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El pasaje al Mundial, en medio de las dos AFA: polémica en el fútbol local, ejemplar en la Selección

Argentina y Brasil no se sacaron ventajas en San Juan

Andrés Burgo

16 de noviembre de 2021 22:47 h

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Las dos AFA, o las dos caras del fútbol argentino, están tan marcadas que se suceden en días continuados, con naturalidad. A un lunes en el que el viento de las distracciones arbitrales volvió a soplar a favor de Barracas Central, el equipo del presidente de la AFA, Claudio Chiqui Tapia -ya a 90 minutos de ascender a Primera División-, le siguió un martes en que Argentina se clasificó al Mundial Qatar 2022 con cuatro fechas de anticipo, la mejor coronación para su excelente 2021.

Es una selección tan en racha que, además de estar invicta hace 27 partidos, festeja hasta cuando no gana. El 0-0 ante Brasil en San Juan le permitió a Argentina sostener con orgullo una noche brava contra un rival que estuvo algo más cerca del gol y que fue perjudicado por el árbitro: el equipo de Lionel Scaloni debió jugar con 10 todo el segundo tiempo por un codazo de Nicolás Otamendi. El resto lo hicieron los otros resultados de la fecha, las derrotas de Uruguay ante Bolivia y de Chile contra Ecuador, y el empate de Colombia frente a Paraguay.

Es un yin y yang de cuestionamientos y elogios que mezcla todo. De un lado, el caos del fútbol doméstico, con una desorganización organizada para favorecer a los dirigentes, torneos sin descensos, una Primera División que tendrá 28 equipos en 2022, hinchas que perdieron la credibilidad y tuitean #PenalParaBarracas, y reglamentos que cambian en medio de los campeonatos.

Pero del otro, una selección construida en esa misma AFA, tan doctor Jekyll y señor Hyde, que volvió a enamorar a la gente, que ganó una Copa América en Brasil, que dio una vuelta olímpica después de 28 años, que le dio a Lionel Messi la reivindicación que merecía, que lleva 27 partidos invicto, que descubrió a un técnico que estaba fuera de todos los planes -Lionel Scaloni- y que, ya clasificada, se anima a mirar con buenas perspectivas el Mundial de Qatar.

En el medio, y con las calculadoras atentas a las otras combinaciones de los otros resultados, el partido contra Brasil -ya clasificado de antemano y sin Neymar- ofrecía cerrar un 2021 inolvidable con un premio mayúsculo, la clasificación al Mundial. Con un Messi unplugged, todavía sin ritmo y lejos de su mejor versión física, la noche tardó en entrar en calor pero, una vez que lo hizo, se prendió fuego.

La imagen del primer tiempo -la del partido, en realidad, junto a un posterior lujo de Vinicius- fue el codazo que Otamendi le estampó en la cara a Rafinha a pocos centímetros del área grande de Argentina y que debió ser doble expulsión, primero por decisión del árbitro Andrés Cunha y luego del VAR. Pero si uno no lo vio, el otro no quiso verlo.

Algo parecido ocurrió en el segundo tiempo, cuando Cunha -que se quiso sacar de encima el partido toda la noche- volvió a hacerse el distraído en un cruce temerario de Rodrigo de Paul ante Vinicius, tras un sombrero exquisito del delantero del Real Madrid a Nahuel Molina. No quedó claro si la infracción fue dentro del área o a unos centímetros afuera pero más llamó la atención que, otra vez, el VAR no convocara al árbitro.

Por cierto, para cuando lleguen los fallos que perjudiquen a la selección, queda una duda: con tantos errores arbitrales en el fútbol local, muchos de ellos a favor de los equipos del poder, ¿con qué cara el fútbol argentino podría levantar un dedo en contra de los referís? O dicho de otro modo, ¿en la AFA alguien puede quejarse de los árbitros?

Ante un gran rival, muy serio y comprometido a pesar de que no se jugaba más que el orgullo -o acaso una mini revancha de la final de la Copa América-, Argentina sufrió el partido más de lo que jugó, algo parecido a lo que ya le había ocurrido en sus últimas dos presentaciones, contra Perú en el Monumental y Uruguay en el Centenario, noches en las que la selección tuvo mejores resultados que rendimientos, más en armonía con el invicto que con el juego.

El equipo de Scaloni fue sumando bajas a lo largo del clásico, algunas por la desconexión en el juego del equipo -Lautaro Martínez fue una víctima, desconectado del resto, y casi no entró en acción-, y otras por problemas físicos, como las salidas de Leandro Paredes en el entretiempo y de Cristian Romero en el complemento.

Remachada, con Lisandro Martínez de volante central, De Paul volvió a sostener el mediocampo de Argentina en una noche en la que Brasil terminó de sentirse más cómoda en el segundo tiempo y obligó a más reacciones de Emiliano Martínez que las que la selección generó delante de Alisson. Ni el ingreso de Julián Álvarez, tan en racha en River, pudo romper el cero.

Pero si los jugadores y el público se fueron del estadio de San Juan sin festejos, creyendo que todavía faltaba un punto para asegurarse la clasificación -el próximo partido será en enero, ante Chile, de visitante-, la sorpresiva victoria de Ecuador en Santiago le dio a la Argentina el pasaporte adelantado y confirmado a Qatar 2022, el premio merecido para un equipo que le devolvió al hincha la alegría por su selección, en contraste con la incredulidad que rodea a los torneos locales.

El oro y el barro tiran paredes en el fútbol argentino.

AB

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