La renuncia de los ministros cristinistas como un ultimátum al Presidente
Efecto cascada, primero como señales luego como un hecho duro y puro. Temprano, Teresa García, ministra de Gobierno de Axel Kicillof, y dirigente con terminal directa en Cristina Kirchner, notificó que los ministros bonaerenses habían presentado sus renuncias. Casi en paralelo, el gabinete santacruceño presentó sus dimisiones a Alicia Kirchner.
Pero el golpe, sin equívocos, lo dio la carta de Eduardo “Wado” De Pedro, ministro del Interior y hombre de Cristina en Casa Rosada, donde puso a disposición su renuncia. Evitó los adjetivos terminantes -el clásico “indeclinable”- pero el mensaje político fue claro: el kirchnerismo, disconforme con el modo en que Alberto Fernández metaboliza la paliza electoral del 12-S, decidió expone en carne viva sus diferencias y mostró una carta que hasta ahora era impensada: la posibilidad de abandonar el gobierno.
Con las horas ese tono quizá se suavice, pero en el lenguaje brutal de la política la renuncia de De Pedro, que rápidamente imitaron Luana Volnovich y Fernanda Raverta, a cargo del PAMI y de ANSeS, la ola de notas tuvo el cuerpo de un ultimátum. Implica muchas cosas: no solo que el dispositivo K, con Cristina al frente y Máximo Kirchner como ordenador, disiente con la mansedumbre con que el presidente reaccionó frente a la derrota.
Un registro histórico: nueve días después de la derrota del 28 de junio 2009, una paliza igual o peor a la del domingo, Cristina echó a su jefe de Gabinete, Sergio Massa, y a su ministro de Economía, Carlos Fernández, lugares que ocuparon Aníbal Fernández y Amado Boudou. Antes se había ido Graciela Ocaña, que era ministra de Salud, y el cambio de despacho de Aníbal F, derivó en el ingreso de Julio Alak en Justicia.
Apenas trascendió la renuncia de Wado, junto a la de Raverta, Volnovich, Martín Soria (Justicia) y Roberto Salvarezza (Ciencia y Tecnología), en el gobierno empezó el dispositivo para tratar de amortiguar esos golpes. Jorge Ferraresi, de Hábitat, contó que el lunes en una reunió con Fernández y el jefe de Gabinete, puso a disposición “de palabra” su cargo pero que no lo hizo por escrito.
El mismo día, al mediodía, Cafiero, Gabriel Katopodis y Juan Zabaleta almorzaron con el presidente en Casa Rosada. En esa reunión, de análisis y balance de daños, le ofrecieron sus cargos al presidente, según confiaron a elDiarioAR fuentes oficiales. Lo mismo ocurrió con otros ministros. Con las horas, en una insólita polarización, aparecieron listas de los que habían renunciado y de los que no.
O, mejor dicho, de los que lo hicieron por carta, los que lo ofrecieron de manera verbal o de los que entienden que, desde el momento que asumieron, están a tiro de decreto. Gestualidades distintas, y mensajes políticos claramente diferentes frente a la crisis que sacude el corazón del gobierno.
Recién este miércoles por la tarde, en medio de la bulla general, el canciller Felipe Solá y el ministro de Defensa Jorge Taiana le mandaron, por WhatsApp, mensajes al presidente para ponerse a disposición. El lunes lo habían hecho Matías Lammens (Turismo) y Eli Gómez Alcorta (Género). Otros esperaban señales en medio de la confusión general.
La coreografía de las renuncias visibilizó, además, las identidades de cada ministro. En el scrum K, entró Soria que en teoría había llegado por pedido de Alberto.
Público-privado
Lo de “Wado” tiene, en paralelo, una meta lectura muy puntual. El lunes, charló con Fernández un rato largo luego de haberse reunido con la vicepresidente y Máximo, según cuentan fuentes del entramado K. La carta pública de renuncia repite la dinámica que tuvieron las cartas de Cristina Kirchner en el 2020, mensajes a cielo abierto para plantear diferencias con el rumbo del gobierno. Lo de De Pedro es más escueto: el mensaje está en la dimisión pública.
La dinámica epistolar de Cristina, que ahora repite “Wado”, tiene una línea de acción que se expresó en varios discursos donde la vice y Máximo Kirchner, jefe del bloque del FdT, plantearon matices, a veces sutiles, en otras ocasiones muy intensos sobre el manejo del gobierno por parte de Alberto Fernández y su staff.
Implica, en los hechos, que fracasó la instancia de la conversación privada. Lo que Cristina, en persona o a través de De Pedro le propuso, sugirió o pidió a Fernández, no fue escuchado. Frente a eso, lo que no se pudo administrar cara a cara saltó a la órbita pública donde todas las acciones pueden ser más tóxicas.
PI
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