Formas de resucitar, el baile atolondrado de Cate Blanchett
¿Cómo podría una cosa ser solamente una cosa? ¿Cómo podría no ser, antes incluso que ella misma, el material con que está hecha? ¿Cómo podría no ser, antes incluso que ella misma o que aquello para lo que sirve, la forma que tiene, la imagen que cobra, la imagen que da?, escribió Martín Kohan. El texto se lee en el reverso de un póster disponible en la entrada de la muestra Del cielo a casa que se inauguró hace unas semanas en el Malba (el escritor dijo varias cosas más y súper interesantes sobre el asunto justamente durante el acto de apertura; el discurso completo se puede ver por acá).
Recorrí con entusiasmo la exhibición, que reúne, sin ser exhaustiva, cosas de un imaginario común y flotante: el argentino. Están los elementos propiamente dichos (entre otros, electrodomésticos, un auto, sillas –demasiadas sillas, tal vez–, cajas de alfajores, piezas de vajilla, trajes antárticos, carteles, zapatillas, discos, un banco ocre en el que nos sentábamos quienes fuimos alumnos de alguna escuela porteña a mediados de los ‘80); hay publicidades de varios de estos objetos (como si nos indicaran, tal vez un poco pedagógicamente: no hay cosa sin su mercantilización, sin su posibilidad de intercambio); y también, superpuestas, están las obras de artistas plásticos que homenajean o intentan revisitar estos objetos (por ejemplo, una caja de fósforos Ranchera gigante, un cuadro que en primer plano exhibe un trapo rejilla o una instalación hecha de pelotas Pulpo).
Durante el recorrido oigo los comentarios de las personas que me rodean: escucho a una mujer decir que se acuerda de cuando era chica y usaba los marcadores que se lucen en un afiche de la exposición, otra que había visto el mismo juego de tazas que tenía frente a sus ojos en la casa de un pariente.
Ese televisor, esos cubiertos, ese mazo de cartas. ¿Cómo podría una cosa ser solamente una cosa? Varios se sacan fotos, sonríen, se emocionan, recuerdan y esa cosa inerte, ahora incrustada en la tarima de un museo, tiene otra pátina, cobra otra vida.
Pienso en ese atrevimiento, en esa nueva posibilidad de las cosas no tan nuevas, en su estar silencioso y también trascendente. En un movimiento que viene más de los colores, de los diseños y de las formas que del uso en sí. Una manera de resucitar: en la memoria, en la relectura, en eso que gana una dimensión distinta cuando se corre del lugar habitual.
Tengo con la fe –en el sentido más amplio posible– una relación sinuosa. Llegué hasta el sacramento de la Confirmación en la religión católica (apostólica y romana), toco bocina cada vez que me cruzo en la ruta algún altar rojo del Gauchito Gil, recuerdo de memoria muchísimas canciones de misa (y me gusta mucho cantarlas), miro todos los días un pequeño altar paganísimo que el mismo caos de los días fue armando en mi mesa de trabajo, seguí varias cábalas inconfesables a lo largo del Mundial, brindo mirando a los ojos sin falta, agradezco a mis amigas muy creyentes que rezan por mis seres queridos en momentos difíciles, tengo una mezuzá en la puerta a la que le hago reverencias todos los días; cuando me preguntan por el tema digo que soy agnóstica.
Tengo con la fe –en el sentido más amplio posible– una relación sinuosa y por estas horas, en días de Pascuas para muchos, veo resurrecciones por todas partes.
De renacidos, de nuevos comienzos, de liberaciones y regresos está armada esta nueva edición de Mil lianas. También este lugar, a su modo, es una resurrección semanal y chiquita.
1. La rebelión, de Joseph Roth. Las ediciones renovadas, armadas a partir de traducciones flamantes o rescatadas de algún tipo de olvido, también implican un renacimiento para textos y autores. Por estos días, Ediciones Godot está lanzando una colección de libros de Joseph Roth, autor austríaco del período de entreguerras, un poco misterioso, un poco mítico. Arrancaron con las novelas Izquierda y derecha y La rebelión, con traducciones originales y rioplatenses como venían haciendo desde la editorial con la obra de Stefan Zweig (otro escritor y amigo de Roth, con quien tiene muchas cosas en común por la época en la que vivieron, la experiencia del exilio y esas vidas plagadas de mudanzas y viajes).
Esta vez voy a comentarles algo breve de La rebelión, una novela que tiene como protagonista a Andreas Pum y fue publicada originalmente en 1924. Apenas comienza el libro, Pum, que es un ex combatiente y fue condecorado por el gobierno de su país, pasa los días en un hospital de guerra. Lo rodean personas que perdieron partes de su cuerpo, que quedaron ciegas o con distintas secuelas físicas y mentales. Él, pese a ese ambiente angustiante, se siente superior, como se puede leer desde las primeras líneas: “Solo Andreas Pum estaba feliz con el devenir de las cosas. Había perdido una pierna y había recibido una condecoración. Muchos no tenían ninguna condecoración, incluso habiendo perdido algo más que una pierna. Les faltaban los brazos y las piernas. O debían permanecer en la cama porque tenían la médula espinal rota. Andreas Pum se alegraba al ver sufrir a los otros”.
Es esa percepción de superioridad de Pum –que es una especie de olfa, que tiene con las instituciones y con el poder un vínculo reverencial– la que lo lleva a creer, a diferencia de muchas de las personas que lo rodean, en una especie de orden moral imperante. Sin embargo, cuando obtiene un permiso oficial para ganarse la vida tocando un organillo en las calles de Viena y se ve envuelto en una serie de peripecias, su mirada cambiará notablemente.
Contada en capítulos cortos, con agudeza y un poco de sorna, La rebelión fue leída, con los años, como una indagación profunda y crítica sobre los mecanismos del poder, las burocracias estatales y los vínculos entre las personas. Se trata de una novela breve que en pocas páginas despliega una historia con profundidad y contundencia.
La rebelión, de Joseph Roth, con traducción de Daniela L. Campanelli, salió por Ediciones Godot.
2. Series que vuelven. Hablábamos de resurrecciones más arriba y toda resurrección implica alguna forma del regreso. Por estos días vuelven dos de las series que más me gustaron en los últimos tiempos y que tienen como protagonistas a dos personajes que por motivos muy distintos intentan reinventarse o renacer.
Uno es el protagonista de Barry, la serie de Bill Hader que estrenará su última temporada el próximo 16 de abril. Como les conté alguna vez, Barry es un sicario un poco harto de su trabajo que, obligado a viajar a Los Ángeles para llevar a cabo una misión secreta, termina involucrándose en un grupo de aspirantes a actores de esa ciudad y encuentra, en ese universo de guiones, de exageración, de gestos solemnes y de personajes entrañables, una vida posible. O un destello de su propio deseo.
Cada vez más sofisticada en su humor negro (la tercera temporada directamente te noquea y, al mismo tiempo, provoca espasmos de risa) y con una actuación destacada del protagonista, los últimos capítulos en los que se podrá ver a Barry lo encuentran en problemas serios. Si no me creen, por acá les dejo a mano el tráiler.
Otro regreso para agendar es el de Alguien en algún lugar (Somebody Somewhere), que volverá a las pantallas con su segunda temporada el 24 de abril. Como señalamos cuando se lanzó, la protagonista de esta comedia agridulce es Sam, interpretada por la comediante, cantante y performer Bridget Everett, en un rol a su medida y que retoma mucho de su vida real. A medida que avanzan los capítulos, se van descubriendo algunas cosas de esta mujer: que sufre la pérdida de una hermana a quien acompañó en la etapa final de una enfermedad; que se había ido de su pueblo natal –Manhattan, pero en Kansas: campo, casas bajas, banderas de Estados Unidos– y debió volver ante esa circunstancia extrema; que está perdida entre el duelo y un lugar que parece verla como una extraña; que tiene que hacerse cargo de una madre alcohólica.
Los nuevos episodios la encuentran otra vez al lado de su amigo Joel y rodeada por ese misterioso club queer clandestino en el que puede despuntar su pasión musical y encontrar algún tipo de refugio en medio de las hostilidades del entorno que la agobia.
Barry vuelve con su cuarta y última temporada el 16 de abril. Alguien en algún lugar regresa con su segunda temporada el 24 de abril. Las dos series se pueden ver por HBO y HBO Max.
3. Los elegidos de Dani Umpi. Por su música, por sus libros (Aún soltera y Miss Tacuarembó, entre mis más subrayados y queridos de mi ¿primera? juventud), por sus performances. Al universo colorido, ondulado, melodramático y pop del artista uruguayo Dani Umpi se puede entrar de varias maneras. También se puede acceder por sus referencias y por sus gustos.
Fanático total del rubro, en estos días Umpi decidió compartir en su cuenta de Instagram una selección con sus videoclips favoritos. Lo hizo a partir de un pedido de Filmar Música, un espacio online que se dedica justamente a la difusión de videoclips y a reunir a todos aquellos que se dedican a dirigir y pensar alrededor de este género tan particular.
“Son videos que me emocionan por su simpleza, edición, ocurrencias o fetichismos que hacen que no pueda dejar de verlos”, dijo el artista sobre sus elegidos. Tal como aseguran desde Filmar Música, la playlist de Umpi está compuesta por “videos actuales y añejos que lo han sorprendido, casi todos dentro de lo vagamente que podría catalogarse como ‘pop’. Desde Pills N Potions de Nicki Minaj (al que presenta como ‘el primer video que vi que estaba hecho para celular’) hasta I Wrote A Song de Mae Muller, actual propuesta inglesa para Eurovisión 2023, pasando por clásicos rupturistas como Manchild de Neneh Cherry o Blue Savannah de Erasure”. Todo esto –son 41 gemas en total– se puede ver y escuchar por acá.
La playlist con los videoclips favoritos del escritor y músico Dani Umpi se puede ver aquí. Más, en este enlace del proyecto especializado en videoclips Filmar Música.
Banda sonora. Gracias a un atentísimo comentario de Gerardo, un lector que sigue este espacio desde algún lugar de Cataluña, me di cuenta de un error en la entrega de la semana pasada, en la que entre otros desvaríos hablamos largo y tendido de Total Eclipse of the Heart (¿todavía lo tienen pegado? yo sí) y de la carrera de su intérprete, Bonnie Tyler. Al pasar, mencioné por error que su hit anterior había sido It's a Headache, cuando debí decir It’s a Heartache: lo que le dolía a la pobre Bonnie era claramente el corazón. Prefiero no quedarme en el pifie –que se analice solo o se disuelva ahí– y en cambio aproveché este embrollo para sumar a nuestra lista compartida de música canciones que sí mencionan de algún modo a la cabeza. Hay de todo, como es habitual: de Alanis Morissette a Soda Stereo, de Bandalos Chinos a Mercedes Sosa y una versión divina de Por una cabeza, de Marcelo Ezquiaga y Kevin Johansen, entre muchísimas y muchísimos otros artistas y bandas.
Ya hablamos varias veces por acá del magnetismo de series y películas catalogadas como de coming of age, aunque de alguna manera quizás todas lo sean. ¿O en qué relato no aparece un pasaje, un tránsito, un modo de hacerse grandes? En cualquier caso, me volví a enganchar con una de esas, que encima tiene una banda de sonido que me gustó mucho y se escucha por acá. Se estrenó en 2022 y se llama The Summer I Turned Pretty (en español le pusieron El verano en que me enamoré, qué sé yo, con ese nombre la encuentran en Amazon Prime). Algunas de las canciones que aparecen en los siete capítulos de la primera temporada (de Taylor Swift, los Carpenters, Sufjan Stevens y Lou Reed) se colaron también entre las nuestras.
Bonus track. El dúo californiano Sparks, integrado desde la década de los ‘70 por los hermanos Ron y Russell Mael, lanzó The Girl Is Crying In Her Latte, un single que formará parte del disco que van a sacar en mayo. Al mismo tiempo difundieron un videoclip que tiene como protagonista a la actriz Cate Blanchett, una favorita total de esta casa, en pleno baile atolondrado e hipnótico (pueden saber más sobre el video y leer un lindo análisis también en este texto de Filmar Música).
¡Hasta la próxima!
AL
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