“Movimiento 4B”: la victoria de Trump reimpulsa una huelga sexual contra varones surgida en Corea del Sur
En 2006, después de alrededor de 500 crímenes, un grupo de esposas y novias de pandilleros del municipio de Pereira, en Colombia, protagonizaron una Huelga de piernas cruzadas: si no le ponían un freno a la violencia, ellas no iban a tener sexo con ellos. En 2009, un grupo de mujeres de Kenia, encabezadas por las esposas del presidente y del primer ministro, que estaban enfrentados, organizaron una huelga sexual durante una semana para que los rivales llegaran a acuerdos. En 2011, unas 300 mujeres de Santa María del Puerto de Toledo de las Barbacoas, una zona rural colombiana, decidieron abstenerse de tener relaciones sexuales con sus parejas hasta que repararan una vía que estaba en mal estado.
Las huelgas sexuales como estrategia de grupos de mujeres para llamar la atención, visibilizar conflictos y transformar una realidad injusta pueden rastrearse a lo largo de la historia política con distintos fines e impacto. En la mayoría de los casos son medidas de fuerza que pueden ejecutar solo algunas personas, pero que buscan un bien comunitario y colectivo sin distinción de géneros. Estas formas de protestas están presentes desde la antigüedad: ya en la comedia Lisístrata de Aristófanes la protagonista propone esa medida de fuerza en busca de la paz en medio de las guerras.
Hace una semana, tras conocerse la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, en pocas horas el hashtag #YourBodyMyChoice (tu cuerpo mi decisión) ocupó espacio de la conversación en la red social X y mensajes del tipo “Las mujeres son propiedad” llegaron a campus universitarios. Como reacción, algunas mujeres blancas empezaron a agitar un boicot a los varones heterosexuales y revitalizaron un movimiento que había surgido del otro lado del océano, en Corea del Sur en 2017 y 2018 al calor del #MeToo norteamericano y después de que el gobierno surcoreano responsabilizara a las mujeres por la baja de la tasa de natalidad: el de las 4B. Después de una saga de protestas contra la cultura machista este movimiento tomó relevancia y masividad durante las elecciones presidenciales del 2021, cuando fue electo el conservador Yoon Suk-Yeol.
“Acá, trabajando en mi cuerpo, que ningún hombre va a tocar durante los próximos 4 años”, escribió Issa desde San Diego en un vídeo que subió a Tik Tok donde se la ve en el gimnasio corriendo en la cinta. “Yendo a mi trabajo donde gano más que los hombres que votaron a Trump”, posteó Mikhaila desde Nueva York, en un vídeo selfie donde se la ve caminando por la calle, en esa misma red social. Otras decidieron raparse o cortarse el pelo. Todas usaron el hashtag viral #4B y algunas sumaban a la etiqueta Kamala Harris. También circularon vídeos de mujeres, la mayoría afroamericanas que se inclinaron mayoritariamente por la candidata demócrata, burlándose de las blancas.
Tras el 5 de noviembre, el término “movimiento 4B” se convirtió en uno de los más buscados en Google en Estados Unidos en sólo 48 horas: se cuadruplicaron las consultas en busca de su significado. Las 4 B remiten a palabras coreanas que empiezan con esa letra: Bihon (NO al matrimonio heterosexual), Bichulsan (NO a tener hijos), biyeonae (NO a las citas con varones) y biseksu (NO a las relaciones sexuales con ellos). En algunos medios estas acciones fueron narradas como una “tendencia feminista”.Pero, ¿puede inscribirse dentro de los feminismos un movimiento que directamente excluye a los varones de la ecuación?
Las estrategias separatistas pueden producir espacios seguros pero, ¿qué capacidad de transformación de la realidad efectiva puede tener? Se ha repetido hasta el cansancio que “muerte al macho” es una metáfora y que los feminismos, en líneas generales, pretenden el utópico final de la desigualdad de género, la eliminación de la discriminación y las violencias machistas.
“Muchas mujeres jóvenes sienten que el voto a Trump es un voto contra de sus derechos, a favor de la discriminación y el machismo. ¿Hay algo de eso? Seguramente. Hay una porción de votos ideológicos y también hay brechas de género, pero ni son unidimensionales ni tienen que ver con la genética o la biología sino con cómo vivimos en las sociedades capitalistas. Esto también parece obvio pero creo que la distinción es importante porque implica estrategias y perspectivas diferentes en la lucha contra la opresión y la desigualdad. En sí mismo, el movimiento 4B representa una estrategia impotente, no resuelve ningún problema. Sin embargo también podría ser antesala de un resurgir de la movilización, ¿por qué no?”, reflexiona Celeste Murillo en la última entrega de su newsletter, donde se pregunta como pase de comedia dentro de la tragedia: “¿Y si los hombres no votaran?”.
La polarización política y sexual ya tiene forma de una guerra entre los sexos y está desatada. Como toda reacción, los posteos en X y los vídeos en TikTok que comparten mujeres con la etiqueta 4B tienen mucho de enojo, indignación, catarsis por los resultados y, por el momento, en una lectura literal, poco de propositivo de cara al futuro y un rechazo que sólo cierra filas. Desde una lectura performática y optimista, quizás sea un gesto reactivo germinal que encienda acciones más organizativas, programáticas, y realmente feministas que busquen como objetivo el bien común.
MFA/DTC
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