran el mismo espacio, lo cual ya era toda una novedad. Y lo hicimos ahí para el público que va los domingos a ver partidos con las orquestas juveniles de la ciudad. Una obra difícil, que hay que ensayar mucho, que es difícil de escuchar. Creo que hay que hacer eso. Ese es el concepto, digamos, elitista, ¿qué quiere decir elitista? Hoy no hay nada de elitista. Elitista era el Club Cuba cuando no dejaba asociarse a las mujeres. Eso es elitismo. Pero hoy cualquiera puede entrar al teatro, al Colón, por muy poca guita, escuchar cualquier espectáculo de vanguardia, por decirlo así, y entiende perfectamente. No es una cuestión de formación, de ninguna manera. Pasa lo mismo que cuando vas a un restaurant, que hay gente que le da lo mismo la milanesa y hay gente que disfruta muchísimo tal plato. Es una cuestión de sensibilidad. No, no existe eso. No existe el elitismo en la cultura. Yo creo que al revés. Así como te digo que la Argentina lo bueno que tiene es que es un país plebeyo, la cultura lo que tiene es que cuando más sofisticada es y cuando más densidad tiene de información, más fluye. Es al revés. La gente se cansa de escuchar siempre lo mismo, no de escuchar algo diferente o de leer siempre lo mismo.
-¿Y qué lugar tiene el mercado en todo esto, en este debate?
-El problema de la Argentina es que como es un país pobre, no tiene un mercado, pero sí tiene un público. Y eso también, paradójicamente, le da mucha libertad a los artistas, porque vos no tenés que tributarle a nadie. En países mucho donde hay un mercado sostenido por el Estado, ponele Alemania o Francia, los compositores están obligados a componer para cobrar su comisión, etcétera. Acá lo hacés porque tenés ganas. No hay un mercado. Bueno, en la música popular sí lo hay, en los conciertos del Movistar Arena sí lo hay. Pero te hablo un poco de la cultura que está corrida de eso, pero sí hay un público. No sostenés una programación del Teatro San Martín, que siempre está lleno, o del Teatro Colón con un mercado. Lo sostenés con un público y eso es una reserva que la Argentina tiene. Podés hacerte el boludo, podés no darle bola. Pero eso existe.
-Algunos gobiernos identifican a la cultura con el mercado o con la idea de “esto tiene que dar ganancia”. ¿Y qué se hace frente a eso? ¿A esa demanda que muchas veces hace el poder?
-Se discute como se discute todo, es como debate ya recontra superado, pero que vuelve. ¿Cómo vas a comprar zapatillas para los bailarines del ballet si no hay gas en los hospitales? No podés volver a discutir lo que ya fue recontra saldado como discusión. Cuando viene una ola de este tipo, cuando pareciera ser que estamos en un límite muy grave, económico, que sin duda es el caso, en cualquier caso hay cosas que no podés desatender aunque no den ganancia.
-¿Y cómo impacta el ajuste hoy en la cultura?
-Impacta en la familia de la gente, impacta en la gente, impacta en que no hay un horizonte claro. Pero es de esperar que esto en algún momento se detenga. Lo que a mí me parece excesivo, lo que me parece un goce, es la provocación. La situación económica digamos que padece todo el mundo, yo puedo protestar contra eso, pero la cosa gozosa...
-¿A qué te referís?
-A 'voy a cerrar el cine Gaumont porque no vende 30 entradas'. ¿Y qué vas a hacer? ¿Qué vas a poner una pizzería, un templo evangélico? Ya ocurrió. ¿Qué ganás haciendo eso? ¿Qué ganás con esa provocación? ¿O sea, qué le agrega eso a una discusión honesta? Porque en definitiva, lo que uno espera o a lo que uno aspira, no en este caso, siempre, es a una discusión honesta.
Entrevista realizada por Diego Genoud en su programa Fuera de Tiempo (Radio Con Vos).
DG/CRM
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