La era del pánico anal
No necesitamos un burócrata metiendo el dedo a ningún lado, porque ya saben dónde termina el dedo y, más que el dedo, termina siendo el brazo lo que meten. Si tuvieran un negocio de vaselina estaría más felices festejando
Sentirse como el culo. Vivir en el culo del mundo. Que te rompan el culo en un partido. No entender un culo. Ser un culo. Apretar los cantos ante el peligro inminente. Las frases, metáforas y comparaciones que orbitan alrededor del pánico anal son del habla cotidiana, nacional y popular en Argentina. No hay nada original ni novedoso en la carga peyorativa que envuelve el orificio en el que termina el tubo digestivo para expeler el excremento, pero que también es una zona del cuerpo erógena por excelencia para todas las personas.
El terror anal como contenido para la narrativa del odio a la diversidad sexual y la defensa de la heterosexualidad tradicional es transversal: está presente tanto en las canciones de cancha como en el origen de la literatura nacional. En “El matadero” (1838), de Esteban Echeverría, el protagonista prefiere morir en un charco de sangre antes que ser abusado sexualmente.
La novedad es que ahora el pánico anal es parte del discurso oficial. “Con el culo ajeno somos todos putos”, había dicho el economista Javier Milei en el programa de televisión Animales Sueltos en 2018 cuando todavía era un panelista. Más acá en el tiempo, ya electo como presidente, en una entrevista con Alejandro Fantino dijo, mientras hablaba del precio del dólar, sobre banqueros y financistas: “Lo quisieron llevar a 1800 y les dejamos el culo como mandril”. “Nadie le va a tocar el culo a Caputo acá. Le corto la mano”, amenazó en una entrevista en TN a mediados de año.
Aunque suene obvio remarcarlo, el repertorio de menciones al culo que hace el presidente siempre están lejos del consentimiento y el disfrute, y más cerca de la violencia sexual y el daño. “No necesitamos un burócrata metiendo el dedo a ningún lado, porque en realidad ya saben dónde termina el dedo y, más que el dedo, termina siendo el brazo lo que meten. Si tuvieran un negocio de vaselina estarían más felices festejando”, dijo en marzo en una de sus primeras disertaciones internacionales ante empresarios en el Foro Económico de las Américas.
Como parte de una performance desplegada a lo largo del año, la saga de dichos sobre la defensa acérrima del símbolo culo se materializaron en un ritual durante una visita del presidente a Brasil mientras se celebraba la cumbre del Mercosur. Ahí recibió la medalla de “las tres I” en manos de Eduardo Bolsonaro, hijo de Jair. Con ella lo consagraron y reconocieron como: Inmortal; Imbrochável (un término brasileño de difícil traducción que refiere a la virilidad durante el acto sexual), e Incomível (Incomible) cuyo significado refiere al varón que nunca ha sido penetrado.
Otra vez: nada novedoso en la defensa del ano cerrado a como dé lugar y en el sexo anal como sinónimo de humillación y promiscuidad; sólo que en palabras del único presidente liberal libertario del mundo en el que recae todas las esperanzas de las fuerzas ultraconservadoras y de la reacción conservadora global, en una atmósfera de odio y desprotección estatal a las identidades abyectas, la performance adquiere un relieve particular.
El tono, la fijación y la insistencia en el ano que tiene Milei dan cuenta de un sentimiento de época de la polarización política y sexual: la crisis de la masculinidad dominante que necesita una reafirmación nostálgica. La interpelación al ser varón abrió una herida. Cerrarla a los gritos, sin los cuidados necesarios, con amenazas y pánico sexual, de seguro, no dará respuestas a la crisis.
“Ocurre que muchas veces la hipérbole de la masculinidad es una defensa frente a la propia debilidad. (...) La exageración del estereotipo masculino es precisamente la señal del fracaso de un hombre. El chiste nombra esa intuición: mientras más grande el alardeo, más pequeño es su ego viril”, dice Constanza Michelson, la psicoanalista chilena, en su libro Capitalismo del yo. Ciudades sin deseo. Un sentido común: lo que te da terror encierra toda una definición.
FN
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