Elecciones 2023 adelantadas en España: Pedro Sánchez puede ganar - Análisis
El socialismo obrero va por todo
El presidente del gobierno del Reino de España apostó fuerte. Pedro Sánchez anunció el lunes que en siete semanas España volverá a votar. El líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) volverá a ser su primer candidato. Presentó su renuncia al Ejecutivo, disolvió las Cortes, pidió y obtuvo la venia del monarca borbónico Felipe VI y adelantó seis meses las elecciones generales: la votación del nuevo gobierno será el 23 de julio.
En las elecciones del 28 de mayo, en las autonómicas la derecha del Partido Popular (PP), que lidera el gallego Alberto Núñez Feijóo, se impuso en seis de las diez regiones donde la izquierda había vencido en 2019. En las municipales, con 7 millones de votos el PP quedó 800 mil arriba del PSOE e invirtió los resultados de 2019, cuando ésa había sido la cifra de la ventaja de los socialistas sobre los populares.
Fraccionamos y distribuimos los números del domingo al interior de izquierdas y derechas, advertimos una o dos asimetrías secantes en la composición de la derrota y de la victoria. Salta a la vista que el gran perdedor de la jornada, el protagonista de su propia catástrofe, fue Podemos. Su mal desempeño, parejo al de formaciones izquierdistas radicales, dejó en minoría a la coalición gobernante que integran. Los resultados decepcionantes de la nueva izquierda contrastan con los muy razonables y en nada desestabilizadores del socialismo obrero.
Una derecha popular desquiciada
El avance espectacular de la derecha popular es el correlato perfecto del retroceso no menos dramático de las izquierdas extremas. Si el PP ha ganado votos, los ha drenado de un electorado centrista, y aun progresista, entre el cual hay un núcleo que siempre se inclinó por el PSOE. Esta vez, ese centrismo castigó a la coalición gobernante (y en consecuencia, pero no por causa, al PSOE): un voto rechazo contra las derivas internacionalistas y contra los desaciertos tácticos y técnicos de iniciativas legislativas de Podemos -que en virtud de la alianza el presidente del Gobierno debía defender como propias- sobre violencia e identidad de género. Los debates parlamentarios que concluyeron en la sanción de nuevas leyes, consumieron un tiempo escamoteado a otros asuntos de gobierno. A medida que crecía la litigiosidad ambiente, bendita por los medios, las 'batallas culturales' crecieron en la atención de un público que así fatalmente la desvió de los méritos del gobierno de coalición en la economía. la recuperación del poder adquisitivo de los menos pudientes con el mayor aumento europeo del monto del salario mínimo, lo inflación europea más baja y muy baja tasa de desempleo.
El PP atrajo al electorado centrista hastiado de las fuerzas izquierdistas de la coalición que preside el PSOE, pero no hubo tránsito de votos socialistas. En cambio, nuevamente se ha comprobado que no ha habido hacia la derecha del PP reflujo ninguno de votantes de la ultraderecha de Vox, que el domingo ganó más de un millón y medio de votos. No hay fuga de voto de Vox porque tampoco hay en sus votantes decepción ninguna con Vox.
Un candidatura socialista genuina pero bien centrada
Aquello que a los nuevos votantes del PP atrae en el PP es aquello que en el PP repugna a los votantes de Vox: el centrismo, el aplomo, la moderación, el suave progresismo. Las victorias del PP en las autonomías son amplias y en los parlamentos regionales las mayorías son ahora populares. Mayorías, ay, insuficientes para formar gobierno sin formar una coalición con Vox, que es la ultraderecha, el frenesí sin filtros, la inmoderación, el feroz antiprogresismo. Y aún así, hay que ver si la obtienen.
El voto punitivo que retiró sus apoyos a la coalición gobernante para así dejar en minoría a una alianza que sólo funcionaba por el pacto con el extremismo de izquierda, ¿perseverará en su apoyo al PP al punto de contribuir en colocar en La Moncloa a un presidente del Gobierno que sólo lo será gracias al pacto con el extremismo de la ultraderecha de Vox? Sánchez está firmemente convencido de que no. En su discurso a las bases movilizadas, pronunciado el martes, aseguró que España deberá hablar claro 23 de julio y decir qué quiere, si un jefe de gobierno que gusta fotografiarse con el demócrata Joe Biden, representante del Establishment, del Pentágono y de Wall Street, o uno que prefiere retratarse junto al brasileño Lula, el primer obrero presidente en su país. Para el mundo adulto, el PSOE sabe lucir como candidatura adulta, portaestandarte del centrismo, del aplomo, de la moderación pluralista, de suave pero no titubeante progresismo. Sánchez cuenta con ello. Puede ganar.
AGB
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