“Yo voto por Francia Márquez y Gustavo Petro”: la candidata afrocolombiana a vicepresidenta tiene hinchada propia
Este domingo los varones y mujeres de Colombia definirán quien será su próxima vicepresidenta. Una expectativa inusual en vista a este cargo generalmente considerado por el electorado colombiano como secundario y aun de adorno.
La responsable de giro histórico es Francia Elena Márquez Mina, la militante medioambiental de 40 años, abogada, feminista, antirracista identificada por los colombianos por sus palabras y acciones a favor de la igualdad económica de las mujeres, la despenalización del aborto, la denuncia de la ausencia del Estado en las zonas más olvidadas, la erradicación del racismo estructural y la conservación del medio ambiente y la “madre tierra.
Márquez nació en una montaña en medio de dos ríos en la comunidad de La Toma, el municipio de Suárez, en el departamento del Valle del Cauca, en el suroeste de Colombia. Creció durmiendo en un piso de tierra de esa región azotada por la violencia del largo Conflicto Armado Interno del país. Embarazada a los 16 años, dividió su tiempo entre criar a sus dos hijos, trabajar a minas de oro locales, luego como empleada doméstica en tanto estudiaba Técnicas en Explotaciones Agropecuarias en el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) en Cali, la tercera ciudad más grande del país. Debido a los malos tratos recibidos en su trabajo, regresó a Cauca y se concentró en el trabajo comunitario de defender el agua, los recursos, y a su gente, que nacieron con la maldición de vivir en un territorio rico en oro. En los ‘90 participó en la lucha contra la explotación minera y la desviación del río Ovejas para que alimentara la represa Salvajina, que traería impactos ambientales y sociales restándoles a la comunidad su economía basada en el río.
En 2001, Francia con 20 años enfrentó a la multinacional sudafricana Anglo Gold Ashanti y frenó su entrada a La Toma. En 2010, ganó su defensa al derecho a la consulta previa de la comunidad de La Toma frente a la explotación del territorio y evitó el desalojo de los habitantes. Desde aquel día, con apenas 30 años, se convirtió en una de las voces más decisivas del Consejo Comunitario de La Toma.
En 2014, decidió estudiar derecho en la Universidad Santiago de Cali para defender su territorio con herramientas legales. Amenazada de muerte si volvía a su comunidad por las bandas criminales Águilas Negras y Los Rastrojos, actores de una nueva generación de escuadrones sanguinarios que suelen aliarse con delincuentes a sueldo en busca de la explotación ilegal de madera u oro, Márquez encontró una solución radical para enfrentarse a las retroexcavadoras: marchar a Bogotá.
Nadie escucharía a mujeres, negras y campesinas; si es que llegaban. Francia sostuvo lo contrario: el poder estaba en Bogotá y solo allí se tomaban tomarían las decisiones que necesitaban en su pueblo. Después de caminar durante 10 días 649 kilómetros, una épica que fue bautizadas como ‘La marcha de los Turbantes’, que lograron lo impensable: la suspensión de la minería ilegal e inconstitucional y el retiro de la maquinaria en La Toma.
En noviembre de ese año quince mujeres arrancaron del Cauca con sus cabezas cubiertas por coloridos turbantes. Diez días después de caminar 640 km estaban en Bogotá acompañadas por más de 80 mujeres movilizadas en la travesía. En el Ministerio del Interior se declararon en asamblea permanente. “Sí, llegaron las negras, pero nadie nos ponía atención”, decían en las entrevistas que le dieron a los medios en su momento.
Durante los diálogos de Paz con las FARC celebrados en La Habana, en diciembre de 2014 Márquez participó en la quinta delegación de víctimas, a propósito del impacto del conflicto armado en las mujeres y en las comunidades afro, indígenas y campesinas.
Galardonada en 2015 con el Premio Nacional a la Defensa de los Derechos Humanos en Colombia y en 2017 con el Premio Goldman, el Nobel verde, en 2019 fue incluida en la lista de las cien mujeres del mundo más influyentes que elabora la cadena británica BBC y ese mismo año recibió el Premio Joan Alsina de Derechos Humanos, que concede la fundación española Casa América Cataluña, por su liderazgo social.
Durante el estallido de las protestas de 2021, acompañó en las calles a los jóvenes que rechazaron durante más de dos meses la política social y económica el ex presidente Iván Duque. Y en ese año, lanzó su movimiento político Soy porque Somos y se unió al Pacto Histórico, la coalición de izquierda liderada por Gustavo Petro para las presidenciales de 2022. Por no alcanzar la cifra de firmas requeridas para inscribir su candidatura presidencial, el Polo Democrático le dio el aval a Márquez para participar en las consultas interpartidistas del 13 de marzo.
Márquez pasó de ser una líder social que intentó lanzarse a la Cámara por la circunscripción afro, con menos de 8.000 votos en 2018, a la tercera precandidata presidencial más votada en las consultas de marzo, con 785.000 votos. Le ganó incluso a políticos consagrados como Álex Char, Sergio Fajardo y Camilo Romero.
Gambito de dama
Días después del resultado fue elegida como la fórmula vicepresidencial de Petro y desde el inicio marcó tendencia. Es la primera vez en el país que cinco personas afrodescendientes se postularon para aspirar a la vicepresidencia, todas luego del nombramiento de Márquez, la candidata vicepresidencial con mayor reconocimiento, con un 64,9% entre quienes van a votar y con una imagen favorable de 39,8% en población votante.
Una de sus primeras declaraciones, al ser nombrada como la fórmula de Petro, fue la creación del Ministerio de la igualdad, del cual también sería ministra, para darle prioridad a las poblaciones excluidas.
Su posicionamiento se diferenció en varias ocasiones del de Petro. Así cuando Francia dijo que César Gaviria, presidente del Partido Liberal que era un “neoliberal” en momentos en que Petro buscaba apoyos políticos. Sin embargo, Márquez ha demostrado un dominio de pragmatismo político. Respecto al lugar de los candidatos de Soy porque somos en la lista al Senado: en este punto Petro dos veces incumplió su compromiso. Lo mismo en cuanto a la promesa de que en la segunda votación sería su fórmula presidencial y la vicepresidencia podía ser la moneda de cambio. Como en el caso de las listas, Márquez reaccionó en un punto intermedio: sin someterse y sin romper con Petro. O cuando ella misma para lograr apoyo, asistió a eventos como en Santander de Quilichao, en el Cauca: Con bombas rojas y azules de Cambio Radical y tomada de la mano con el senador de ese partido Temístocles Ortega y exgobernador de ese departamento. Las críticas no tardaron en cuanto la lideresa se reunía con representantes de la política tradicional. El Polo Democrático negó el apoyo que Francia había comunicado por twiter: “Temístocles Ortega y Jesús González, un ”líder del norte del cauca negro“. A pesar de esta interna, la candidatura de Francia contó con ese apoyo ”Desde el año pasado me vinculé a la campaña de ella, le ayudé en la consulta en el Cauca. Y cuando estaban definiendo la vicepresidencia dije que Francia había sido un fenómeno político“, declaró Temístocles Ortega.
Yo, Francia Márquez, “negra, afrodescendiente, oriunda de las regiones más empobrecidas”
La importancia social y política alcanzada por Francia ha visibilizado el racismo y misoginia estructural instalado en la sociedad desde la colonización y perpetuado en la configuración del Estado nación. Un marco exacerbado durante los años del Conflicto Armado cuando recrudeció la violencia contra el pueblo negro, afrocolombiano, raizal y palenquero que según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) forma el 97,68 % de la población de los municipios.
En la campaña electoral, el análisis persistente, franco y mordaz de Márquez sobre las disparidades sociales en la sociedad colombiana ha impulsado una discusión sobre la raza y las clases sociales de una manera que rara vez se ve en los círculos políticos más poderosos del país.
“Yo no pedí estar en la política, pero la política se metió en nuestras vidas. Esa Colombia patriarcal, hegemónica, racista y clasista es la política que queremos transformar”, afirma, sabedora de que está muy cerca de convertirse en vicepresidenta. Será la primera mujer afrodescendiente en ocupar ese cargo. En 2018, la vicepresidenta blanca Marta Lucía Ramírez acompañó en la fórmula ganadora al ex presidente Iván Duque.
Los críticos más generosos la calificaron de divisiva, y dijeron que forma parte de una coalición de izquierda que busca destruir, en lugar de construir sobre, las normas del pasado. “Ella está en la polarización de este país. Nosotros hacemos parte del cambio, pero del centro”, sostuvo Érika Ibargüen, contadora afrocolombiana que se postuló para el Congreso como parte de una coalición centrista.
Debido a que no ocupó nunca un cargo político, algunos consultores de opinión conjeturan acerca de la capacidad de Francia de ser comandante y jefe, de manejar la política económica o la política exterior, de manera que diera continuidad al país.
Sus opositores más extremos han apuntado directamente a ella con clichés racistas, y al criticar su clase y legitimidad política al mismo tiempo cuestionan buena parte de la sociedad colombiana que ellos mismos excluyen.
La reconocida cantante y presentadora Marbelle de la televisión colombiana la llamó King Kong; una popular senadora de derecha sugirió que debería ser “coherente” y cambiar su nombre porque Francia “fue imperio colonizador esclavista”; Juan Diego Gómez, el presidente del Senado la definió como la candidata del Ejército de Liberación Nacional (ELN), un violento grupo rebelde que dice defender a los pobres. El influencer afrocolombiano Miguel Polo Polo —quien no alcanzó los votos necesarios para ganar la curul destinada a este sector— la tildó de “negra empobrecida” por lss subsidios que Francia Márquez recibió del Estado en los años 2018 - 2020. A través de fake news tampoco faltaron quienes la catalogaran de guerrillera.
Frente a un auditorio repleto de mujeres con turbantes, una prenda que ahora simboliza la lucha y la fuerza afrocolombiana, Francia Márquez aseguró que, de haber seguido las reglas, ella estaría lavando platos en la cocina de una familia adinerada. “Parte de lo que le incomoda a la élite de este país”, tronó, “es que una mujer que estuvo trabajando en una casa de familia hoy le vaya a gobernar”.
“Soy una mujer afrodescendiente a la que desde niña impusieron el miedo a reconocernos como mujeres y como afro, a la que le enseñaron a sentir vergüenza de su color de piel, de su cabello y de su historia”, declara. La mujer que se llama Francia anhela reivindicar su herencia con un sueño: “Vivir sabroso no es vivir con vagancia; es vivir en dignidad, es vivir en paz, es vivir sin miedo y es vivir con alegría. Es que los jóvenes de Colombia tengan oportunidades, que puedan vivir sus sueños”.
Francia Márquez protagoniza la disputa por el poder. Una deuda histórica, pendiente desde su consigna del “vivir sabroso”. Una militancia que lleva a la discusión sobre el lenguaje inclusivo y al reconocimiento de su cultura ancestral. Desde el baile, el canto, y las expresiones culturales; la honestidad en el discurso, las nuevas formas en la retórica en sus actos multitudinarios y el abrazo de la red de las mujeres que la rodean desde hace años. “Yo voto a Márquez” este domingo se postula y se vive como un voto por las posibilidades negadas durante generaciones para construir y vivir en colectivo.
AGB
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