El veto de Hamás a la diplomacia de Joe Biden en Medio Oriente
Más acá del desenlace militar que espera a las batallas que ahora se libran entre Gaza e Israel, la victoria política ya consumada por Hamás será perdurable. La invasión de la organización islámica palestina derrumbó la diplomacia de Joe Biden en el Medio Oriente, desmiente las estrategias de las grandes potencias, socava sus fundamentos, descree del dogma de la desigualdad insuperable entre las fuerzas de Israel y sus vecinos, hace pedazos el prestigio del Mossad y del Shin Bet. Cuando Hamás atacó, Benjamin ‘Bibi’ Netanyahu, el premier populista que ha gobernado Israel en el siglo XX, pasaba un día de vacaciones. El mejor servicio secreto del mundo no supo prever una ofensiva por tierra, mar y aire contra Israel que vino desde los 365 kilómetros cuadrados que más espía en el planeta.
Como con la muerte de Alberto Nisman, ninguna protesta enturbiará la oportuna perfección de la sangre derramada. En el caso del fiscal argentino, para liberar de un lastre lacerante a la administración demócrata de Barack Obama antes de la firma de su tratado nuclear con la República iraní. En el caso de la ofensiva de Hamás contra el Estado de Israel, para trabar con un lastre perdurable a la administración demócrata del sucesor y vice del primer presidente negro en la Casa Blanca antes de la firma de su tratado militar con la Monarquía saudí.
Un sábado que cambió el año
Siempre en potencia, el poder de veto de los acontecimientos del Sur se hizo carne con la ofensiva de Hamás. Bastaron las primeras horas del ataque, que desangraron el shabat del 7 de octubre.
Cuando en el sábado miles de misiles de Hamás mataron a centenares e hirieron a miles de israelíes, el shock en el día judío del descanso (al fin de la semana de la festividad religiosa de Sucot) resuscitaba el shock psicológico de la población civil, y recordaba el desfallecimiento de las agencias de inteligencia del Estado, vividos 50 años atrás. En octubre de 1973, los ejércitos egipcio y sirio atacaron por sorpresa a Israel en el día más sagrado del calendario religioso hebreo. La sorpresa les dio ventaja inicial a los árabes y dejó a Israel 3000 muertes israelíes. A aquella guerra de 1973, que gatilló la crisis del petróleo -que triplicó el precio del barril-, los isralíes judíos llaman Guerra de Yom Kippur. Los árabes musulmanes, Guerra de Ramadán. Los laicos, en todo el mundo, se inclinan por llamarla Guerra de Octubre.
El sábado, en Israel vieron cómo se abrían las salidas de 29 túneles previamente excavados desde la Franja a lo largo de los 51 km del Muro infranqueable que separaba y protegía de Gaza al Estado hebreo. Millares de militantes de Hamás cruzaron por esas brechas la frontera para luchar cuerpo a cuerpo contra las fuerzas israelíes en batallas que el domingo no se sabían con certeza quién ganaba o perdía en cada caso. Estos combatientes palestinos capturaron a decenas de efectivos militares israelíes, transportaron a esa tropa prisionera dentro de la Franja, hicieron cautivas a familias israelíes en sus propias casas y refugios.
El Domo de Hierro, el más envidiado escudo antimisiles del mundo, que el gobierno de Kiev pidió en vano a Jerusalén, no impidió que el domingo después de las bombas Israel se parezca a Ucrania.
Cuando este consorcio de acontecimientos se hizo conocido, la imagen que del mundo se hacen las grandes potencias, los presupuestos que guiaban a las cancillerías occidentales, y aún orientales, probaron su automatismo y su inadecuación.
Todo se ha trastocado para Israel y para EEUU. Los planes alimentados durante semanas, meses, años, de un sonoro, espectacular acuerdo trilateral con Arabia Saudita se han visto ensuciados, y frustrados. De una manera asombrosa por su velocidad y, sin embargo, minuciosa, detallista en su destrucción.
Un horizonte con más Hamás en Palestina y más Palestina en el mundo
El futuro es otro para el gobierno ultra ortodoxo y mesiánico de Israel, que abandonará la política de apañar la expansión de las colonias judías en Cisjordania (en parte, si faltaron tropas en el Muro con Gaza, se debió a su acantonamiento en Cisjordania para mitigar los desórdenes que la presencia de los colonos judíos promovía). Para el premier israelí, que considera que las imágenes de familias degolladas y de niños israelíes desfilando como cautivos en Gaza le dan carta blanca para una larga guerra total. Pero si Bibi ha declarado en inglés que él no sería Bibi si negociara en lugar de ir a la guerra y si ha prometido I will kill them all, esa tarea se verá enturbiada precisamente por el número de conciudadanos ahora rehenes en Gaza: la Franja es el área más densamente poblada del globo. Todo ha cambiado para la Monarquía saudita, a quien la reacción árabe, que ya hacía sentir un segundo anillo de veto, este colectivo, inhibirá de acercamientos con quienes semanas de diplomacia intensa pero silenciosa habían predestinado a volverse sus mejores aliados regionales y mundiales. Para la República Islámica de Irán, que felicitó en Hamás a los líderes de una invasión sabiamente calculada gracias a los buenos cálculos de la República iraní. Para el Líbano, que ve su territorio bombardeado por Israel desde que Hizbolá, shiita como los iraníes, demostró su apoyo al sunita Hamás bombardeando Israel. Para China, que se declaró “preocupada”. Para Turquía, cuyo presidente Recep Tayyip Erdoğan, que ha gobernado el siglo XX de su país como Vladimir Putin y Netanyahu los suyos, no desaprovechó para ofrecer su mediación de una guerra que, si anticipó, calló. Para Rusia, que sonríe. Para Brasil, que deploró la violencia, las muertes, los daños, en una compasiva lamentación que omite mencionar a Hamás. Lula calificó de “terroristas” a los atacantes de Israel, pero elude mencionarlos por su propio nombre propio. Desde el 1° de octubre, Brasil ejerce la presidencia rotativa del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (ONU); en la nota que el Ministério de Relaciones Exteriores brasileño convoca a una reunión urgente del organismo también omite la palabra Hamás.
Una Defensa poco idónea para defender, una Inteligencia que no sirvió para espiar
Ya puesta en marcha su rutina, las FFAA de Israel refrendarán que si les dan tiempo son invencibles; Gaza demostró hasta qué punto la Defensa de Israel no es invulnerable. Cuando a las 6.30 de la mañana se hicieron oír las sirenas, pudo parecer alarma de una de esas violencias que a fuer de repetidas ya no suenan tan alarmantes. Lanzamiento de misiles desde Gaza: alarma ya incorporada sin escándalo a la vida cotidiana israelí. La conciencia del peligro llegó sólo después. Sí, la ofensiva provenía de Gaza, y sí, el atacante era Hamás. Aquí acababa la coincidencia substancial con patrón de hostilidades reiterado de la última década. La contraofensiva israelí será eficaz. Aun si el territorio palestino fuera privado de toda autonomía por la misma autoridad que en había hecho de ella un don en 2005, las tropas de ocupación no podrán borrar el pasado.
En su configuración, en la estructura que resulta, el hecho conoce paralelos cercanos. Un somnoliento domingo 8 de enero, manifestantes bolsonaristas entraron en Brasilia en los palacios de cemento y cristal donde funcionan los tres Poderes del Estado. Con piedras y palos rompieron todos los vidrios de esas obras maestras de la arquitectura modernista. Su demostración estaba hecha. ¿Qué seguridad podría dar Lula a Brasil si en la capital del país y en su propio domicilio el gobierno había sido incapaz de prever e impedir una demolición como esta? Cuando un religioso sábado 7 de octubre el presidente Joe Biden confirma que para su gobierno y para EEUU siempre será en el Medio Oriente una prioridad absoluta la defensa militar de Israel, no parece irracional que Arabia Saudita posponga la firma de un pacto que le aseguraba un respaldo de una opulencia ahora devaluada.
De octubre 1973 a octubre 2023 o de Yom Kippur a Sucot
En esta coyuntura, todavía menos que con EEUU querrá pactar con Israel el príncipe saudita Mohamed bin Salmán, heredero de la Corona del primer exportador de petróleo en el mundo. Lo ve deshidratado, al Estado hebreo. Caído del alto ventanal de una autoestima que antes no entendía de menguas. Abatido por el espectáculo de unas horas de derrota. A pesar del sistema de cámaras hiper sofisticado, y de toda la seguridad que la tecnología aseguraba al Muro con Gaza, lo que la población israelí pudo ver en las aterradoras pantallas de sus televisores fue a hombres de Hamás, que pensaban contenidos por el Muro infranqueable, entrar sin obstáculos, desplazarse por las calles, entrar en las casas, quemarlas, secuestrar a familias, ultimar a casi 300 jóvenes que huían de un Festival de música trance y corrían en vano en el Sur por un vasto desierto psicodélico, sin escapar ni del desconcierto ni de la metralla. Se pudo ver a civiles, también en el sur de Israel, donde el Ejército tardaba demasiado en llegar, pidiendo socorro con desesperación.
El enemigo avanzado armado por sus calles: la última vez que habían visto eso en Israel fue en 1948. La guerra de 1973 había sido una guerra convencional, con el objetivo limitado de conducir a Israel a la mesa de negociaciones para recuperar la soberanía árabe para la península de Sinaí. ¿Cuál es el objetivo de Hamás? La aniquilación de Israel.
Más significativo que el hecho de que la ofensiva de Hamás haya sucedido, es el hecho de que no haya sido ni imaginada ni impedida por Israel. Ni profetizaba por su democrático Defensor y Garante de su Paz. Para la geopolítica local y global, los sufrimientos de Gaza pesarán en definitiva poco (en un contexto devaluado en el cual ‘la cuestión palestina’ importa menos y menos), pero los de Israel ya han cambiado la geopolítica y diplomacia regionales del siglo XXI. Tampoco por el dolor de estas víctimas, no: por el sólo hecho de que el Estado de Israel las haya sufrido, y no las haya preservado. Hoy el mundo vive en un desequilibrio nuevo.
AGB
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