Canciones al desnudo, noches de pesadillas
Hace poco nos reíamos con varias personas en Twitter de un catálogo de colores de esmaltes para uñas que encontré en un negocio y que proponía una especie de equivalencia entre cada tono y un estado de ánimo: verde para “eléctrica”, violeta oscuro para “querendona”, turquesa para “adorable”, azul claro para “casquivana”, naranja para “efusiva” y así. El rótulo como bandera a una victoria absurda, un etiquetado frontal y delirante en las puntas de los dedos (las reacciones y las respuestas que fui recibiendo me sacaron carcajadas: gracias a todos).
No se me ocurre qué color podría representar lo destartalado (¿cuál es el tono de una ruina? ¿por qué pienso en gris?), pero ese sería el tono que representa mis últimos días y los de varias personas con las que hablo por acá y por allá. Aquellos que atravesamos este fin de año –de dos años, si se mira bien– un poco zombies, bastante rotos.
En mi caso, estas semanas están teñidas por noches de pesadillas que insisten (en realidad: una misma que va y vuelve en distintas versiones, hasta que me despierto sobresaltada) y días de consultas médicas. La última: el oculista. Parece que, entre las innumerables consecuencias que dejó la pandemia, una de ellas está vinculada con un cambio que varios sufrimos en la manera de mirar. Y no me refiero esta vez a una cuestión de ver las cosas con nuevas perspectivas a partir de la tragedia global –no soy tan optimista ni me arriesgaría a un gesto tan grandilocuente– sino a algo más cotidiano: por habernos quedado más adentro y, en algunos casos, por exponernos a menos cantidades de luz, los ojos de varios ahora enfrentan nuevos problemas de visión que debemos que tratar (les dejo acá un informe interesante que escribió nuestra colega española Esther Samper sobre el tema).
Mientras tanto, junto las pesadillas con los ojos averiados. Y llego rápidamente a Elsa Bornemann, una de mis escritoras de cabecera, la que leí y releí durante toda mi infancia y a la que cada tanto regreso. (Un asterisco: en distintos momentos, tal vez por algún tipo de fuerza magnética oculta, la vida me fue acercando a gente fanática como yo de sus libros, muchos que hasta hoy seguimos sintiendo pavor al recordar su cuento Manos. Sí, el de las nenas, la tormenta, el apagón, los brazos estirados entre las camas).
Lo que me encanta de las historias de Elsa Bornemann es que van en dos líneas: por un lado, las de terror (el clásico Socorro o Queridos monstruos) y, por el otro, las de chicas y chicos enamorados (No somos irrompibles, que además es un titulazo, o La edad del pavo, otro). Pero, como leímos por acá –historias de amor y de fantasmas, asunto indisoluble–, esas rectas suelen tocarse.
No me olvidé del tema de los ojos, ya voy. Socorro Diez es uno de sus “libros pesadillescos” (así lo define ella misma) y también el título de uno de los cuentos más aterradores que recuerdo haber leído de esta escritora.
La protagonista de la historia, Socorro, es una nena muy esperada que nace en una familia de hermanos varones grandes, los Diez, y que rápidamente se gana el corazón de todos. El narrador, de hecho, es uno de los hermanos, que está totalmente embelesado por la llegada de la bebé. Todo va por carriles más o menos esperables hasta que Socorro crece y empieza el jardín. Un día la maestra llama a los padres preocupada: Socorro dibuja a su familia, a sus mascotas, a sus amigos y todo lo que se cruza con la forma de esqueletos. Se multiplican el miedo, las dudas, las consultas médicas. Hasta que después de varios estudios, los expertos detectan que los ojos de la nena –un caso único en el mundo– funcionan como scanners, que sólo pueden ver más allá de la carne; que la piel es totalmente invisible para ella.
No les digo cómo termina para que lo busquen si no lo leyeron –no me voy a quedar sola con el susto–, pero sí me detengo en algo que inquieta al narrador, más allá de la situación de angustia familiar.
Durante varias noches, después de recibir el diagnóstico de su hermana, él sueña con moscas que lo persiguen, le zumban al oído y después le dicen cosas como estas: “Cada uno ve (o no) las cosas según los ojos que tiene, zonzo. Nosotras, por ejemplo, tenemos más de tres mil novecientos microscópicos ojitos, apretados unos contra otros dentro de cada ojo principal… ¿Podrá adivinar, el señor, cómo vemos? ¡Ja! ¿Y su gata? ¿Sabía que ella ve donde usted no, que sus caniches únicamente captan distintas tonalidades del gris o que las orugas de sus plantas se deslizan entre luces y sombras, sin distinguir ningún color?”.
Las enumeraciones siguen cada noche, con detalles y particularidades de la visión de lechuzas, langostas marinas, búhos, murciélagos y hasta de la propia Socorro, que al fin y al cabo ve y reconstruye en sus dibujos eso que capta su mirada. El chico se despierta siempre transpirado, aterrado, fuego en la frente.
Los dejo con una nueva edición de Mil lianas, que esta vez intenta ser un prisma. Que cada uno lo haga girar para ver los colores y las formas que más le gusten.
1. La estirpe, de Carla Maliandi. Arriba hablábamos de pesadillas y el inicio de La estirpe (Literatura Random House, 2021) plantea un escenario bastante terrorífico. Al parecer después de pasar algunos días inconsciente, una mujer joven despierta en la cama de un hospital. Con el correr de las horas, y la ayuda de quienes la rodean, va a ir armando el escenario de lo que le ocurrió: mientras bailaba en su fiesta de cumpleaños, una bola de espejos cayó sobre su cabeza y el golpe le hizo perder memoria y lenguaje. O al menos alguna parte de ellos.
Lo que le sigue a eso es un periplo interno que la llena de preguntas. Desde las más simples (“Trato de llamar a alguien, pero las palabras no me salen. ¿Cuáles son las palabras para llamar a alguien? ¿Qué palabra hará que alguien venga?”) hasta las que quizá jamás tengan una única respuesta (“Pregunto a Alberto qué cosas me importan”).
Con mucha sutileza y una escritura profunda en su precisión, Carla Maliandi describe en las páginas de su novela, que tiene a una escritora como protagonista, ese intento por recuperar lo perdido que se parece bastante a cualquier interrogante sobre la identidad: ¿qué es lo que nos constituye? ¿dónde está lo propio? ¿qué relatos nos atraviesan?
En el camino, aparecen figuras de su familia –la estirpe del título hacia arriba, con un tatarabuelo que perteneció al ejército de Julio Argentino Roca y, hacia abajo, con un hijo al que desde que tuvo el accidente no puede nombrar– que traerán todavía más enigmas en su lucha por reconocerse. Una batalla que pareciera perdida de antemano y que, a la vez, le resulta imperioso librar.
Carla Maliandi es dramaturga, escritora, directora teatral y docente. Su primera novela, la impactante La habitación alemana (Mardulce, 2017), fue reconocida local e internacionalmente y traducida a varios idiomas.
La novela La estirpe, de Carla Maliandi, acaba de ser editada por Literatura Random House.
2. The Beatles: Get Back. La intriga se viene estirando como un chicle desde que, a fines de diciembre de 2020, Disney mostró al cineasta Peter Jackson en la sala de edición del que sería su próximo trabajo: un documental sobre Los Beatles con imágenes históricas de la banda. “Tenemos 56 horas de material nunca visto”, prometía, todavía encerrado por las restricciones sanitarias en Nueva Zelanda, y la euforia fue mundial.
La espera está llegando a su fin y a partir del 25 de noviembre, el documental, dividido en tres partes, llegará a la plataforma Disney +. Con el correr de los días y las distintas entrevistas que el director fue brindando a los medios, además de los adelantos que se vieron, se supo que The Beatles: Get Back hará foco en la cocina del disco Let it Be, una historia tan llena de mitos y chismes como de canciones geniales.
Los trailers del documental, de hecho, nos llevan a 1969: después de un par de años sin presentarse en vivo, Los Beatles se proponen grabar 14 canciones nuevas en poco tiempo y armar un show de impacto. Visto desde hoy, parece medio insólito, como chocarse con himnos antes de ser himnos, con canciones al desnudo: todos esos temas que de tan sublimes nos parece que existieron siempre, les valieron a los músicos discusiones, dudas, ajustes.
Esos días quedaron grabados en el documental Let it Be, de 1970, dirigido por Michael Lindsay-Hogg y lo que ahora hizo Jackson fue tomar parte de lo que quedó afuera de aquellos registros íntimos. Entonces, según promete, se va a poder ver, entre otras cosas, la creación paso a paso de Get Back, por ejemplo, o el célebre show improvisado que la banda brindó en la terraza del estudio de grabación Apple Corps, en enero de 1969. No sé ustedes, yo no puedo más de ansiedad.
La serie documental The Beatles: Get Back, con dirección de Peter Jackson, se estrenará en exclusiva en la plataforma Disney+ los días 25, 26 y 27 de noviembre. Por acá se puede leer una entrevista con el director que publica elDiarioES.
3. Foto Estudio Luisita por dos. Lo contamos hace poquito en elDiarioAR, vuelvo por si se distrajeron: hace unas semanas inauguró la muestra Temporada fulgor: Foto Estudio Luisita en el Malba. Se trata del rescate imperdible de un espacio emblemático para la fotografía y el mundo del espectáculo, que surgió en el pequeño departamento de la avenida Corrientes, en pleno centro porteño, donde vivían y trabajaban las hermanas Luisa y Chela Escarria. Las dos habían llegado con su familia desde Colombia, a finales de los ‘50, y se instalaron en la Argentina para trabajar en un oficio que habían heredado de su madre: mientras Luisa tomaba fotos, su hermana Chela se dedicaba al trabajo de revelado y de retoque.
Ya entrados los años ‘60, y con los espectáculos del teatro de revistas entre lo más destacado de la escena local, las Escarria empezaron a retratar a las grandes figuras, que se congregaban en ese estudio hogareño y diminuto para quedar inmortalizados en imágenes que, gracias al trabajo de recuperación y de archivo que se hizo recientemente, resultan centrales para analizar la cultura popular argentina. Es interesante lo que confluye en esas tomas y en parte del material que quedó descartado, que también se puede ver en la exhibición: las grandes estrellas al desnudo, los retoques manuales en un mundo analógico, lo hogareño que se filtra en el brillo de los trajes y la fantasía de lo estelar.
En 2018 se estrenó el documental Foto Estudio Luisita, de Hugo Manso y Sol Miraglia, la albacea y gran rescatista del trabajo y la obra de las Escarria. El largometraje cuenta con entrevistas a ellas (Luisita murió en 2019, Chela todavía vive en el departamento/estudio) y a algunas de las artistas retratadas a lo largo de las casi cinco décadas en las que funcionó Foto Estudio Luisita. Se puede ver gratis en la plataforma CineAR y resulta un buen complemento de la muestra, que seguirá todo el verano en el Malba.
La muestra Temporada fulgor: Foto Estudio Luisita se puede visitar en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba). Más información sobre entradas y horarios, aquí. El documental Foto Estudio Luisita se puede ver en la plataforma CineAR de manera gratuita. Más información, aquí.
¡Hasta la próxima!
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