Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía
Ante la degradación del suelo, historias que restauran territorios en América Latina
Los cambios en el uso del suelo en pastizales, bosques y humedales por el avance de la actividad agropecuaria, así como la mala gestión ambiental de esos ecosistemas, son la razón por la cual buena parte de las tierras productivas están en mal estado. Ello impacta en su capacidad para producir bienes prestar servicios.
Según la ONU, la actual gestión de la tierra amenaza la mitad de la producción económica mundial estimada en unos US$44 billones y América Latina es una de las zonas más afectadas por la degradación del suelo. La Convención de Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación (UNCCD) señala que el subcontinente está envuelto en un “círculo vicioso de sobreexplotación de suelos, degradación, aumento de la demanda productiva y de la inseguridad alimentaria”.
A pesar de esto, existen tecnologías y estrategias de restauración que apuntan a evitar la erosión de zonas aún productivas e incluso a recuperar lo perdido. Gobiernos y organizaciones de América Latina ya están probando y llevando a cabo iniciativas de este tipo, como planes de gobernanza para la restauración de millones de hectáreas de tierra, campañas para una agricultura menos dependiente de los insumos químicos y la promoción de prácticas de gestión regenerativa de la tierra.
Degradación del suelo en América Latina
La degradación del suelo es un cambio en la salud del recurso que se traduce en una disminución de su capacidad productiva, originado por malas prácticas. Según la UNCCD, existen más de dos mil millones de hectáreas de tierra degradada en el mundo, de los cuales el 14% está en Latinoamérica.
En la región, la mayor parte de las tierras degradadas fueron afectadas por la deforestación y el sobrepastoreo. Las principales áreas de tierras de cultivo bajo presión están en el noreste de Brasil, el Gran Chaco (Argentina, Paraguay y Bolivia) y el área central de Chile, entre otras, de acuerdo a la UNCCD.
Walter Vergara dirige la Iniciativa 20x20, un proyecto que cubre la mayoría de los países de América Latina y busca restaurar 50 millones de hectáreas para 2030. Fue lanzada en 2014 y ya trabaja en más de 100 proyectos en 23 millones de hectáreas tanto en restauración como en conservación de los suelos.
“A nivel regional tenemos un problema muy grave con millones de hectáreas degradadas, una pérdida de capital natural inmensa”, dijo Vergara, para explicar que esto se debe a “malas prácticas agrícolas y forestales, minería de superficie y construcción de infraestructura mal pensada”.
Para ello, la iniciativa persigue seis estrategias: la reforestación natural o asistida; la agrosilvicultura; la restauración de pastizales mediante una gestión ganadera sostenible; el silvopastoreo -la integración de árboles, forraje y animales de pastoreo-; la agricultura de bajas emisiones de carbono mediante prácticas sostenibles; y la conservación de lo que aún no se ha degradado.
Restauración en Chile
En 2015, desde UNCCD se acordó combatir la desertificación y restaurar la tierra con objetivos nacionales que se basan en el nivel de erosión de cada país y que apuntan a lograr la Neutralidad en la Degradación de la Tierra (LDN, por sus siglas en inglés) para 2030.
Afectado desde hace más de una década por una sequía, Chile es uno de los países que avanza con una estrategia nacional de restauración de tierras degradadas, a la que llegó después de un proceso participativo y federal. Así lo explicó Emilia Undurraga, agrónoma y ministra de Agricultura de ese país hasta marzo pasado.
“El problema de erosión en Chile es profundo, cerca del 80% del país tiene algún grado de riesgo de degradación y cerca de un 20% está en riesgo alto o muy alto de desertificación”, explicó, para agregar que la zona central, con fuerte modificación del uso del suelo por actividades humanas, es la más afectada tanto por la sequía como por los incendios.
En este marco, Chile desarrolló un plan nacional de restauración de paisajes elaborado entre los ministerios de Agricultura y Medioambiente. El plan -explicó Undurruga- “tiene metas bien concretas” como la restauración de un millón de hectáreas a 2030.
“Se trata no sólo de restaurar lo perdido, sino de buscar un camino para proteger los territorios con una mejor gobernanza, más capacidades estatales, financiamiento específico y estrategias de prevención y reducción de factores de degradación, con la participación de actores públicos, privados, de la sociedad civil y de las universidades”, sostuvo Undurraga.
Agroecología en Argentina
En Argentina, tras décadas de agricultura y ganadería intensivas y cambios en los usos del suelo, existe una degradación evidente. Según el informe del estado del Ambiente de 2020, hay 100 millones de hectáreas afectadas por erosión, con un ritmo de incremento estimado en unos dos millones de hectáreas por año. Entre los factores que explican esto figuran la implementación de uno o dos cultivos (sobre todo soja) sin rotación, el sobrepastoreo y el avance de la frontera agropecuaria.
Beatriz Bonel, ingeniera agrónoma especializada en Ciencias del Suelo de la Universidad Nacional de Rosario, explicó que los tres aspectos básicos del suelo (su condición física, química y biológica) están afectados en Argentina, cuyas tierras sufren escasez de nutrientes, compactación y pérdida de materia orgánica.
“Existen tecnologías para frenar algunos procesos y revertir otros y además hay un cambio generacional con nuevos actores. Los jóvenes vienen con otra mentalidad que incorpora las variables ambientales”, explicó.
Uno de esos nuevos actores es la Red de Municipios por la Agroecología (Renama), creada en 2016 y que hoy agrupa a 40 localidades argentinas y a 200 productores que trabajan más de 100 mil hectáreas bajo el paradigma agroecológico. El ingeniero agrónomo Eduardo Cerdá, uno de sus fundadores, resaltó la importancia de avanzar en la construcción de un modelo de producción “emancipador” que desacople a los productores de los costos dolarizados de los agroquímicos y las semillas. “La agroecología es un paradigma donde prima el equilibrio y la salud”, agregó.
“Se trata de avanzar en una forma de producir que incluye a los productores, no podemos olvidar que en los últimos 20 años se perdieron 100 mil productores pequeños y medianos en Argentina”, dijo.
Agricultura regenerativa en Brasil
En la región semiárida del Sertao, una de las zonas más secas de Brasil, la iniciativa Adapta funciona como una coalición de organizaciones con una estrategia de regeneración ambiental para pequeños productores.
Daniele Cesano, director de AdaptaGroup, explicó que la erosión de los suelos es un grave problema en varias zonas de Brasil, y está originada más que nada por el modelo agropecuario extensivo. “Estamos frente a un proceso de erosión, de desertificación, muy acelerado. Nuestra respuesta pasa por la agricultura regenerativa que evita el monocultivo y busca diversificar”, dijo.
El menú de herramientas que utilizan con los pequeños productores incluye sistemas agroforestales y mejoras en la fertilidad del suelo a través de cultivos de cobertura y fertilizantes biológicos. A eso se le suma gestión, conocimiento y financiamiento: “queremos profesionalizar el trabajo, que los productores estén informados y capacitados. Pasar de una agricultura de insumos a una agricultura de manejo, de procesos. Es la mejor forma de cuidar el suelo”, agregó.
Proyectos en el Gran Chaco
El Gran Chaco es una de las regiones forestales más grandes, y también más amenazadas, de América Latina. Un proyecto gestionado por la Fundación ProYungas en alianza con Aapresid y la Fundación Bertoni de Paraguay busca potenciar una cadena de soja sustentable y libre de deforestación sobre dos ejes: buenas prácticas agrícolas y la conservación y restauración de vegetación nativa.
Alejandro Brown, presidente de ProYungas, explicó que es necesario construir una “mejor planificación territorial” para mejorar las prácticas ganaderas y sumar intensificación, genética y productividad, con cobertura forestal. También generar espacios que estén total o al menos parcialmente “libres de presión humana”.
“Partimos del concepto de paisaje productivo protegido, un modelo de gestión del territorio a escala de paisaje que integra la producción con la conservación y los servicios ecosistémicos, en un contexto de sustentabilidad ambiental y social”.
Aapresid aportará su experiencia con una metodología de experimentación a campo, donde los productores trabajan junto a científicos en modelos de producción sustentable. Las acciones serán en cinco sitios piloto del Gran Chaco en una extensión de unas 50.000 hectáreas.
Artículo publicado en Diálogo Chino
JH
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