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Opinión

Libros y adultocentrismo conservador: polémica por “escenas de sexo explícito” en materiales escolares

Algunos de los títulos apuntados sob Cometierra' de Dolores Reyes; 'Las aventuras de la China Iron”, de Gabriela Cabezón Cámara y 'Las primas', de Aurora Venturini.
7 de noviembre de 2024 06:45 h

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Por ahora, verga y tijera”

“A las mujeres se les introducía el cable en la vagina y luego se lo pasaban por los pechos, lo que provocaba un gran sufrimiento y en ocasiones muchas de ellas menstruaban en plena tortura. Con ellas sólo se utilizaba el teléfono, ningún otro elemento”.

“Ella tuvo que hacer un esfuerzo sobrenatural para no morirse cuando una potencia ciclónica asombrosamente regulada la levantó por la cintura y la despojó de su intimidad con tres zarpazos y la descuartizó como a un pajarito”.

Estos son tres fragmentos aleatorios de los recuerdos de lecturas de una niña/adolescente curiosa que fuí en los ´90. El primero fue en la escuela, habrá sido en noveno grado o ya cuando estaba en Polimodal. Un clásico de lectura obligatoria en cualquier clase de Lengua, El matadero, de Esteban Echeverría. El escritor y crítico David Viñas hablaba de este cuento como una violación fundacional en el nacimiento de la literatura argentina. El segundo es un pedacito del Nunca más que encontré en un estante de la casa de mi abuela un domingo después de un asado. Fue la primera vez que leí la palabra menstruación y quedó asociada en mi cabeza con lo monstruoso para siempre. Y el último, el capítulo 5 de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez que habré agarrado de la biblioteca de mi mamá en algún momento entre los 12 y los 13.

Por supuesto que después de esas lecturas silenciosas –y casi clandestinas– hubo situaciones que no comprendí y no pude ponerle la etiqueta de violación hasta mucho tiempo después. Sin embargo la aparición de esas escenas frente a mis ojos, con un poco de intuición y comprensión lectora, encendieron algunas alarmas, hicieron que identificara esos pasajes sórdidos como episodios violentos que dañaban los cuerpos de las personas, actitudes que había que impugnar. La sexualidad, en el imaginario construido por mis lecturas de niña y adolescente se presentó de manera intempestiva, con violencia y peligros. No muy lejos de la manera en la que apareció más allá de los libros: como a muchas nenas, hubo un varón en la calle que me mostró su genitalidad sin que se lo pidiera.

Todas esas imágenes noveladas, documentales, de realismo mágico y autobiográficas quedaron rebotando en algún rincón de mi cerebro y nunca le pregunté a ninguna persona adulta al respecto ni en mi casa ni en la escuela. Todavía la Educación Sexual Integral no era ley en Argentina ni había llegado a las aulas. Volví a esos mismos libros, años más tarde, ya de más grande a confirmar intuiciones. 

En estos días volvió a la carga un debate que empujan voces del ecosistema de la reacción conservadora sobre libros que llegan a los espacios educativos públicos de la provincia de Buenos Aires. El programa “Plan de Lecturas Bonaerenses” incluye una serie de libros sobre los que se posan los reflectores de quienes buscan que algunas conversaciones en torno al cuerpo, la sexualidad y las relaciones entre las personas no se desarrollen. Algunos de los títulos en cuestión son: 'Cometierra' de Dolores Reyes, 'Las aventuras de la China Iron“, de Gabriela Cabezón Cámara; 'Las primas', de Aurora Venturini; 'Piedra papel o tijera', de Inés Garland, 'Berazachussetts', de Leandro Ávalos Blacha; 'Donde no hago pie', de Belén López Peiró y 'Graymoor', de Sebastián Vargas. No puede ser casualidad que la mayoría de las obras cuestionadas sean de escritoras mujeres poniendo palabras a sus experiencias y existencias.

Los libros tienen pasajes en los que se habla de la sexualidad en uniones consentidas desde el placer y otros donde se explicitan escenas de abuso y violencia sexual como parte de diversas historias y tramas. El sexo, como en la vida misma, es un clivaje más del ser y estar de las personas en este mundo.  

La colección en cuestión son 108 obras destinadas al nivel secundario y 122 para el nivel superior. El Gobierno provincial adquirió estas piezas para enriquecer las bibliotecas escolares y complementar la formación en Educación Sexual Integral, con el objetivo de abordar temas de género, identidad y relaciones interpersonales. 

Los libros de esta colección son insumos pedagógicos que abren conversaciones sobre sexualidad en una etapa de la vida en la que lo que falta es información porque tampoco hay experiencia. No están sueltos. Llegan a los estantes de las bibliotecas escolares bonaerenses acompañados por guías y referencias que advierten que estas lecturas demandan acompañamiento docente. Quienes pensaron esta política confiaron en la mirada crítica de los y las lectores de estas piezas.

El cuestionamiento a esta política pública tiene mucho de pánico sexual y adultocentrismo. A las escenas que aparecen en estos libros se las tilda de pornográficas. Por el contrario, las novelas mencionadas proponen un abanico de relatos sobre la sexualidad que está lejos de los guiones sin conflictos ni tensiones que ordenan un relato pornográfico.

Si se clausuran esos caminos de conversaciones que proponen políticas como “Plan de lecturas bonaerenses” los y las adolescentes buscarán otras rutas para entender sobre las tramas universales de la vida, ¿no es mejor acompañarlos?

MFA/DTC

  

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