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Los días agitados de Le Corbusier en Buenos Aires: un plan imposible para una ciudad infinita

El documental "Plan para Buenos Aires", del director argentino Gerardo Panero, acaba de llegar a la plataforma gratuita CineAR Play.

Agustina Larrea

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En París era visto como una persona que trabajaba para construirles casas a los ricos y en el ámbito artístico en el que se movía era tildado frecuentemente de burgués. Hacia finales de la década de 1920, el arquitecto Charles-Édouard Jeanneret- Gris –más conocido como Le Corbusier y décadas después considerado el padre de la arquitectura moderna– se encontraba en una meseta: quería demostrar que no era sólo un hombre dedicado al diseño de viviendas sofisticadas, que lo suyo estaba más relacionado con pensar las ciudades y las formas en las que los seres humanos podían habitarlas.

Cuando, en 1929, recibió de parte de una escritora argentina llamada Victoria Ocampo un ofrecimiento para visitar Buenos Aires y brindar allí una serie de conferencias sobre su trabajo no lo dudó un segundo: le había llegado, desde una ciudad entonces pujante y en constante crecimiento, la oportunidad para demostrar sus teorías, ampliar la influencia de sus ideas y obtener nuevos clientes para llevar adelante proyectos a gran escala. Tanto fue el entusiasmo que no tardó en empezar a delinear un ambicioso plan urbanístico para cambiar para siempre Buenos Aires.

Este curioso episodio histórico es el centro del notable documental Plan para Buenos Aires, del cineasta argentino Gerardo Panero, que luego de circular por festivales con buena repercusión y pasar por los cines, llegó en estos días al streaming y se puede ver en la plataforma gratuita CineAR Play.

“Todas las ciudades del mundo están enfermas”, se escucha al principio del largometraje, una idea que el mismísimo Le Corbusier solía repetir. Apenas vio desde el barco en el que viajaba que la capital argentina estaba ubicada en medio de dos líneas infinitas –de un lado la pampa, del otro el Río de la Plata– el arquitecto percibió que él podía transformarse en una suerte de médico. Eran tierras con enormes posibilidades y riqueza. No pasó mucho tiempo hasta que esa apreciación incipiente cobrara la forma de una obsesión.

La convocatoria

Le Corbusier, que nació en Suiza y en su juventud se nacionalizó francés, llegó a la Argentina en septiembre de 1929. Su misión, en principio, era brindar diez conferencias organizadas por la Asociación Amigos del Arte, una entidad que, con un ojo en las vanguardias europeas, quería renovar las ideas que circulaban en los ámbitos culturales. La principal impulsora de estas iniciativas era la escritora Victoria Ocampo, una mujer que, desde los primeros encuentros que mantuvieron, impactó a Le Corbusier. Es que el arquitecto vio en ella a una posible mecenas con dinero, contactos en la aristocracia y la mirada artística necesaria para cualquier tipo de emprendimiento que le quisiera ofrecer.

“Victoria Ocampo es parte de una familia que forma parte de la élite porteña, de las familias más destacadas de la Argentina, y pone todo su capital material y simbólico al servicio de la difusión de la modernidad”, señala ante las cámaras del documental la historiadora e investigadora Sonia Sasiain.

A medida que los días pasaban, el entusiasmo de Le Corbusier se incrementaba. Primero trazó algunos bocetos informales, con dibujos pequeños en los que ya proyectaba una Buenos Aires moderna y efervescente. 

Tal como sostiene el documental a partir de distintos testimonios de referentes de la arquitectura y el urbanismo que estudiaron la obra del europeo y sus ideas para aplicar en la Argentina, la intención de Le Corbusier era la de “un demiurgo”: a partir de trabajar con los elementos preexistentes, iba a organizar la totalidad.

En su diagnóstico inicial, propuso que la ciudad recuperara su vista al río e incluso proyectó una “Ciudad de los negocios” aprovechando una parte del sector costero. Como gran visionario, además de considerar que se debían incrementar los espacios verdes en todos los barrios, destacó que era importante darle prioridad al sur porteño, una zona que, en su mirada, estaba deteriorada. Por esos días, la capital argentina se había convertido, junto a Chicago y Nueva York en los Estados Unidos, en una de las ciudades con mayor recepción migratoria en todo el mundo y el urbanista también consideró que era necesario controlar el crecimiento de la población.

Sin embargo, no había una oferta formal de las autoridades locales para llevar adelante el plan para Buenos Aires que Le Corbusier seguía tramando. Él de todas maneras se reunía con personajes influyentes, mientras daba sus conferencias e incluso llegó a proyectar la publicación de un libro con el material que fue recolectando.

La última de sus presentaciones públicas tuvo lugar el 19 de octubre y al poco tiempo volvió a París. Desde allí, obsesionado, continuó enviando cartas a Buenos Aires para que su plan urbano no fuera olvidado. Pero los tiempos no lo acompañaron: el mundo se asomaba a la Gran Depresión y en la Argentina tenía lugar el primer golpe de Estado, que el 6 de septiembre de 1930 derrocó al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen.

Le Corbusier, sin embargo, no desistió. Primero intentó trabar relaciones con las autoridades de facto, que en su visión contratarían sus servicios por formar parte de las élites y entender las necesidades de una modernización general.

En 1937, dos jóvenes arquitectos argentinos –Juan Kurchan y Jorge Ferrari Hardoy– llegaron a París con ganas de conocer a Le Corbusier, quien para entonces seguía en ascenso con su carrera. El europeo no tardó en reclutarlos y convencerlos de que debían ayudarlo a avanzar con el plan para la renovación de Buenos Aires. Kurchan y Ferrari se quedaron en Francia un año y desde allí recolectaban información, mediante sus nexos con Buenos Aires, para avanzar con las tareas. Tanto era el entusiasmo, que se encargaron de armar una presentación para la prensa en el estudio parisino de Le Corbusier: invitaron a las autoridades diplomáticas argentinas que vivían en Francia y también a periodistas de distintas agencias internacionales. 

Tiempo después se sumó a la iniciativa el arquitecto catalán Antonio Bonet que también se proponía llevar el modernismo europeo hacia distintos países latinoamericanos. Para eso conformó una agrupación de vanguardia que llamó Grupo Austral, que tomó el plan de Le Corbusier y decidió ampliarlo. Sin embargo empezaron a aflorar diferencias hasta que perdieron contacto.

Un nuevo impacto para los sueños de Le Corbusier en Argentina llegaría en la década de 1940, con Juan Domingo Perón en el poder. En 1946 se conformó un organismo que tenía como finalidad estudiar la traza urbana porteña y repensarla. Se llamó Estudio del Plan Para Buenos Aires (EDBA) y contó con la participación de Ferrari, uno de los discípulos argentinos con los que Le Corbusier había trabajado en París. Pero el europeo quedó rápidamente afuera del proyecto y terminó recibiendo, tal como destaca el documental, “uno de los gestos más desagradables que recibió en su vida profesional”. Sus propuestas innovadoras, de todos modos, jamás llegaron a implementarse ni entonces ni hasta la actualidad.

Ya convertido en una especie de mito de la arquitectura, Le Corbusier tuvo su revancha en el país. En 1949 fue convocado para diseñar la vivienda familiar de un prestigioso cirujano, Pedro Curutchet, en la ciudad de La Plata. Las obras concluyeron en 1952 y el arquitecto, que mandó su propuesta desde París, nunca llegó a ver su creación terminada.

En 2016, la Casa Curutchet, única construcción de Le Corbusier en toda Latinoamérica, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, junto con otras 16 obras del urbanista desplegadas por todo el mundo.

Un documental argentino

El director Gerardo Panero llegó a la historia de los días agitados de Le Corbusier en la Argentina mientras trabajaba en otro largometraje sobre la arquitectura, dedicado a Amancio Williams (N. de la R: esta película también está disponible en CineAR Play). Buscando material se encontró con el cortometraje documental La ciudad frente al río, de 1950, que es el que da inicio a su película. Allí se habla de las ciudades “enfermas” y se proponen posibles curas.

Con una estructura clásica, Plan para Buenos Aires está armado a partir de material de archivo, pero también con testimonios de expertos y con imágenes actuales de la ciudad infinita que sirven como referencia para entender la fascinación de un urbanista encendido y visionario que soñaba con verla florecer.

AL

Plan para Buenos Aires se puede ver de manera gratuita en CineAR Play.

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