El candidato de los ricos venció a la candidata de los pobres
En el avance ruso en Ucrania, en las presidenciales francesas, la idoneidad de las tramas para dotarse de nuevos desenlaces parece haberse desgastado. Es oficial: Netflix anuncia que no habrá nueva temporada. Sólo una reposición. Sin repetir las vías ni los cauces, y enfrentando resistencias mayores y mejores, la dinámica de los acontecimientos, antes que innovar, fluye hacia desembocaduras narrativas ya bien conocidas y exploradas. Las de la ocupación militar, anexión territorial y rediseño cartográfico a las orillas del mismo Mar Negro donde hoy se combate, que significaron que la pérdida de la soberanía ucraniana sobre la península de Crimea y el puerto de Sebastopol, incorporadas a la Federación Rusa. Y las del balotaje que el 24 de abril se dirimió en Francia entre exactamente los mismos nombres y apellidos que lo decidieron cinco años antes en 2017.
Con la misma candidatura derechista vencedora, en 2022, la del neoliberal Emmanuel Macron (58,54% de los votos). Sólo que esta vez es reelegido por un quinquenio más. Y la misma candidata vencida, Marine Le Pen (41,46%). Sólo que esta vez, como declaró el también neoconservador, también ultranacionalista Éric Zemmour, vencido él mismo en la primera vuelta de las presidenciales el 10 de abril, “es la octava vez que la derrota lleva el apellido Le Pen”, englobando también al padre de Marine, fundador del Frente Nacional.
Para los líderes europeos que felicitaron a Macron, es una victoria de Europa: el alemán Olad Scholz, el italiano Mario Draghi, el español Pedro Sánchez. No sólo de la Unión Europea, el triunfo. Porque también felicitaron al presidente francés, por su reelección, quienes ya no integran la UE, como el premier británico Boris Johnson, y quienes todavía no la integran, aunque aspiran a hacerlo, como el ucraniano Volodimir Zelenski. Para Jean-Luc Mélenchon, candidato derrotado de izquierda en primera vuelta, es a la vez una victoria del internacionalismo y una derrota del electorado más pobre. Al que sin embargo había instado a votar contra Le Pen en el balotaje. Para la seis veces consecutivas derrotada Marine, los 17 millones de votos que obtuvo fueron “una brillante victoria”. Es cierto que nunca había ganado tantos. Y es muy cierto que son todos votos propios, no como los de Macron, que, según admitió el propio presidente candidato victorioso, en su discurso del triunfo, en el parisino Campo de Marte, y con la torre Eiffel iluminada como nocturno telón dominical de fondo, corresponden en buena medida a un 'voto repudio'
¿Quién es más autócrata que quién?
Las bodas de conveniencia entre causas débiles e invencibles azares que en 2017 hicieron que el balotaje presidencial francés enfrentara a Emmanuel Macron y Marine Le Pen no podría ser más diferente al laberinto de uniones inciviles y divorcios inconvenientes que un quinquenio después colocó al electorado ante la opción decisiva de elegir el 24 de abril uno entre los dos mismos nombres.
Resulta más inexacto decir que son las mismas figuras. Porque en el ejercicio del poder, Macron se ha revelado como programático, decidido modernizador neo-liberal del Estado –en 2017, cuando tenía casi la edad del presidenre chileno Gabriel Boric, esta era sólo uno de los trajes a medida en su vestuario de la renovación y el cambio.
El Estado soy yo, y el Mercado también
Hay que reconocer que, en la prensa francesa, sería arduo detectar signos de pereza en el operativo de transfigurar el voto del este domingo de 2022 como un duelo a muerte entre el demócrata y la autócrata. El decidir entre la reelección de Macron y o la elección de la primera mujer a la presidencia de Francia fue representado como la fácil, como inequívoca, opción entre el centro y la ultraderecha, entre la tolerancia ilustrada y el racismo xenófobo. Como en 2017. Como antes, en 2002, entre el gaullista Jacques Chirac, y Jean-Marie, el fundador del Frente Nacional, el papá de Marine.
Como en 2002 y en 2017, pedían el voto por la derecha como salvación contra la ultra derecha, como un cordón sanitario contra el nazionalismo extremista, colonialista, golpista. Que el operativo sea esforzado –aunque la rutina encamine los automatismos y clichés- no lo hace muy creíble. Porque es más difícil escamotear aquello que es esta elección, y que ya era en 2017: una disputa del poder entre el candidato de los ricos y la candidata de los pobres.
Hechos contrahechos
Ceder a una hipótesis contrafáctica nunca es una tentación impune, ni un vicio solitario. Actividad ociosa, pero no siempre inocua. En la primera vuelta presidencial francesa del 10 de abril, Jean-Luc Mélenchon, el candidato de izquierda radical de la coalición Union Populaire, ganó más votos de los esperados. Muchos más. En un instante ebrio del recuento nocturno, antes de que la burbujas del Alka Seltzer remplazaran a las del champagne, había quedado a 0,88% de distancia de Marine Le Pen, y pasar a segunda vuelta no pareció imposible.
Finalmente, la brecha volvió a ensancharse, y la candidata derrotada en el balotaje de 2017 pasó al de 2022 con 23, 15% de los votos, y el tercero quedó tercero con 21, 95 por ciento. Aunque casi tocándose: la ventaja de Le Pen fue de apenas 420 mil votos. Ah, si el Partido Comunista se hubiera unido a la Unión Popular, como se había aliado a Mélenchon en 2012 y en 2017: el candidato comunista Fabien Roussel obtuvo el 2,2 % de los votos. Pero ahora, insiste Mélenchon, hay revancha. En junio son las elecciones legislativas. Y si las izquierdas unidas ganaran una mayoría incontestable, él sería 'primer ministro'.
AGB
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