Qatar, el gas, Houellebecq y las cebras
Profesor en la Universidad de Bonn, pero persona no grata en el Tercer Reich, el filólogo Ernst Robert Curtius dedicó los años peligrosos del nazismo a investigar y a escribir una historia de la tradición las imágenes, metáforas, conceptos, lugares comunes de las narrativas y argumentaciones de Occidente desde la Antigüedad. Especialista en la literatura europea más rabiosamente contemporánea entonces, había huido de este campo minado y elegido un tema y problema clásico y medieval alejado del belicoso presente y aun de la lengua alemana.
No hizo falta que amenazaran con tarjeta amarilla para desistir de la idea de colocarse un brazalete arcoirisado en su defensa, como desistieron los capitanes de las Selecciones nacionales advertidas por la FIFA en Qatar de la punición que esperaba a su osadía. Porque a orillas del Rhin, en la primera mitad de la década de 1940 a nadie se le habría cruzado por la mente protestar ante las autoridades y defenderlo a Curtius. Si fructificaban las denuncias anónimas que recibía la Gestapo. Si las SS le cosían en la ropa al Herr Professor destituido un tríángulo rosa, el equivalente funcional de la estrella amarilla obligatoria para los judíos. Si lo deportaban al campo de exterminio.
Después del fin de la Segunda Guerra Mundial, Curtius publicó el gran libro de su largo estudio. Ni en la República Federal de Alemania (occidental, capitalista) ni en la República Democrática (oriental, comunista). Publicó Literatura europea y Edad Media latina en 1948 en Francke, editorial erudita de la germanófona Berna, la 'Ciudad Federal' de Suiza. No hay 'Capital', cabeza, caput, Berna es una ciudad designada nomás por los cantones 'conjurados'. El libro no fue traducido en la España franquista, sino en México, otra de las potencias editoriales castellanas mayores, y otra presencia en la Copa FIFA qatarí.
Entre los innúmeros tópicos que estudia Curtius, hay dos, reversibles, que aplican a Qatar 2022 con más fuerza que a todos los Mundiales anteriores: la metáfora del Mundo como un teatro, y la de una escena teatral donde juega y se juega el Mundo, y la imagen de un Macrocosmos astronómico, total, que proyecta un Microcosmos social de personajes aristocráticos pero a veces sórdidos, y viceversa. En la tragedia Julio César de Shakespeare, dice Calpurnia: “Si esos mendigos mueren no se verán cometas, pero los cielos se prenden fuego cuando mueren los príncipes”
¿Cómo se puede ser suizo?
La montañosa y mediterránea Confederación Helvética federa 26 estados ('cantones') y habla 4 idiomas oficiales con paridad de lengua. Es el país de los hoteles y los bancos, la neutralidad y la equidistancia, el empleo público y el pacifismo. A Suiza como tipo ideal recurre un lugar común tradicional, una imagen conceptual transmitida de dos países que juegan en Qatar: no sólo por su secreto bancario es Uruguay la Suiza de América del Sur, no sólo por haber renunciado a dotarse de un Ejército regular y por su Premio Nobel de la Paz es Costa Rica la Suiza de América Central.
A ser llamada la Suiza del Medio Oriente aspira Qatar, que tiene tantos habitantes como Uruguay, aunque tenga menos ciudadanos (la diferencia son los trabajadores migrantes estacionales). La misión de mediación y el destino histórico de intermediación diplomática internacionales están inscritos en la letra de la Constitución del Emirato. Hasta 1971 protectorado británico, fue en Suiza que Qatar firmó su independencia. Y en Suiza estaba de vacaciones el abuelo del actual Emir en 1995 cuando su padre lo derrocó con un Golpe de Estado incruento.
Tampoco disgustaría en nada al presidente ecuatoriano Guillermo Lasso, un ex banquero de la ciudad portuaria Guayaquil, que llamaran a su país 'la Suiza de los Andes Centrales'. Ecuador, cuya Selección derrotó a la de Qatar en el partido que estrenó este Mundial 2022, es un estado tapón diseñado en el Océano Pacífico sudamericano como Uruguay lo fue en el Atlántico,
Gas embriagador
La también germanófona Zúrich es la ciudad suiza más poblada, y la más próspera en un país próspero, el cuarto más rico del mundo medido en PBI pro cápite. Fue allí que el 2 de diciembre de 2010 Joseph Blatter anunció que en 2022 el Emirato de Qatar sería anfitrión de la Copa Mundial de Fútbol masculino, precedido en 2018 por la Federación Rusa.
La Copa del Mundo, para las dos más grandes superpotencias en hidrocarburos: una el primer exportador mundial de gas natural licuado y la otra el primer exportador mundial de gas natural por gasoducto. La cita mundialista de 2014 había sido fijada de antemano. Antes de Rusia, antes de Qatar, inmediatamente antes, había sido elegido anfitrión mundialista el país de Petrobras, Brasil.
Cabezas trocadas, sumisiones y súbditos
En su novela de anticipación Sumisión (2015), Michel Houellebecq imaginaba la Francia de 2022 como un campo de juego donde el emirato qatarí y la monarquía saudita, vuelta la Península Arábiga árbitro del universo europeo mediterráneo, competían por cuál nación musulmana (‘islam’ significa en árabe sumisión’) financiaba mejor más instituciones de la cultura occidental. En su en absoluto desacertada futurología, el novelista nacido en la índica isla africana de Reunión no había contemplado ni la pandemia ni la guerra.
La decisión de no aumentar la producción de crudo por el cartel de los Países Exportadores de Petróleo mantiene altos los precios del petróleo (y del gas). Occidente, aliado del demócrata de Kiev y enemigo del autócrata del Kremlin, se ve obligado a buscar entendimientos con otros autócratas, cuyo desprecio por los DDHH hasta ayer lucía mucho más intolerable de lo que ven hoy, tanto en el Medio Oriente como en Venezuela.
Qatar 2022 es un Mundial rico en cebras
Las victorias de las Selecciones del Reino de Arabia Saudita sobre la de República Argentina y de la de Japón sobre Alemania (los dos Imperios derrotados en la Segunda Guerra Mundial) hacen que Qatar 2022 sea ya la Copa de la Cebras, dicen en Brasil. Además, las dos fueron por 2-1, y en las dos ganando la Selección que al principio venía perdiendo. A esto se suma el frenesí de sin tantos. Dos de ellos, protagonizados por los dos 'estados tapón'. El de Uruguay, con Surcorea. Este es el único país que conserva desde la Guerra Fría su división en dos partes, una comunista, otra no. Aquí Norte y Sur, como antes en Vietnam (en Alemania fue Este-Oeste).
La palabra cebra es un brasileñismo en la lengua portuguesa. Los dos diccionarios más autorizados de Brasil, el Aurélio y el Houaiss, definen cebra de manera análoga: “en una competencia deportiva, resultado anormal, inesperado, contrario a las expectativas”.
¿Cómo llegó a significar esto el cuadrúpedo africano de piel a rayas blanquinegras? En el jogo do bicho, una quiniela tan popular como arrogantemente clandestina desde el siglo XIX, se hacen apuestas eligiendo entre 25 bichos (animales). Hay gatos, leones, ciervos, hay avestruces, hay, incluso, camellos, cuyas carreras son el íntimo deporte favorito de los qataríes. Pero cebra no hay. Que un sorteo 'dé cebra' es imposible.
En esta Copa de las Cebras, este Mundial donde la discrimianación es asunto que se evoca a cada pelota parada, conviene recordar quién dio vigencia a este uso futbolístico del término quinielero cebra. Fue Gentil Cardoso (1906-1970), primer DT negro destacado en Primera División y primer entrenador de Garrincha.
AGB
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