La presión de los productores para mantener las ayudas al petróleo obliga a prorrogar la cumbre de Glasgow
La Cumbre del Clima de Glasgow se va a la prórroga encallada en las subvenciones a los combustibles fósiles, la financiación para los países empobrecidos y los mercados de carbono. El texto propuesto por el presidente de la COP26, Alok Sharma, fue vapuleado por las delegaciones por lo que, a las pocas horas de haber nacido, ya estaba claro que no servía: se había aguado la desescalada de los subsidios al petróleo, el carbón y el gas y se “lamentaba profundamente” que no se hayan completado los fondos prometidos hace diez años para los estados vulnerables, pero sin que el dinero se ponga en la mesa.
“Esos subsidios tienen que acabarse, ¿cómo se le puede hacer un lavado de cara a esto?”, dijo el enviado especial de EEUU, John Kerry. “Nosotros somos de los mayores productores de combustibles fósiles y de sus subsidios, pero tenemos que eliminarlos y lo vamos a hacer”.
Este ha sido uno de los nudos que han enredado la COP26. ¿Cómo no pedir en un foro que trata de atajar el cambio climático que miles de millones de euros públicos dejen de sostener el uso de la principal fuente de CO2? Arabia Saudita dio la respuesta: “Nadie está en desacuerdo con que hay que conseguir el límite de un incremento máximo de temperaturas de 1,5ºC, pero debemos encontrar un terreno común en el cómo. No puede aparecer nada que rompa el equilibrio”, espetó su delegado frente a los demás.
El Grupo Árabe
Detrás de los saudíes se parapetó todo el Grupo Árabe que incluye 22 estados como Egipto, Emiratos Árabes, Irak, Kuwait, Libia o Jordania. Rusia no concretó nada en un circunloquio público y Australia calló.
El intento de Sharma de crear un consenso sobre este asunto al matizar la primera versión del borrador del acuerdo que enviaba un mandato simple para ir acabando con los subsidios no ha convencido a los que han empujado en esa dirección. No solo EEUU, sino que la Unión Europea se negó a admitir esta redacción para incorporar a los “países fósiles” a la declaración definitiva. “Los expertos han dicho que no hay subsidios eficientes en este campo, así que no tiene sentido incorporarlos”, analizó la vicepresidenta tercera Teresa Ribera.
Las intervenciones oficiales de disgusto sobre este aspecto han ido sucediéndose –y eso que se trata de una petición, no una obligación–. “Los combustibles fósiles son un dolor y nuestra destrucción”, ilustró el representante de las Islas Marshall. Los Pequeños Estados Insulares, 38 países especialmente vulnerables al cambio climático como Granada, Puerto Rico, Samoa, Micronesia o Seychelles, clamaban: “Solo pedimos que no se paguen”. La sucesión de críticas se alargó más de dos horas.
No es extraño que las conferencias climáticas de la ONU se alarguen, pero sí que, tras repetir la Presidencia en cada aparición que planeaba acabar el viernes por la tarde, una sesión plenaria esté jalonada de tantas intervenciones de disgusto como la de este viernes.
“Lloramos y sangramos”
“Para Kenya, para África, el calentamiento de 1,5ºC de todo el planeta significa 3 ºC” –no todo el globo se recalienta homogéneamente–, subrayó el delegado keniata. “Por eso lloramos y sangramos con las sequías y las lluvias torrenciales”.
El país africano ponía palabras al malestar que se ha ido gestando en los países empobrecidos por ver ignorada su necesidad de financiación: “Una excusa tras otra para no completar el fondo de 100.000 millones de dólares que se acordó hace más de diez años para 2020. Pero ahora... nos dicen que igual será en 2023. Nuestra confianza se hace pedazos”.
Así que en este otro punto de la agenda también se creó resistencia. Es cierto que el discurso en torno a la COP suele focalizarse en la reducción de emisiones, el calentamiento acelerado del planeta por parte de las delegaciones de los países desarrollados, pero, para los estados vulnerables –que padecen más el cambio climático habiendo lanzado poco CO2– los recursos para acceder a tecnología de energía verde, adaptar su territorio a los efectos de la crisis y compensar los daños y pérdidas que ya están teniendo son casi una línea roja.
La coda final está en el mercado de emisiones. Se está convirtiendo en un escollo recurrente desde que se introdujera este mecanismo en el artículo 6 del Acuerdo de París. La Unión Europea está preocupada por que sirva para hacer más trampas que beneficiar mientras la voz cantante que quiere tener manos muy libres con este asunto es Brasil para aprovechar su bosque y el carbono que los árboles tienen capturado desde hace años –un carbono que, antes o después volverá a la atmósfera pues los árboles mueren–.
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