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Tras días de pasillos a oscuras y clases abiertas, la universidad pública marcha contra el ajuste de Javier Milei

La Facultad de Medicina tiene 16 pisos. Los alumnos tienen que subirlos por las escaleras porque los ascensores son los para personas con problemas de movilidad.

Jazmín Bazán

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Una joven tarda casi diez minutos –con parada de hidratación obligada a mitad de la subida– en llegar al piso 16 de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, para rendir Bioquímica. Ahí, a solo una escalera de la cumbre (el edificio tiene 17 niveles, sin contar el subsuelo), los estudiantes se abanican con apuntes, se sacan las camperas. Privados de ascensor, presos de un discurso de época que impone el sacrificio, repasan. La casta y los castigados. 

“Usá las escaleras. Cuidemos la energía”, advierte un sticker del Programa de Gestión Eficiente de Recursos Energéticos de la Universidad. Como los numerosos carteles de salida, cobran otro significado en este contexto. En el piso 9, Victoria, a punto de entrar a su clase de Farmacología, recupera el aliento y habla de forma entrecortada. 

“Durante todos estos años, la UBA sobrevivió gracias a los docentes, a los no docentes, a los estudiantes… creo que va a sobrevivir a esto. Aunque, si no negocian algo, no descarto que el cuatrimestre que viene la facultad cierre por un tiempo”. Planea ir a la marcha del 23 por la educación pública. “Me da miedo de que se ponga peligroso, eso sí. Estoy arreglando para ir con amigos”.

Lucas, vestido con un ambo, cuaderno en mano, cursa el tercer año de la carrera. Tiene confianza, aunque reconoce que la situación es complicada. Como futuro profesional de la salud, sabe que el camino –el que transita y el que le espera– es espinoso. 

“Esta situación nos afecta a todos. Creo que vamos a salir adelante, pero después de un tire y afloje”. Su presencia en las calles el martes próximo, dice, dependerá de si surge una oferta satisfactoria desde el Gobierno. La insuficiente propuesta oficial, anunciada horas más tarde y rechazada por los gremios, las autoridades universitarias y las agrupaciones estudiantiles augura un participante más en la manifestación.

La marcha de hoy es la derivación de la decisión del Gobierno de prorrogar para este año el presupuesto universitario 2023 sin contemplar que la inflación interanual, tomando en cuenta la medición oficial de febrero último, superó el 270%. Así, las cuentas de las universidades públicas llegaron a tal nivel de asfixia que su funcionamiento entró en una zona de riesgo. Según un relevamiento de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), sin una ampliación, los montos actuales para la financiación de la educación superior nacional serían los más bajos en 27 años.

En las escalinatas de la entrada de la Facultad conviven tres grupos que también decidieron abandonar las aulas. Los alumnos, amontonados, escuchan a las docentes, anotan, pasan el mate. Hay algo íntimo en estas clases, cierto aroma asambleario no intencionado

En la Plaza Houssay, el pasto reemplazó a los pupitres y también se dictan diversas asignaturas. Frente a tanto énfasis en lo privado, estudiantes, médicos y docentes enseñan, aprenden, subrayan y resumen lo público. 

Una doctora del Hospital de Clínicas está terminando de comer. Cuenta que no puede detenerse para dar una entrevista. “Estuvimos en el abrazo y ahora tenemos que atender a nuestros pacientes”. 

El día que apagaron la luz

El sol bajo el cual conviven skaters y futuros médicos brinda un mejor panorama que la oscuridad total que se vive en la Facultad de Ciencias Económicas, ubicada a pocas cuadras. Camila, estudiante de Contaduría, camina bajo la sombra total que prosiguió a las elevadas tarifas de luz. 

–¿Cómo vivís la situación que atraviesa la UBA?

–Complicada. Saber que puede llegar a cerrar es una conmoción, la sensación de que se te puede cortar todo, porque, ¿adónde iríamos?

Tiene, según comenta, “un mal presentimiento”, la intuición de que su casa de estudios puede cerrar. Respeta a los que marchan –“pacíficamente”, aclara–, aunque ella no va a sumarse. Se inclina por otras soluciones, como la auditoría de la Universidad o los convenios entre las autoridades universitarias y estatales.

En un pasillo de muchas lámparas, todas apagadas, una trabajadora no docente se limita a agregar: “Todo está mal, muy mal”. 

La educación como Derecho

A la unión que surge del amor por la Universidad, se suma el poder (y la potencialidad) del espanto por el ajuste. Hasta en la Facultad de Derecho hay clases públicas. De traje, sin pizarrón, ni micrófono, Gustavo Caramelo, profesor de Contratos Civiles y Comerciales expone frente a decenas de estudiantes. Luego de dos horas de debates legales, recibe halagos de tres estudiantes, la consulta de algunos más y se toma una pausa antes de su próxima clase. 

“Me parece que la educación pública es un baluarte de la Argentina, algo que tenemos que defender, más allá de lo que cada uno vote. Muchos estudiantes acá pueden haber apoyado a este Gobierno y no están de acuerdo con las medidas que está adoptando con respecto a la Universidad pública. Estas afectan la posibilidad de desarrollo del país, la movilidad social ascendente, la perspectiva de futuro, la esperanza de que haya generación tras generación con mayor formación que la anterior”, arguye. 

Sus padres no accedieron a la instrucción superior, pero tanto él como su hermano son profesionales. La UBA está inscrita en su ADN desde los trece años, cuando ingresó al Colegio Nacional de Buenos Aires. Sin embargo, resalta la importancia de defender a todas las universidades públicas de todo el país: como la Universidad Nacional de Avellaneda, donde da clases.

“La Facultad de Derecho no siempre se pliega a los movimientos de protesta, pero estamos viviendo una situación tan extrema que hasta el decano dio una clase en las escalinatas”, remata el doctor Caramelo. El 23 va a marchar, remarca, “ejerciendo el derecho constitucional de la comunidad a hacer reclamos ante las autoridades”.

También mirando hacia la avenida Figueroa Alcorta, una docente acababa de impartir la materia La Vía Recursiva en el Derecho Penal. Tres alumnas permanecen sentadas, charlando. Una de ellas es Elisa, estudiante de Abogacía, quien está a punto de terminar la carrera.

“¿Cómo es tener clases públicas? Por un lado, disfrutás de la excelencia académica de los profesores. Por otro, sentís la tristeza de estar afuera por un recorte presupuestario que resulta completamente inaceptable e inadmisible”. 

Elisa lamenta tener que referirse a su próximo recibimiento como un “privilegio”. Al igual que ella, sus amigas van a dar el presente el 23. Las tres están de acuerdo: “Quizás falte más acción por parte de un sector de los estudiantes, pero la gran mayoría defendemos la educación pública y de calidad”.

Motor psico

En la Facultad de Psicología, la cartelería, tan común en el edificio de la calle Independencia, esta vez sorprende: más allá del color político, las consignas se relacionan con la marcha y el ajuste impuesto por La Libertad Avanza. Recientemente, una masiva asamblea demostró el respaldo a las medidas de fuerza y la solidaridad entre el claustro docente y estudiantil.

En la fotocopiadora pegada al edificio, una estudiante se queja de lo caro que es cursar. Gastó 15 mil pesos, solo en una materia. Precisamente, una de las reivindicaciones más sentidas, junto con la necesidad de aumento presupuestario y de los salarios docentes, es la necesidad de políticas públicas para que todos los estudiantes puedan afrontar la cursada. 

Como recuerdan los afiches, el desmantelamiento de las universidades nacionales no está escindido del crecimiento de los trabajos precarizados entre los jóvenes, o el impacto que sufren por el aumento de servicios y alquileres.

Hacer Historia

La Facultad de Filosofía y Letras no es ajena a las marchas, los paros, la simpatía hacia las luchas de los trabajadores, ni a las disputas políticas e ideológicas. 

Allí, se lee a Marx (el “barbudo” que obsesiona al Presidente) y la izquierda tiene un peso fuerte. Pero lejos de representar una obstrucción a la calidad educativa, la institución cuenta con dos de las carreras mejor posicionadas en el prestigioso Ranking QS de 2024: Lenguas modernas (en el puesto 21) y Antropología (puesto 24).

Para tranquilidad del Presidente, materias como Economía para Historiadores también indagan en la escuela austríaca. Y esto pudo presenciarse en las más de 200 clases públicas con corte de calle que se desarrollaron a lo largo de días e involucraron a casi 5.500 estudiantes y docentes de cátedras muy diversas. 

Luca Bonfante está terminando la carrera de Historia. Es militante del PTS y consejero estudiantil por la lista “La Izquierda al Frente Unidad”. Está convencido de que la marcha educativa –respaldada por las 73 universidades públicas del país, gremios, federaciones, organizaciones, docentes, estudiantes y no docentes– marcará un hito. 

A la vez, entiende que, con el renacimiento de un movimiento estudiantil activo (actor histórico indiscutible en la historia nacional), surgen discusiones, preguntas y desafíos. “Entre los convocantes de la jornada del 23 de abril están los radicales, que dirigen la UBA hace años, con miles de docentes ad honorem. Además, impulsan una reforma laboral en el Congreso. Y, sin ir más lejos, junto a peronistas, macristas y libertarios acaban de votarse un aumento escandaloso de sueldos en el Senado, en pleno contexto de ajuste. ¿Nos vamos a conformar con una visión corporativa de los reclamos universitarios? ¿O vamos a apoyarnos en la fuerza de la movilización para responder de conjunto al plan de Milei?”, se pregunta el joven. 

Para muchos estudiantes de Filo –entre ellos, la izquierda–, la resolución emitida por el Consejo Superior de la UBA que limita becas, actividades de extensión, el uso de calderas y de energía representa un “autoajuste”, que puede entenderse como una adaptación a las condiciones existentes. Los debates están abiertos.

Cerca de las 21 horas, la única iluminación en el primer y segundo piso sale de los baños y las aulas. Paradójicamente, los afiches, los textos resaltados, la discusión y las ganas se encienden. La facultad –donde asambleas y un importante cacerolazo con trabajadores y despedidos de distintos sectores exhibieron una adhesión generalizada a la marcha universitaria– canta, como Charly García: 

Ya llegó el día en que estemos juntos

Haciendo todo a pesar del mundo

Paralizando la tierra

El día que apagaron la luz

JB/MG

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