Horas de disfraces, un escritor fuera de forma
Se suele repetir que el trabajo periodístico es una especie de aventura diaria, llena de sorpresas, de vértigos, de días que nunca se saben cómo pueden llegar a terminar. Puede haber algo de eso a veces, claro. Pero, por lo general, las jornadas de los periodistas –como las de cualquier otro trabajador, no esperen por acá un espacio de épicas o de idealizaciones, al menos no en este terreno– están llenas de repeticiones, de redundancias, de duplicaciones y, sobre todo, de rituales.
El Loco –un apodo que se impuso como un tren de frente para alguien que te aturdía a puro ojo saltón, risa desbordante y voz arenosa– hacía todos los días lo mismo cuando llegaba a su computadora (vale la aclaración porque ahora todo cambió o eso que se supo llamar redacción ya no existe: eran tiempos donde cada cual tenía su espacio de trabajo asignado, eran días de ese otro tiempo que fue el entresiglo, o los comienzos de los 2000; era la década sin nombre). Mientras esperaba que su computadora arrancara –eran días, también, de sistemas operativos lentos y pantallas que apenas ofrecían fondos negros y letras blancas– llenaba su panza de aire, soplaba el teclado para barrer migas o pelusas con ese viento mínimo, sacaba una birome que llevaba siempre en el bolsillo de la camisa –ceremonias y fetichitos cotidianos, asunto indisoluble–, la apoyaba sobre el escritorio y miraba fijo a la pantalla. Sabía que nada nuevo iba a pasar después de ese sonido invasor de las ventanas que flotaban en la imagen que tenía adelante y, al mismo tiempo, contemplaba esperando algún tipo de desvío, alguna rareza. Hasta que, por fin, la máquina daba señales indudables de que estaba todo listo para empezar la jornada, que había llegado la hora. En ese momento exacto El Loco se frotaba las manos. Y pocos segundos después, disparaba el mantra invariable: “Bueno, a ver de qué nos disfrazamos hoy”.
“Yo no soy deforme, sólo estoy fuera de forma y no quiero curarme de nada”, dice el escritor y rapero argentino Matías Fernández Burzaco en el documental que veo por estas horas (se llama Fuera de forma, abajo les cuento más) y que lo tiene como protagonista. Lo hace desde su silla de ruedas, el espacio que lo contiene todos los días: él es una de las 65 personas en el mundo diagnosticadas con una enfermedad extrañísima que afecta su piel, le impide crecer y llena de nódulos su cuerpo. En la película va a aparecer siguiendo sus rutinas, rodeado de sus amigos en una sesión de videojuegos, preparándose para un show, arriba de un auto, paseando en la playa (“soy el quieto más inquieto”, dice al pasar y también: “quiero atravesar corazones, romperme, como en cada texto”). Casi al final, frente a una multitud que celebra sus canciones, lo vamos a ver arriba de un escenario con una capa, un collar enorme y el pelo teñido de fucsia para la ocasión. El artista fuera de forma también se calza su propio disfraz.
Prendas que se asemejan a disfraces, trajes fastuosos, departamentos llenos de mármoles y cortinados, boutiques que funcionan dentro de edificios que se parecen a palacios, dos hombres que se lanzaron a conquistar Buenos Aires, sin radar y al mismo tiempo sin pudor, y se convirtieron en modistos de lujo. Un juego de espejos, de esplendores que se desvanecen, de telones teatrales, de camuflajes desde finales de los ‘60 hasta mediados de los ‘90 (esa década que sí tiene nombre, tiene colores propios, hasta perfumes característicos). Todo eso se cruza en el libro que leo por estas horas (abajo también les cuento más). Se llama Casi nada que ponerte (Anagrama), lo escribió Lucía Lijtmaer (hablamos de otro de los libros de ella por acá y también de su podcast Deforme semanal ideal total, que me hace reír y pensar muchísimo). El libro, el primero de esta escritora, salió originalmente en 2015 y se reedita ahora con leves modificaciones. Me gusta que, para este universo donde la precisión es lo que timonea el trabajo, donde los diseños se tienen que ajustar para realzar los cuerpos de las clientas exigentes, donde todo es demanda y exactitud, Lijtmaer haya apostado por contar una historia desde los tropiezos que ella misma atravesó para dar con el tono y encontrar lo que llama “una voz narrativa” (“¿qué viniste a hacer acá?” es la pregunta con la que abre el libro y el hilo del que tironeará a lo largo de sus páginas). Me gusta, también, que ahí donde aparecen huecos, donde no hay claridad ni respuestas nítidas, la escritora haya preferido dejar los alfileres en primer plano, las costuras a la vista. Por último: me causa gracia que en la formalidad que requiere el mundo editorial en varios lugares describan al libro como una “crónica híbrida”: una etiqueta posible para eso que es imposible de amoldar. Un escondite, una fractura expuesta, otra forma del disfraz.
Son horas de incertidumbre generalizada. Hasta el tiempo está rarísimo donde vivo, en un invierno que no despega, que explota al máximo la amplitud térmica, que desarticula (por mi parte ando con unos mareos medio extraños que me desacomodan cada vez que me levanto de una silla o cuando hago un movimiento abrupto; más obviedad no se consigue). Hay personas con velocidad para las sentencias y los análisis –muchos trabajan de eso, otros tienen la habilidad de generar esa necesidad en los demás, como una voluntad propaladora de hacerse oír– . No lo digo con orgullo, lo digo con pudor: por acá no hay más que péndulos, voces que resuenan y al mismo tiempo hacen tambalear, atisbos en medio del sacudón. Pero, incluso en esa inercia rota, no queda otra que seguir con algunas rutinas. Entonces prendo la computadora –un poco más rápida que las de antes, bastante más colorida es la imagen que me devuelve– y pienso en El Loco. En su honestidad brutal, en sus pocos movimientos firmes para hacer pie en el desconcierto: la repetición, la necesidad visceral de elegir alguna máscara y la pregunta que silba bajito, hasta que perfora: a ver de qué nos disfrazamos hoy.
Empieza una nueva edición de Mil lianas. Pueden pasar.
1. Casi nada que ponerte, de Lucía Lijtmaer. Se trata, como decíamos arriba, del primer libro de la escritora Lucía Lijtmaer, que salió originalmente en España en 2015 y ahora llega a la Argentina. Con una combinación de estilos y un trabajo con las formas –hay crónica, hay una suerte de memoria personal, hay investigación clásica, hay bitácoras de distintos viajes, hay entrevistas y diálogos reconstruidos como si se formaran parte de escenas teatrales– Casi nada que ponerte tiene como protagonistas a Jorge y Simón. Son dos hombres que, después de nacer y crecer en pueblos remotos de distintas provincias argentinas, se conocen en Buenos Aires y se convierten, especialmente entre las décadas del ‘70 y del ‘90, en una dupla afectiva y comercial dedicada a la confección y la venta de ropa y de objetos de lujo para la élite porteña.
El libro parte de una búsqueda personal de la autora, que conoció lejanamente a la pareja durante su infancia: nacida en Buenos Aires en 1977 en plena dictadura militar y exiliada junto a sus padres cuando apenas tenía pocos meses de vida, Lijtmaer creció en Barcelona, España, pero siempre tuvo vínculo con familiares y amigos argentinos. Es a partir del cruce de su propia historia con la de los modistos de lujo que el relato repasará con gran sensibilidad los vaivenes y las heridas de la historia argentina reciente y, al mismo tiempo, ofrecerá un retrato de época muy atractivo donde se suceden personajes bien diversos como los propios Simón y Jorge, modelos famosas, clientas millonarias, profesoras de declamación, mujeres con hijos y nietos exiliados, decoradoras y adolescentes como la autora, que indagan en su identidad atravesada siempre por dos orillas.
Casi nada que ponerte, de Lucía Lijtmaer, salió por Anagrama.
2. Fuera de forma: la vida imparable de Matías Fernández Burzaco. Este notable documental de 28 minutos es una producción de BBC Mundo, fue dirigido por la realizadora uruguaya Mariana Castiñeiras y se puede ver gratis en YouTube. Como les contaba al comienzo, se trata de un trabajo de observación y seguimiento íntimo de los días del escritor, músico y actor argentino Matías Fernández Burzaco.
Sin caer en condescendencias, con momentos de humor y escenas de ternura, la cámara acompaña al protagonista desde que arranca su día en la cama y con un respirador que debe usar mientras duerme (“cada noche me pregunto si a la mañana siguiente estaré vivo”, dice) hasta que se encuentra con sus amigos para hacer música, conversa con su madre o con su padre, lo cargan en sus sillas de ruedas, se prepara para dar un show ante 800 personas. El quieto más inquieto, como se describe, compone, canta, se hace preguntas sobre la escritura, sobre su futuro y sobre sus días como una persona fuera de forma.
El relato está intercalado por la voz del propio Fernández Burzaco, que es autor de dos libros y escribió especialmente algunos textos que lee desde una voz en off para el documental. Llegué a Fuera de forma gracias al newsletter Línea Documental de Juan Pablo Mansilla (si todavía no lo siguen, pueden hacerlo por acá). Allí además hay una entrevista con la directora que brinda detalles sobre el germen y la realización de este excelente trabajo.
El documental Fuera de forma: la vida imparable de Matías Fernández Burzaco es una producción de BBC Mundo. Se puede ver gratis en este enlace.
3. Teatro por cuatro. El archicitado comienzo de la novela Historia de dos ciudades de Charles Dickens viene bien una vez más –¿para qué existen los lugares comunes si no es para arratonar palabras como remeras favoritas, a puro lavado?– para intentar capturar lo que pasa, entre otras cosas, con el teatro en Buenos Aires: “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos. La edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación”.
Tan versátil, tan agitada, tan hospitalaria en tiempos hostiles, por estos días coinciden en la cartelera teatral porteña obras que, más allá de sus estilos y mundos diversos, tienen algo en común en sus propuestas: todas ellas vienen a renovar el panorama a fuerza de textos potentes de autores y autoras locales con actuaciones impactantes. Por acá armé un repaso por algunas de ellas. El menú incluye regresos, adaptaciones literarias y nombres como los de Mauricio Kartun y Romina Paula.
La nota “El viaje de la Difunta Correa, dos regresos y un cuento de Quiroga en cuatro obras de teatro notables” se puede leer por acá.
Apostilla. Se anunciaron los ganadores de los Premios Nacionales 2022, otorgados por el Ministerio de Cultura de la Nación a escritores, científicos e investigadores destacados, entre otros. Me alegró saber que el escritor Santiago Craig fue distinguido por su libro de cuentos Animales, que salió en 2021 por Factotum.
Un recordatorio por si están si están buscando lecturas sorprendentes o planes de evasión: comentamos por acá esa publicación y el mismísimo autor dio algunas pistas sobre su trabajo: “Yo quería escribir acerca de algunas cuestiones básicas, elementales, humanas, que insisten en mí y que se le imponen a mi escritura como necesarias. Siempre, en lo que escribí, en lo que escribo, elijo un hueco, un agujero, algo que no sé, que no puedo manejar del todo. Necesito eso para ser sincero. Nunca escribo sabiendo absolutamente todo lo que quiero decir. Del mismo modo en el que nunca hago nada sabiendo absolutamente qué estoy haciendo. Y, en este caso, muchos de esos agujeros, de esos espacios que sirven para sacar al cuento de una certeza artificial que no me representaría, son esos animales”.
Banda sonora. Por estos días Sufjan Stevens, un músico que admiro y del que ya hemos hablado en este espacio, adelantó el primer single de Javelin, su nuevo disco, que se podrá escuchar completo a partir del 6 de octubre. La canción se llama So You Are Tired y se suma, junto con otras de este artista, a la banda sonora de Mil lianas que se puede escuchar por acá.
En otro orden de cosas, el 19 de agosto se celebra el Día internacional de la Fotografía y me pareció una excusa más o menos válida para reunir en nuestra playlist canciones que hablan de alguna manera de fotos. Elegí, entre otros, temas de Belle and Sebastian, The Who, Weezer, Ringo Starr, Astrud Gilberto, Leonardo Favio, Elliott Smith y Pedro Aznar.
Por último: llegó por fin el disco Labio inferior de Potra, el precioso proyecto musical de Sofía Vitola. Algunas de sus canciones se agregan también a nuestra lista compartida.
Bonus track: Llegar tarde a una columna sobre la velocidad de las cosas o la torsión ineludible en mi vida, al menos desde que tengo memoria: la paradoja. Juan José Becerra publicó hace unas semanas este texto maravilloso que leí y me acompañó por estas horas inquietantes. “Ese es el milagro de la literatura: contar con la boca cerrada”, dice entre otras cosas. Ahora o en cualquier momento: no se lo pierdan.
Bonus track II. Llegó a los cines y pronto desembarcará en Star+ la película La uruguaya, basada en la novela de Pedro Mairal y con dirección de Ana García Blaya. Si quieren saber un poco más sobre cómo se hizo, que decisiones se tomaron para la adaptación audiovisual y más, les dejo estos apuntes que armé por acá.
¡Hasta la próxima!
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