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Opinión - Panorama político

Un pacto con los dueños que excluye a Magnetto y a Rocca

Panorama

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Francisco De Narváez y Máximo Kirchner no se conocían. Político retirado, el dueño de Walmart llegó a la casa de San Isidro de Jorge Brito dispuesto a actuar un nuevo rol en la coyuntura más difícil para el gobierno del Frente de Todos. En contacto habitual con Sergio Massa y Eduardo De Pedro, el vencedor de Néstor Kirchner en la primera de las cinco elecciones que el kirchnerismo perdió en provincia de Buenos Aires fue la gran sorpresa de los encuentros que el gobierno organizó con un grupo distinguido de dueños en apenas cinco días. Igual que otros que soñaron a lo grande con gobernar la Argentina, De Narváez rifó irremediablemente su capital electoral pero volvió al negocio del supermercadismo y aprovechó la crisis para adquirir las sucursales de la cadena estadounidense en todo el país.

El empresario nacionalizado argentino quedó sorprendido por el conocimiento que el hijo de la vicepresidenta tenía de los números del presupuesto, ajustado, con que se maneja el peronismo de gobierno. En la casa de Brito, donde también estuvo Marcos Bulgheroni, surgió la idea de convocar a una reunión en la Casa Rosada en la que Alberto Fernández y Juan Manzur se sumarían a la sociedad Massa-De Pedro. La lista de los comensales se armó en San Isidro y nació con dos requisitos: que no participaran entidades sino dueños de empresas y que estuvieran dispuestos a colaborar con un gobierno hacia 2023. Debilitado por la crisis que no pudo resolver y golpeado por la catástrofe electoral que pocos en el oficialismo previeron, a la salida de la pandemia el ensayo del FDT quedó enredado en sus propias diferencias para afrontar la herencia más pesada de Mauricio Macri, los 44.000 millones de dólares que el ex socio electoral de De Narváez tomó de un saque, como si supiera que jamás iba a tener que responder por esa deuda. 

La convocatoria a los dueños reunió al oficialista irreductible Marcelo Mindlin con el monopolio Javier Madanes, la mano derecha de Marcos Galperin, Juan De la Serna, y otros dos empresarios destacados: Alejandro Simón, que desde Sancor Seguros está asociado hace años a la Fundación Ineco de Facundo Manes, y Hugo Eurnekian, el sobrino de Eduardo, que se dedica a los negocios energéticos de Corporación América y declaró ante la justicia haber aportado para la recaudación de Roberto Baratta. Enfrente, cuatro hombres en busca de representar la heterogeneidad del FDT y cubrir la ausencia de una mujer. 

Algunos representantes del sector financiero, otros muy interesados en avanzar con proyectos en litio, petróleo y gas, entre los hombres de negocios hay herederos que dicen compartir una mirada generacional con las nuevas camadas del funcionariato peronista.  ¿Por qué acudir ahora al llamado de un gobierno débil? “Nuestras empresas valen un 10% de lo que valían hace 10 años. Hay que revertir esta tendencia”, dice uno de los defensores del consenso a manera de explicación. De Narváez, según cuentan a su lado, tiene un argumento extra: mientras muchos de sus amigos buscan refugio impositivo en la ciudadanía uruguaya, él eligió ser argentino. 

No estaba Luis Pagani, el dueño de Arcor que esta vez se excusó por estar de viaje en Estados Unidos. Y no estaban tampoco dos pesos pesados que expresan la línea dura patronal desde la trinchera de la Asociación Empresaria Argentina, Paolo Rocca y Héctor Magnetto. Arrepentido de la causa Cuadernos, el dueño de Techint viene de ser sobreseído por el juez federal Julián Ercolini en el mismo fallo insólito que condenó a Baratta por haber cobrado las coimas que Paolo admitió haber pagado. Si la UIF del gobierno decidió en un primer momento mirar para otro lado y no apelar el fallo, Rocca aprovechó para seguir como si nada y volver a pontificar sobre los males del país desde la tribuna de la UIA. Quizás en el oficialismo en el esperaban algún tipo de correspondencia. 

Con el jefe de Clarín, la situación es distinta. La enorme decepción que sienten en la calle Tacuarí con Alberto Fernández es comparable a la que se respira en la residencia de Olivos. Alberto vivió un idilio con Clarín durante sus días de panelista televisivo pero en el gobierno se topó con un tratamiento que no esperaba. Suele decirlo un colaborador que no se despega del Presidente ni por un instante: “Alberto fue con la bandera blanca y se la agujerearon a tiros”. Lejos quedó aquel “Héctor no me deja mentir” del ganador de las PASO 2019 en la alfombra del Malba; ahora Fernández se dedica a cuestionar los títulos del gran diario desde Twitter. Un ataque de kirchnerismo tardío.

Hasta el momento sin invitación, Rocca y Magnetto son dos ausencias gigantescas en la mesa de los dueños que se diagramó en San Isidro. El sello empresarial que armaron a la salida del estallido de 2001 contrasta con la UIA precisamente por ser nuclear a los “titulares de las empresas más importantes del país”. Si quedaron afuera, es porque no cumple con el segundo de los requisitos borroneados en la casa de Brito hijo: estar dispuestos a colaborar con un gobierno débil, que busca -desde hace un año, cada día de manera más desesperada- un pacto de supervivencia. El problema no es con pertenecer a AEA. Bulgheroni y Galperin son parte de la entidad, a Alfredo Coto ya le cursaron una invitación para la próxima reunión y Daniel Herrero, el presidente de Toyota que ahora además preside ADEFA, es uno de los empresarios favoritos del gobierno. 

Entre los que estuvieron en la Rosada dicen que el primer encuentro se pensó con la idea de trascender la coyuntura electoral y trabajar en busca de presentar un “plan de estabilización y desarrollo”. Fue De Narváez el que desmintió, en el aire endogámico de Radio Mitre, la tapa de Clarín que aseguraba que el Presidente había “pateado” el acuerdo con el Fondo para el año próximo. El dueño de Walmart pidió en Balcarce 50 una respuesta que ya tenía: la vicepresidenta acompaña el entendimiento con el acreedor privilegiado de la Argentina, como quedó claro la noche del cierre de listas en que ella misma anunció que el gobierno no iba a poder usar los Derechos Especiales de Giro para recuperar la economía. Lo mismo dejó en claro Máximo Kirchner en San Isidro. El problema no es ese sino los 20 años de gracia que pretende el cristinismo y no están disponibles en el vademécum del Fondo para países adictos a la deuda y el gobierno puja en soledad por encontrar una salida que no aparece. Lo dijo Fernández, el que más habló durante las tres horas del almuerzo, en un mensaje más de los que el oficialismo pretende hacer llegar a la oposición:

-A mí me dan cuatro años para pagar, ¿pero el próximo gobierno qué hace?

En la Rosada, se festejó el encuentro de Guzmán con Georgieva y, tal vez más, el contacto del ministro de Economía con David Lipton, el gran responsable de que el Fondo violara su propio estatuto para financiar la aventura de Macri. Ahora número 2 de Janet Yellen en el Tesoro norteamericano, Lipton no lo sensibilizan los pedidos de clemencia del gobierno argentino ni las oraciones del Papa Francisco. 

Guzmán esta vez no estuvo solo en Estados Unidos. Con abstinencia por no haber podido visitar la madre patria durante la pandemia, Manzur voló a Nueva York antes de cumplir un mes como jefe de Gabinete. Dijo que lo hacía por indicación del Presidente, lo que no deja de sorprender si se tiene en cuenta que, en 21 meses en el cargo, Santiago Cafiero solo viajó a Chile para avalar un tratado que requería su firma. Más que un pedido de Alberto, parece ser la vocación de un peronista que se delata nostálgico de las relaciones carnales. 

El Casa Rosada, Fernández, Manzur, Massa y De Pedro oyeron el clamor empresario por transformar la precariedad de hecho en legislación laboral. El Presidente respondió rápido: “No es el momento de plantearlo”, dijo. Con salarios pulverizados en los últimos cuatro años, caída del empleo registrado y la mitad del mosaico laboral en la informalidad, los comensales acordaron en convocar al sindicalismo para discutir el pasaje entre dos mundos. Otra vez, el criterio pasa por dirigentes de peso específico y no representantes de organizaciones. De ser así, a Héctor Daer tendrán que acompañarlo no solo el ultraflexible Gerardo Martinez sino también Hugo Moyano -interlocutor quincenal de De Narváez en Walmart-, las dos corrientes de la CTA y Luis Barrionuevo, que el viernes recibió al Presidente en la sede de su sindicato con cara de poker. Si se concreta, esa mesa dirigencial no hará más que desplazar en los hechos al Consejo Económico Social que nunca terminó de arrancar y al padre de la criatura, el albertista de la liberación que no fue, Gustavo Beliz. 

En una semana en la que el Presidente y medio gabinete desfilaron por el Coloquio de IDEA -ese foro que Kirchner despreciaba-, el gobierno intenta cambiar de interlocutores para lograr los acuerdos que hasta hoy no llegaron. Así como el Consejo Agroindustrial desplazó en los hechos a la Mesa de Enlace y el dialoguista Herrero asumió en ADEFA en lugar del más distante presidente de Ford, la convocatoria individual a los dueños apunta a disociarlos del sello de AEA. Es un nuevo esfuerzo del peronismo por encontrar un “lenguaje común” con los que toman decisiones, de cara a los próximos dos años y más allá del resultado electoral. 

Entre los funcionarios que comieron con Mindlin, De Narváez, Brito y Bulgheroni sorprendió la frase que uno de ellos pronunció en privado: “El problema de la Argentina no son los 46 millones de habitantes. Son 100 dirigentes que explican el fracaso de los últimos 30 años”. El sincericidio no apelaba al chiste fácil de culpar sólo a la casta política: extendía la responsabilidad a empresarios, sindicalistas y miembros distinguidos del Círculo Rojo que no saben qué significa la autocrítica. 

Tal vez alguien en el gobierno esté pensando que estos dueños puedan ser el nexo para llegar finalmente al acuerdo con la oposición que el propio cristinismo reclama de a ratos para hacer frente a la montaña de deuda que dejó Macri. Cerca de Horacio Rodríguez Larreta admiten que Juntos no tiene incentivos en campaña para arrimarse a un peronismo que viene de sufrir un fuerte rechazo electoral. Después, sin embargo, el entendimiento parece inevitable, de cara al acuerdo con el Fondo y los dos años que asoman a pura tormenta. Si el gobierno, la oposición, el sindicalismo y los empresarios logran finalmente el milagro de sellar acuerdos mínimos, la pregunta es quién va a velar por los intereses de los casi 19 millones de pobres que registra el INDEC. 

El índice del 3,5% de inflación acaba de desmentir el vamos bien que pretende contagiar Guzmán. El IPC del 52% interanual atenta contra el dispositivo de reducción de daños de la campaña. Lo explica el último informe del Instituto de Trabajo y Economía de la Fundación German Abdala, que pone de relieve la reducción magra de la pobreza -de 42% a 40,6%- en el primer semestre del año, un período en el que 862 mil personas más se incorporaron al mercado laboral. La recuperación parcial del empleo no alcanzó para lograr una caída significativa del indicador que mide las necesidades básicas insatisfechas. ¿Por qué? El informe apunta a la razón principal: “La aceleración inflacionaria que puso en jaque la recuperación de los ingresos reales”. 

Son los desafíos que no solo el gobierno actual sino también el próximo tendrán que afrontar sin dilaciones. Si el acuerdo con el Fondo se anuncia como parte de una nueva etapa de ajuste, a los Fernández tampoco le sirve la demora en un marco de inestabilidad, falta de dólares y alta brecha cambiaria.  

Mientras el mercado sigue apostando a la devaluación post noviembre que Guzmán negó en el coloquio de IDEA, el último informe de Emmanuel Álvarez Agis sostiene que el peronismo unido transita este año un sendero similar al del año en que Massa rompió con Cristina. En 2013, dice, se observó una dinámica similar a la actual: el Banco Central pasó de una devaluación promedio de +1,5% mensual entre enero y junio a +2,1 en julio y +5,1% en diciembre. “Esta estrategia no tuvo éxito y el BCRA vendió casi USD 6.637 millones en ese período y con brecha cambiaria en casi 60%”, dice. Para el entonces viceministro de Axel Kicillof, la salida del laberinto debería ser la de apreciar el dólar paralelo en lugar de devaluar el oficial. Para eso, afirma el director de PxQ, Guzmán debería lograr un mayor ingreso de dólares y relajar el control de cambios en el corto plazo, justo lo contrario de lo que el gobierno acaba de hacer.

DG

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