Gramáticas del dolor
“Soy el equilibrista que en el aire camina descalzo sobre un alambre de púas”, escribe Ricardo Piglia en su novela Respiración artificial. La vida es áspera aquí, allá y en todas partes. Como las agujas y las púas, pincha. Atravesarla, duele
Dolores hay un montón. Siempre en el cuerpo, la materia de que estamos hechxs. A veces logramos focalizar el origen, aunque no siempre. Dedico la columna de hoy a Paul Auster, autor de la inolvidable Trilogía de Nueva York, un explorador literario de las múltiples y contradictorias facetas de la existencia humana. También, quiero rendirle homenaje al cineasta argentino Leopoldo Torre Nilsson, realizador de La casa del ángel y de, entre otras, La mafia, donde actuó mi padre Isaac. Babsy hubiera cumplido cien años en estos días, fue un revolucionario de la pantalla, padeció la censura y fue considerado su maestro por otro artista excepcional, Leonardo Favio.
Dolor por la incomprensión. Es lo que sucede en la intrigante obra teatral Ese bow- window no es americano, sobre la relación claustrofóbica de una madre (Mirta Busnelli, magistral) y una hija (María Merlino, excelente), quien no puede tomar la dirección de su vida. La pieza está basada en un cuento de Samantha Schweblin, Nada de todo eso, y una ductil Vanesa Maja completa el trío interpretativo. Un automóvil real está todo el tiempo en la escena. Mariana Obersztern dirige la puesta en la que la ambigüedad, los silencios y las omisiones, invitan a que el público busque una verdad. Se puede ver los domingos en Santos Dumont 4040.
Mujeres sufrientes elaboran sus tristezas de distintos modos: a una, todo acontecimiento afectivo pareciera resultarle indiferente; otra lucha por desprenderse de su progenitora; la tercera ha sido invadida en su intimidad y no sabe cómo superarlo. Son personajes que dicen mucho hablando poco o de otra cosa, mientras sus psicologías articulan un discurso posible. Pena, duelo y desolación. Fiebres, contracturas y hospitales. Perder la cabeza y encontrarla cambiada. El libro Poetas del dolor reúne, traduce y alienta a pensar junto a cuatro poetas mujeres que vivieron y escribieron en tiempos diferentes: Emily Dickinson, Virgina Woolf, Silvia Plath y Linda Pastan.
Encuentro esta pequeña joya sobre el malestar, una compilación de escritoras de habla inglesa, realizada por Renata Prati. El volumen es de Editora Omnívora y está dividido en cuatro secciones: Esos ocasos del cerebro, ¿Es el mar lo que oís en mí?, Gris, gris, el mundo tiembla y La tarea de hacer cielos, que “ablandan el dolor con palabras”, dice Prati.
Cuenta esta doctora en Filosofía y especialista en Traducción Literaria por la Universidad de Buenos Aires que, hace mucho tiempo, en ocasión de su cumpleaños, alguien a quien quiere mucho, le auguró dolor, además de buenos deseos. Tristeza, incomodidad, desesperanza, migrañas, dolor de panza. “Son una entonación más de la vida”, que no se pueden desterrar.
“Podría aplacar mi sed, entonces, con estas lágrimas saladas y decorarme el cuerpo pálido con los estigmas sangrientos del amor”, escribió Linda Pastan en Zona de recuperación)
Y en esa conciencia de lo inevitable, la coleccionista de versos delicados y dedicados a los peores momentos encontró bálsamos, “pero sobre todo brújulas y amuletos para explorar el malestar, sondear sus oscuridades abisales”.
Poetizó Silvia Plath: “Ay taladritos… ¡Cómo se llenó de huecos este día de papel! Él me estuvo quemando con sus cigarrillos, jugando a que soy una negra de patas rosas, Yo soy yo. Eso no alcanza”.
Los escritos seleccionados de estas mujeres, que vivieron entre 1830 y 2023 acá aparecen reunidos. Fueron creados por dos suicidas, Woolf y Plath. La primera se sumergió en un río, cerca de su casa en Sussex; la otra preparó el desayuno para sus hijos, selló la puerta de la cocina y se acostó con la cabeza en el horno. Una tercera, Dickinson, se negó a publicar y se auto recluyó.
“Mido todas las Penas que me encuentro con ojo atento y penetrante- Me pregunto si pesan tanto como la Mía O si son de un tamaño Manejable”, firmó Dyckinson.
Dice el poeta y docente Alejandro Crotto en la contratapa de Poetas del dolor que las mejores traducciones son el pago de una deuda amorosa. El dolor ofrecido fraternalmente se carga de una dimensión que nos redime. Un trabajo íntimo, entonces, el de escribir y a traducir a estas poetas del dolor, y también necesario. No hay ningún otro criterio, dice Rilke, para juzgar una obra de arte.“
Con esa emoción apretada, la bordadora Vivi Fava sigue pariendo el mapa de Latinoamérica. Los hilos muticolores dibujan los trazos de un continente que padece y evoca los símbolos precolombinos. Vida, muerte, destinos sobre el lienzo y la muselina. De los chichimecas a los selkman , la obra se va completando con toda su policromía y amplitud semántica.
Fui a ver Brutus al Payró, una obra de cámara sobre el líder de la conjura que terminó con la vida de Julio César, poco antes del fin de la República y la instauración del Imperio Romano. No es una narración histórica sino que su director, Oscar Barney Finn, decidió montar sobre el escenario del Teatro Payró un perfil íntimo del protagonista, Marco Junio Bruto.
En la versión que ganó el Ace de Oro de 2023, aparecen encarnados las dudas, miedos, preguntas respecto de su filiación y las fuerzas estalladas que llevaron a Brutus a ponerse a la cabeza del complot y luego a arrepentirse. “¿Por qué quieren que sea yo quien alce ese puñal?”, pregunta Paulo Brunetti, en su profunda inmersión actoral. Lo acompañan Joaquín Cejas, Beatriz Dellacasa, Carlos Kaspar, Mariano Madrazo, Nelson Rueda y Carla Pantanali.
Los falsificadores de la realidad pretenden que simulemos que todo está bien mientras nos van despojando de nuestros bienes materiales y simbólicos. Las gramáticas del dolor se construyen como modos de resistir a quienes nos quieren obedientes y callados. Si se para, si se acalla la voz, es solo para que las cosas se muevan en otra dirección y se encuentren nuevas formas de decirlo que se piensa y siente.
LH/MF
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