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Análisis

Haití: la conexión internacional y la lucha de todos contra todos donde nadie es más fuerte que nadie

Patrullas en las calles de Puerto Príncipe. El premier interino Claude Joseph pide armas y apoyo militar para asegurar su vida y la sobrevida de la infraestructura esencial.
13 de julio de 2021 10:27 h

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El llamar magnicidio al homicidio de un empresario del comercio bananero que había llegado a la presidencia pero no al poder gracias a un vacío de poder que no supo colmar sino acrecentar demuestra y estimula la incomprensión y la distancia de Haití, único país hemisférico de mayoría absoluta afroamericana. En esto coinciden analistas y especialistas. Muerto a tiros de sicarios Jovenel Moïse en la primera hora del último miércoles, ese poder del que sólo nominalmente había dispuesto el Poder Ejecutivo seguía siendo disputado entre las mismas facciones que antes lo reclamaban para sí y recusaban los títulos de difunto. La captura el domingo de Christian Emmanuel Sanon, acusado de haber dirigido la operación mortal, revela o la configuración de un nuevo plexo de contendientes o la inversión de una de las antiguas facciones en un nuevo y más oneroso instrumento de choque.  Todo lo cual vuelve dudosa la afirmación de la Policía haitiana, una fuerza de 6000 agentes para un país de 11 millones de habitantes, de que se ha llegado al autor intelectual. Sólo porque este haitiano que reside en Florida y que se dice médico habría llevado a término, a través de empresas de EEUU -y al menos de una propiedad de un nacional de  Venezuela que opera en Miami-, el reclutamiento de los ex soldados y/o ex paramilitares de Colombia que habrían llegado a Haití, donde se estacionaron para cumplir y esperar órdenes, cruzando la frontera desde la República Dominicana, que ocupa el oriente de la misma isla caribeña La Española.

La conformación internacional de empresas y personal del grupo comando asesino tampoco implica un involucramiento de las naciones recorridas por Sanon o sus subordinados en el reclutamiento de los integrantes. Según el Miami Herald, Sanon era insolvente, le faltaban fondos para reclutar 28 personas, lo que llevó a pensar en auxilios de otros actores internacionales, privados pero acaso públicos. Uno de los investigados por el asesinato era informante de la DEA.

La conexión con gobiernos y naciones caribeñas cobró relieve en simultáneo con el desembarco en Haití de funcionarios de las agencias de EEUU (FBI y Homeland Security)  venidas para cooperar en la investigación del asesinato del presidente. El lunes, el Departamento de Justicia anunció que también colaborará con sus funcionarios. Según su portavoz John Kirby, el Pentágono continúa analizando el pedido de tropas de apoyo para el país que EEUU invadió en 1915 y ocupó militarmente hasta 1934. Esta es la respuesta de la administración demócrata de Joe Biden al pedido del primer ministro transitorio, única autoridad que Washington reconoce, de fuerzas armadas y de seguridad. Claude Joseph sabe que sólo efectivos militares externos (los pidió a la ONU que también declinó el envío de cascos azules)  pueden servirle de barrera y muralla más poderosa, a él y a la infraestructura nacional clave,  que aquella en la que abrieron una brecha, con medios que estaban a su alcance, los asesinos de Moïse. En una entrevista con la cadena ABC, Joseph reveló el sábado que Moïse había sido torturado antes de morir.

Presidente de facto,  según la oposición y la prensa tradicional que le es opositora, había nombrado tres meses atrás a Joseph, un politólogo graduado en New School (NY, EEUU) como el sexto premier de su mandato. Y un día y medio antes de morir, Moïse había designado ya al séptimo. El septuagenario neurocirujano Ariel Henry, que estudió Medicina en Montpellier (Francia), debía jurar su cargo de Jefe de Gobierno ante el Jefe de Estado en la mañana del 7 de julio y desplazar de su puesto al treintañero que aún hoy lo retiene, pero Moïse fue ultimado horas antes del amanecer de ese miércoles.

El viernes, una resolución del Senado eligió  a su presidente, el senador Joseph Lambert, como sucesor interino de Moïse en la presidencia de la República. En Haití, la Cámara de Diputados no sesiona: debía renovar todas sus bancas en 2020, pero las elecciones fueron suspendidas y el Presidente populista Moïse gobernaba por decreto. En la Cámara de Senadores, sobre 30, debían renovar bancas 20. Por lo tanto, en todo Haití hay hoy sólo diez personas en el Estado que haya sido elegidas por el voto popular: esos 10 que conservaron sus bancas. Esta decisión de un Legislativo reducido a 10 personas sobre la sucesión de Moïse es sostenida, por fuera del Legislativo, por varios partidos políticos –entre ellos, el PTHK del presidente asesinado, lo que subraya la soledad de Joseph. Ariel Henry es confirmado, por estas mismas instituciones y fuerzas, como primer ministro. Para mayor conflicto, un mensaje grabado, atribuido a la Primera Dama, herida de balazos la noche que mataron a su marido, tratada y curada en Florida, difundido desde el sábado por las cuentas Twitter oficiales del gobierno haitiano, exhorta al pueblo a “ganar la batalla” que había iniciado su marido contra la oligarquía, en especial la de las empresas concesionarias de los servicios como la electricidad -que también se está reorganizando para adueñarse del poder-. Pero ese mensaje, según el medio independiente Ayibopost, se trata de una manipulación, y no sería la voz de Martine Moïse.

Más episodios sin temporada nueva en la misma serie

El estado de Sitio y la ley marcial decretadas de inmediato por Joseph el miércoles, después de anunciar públicamente la muerte del presidente fueron criticadas como una intentona de golpe de Estado. En la práctica, a pesar de tener de su lado a las Fuerzas Armadas y de Seguridad, y el reconocimiento de EEUU y la ONU como legítimo jefe de gobierno, ni ejerce el Estado del que se ha constituido en autoridad suprema el monopolio de la violencia, ni es quien está más cerca de ejercerlo. Más del 60% del territorio en manos de bandas armadas, que controlan la costa, el interior, el tráfico, gravan a la economía privada que queda en pie, practican el secuestro extorsivo express como forma regular de sostener su presupuesto, con rescates que pagan familias con fondos de las remesas llegadas sobre todo de EEUU, y que constituyen el 30% de su PBI, en un país no pobre sino empobrecido, como dice la intelectualidad haitiana, donde seis de cada diez personas viven con menos de dos dólares por día.

Después de que el presidente Jovenel Moïse fue asesinado en su domicilio particular, en el extranjero se preguntaban si los doce disparos a quemarropa gatillarían la anarquía en Haití. Esta especulación de representantes de organizaciones internacionales, de gobernantes de naciones demasiado vecinas para ignorar la coyuntura y de medios europeos y americanos exasperaba y desesperaba a la población de la isla. “Ya estamos desde hace meses en anarquía”, respondían una detrás de otras personas y personalidades entrevistadas en Radio Francia Internacional (RFI).

Los días que siguieron al asesinato, antes que arrojar al país a una súbita confusión, hicieron que Haití resultara menos confuso a la opinión pública internacional. Fue más clara la responsabilidad de potencias regionales y organizaciones internacionales sobre el dinamismo de acontecimientos que ganaron impulso a comienzo de año. El crimen por encargo de Moïse es una consecuencia a la que se ve como cualitativamente más grave sólo si se conserva alguna fe en que la democracia electoral formal tenía la necesaria vigencia al momento de ganar las elecciones de 2015. La atención mediática global y los reclamos de intervención del gobierno interino encendieron una iluminación teatral que también ponía retrospectivamente al descubierto la teatralidad de las cegueras selectivas de la ONU y de EEUU. Las disputas sobre quién fue el autor intelectual de su muerte, capturados 26 “mercenarios” colombianos y 2 haitianos-americanos como comando letal de autores materiales, no parece siquiera inaugurar una nueva temporada de la misma serie, sino ser el episodio siguiente. 

AGB/WC

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