Planteos por los precios y la complicación de la vida cotidiana: el 8M empieza a organizar sus consignas
La segunda asamblea transfeminista para organizar el 8 de marzo volvió a ser masiva. El patio del hotel sindical de ATE, donde se alojó, fue un rectángulo repleto y alguna gente no pudo entrar o quedó conversando y replicando en la entrada lo que se discutía adentro. La necesidad de sostener el espacio del proceso asambleario se respiraba. Y, sin embargo, de una semana a otra, en los tonos de las intervenciones se percibe un aceleramiento. El mismo día de la asamblea fue el paro de ferroviarios; al día siguiente, el paro del sector de sanidad; se prevé paro docente para la semana próxima, hoy una confluencia de movimientos sociales hará 500 cortes en todo el país y así.
Todo eso se narraba en la asamblea, como una suerte de diario en vivo de lo que está aconteciendo. Entre el paro general del 24 de enero (que mañana se cumple un mes) y el paro feminista internacional del 8 de marzo, los paros se escalonan, se multiplican. No parece haber días vacíos en la lucha por sobrevivir en este presente caótico, que es un modo estratégico de gestión del tiempo por parte del gobierno de Milei, para desorganizar hasta las rutinas más sencillas (lo que el filósofo Paolo Virno ha llamado la “parálisis frenética”).
Queda claro que el avance brutal contra salarios, derechos y posibilidades de vida en común no se da sin respuesta desde abajo, desde formas organizativas consolidadas hasta el salto de los molinetes frente al aumento del transporte. Los dispositivos eléctricos con los que se metaforiza la virulencia del gobierno “anarcocapitalista” –la licuadora y la motosierra– traducen el shock de lo que, según el Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía (MATE), implica estar a un paso del salario más bajo de la historia argentina.
María Echevarría de la organización La Poderosa planteó la urgencia del momento: “Este gobierno no puede seguir hambreando a nuestro pueblo. Quienes vienen a nuestros comedores ya están sin trabajo. Nadie puede comprar útiles para la escuela”, dijo. La cuestión de los útiles escolares fue un emergente de estos días, que tomó todo su dramatismo por la niña que robó fibras para sus hermanas y la policía de General Pico (La Pampa) desplegó un “enorme operativo” para detenerla por la denuncia de los dueños del local. La escenificación cruel de un estado punitivo que criminaliza a lxs más débiles. Pero la repercusión del hecho también despertó angustia, repudios y acciones de solidaridad concreta.
La poderosa invitó a la asamblea de feminismo villero que se realizará el próximo lunes 26 en la villa 21-24 (CABA), a las 18 hs. Más tarde una militante de una asamblea barrial de Boedo convidó a la “asamblea de asambleas barriales” en Parque Centenario este sábado. La asamblea feminista es también la confirmación de que otras asambleas se están organizando y sucediendo, en un momento en el cual de la asamblea al corte y al paro la pregunta es cómo se acumula fuerza contra el DNU y el protocolo represivo, dos de los objetivos que generan consenso a la hora de proponer consignas.
Carla Guadensi, Secretaria General de la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (FATPREN), trajo la centralidad de la deuda del FMI y una consigna que el movimiento feminista en Argentina supo hacer parte de las protestas diciendo: “La deuda es con nosotras y con el pueblo”. “Ni un paso atrás” repitieron varias integrantes de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito para defender lo ganado, después de que la abogada Nelly Minyersky –una de sus históricas– abrió el encuentro.
Se van tejiendo así consignas que buscan sintetizar la trabajosa apuesta de un texto colectivo. Las notas se toman en muchos cuadernos y en celulares, se ven correr minutas que seguramente después se pasarán por wasap, se difundirán a quienes no llegaron a la asamblea o se compartirán con otros espacios organizativos. La asamblea es también una instancia de escritura colectiva, en la van apareciendo términos, se retoman otros, se cocina un lenguaje disponible para la protesta en un momento que es inédito y en el que, muchas veces, las palabras parecen no alcanzar, o se resbalan frente a la vertiginosa cotidianidad.
Yamile Socolovsky, de CTA, dijo que el paro feminista “viene a interrumpir la normalidad”, una normalidad que hoy es cruel por donde se la mire. Una vez más, la tarea de encuentro de cuerpos, experiencias y trayectorias disímiles en la asamblea repone algo que la política que sólo sucede en las redes sociales parece poder prescindir: bancar las presencias de lxs otrxs, el desacuerdo como posibilidad, el rumor que debe conversarse. La persistencia de esa tecnología añeja que es la asamblea vuelve a poner en acto la pregunta por cómo la pasión política puede producir estructuras permanentes, una obsesión que rondaba tanto a Antonio Gramsci como a Rosa Luxemburgo cuando hablaban, precisamente, de la huelga. La coordinación de la asamblea es en sí misma un trabajo político que excede el momento asambleario y que requiere de habilidad, paciencia e insistencia. Ponerle el cuerpo es producir una infraestructura para que la política feminista se haga lugar, tenga espacio.
Sara Rueco Antúnez –de la Cooperativa de Trabajo Cultura Minga– y Lilia Ferrer Morillo –conurbana, periférica, negra, migrante, como se presentó– dijeron que las palabras expresadas por el presidente Milei “sólo hablan de más racismo y más exclusión”, anticipando de hecho la noticia del día posterior, el cierre del INADI (Instituto Nacional Contra la Discriminación, la Xenofia y el Racismo). “Anunciamos que lxs negrxs, afrodescendientes y antirracistas de Argentina, nos estamos organizando en Comunidad como expresión del Ubuntu, minga y malungaje que son manifestación de nuestras formas ancestrales de resistencia, por la construcción del paro internacional feminista en unidad interseccional y en contra de la avanzada anarco, supremacista, fundamentalista y negacionista”. Una vez más, la cuestión de un paro inclusivo, capaz de reconocer la extranjerización de quienes no han sido parte del mundo asalariado es clave.
Estuvo presente también Maia Volcovinsky, secretaria de derechos humanos de la CGT, que se sumó a las referentas de las otras centrales sindicales en destacar la necesidad de construir unidad. La dimensión internacionalista estuvo marcada por la presencia de Tilda Rabi, presidenta de la Federación de Entidades Argentino-Palestinas, con la consigna “no es guerra, es genocidio”. Flora Viola de Nuevo Encuentro dijo que hay que partir del retroceso del diagnóstico pero insistir en hablar de futuro y utopía: “Si no, nos quedamos sin palabras”. Romina Misenta, de Inquilinos Agrupados, hizo una potente intervención para denunciar el descontrol de los precios de los alquileres, que ya no sólo se quieren pactar directamente en dólares, sino que los plazos de renovación son de 3 y 6 meses, haciendo insegura cada vez más rápido a la vivienda.
La agenda de la vida cotidiana, de la reproducción social –desde la salud mental a los comedores, desde la escuela a las tarifas, sin dejar de apuntar a los salarios y la especulación financiera–, está al centro de las agresiones del neoliberalismo autoritario que no sólo empobrece, sino que está decidido a castigar. Incluso haciendo torsiones con reivindicaciones feministas, como la esencialidad de los cuidados. Hoy, ese mismo argumento, se quiere utilizar como herramienta para impedir el paro docente, declarando de hecho la actividad como esencial. A esas maniobras, la respuesta del paro feminista viene a plantear una lucha cuerpo a cuerpo.
VG/DTC
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