Democracia de goma
Qué cosa el extractivismo, che. Tiene que forzar la institucionalidad a cómo de lugar y dejar agujeros en los cuerpos, de lo contrario, no puede avanzar con agujeros aún más grandes en los territorios. Gracias a su impulso, la democracia en las provincias se ha vuelto de goma, con la corrosiva colaboración de las fuerzas políticas dominantes, más allá de su posición específica en esta rara grieta con subgrietas que dominan en el país.
En Jujuy, por ejemplo, tuvieron que modificar la Constitución para intentar arrancar el litio de tierras ancestrales. La aplicación de la fuerza bruta en las protestas de Punmamarca, indigna de un país que se considere representativo y plural, es perfectamente compatible con el ejercicio de deformación institucional como el que ocurrió. Sin él, sería imposible hacerse enteramente de los territorios y del agua necesaria para este tipo de minería, que despierta angurria en el Norte global, mientras el cambio climático, inflado a drede por el petróleo y sus gases, empuja a un nuevo ciclo de despiadado consumo de recursos. Los norteamericanos, europeos y chinos podrán manejar sus cómodos autos nuevos sin culpa con la atmósfera, se sentirán bien consigo mismos, a pesar de que se tenga que desalojar a las comunidades indígenas de sus lugares con la autoridad de una constitución alterada a medida. Aunque, tras las protestas, Gerardo Morales reculó un poco, la conmoción no cede. Las intenciones de ir por todo el litio no han cambiado.
Si sólo fuera Morales el único corruptor de instituciones, pero no. El año pasado, en Río Negro, del otro lado del espectro polìtico, dieron vuelta a hurtadillas una ley que prohibía toda actividad petrolera en las pristinas aguas del Golfo San Matías, a instancias de YPF, la compañía que nos quiere hacer creer que su crecimiento es idéntico al de la felicidad de la Nación. Todo para instalar un puerto con boyas flotantes para sacar el petróleo frackeado de Vaca Muerta. Olvídense de Escazú, la ley General del Ambiente, la Constitución Nacional y todo eso. Todos se abroquelan detrás del oleoducto y a la empresa que esponsorea a Messi y a la selección en nombre de la argentinidad.
Ya lo sabían bien en los pueblos que se quisieron rebelar contra el fracking en el Alto Valle, donde todas las prohibiciones municipales fueron doblegados por el mismo tribunal que ahora autorizó la instalación del puerto. La democracia también se puede romper con un buen par de abogados pagados por las petroleras. Es así.
El propio boom de explotación en Vaca Muerta empezó con un acto de violencia en 2013, cuando unas cinco mil personas, entre ellas, comunidades mapuches, fueron reprimidas mientras la legislatura se aprestaba a aprobar un acuerdo secreto entre YPF y Chevron, o sea, un sinsentido democrático. No hay transparencia en la oscuridad. La compañía norteamericana venía con las manos sucias de Ecuador por los desastres dejados en la Amazonía. Pero había que dar trámite rápido a la sed de explotación hidrocarburífera.
Sólo las puebladas han impedido la gran minería en Chubut y Mendoza, donde también se intentó subvertir entre gallos y media noche leyes para permitir grandes explotaciones a cielo abierto: la madre de todos los agujeros. Y en Catamarca se reprime sin asco, con palos, gases y detenidos, cuando la gente quiere impedir que la minería siga avanzando sobre los Andes, como lo ha hecho en La Alumbrera. Andalgalá nuca deja de llorar.
¿Ese este de verdad el país que queremos, el que sacará a sus hijos de la pobreza? Parece que no. Que, en cambio, este modelo es una máquina de destruir instituciones y de invisibilizar a las personas, de privarlas de sus derechos y de enfermar a sus cuerpos. Los impactos en la gente y en el ambiente se normalizan bajo una narrativa falsa de desarrollo, y si no te gusta, callate. Te insultan: sos un ambientalista boludo que no entendés nada, porque te importan solamente los utópicos pajaritos.
A los jodidos por el extractivismo nunca se les pregunta nada. Se los deshumaniza, se le sacan sus características físicas y espirituales, para convertirlos en el sinónimo del estorbo, de un corte de ruta molesto, en un piquete más. Y desde el poder y la prensa cómplice invierten los significados: los turistas que esperan en las colas de autos son las víctimas, y los que defienden sus vidas, los victimarios.
Mientras tanto, las manchas que van dejando las zonas de sacrificio en la Argentina siguen extendiendo sus fronteras como el aceite volcado sobre una superficie lisa. Pongan a los pastizales envenenados por el paquete químico de la soja y la deforestación del Gran Chaco en la lista de los territorios ofrendados al desarrollo. Y nuestro país, que siempre se ha jactado de tener tantos recursos naturales, un día encontrará que en lugar de naturaleza quedaron agujeros indelebles. Y que lo que sacaron, se lo llevaron a otras partes, para que allí traten de ser un poco más felices.
MA/MG
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