¿Por qué nos siguen interesando los premios Oscar? Las principales tendencias de este año
“Pegarle” al Oscar es una de las costumbres favoritas de los cinéfilos. Que es una (auto)celebración de Hollywood, que es pura ostentación de lujo y glamour en medio de estos tiempos violentos y degradados, que cada año se olvidan de tal o cual película que es mucho mejor que todas las nominadas, que la ceremonia es demasiado larga, que los monólogos no son graciosos ni provocadores, que los discursos de agradecimiento chorrean impostación y corrección política... La lista de cuestionamientos, reparos y objeciones es gigantesca y, por más que en varios de esos argumentos haya algo de razón, la temporada de premios que cada año culmina con la entrega de las estatuillas de la Academia de Hollywood sigue siendo una referencia ineludible.
La pregunta inevitable, entonces, es: ¿por qué nos siguen interesando los Oscar? En principio, porque una vez por año nos gusta ver un rato a la “fauna” del cine reunida con lo mejor que tiene (aunque sea para reirnos de ciertos vestidos ridículos o dosis exageradas de bótox), verlos reir y llorar aunque sepamos que en muchos casos están actuando mejor que en los propios sets de filmación, porque los premios (muchas veces injustos y crueles) asemejan al cine con el deporte, pero también porque, esencialmente, se trata de una celebración del arte del buen cine.
En ese sentido, la cosecha 2023 –que es la que se premiará este domingo 10 desde las 21 con transmisión de TNT y Max y la conducción por cuarta vez de Jimmy Kimmel– ha sido de las más ricas de los últimos años. ¿Por qué? Porque entre las diez nominadas a Mejor Película están dos de las tres más taquilleras del año pasado (Barbie y Oppenheimer) y ambas combinaron popularidad con calidad, porque en la categoría de Mejor Dirección aparecen cuatro de los cineastas más venerados de las últimas décadas (Martin Scorsese por Los asesinos de la luna, Christopher Nolan por la citada Oppenheimer, Yorgos Lanthimos por Pobres criaturas y Jonathan Glazer por Zona de interés), mientras que en la categoría principal también hay films de dos realizadores debutantes (Ficción estadounidense, de Cord Jefferson; y Vidas pasadas, de Celine Song).
Un Oscar cada vez más internacional
Más allá de los indudables hallazgos de varias de estas películas, otro fenómeno que se ha consolidado en los últimos años es la mayor presencia de producciones no estadounidenses. Si bien el Oscar sigue siendo un evento con mayoría de artistas y films de ese origen, cada vez es menos Hollywod-céntrico y se abre de manera creciente al mundo. Con un mercado local deprimido en cuanto audiencia, la Academia ha sumado una proporción mayor de nuevos miembros no norteamericanos y esa “internacionalización” se ha visto reflejada en los resultados: en 2020, por ejemplo, la coreana Parasite se convirtió en la primera producción extranjera en ganar del Oscar principal; y en 2023 el film bélico alemán Sin novedad en el frente fue el más nominado con nueve y terminó ganando cuatro estatuillas.
Este año, aunque se prevé un triunfo arrollador de Oppenheimer y un buen desempeño de Pobres criaturas, hay entre las diez candidatas a Mejor Película una producción francesa como el thriller psicológico y judicial Anatomía de una caída, de Justine Triet; una coproducción con participación británica y polaca como Zona de interés y otra en asociación con Corea del Sur y hablada en buena parte en coreano como Vidas pasadas. De hecho, en la categoría de Mejor Dirección solo Scorsese es estadounidense, ya que tanto Glazer como Nolan nacieron en Londres, Lanthimos es griego y Triet, francesa.
Si en 2023 la presencia de Argentina, 1985 entre las nominadas a Mejor Película Internacional generó un interés adicional entre el público nacional, este año la representación iberoamericana está en manos de la producción española La sociedad de la nieve (sobre la tragedia y épica de los Andes en 1972), que compite en la misma categoría que el año pasado lo hizo el film de Santiago Mitre; de la chilena La memoria infinita, de Maite Alberti, que es candidata entre los documentales; de la también española Mi amigo robot (Robot Dreams), que figura entre los largometrajes animados; y de El Conde, de Pablo Larraín, que fue nominada por su fotografía.
Éxitos del público
Si para los cinéfilos más exquisitos el Oscar es visto como el mainstream del cine de autor (y en buena medida lo es), también es cierto que muchas de las películas nominadas ni siquiera se estrenarían de no ser por las nominaciones que ostentan. Aunque más reducido que en las épocas de gloria, todavía existe un segmento de público que mantiene el hábito de ver todas las candidatas en los cines como para llegar a la ceremonia del domingo con conocimiento de causa e “hinchar” por sus favoritas.
De hecho, este año varias de las nominadas han tenido una muy buena repercusión de público en las salas locales. Dejemos de lado los fenómenos de Barbie, de Greta Gerwig (3.565.000 espectadores), y de Oppenheimer (1.150.000 espectadores), porque fueron éxitos de taquilla mucho antes de la temporada de premios, pero otros títulos más exigentes y radicales también convocaron una cantidad de público considerable: Pobres criaturas ya fue visto por casi 300.000 espectadores (sigue en cartel), mientras que Los asesinos de la luna, ya disponible en Apple TV+, sumó casi 150.000; y Anatomía de una caída, ganadora de la Palma de Oro en el último Festival de Cannes, se acerca a los 100.000.
Que no se caiga el negocio
El Oscar es una celebración del arte y de la industria del cine, pero es ante todo un negocio muy lucrativo para los estudios y distribuidoras dueñas de las películas, que multiplican los ingresos y ganan prestigio; para los artistas que aumentan sus cachets luegos de obtener nominaciones y premios; para los medios especializados que cobran por sus campañas de notas “chivo” y publicidades (las ya tradicionales For Your Consideration) y lo que genera la propia ceremonia.
Tras alcanzar un pico de audiencia de 57 millones de televidentes en 1998 por el furor de Titanic, la cadena ABC del grupo Disney vio cómo el rating se fue desmoronando año tras año. Sin embargo, en 2023 llegó a 18,7 millones de hogares (la mejor marca desde 2020) y eso motivó a Disney a pedir este año entreUS$ 1,7 y 2,2 millones por un spot de 30 segundos en las tandas comerciales (y se venden entre 50 y 70).
Claro que la repercusión de estos eventos globales y masivos ya no se mide tanto por la audiencia de una canal y un país sino por cómo rebota a nivel de los servicios de streaming a escala global. De hecho, sigue siendo una de las ceremonias que mayor repercusión generan en redes sociales e incluso en medios no especializados que durante el resto del año poca o nula atención le prestan al cine. Lo dicho: víctima favorita de los haters de Twitter (X) y de los cinéfilos que los miran con desprecio o desdén, lo cierto es que los Oscar resisten y siguen generando una atracción irresistible. Los premios que odiamos amar. O que amamos odiar.
DB/DTC
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